Impactante hallazgo en la Patagonia revela un cocodrilo carnívoro con dientes como los del T. rex

El nuevo fósil fue desenterrado en una zona remota de la Patagonia argentina y tenía dientes comparables a los de un T. rex, describe el explorador de National Geographic, Diego Pol.

Por Nicholas St. Fleur
Publicado 27 ago 2025, 16:41 GMT-3
El cráneo fósil de Kostensuchus atrox, un pariente de los cocodrilos actuales con 70 millones de ...

El cráneo fósil de Kostensuchus atrox, un pariente de los cocodrilos actuales con 70 millones de años de antigüedad. Se cree que fue un depredador alfa en lo que hoy es el sur de la Patagonia durante el período Cretácico.

Fotografía de José Brusco

Hacia el ocaso de los dinosaurios, hace unos 70 millones de años, un antiguo cocodrilo merodeaba por lo que hoy es el extremo sur de la Patagonia, con su siniestra sonrisa formada por más de cincuenta dientes afilados y aserrados.

Conocido como Kostensuchus atrox, esta especie extinta de cocodrilo era hipercarnívora, lo que significa que se alimentaba casi exclusivamente de carne. 

Este súperdepredador tenía “dientes comparables a los del T. rex”, cónicos y afilados como cuchillos, describe Diego Pol, paleontólogo y Explorador de National Geographic que ayudó a descubrir la nueva especie. Con unos músculos mandibulares enormes diseñados para desgarrar la carne, Pol explica que el Kostensuchus atrox “podría partirte en dos con un solo mordisco”. 

Pol y sus colegas del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia de Buenos Aires, junto con investigadores de Brasil y Japón, describieron la nueva especie a partir de un cráneo y un esqueleto parcial exquisitamente bien conservados. Publicaron sus hallazgos el 27 de agosto de 2025 en la revista PLOS One

Aunque era más pequeño que los cocodrilos y caimanes más grandes que se encuentran en la actualidad, el equipo cree que el Kostensuchus podría haber tenido extremidades más largas y erguidas que sus homólogos modernos, lo que, según ellos, le habría ayudado a cazar presas, incluidos dinosaurios, en tierra firme. 

Sin embargo, algunos investigadores que no participaron en el estudio no están convencidos.

El descubrimiento del Kostensuchus en el sur de la Patagonia, cerca de la Antártida, indica que los antiguos parientes de los cocodrilos del Cretácico prosperaron en tierra firme y en latitudes altas, en ambientes cálidos y húmedos que ahora suelen estar cubiertos por nieve y hielo.

Nos da una idea de lo drástico que ha sido el cambio climático desde entonces”, sostiene el Explorador.

Un pariente de los cocodrilos perdido hace mucho tiempo

Los cocodrilos actuales y sus numerosos parientes vivos y extintos forman parte de un amplio grupo denominado cocodriliformes. Dentro de ese grupo, el Kostensuchus atrox pertenecía a una familia extinta llamada peirosaurios, primos lejanos de los cocodrilos, caimanes, gaviales y aligátores, pero no sus antepasados directos.

Estos primos extintos de los cocodrilos, muchos de los cuales vivían en tierra firme, perecieron en el mismo evento de extinción masiva hace 66 millones de años que acabó con todos los dinosaurios no aviares. El Kostensuchus atrox es el peirosáurido más reciente conocido en el registro fósil, así como el más meridional jamás encontrado. También es uno de los peirosáuridos mejor conservados y más completos descubiertos hasta ahora.

“Se trata de un fósil realmente hermoso procedente de una parte muy poco común y poco conocida del árbol genealógico de los cocodrilos”, sostiene Stephanie Drumheller-Horton, paleontóloga de vertebrados de la Universidad de Tennessee, Knoxville, que no participó en el trabajo. 

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    Fósil de la caja torácica de Kostensuchus atrox. Además del cráneo, el equipo descubrió el cuello, ...
    Izquierda: Arriba:

    El paleontólogo Marcelo Isasi encontró el cráneo y la mandíbula de Kostensuchus atrox incrustados en una concreción rocosa de color beige.

    Fotografía de Federico Agnolín
    Derecha: Abajo:

    Fósil de la caja torácica de Kostensuchus atrox. Además del cráneo, el equipo descubrió el cuello, la espalda, los huesos de la cadera, las costillas y partes de una extremidad anterior.

    Fotografía de Fernando Novas

    Los fósiles que descubrieron en la Patagonia argentina

    A principios de marzo de 2020, Fernando Novas y Marcelo Isasi, ambos paleontólogos del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, partieron hacia la Formación Chorrillo, en Argentina, para buscar huesos de dinosaurios y otras criaturas antiguas. En esta misma zona, ellos y sus colegas habían encontrado anteriormente el megaraptor Maip macrothorax, el titanosaurio Nullotitan glaciaris y el ornitópodo Isasicursor santacrucensis (que lleva el nombre de Isasi).

