
El hallazgo de un orangután que usa plantas medicinales cambia lo que sabemos de la inteligencia animal
El 25 de agosto de 2002, dos meses después del tratamiento con hojas medicinales de Rakus, la herida era apenas visible.
En lo profundo de una selva tropical indonesia, un equipo de científicos investigadores registró algo que nunca antes se había captado: un orangután de Sumatra al que habían bautizado cariñosamente como Rakus trataba con cuidado una herida en la mejilla con una planta de probadas propiedades antibacterianas, antiinflamatorias, antifúngicas y antioxidantes.
“Solo unos días después de este tratamiento, la terrible herida comenzó a sanar y, en un par de días, se había cerrado por completo”, recuerda Isabelle Laumer, bióloga cognitiva y primatóloga del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal en Alemania y autora principal de un estudio publicado en mayo de 2024 que describe el suceso. "[Esta] es la primera observación de un animal salvaje que realmente trata su herida con precisión con una planta medicinal".
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La observación ofrece una nueva perspectiva sobre los métodos y comportamientos de curación natural y sobre el origen de estas inclinaciones.
"A menudo perdemos de vista el hecho de que la medicina moderna se deriva de un sistema de conocimiento muy antiguo que comenzó hace millones de años en una variedad de hábitats sobre los que nuestro conocimiento apenas está comenzando a expandirse", dice Mary Ann Raghanti, antropóloga biológica y directora del departamento de antropología de la Universidad Estatal de Kent.
"Desde un punto de vista evolutivo, este caso nos permite comprender cómo nuestros antepasados pudieron haber desarrollado su farmacia natural".
El suceso registrado tuvo lugar durante el verano de 2022, en la estación de investigación Suaq Balimbing, dentro del Parque Nacional Gunung Leuser, en Sumatra, Indonesia.

Esta foto del macho adulto Rakus fue tomada el 23 de junio de 2022, dos días antes de que el orangután comenzara a aplicar la mezcla de plantas en su herida.
La selva tropical que rodea el centro de investigación alberga la mayor densidad de orangutanes de Sumatra del planeta. Sin embargo, su hábitat ha sido destruido cada vez más por la deforestación, lo que ha obligado a estas criaturas, que por lo demás son solitarias, a vivir cada vez más cerca unas de otras.
Las estimaciones muestran que solo quedan unos 14 600 orangutanes de Sumatra, y la especie está considerada en peligro crítico de extinción por el Instituto Nacional de Biología de la Conservación y Zoológico Smithsonian de Washington D. C.
Desde 1994, estos orangutanes residen o frecuentan el bosque protegido que rodea el centro de investigación. Allí, los investigadores siguen, monitorean y registran cuidadosamente los movimientos y comportamientos de los primates de una manera no invasiva y observacional.
"Los animales nunca son molestados y, a lo largo de las décadas, se han acostumbrado a tener a nuestros equipos cerca, por lo que han aprendido a ignorar nuestra presencia y viven completamente como seres salvajes", dice Laumer.
Al observar y compartir los extraordinarios comportamientos de los grandes simios en peligro crítico de extinción, la bióloga y sus colegas esperan que la gente se dé cuenta de lo especiales y similares a los humanos que son realmente estas criaturas e inspiren esfuerzos para salvarlas de la extinción.
Es una esperanza que comparten otros investigadores en los campos de la primatología, la etnobotánica y la antropología biológica y evolutiva.
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La herida del orangután Rakus
Rakus lleva viviendo en los alrededores del centro de investigación desde 2009. Una mañana de junio de 2022, los investigadores observaron que tenía una profunda herida en la mejilla, debajo del ojo derecho. Como se había alejado del área de investigación, nadie presenció cómo se produjo la lesión, aunque los investigadores tienen dos hipótesis.
Una es que Rakus se cayó de un árbol y se golpeó con una rama al caer. Según Laumer, los orangutanes de Sumatra pasan alrededor del 98 % de su tiempo viviendo, durmiendo y buscando alimento en los árboles, y dado que algunos pueden llegar a pesar hasta 136 kg (Rakus probablemente pesa cerca de 90 kg), a veces se agarran a ramas muertas o moribundas que no pueden soportar su peso y caen desde una altura de 9 metros o más hasta que otras ramas o el suelo amortiguan su caída.
La otra posibilidad es que Rakus resultara herido durante una pelea con otro orangután. La primatóloga dice que las peleas en esta región de la selva tropical son poco frecuentes, pero pueden producirse cuando los machos intentan establecer su dominio.
Rakus tenía entre 30 y 32 años cuando se produjo la lesión, explica, y solo recientemente había desarrollado sus mejillas prominentes, las características protuberancias faciales por las que se conoce a los orangutanes y que se desarrollan debido al aumento de testosterona durante la maduración sexual.
Laumer recuerda que el día antes de que se descubriera la herida, Rakus y otros orangutanes habían estado "gritando durante mucho tiempo" desde los árboles, un comportamiento que se da con frecuencia cuando un macho establece su dominio, lo que a menudo también indica que "puede haber peleas".
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Cómo el orangután Rakus trató su herida