    “Los afloramientos rocosos de Chorrillo constituyen una formidable ‘ventana’ a un ecosistema antiguo que puede ofrecer nuevas pistas sobre los últimos dinosaurios de la Patagonia”, explica Novas.

    Encaramadas en una colina, las rocas del yacimiento datan de hace unos 70 millones de años. Para llegar hasta allí, condujeron durante tres horas en camionetas, cruzando ríos, subiendo pendientes y bordeando acantilados con vistas panorámicas del lago Argentino y el glaciar Perito Moreno, que emerge de los Andes.

    Después de instalar el campamento el primer día de la expedición de campo, el equipo de más de 30 investigadores y técnicos caminó varios kilómetros por las montañas cargando pesados equipos y máquinas de escaneo, pero no encontró gran cosa.

    “Entonces, con los últimos rayos de sol, nuestra suerte cambió”, recuerda el paleontólogo.

    Mientras el resto del equipo regresaba al campamento, él se quedó atrás con su colega Gabriel Lio, paleoartista, para esperar a que un miembro del equipo que no había regresado. A medida que pasaba el tiempo y el miembro del equipo no aparecía, comenzaron a preocuparse y decidieron ir a buscarlo. 

    A lo lejos, oyeron un grito. Era su colega desaparecido. Sintiendo una sensación de alivio, Isasi comenzó a reducir el ritmo mientras caminaba por un lugar con grandes rocas y concreciones de calcio. Allí, incrustado en una roca beige, algo le llamó la atención: huesos negros

    “Se lo mostré a mi colega, quien, asombrado, dijo: ‘Marcelo, ¡son dientes, y son muy grandes!’”, cuenta Isasi. “Inmediatamente miré hacia arriba y vi una fractura en la roca con una silueta inconfundible, y dije: ‘¡Es un cráneo!’".

    Lio, experto en fósiles de cocodrilos, lo identificó como un cráneo de cocodrilo. Además del cráneo, también excavaron entre las rocas el esqueleto parcial del reptil, que parecía más grande y mucho más completo que cualquiera que hubieran visto antes.

    “¡Fue un momento maravilloso, increíble e inolvidable!”, rememora Isasi.

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    Los investigadores estudiaron los fósiles durante la pandemia de Covid-19

    Mientras el equipo estaba acampando, estalló la pandemia de Covid-19. Con una señal de celular muy débil en la cordillera, no tenían idea de lo que estaba sucediendo en el resto del mundo. Luego, el 24 de marzo, tuvieron que suspender su trabajo de campo. Intentaron regresar a El Calafate, pero la ciudad estaba en cuarentena. Entonces se vieron confinados en sus cabañas durante 10 días.

    Finalmente, Novas consiguió los permisos para que el equipo pudiera salir del lugar, por lo que los investigadores cargaron los fósiles en camiones. Transportaron su botín a lo largo de unos 2400 km desde el sur de la Patagonia hasta Buenos Aires por una carretera desierta. 

    “Recuerdo la fila de camiones que transportaban a los exploradores, el equipo de campamento y los valiosos fósiles nuevos, viajando solos como en una película de ciencia ficción”, dice Novas.

    En Buenos Aires, el distanciamiento social convirtió el laboratorio del museo en territorio prohibido, por lo que Novas le pidió a Isasi que se llevara a casa el pesado bloque de fósiles con el cráneo. Era tan grande que Isasi tuvo que pedir ayuda a su esposa, Emilia, y a sus dos hijos, Tomás y Lara, para sacarlo de su vehículo y llevarlo al patio.

    Dedicó los siguientes seis meses a picar la roca con martillos neumáticos de alta precisión. Con el tiempo, los grandes dientes negros y brillantes emergieron amenazadoramente de debajo del hocico, cuenta Novas.

    El cráneo era corto, medía unos 50 centímetros de largo y su hocico era ancho. Los dientes torcidos que sobresalían de su boca medían hasta cinco centímetros de largo y, en relación con su cráneo, eran más grandes que los de los cocodrilos modernos y la mayoría de los cocodrilos extintos. Su cráneo y mandíbula inferior sugieren que tenía inserciones musculares altas que le habrían proporcionado una mordida poderosa.

    Estas pistas, según los investigadores, respaldan la condición de hipercarnívoro y súperdepredador del Kostensuchus. Probablemente cazaba herbívoros pequeños y medianos, posiblemente ornitisquios, como pequeños anquilosaurios y hadrosaurios.

    Cómo era el Kostensuchus atrox

    Tras muchos meses de meticuloso trabajo por parte de los técnicos, los huesos del Kostensuchus atrox finalmente emergieron de las rocas.

    “Es un proceso de descubrimiento muy lento”, lleno de drama y tensión, asegura el Explorador de National Geographic. “Me encanta esa parte, porque cada día aparecen más y más sorpresas en el laboratorio”.

    Una vez terminado, el equipo también descubrió su cuello, espalda, huesos de la caderacostillas y una extremidad delantera. Faltaban la mayor parte de las extremidades traseras y la cola. La extremidad delantera era más alargada en comparación con los cocodrilos modernos, lo que sugiere que podía mantenerse erguido y caminaba por tierra en lugar de pasar la mayor parte del tiempo en el agua. 

    Eric Willberg, paleontólogo de vertebrados de la Universidad Stony Brook de Nueva York, que no formaba parte del equipo, afirma que las pruebas terrestres son contradictorias. Según él, la pelvis del cocodrilo sugiere que las extremidades traseras podrían haberse extendido hacia afuera, como las de los cocodrilos modernos, en lugar de estar completamente erguidas como las de los mamíferos y otros crocodilios terrestres extintos.

    Pol y sus colegas reconocen que las características de las extremidades delanteras podrían reflejar una adaptación para atrapar y desgarrar a sus presas, en lugar de para desplazarse. Sin embargo, sin los huesos de las extremidades traseras es difícil reconstruir cómo se movía y sometía a sus presas, señala Adam Cossette, paleontólogo de vertebrados del Instituto Tecnológico de Nueva York.

    Los autores estiman que el Kostensuchus medía 3.5 metros de largo y pesaba alrededor de 250 kilos, extrapolando a partir de los caimanes y cocodrilos modernos. Aunque el espécimen es “realmente impresionante”, Pedro Godoy, paleontólogo vertebrado de la Universidad de São Paulo en Brasil, señala que estas especies vivas pueden tener proporciones corporales diferentes a las que tenían los cocodriliformes terrestres extintos.

    Cuando los cocodrilos del Cretácico se enfrentan

    Las espinas dorsales de los Kostensuchus mostraban signos de fracturas curadas, detalla Pol, lo que podría respaldar su hipótesis de que los cocodrilos luchaban entre sí.

    “El combate o la agresividad por motivos alimenticios o territoriales es uno de los posibles escenarios que podrían explicar las lesiones”, profundiza el paleontólogo. Para imaginar cómo podrían haberse desarrollado estos enfrentamientos entre los cocodrilos del Cretácico, el equipo creó una reconstrucción en vídeo.

    En él, un Kostensuchus roe el cadáver de un dinosaurio recién cazado cuando se acerca un rival, posiblemente atraído por el olor. Los dos intercambian gruñidos antes de levantarse sobre sus patas traseras y golpearse con sus enormes cuerpos, como lo hacen los dragones de Komodo cuando se pelean.

    Una gran diversidad de cocodrilos

    Aunque el yacimiento fósil donde se encontró el Kostensuchus data de hace 70 millones de años, Pol cree que el Kostensuchus vivió en una época aún más cercana al evento de extinción. Si es así, el Kostensuchus proporciona a los científicos una mayor comprensión de la extraordinaria diversidad de los cocodriliformes del Cretácico justo antes de su extinción.

    La gente suele pensar que todos los cocodrilos antiguos se parecían a los depredadores semiacuáticos de baja estatura que acechan hoy en día en aguas turbias. Pero durante el Cretácico y antes había cocodrilos herbívoros, carnívoros gigantes e incluso con armaduras como los armadillos.

    “Eran muy diversos hasta el final”, afirma Pol. Sospecha que la razón por la que ya no vemos esta misma diversidad entre los cocodrilos actuales es porque los cocodrilos antiguos que sobrevivieron al evento de extinción fueron probablemente aquellos que se adaptaron a vivir en entornos de agua dulce, como ríos y lagos, que resultaron menos devastados tras el impacto del asteroide.

    “Existe la idea persistente de que los cocodrilos son ‘fósiles vivientes’, pero no hace falta indagar mucho para encontrar muchas especies divertidas y extrañas”, comenta Drumheller-Horton. “También es un gran recordatorio de que, aunque lo llamemos la ‘Era de los Dinosaurios’, los dinosaurios no eran los únicos que existían”.

    La organización sin fines de lucro National Geographic Society, comprometida con dar a conocer y proteger las maravillas de nuestro mundo, financió el trabajo del explorador Diego Pol.

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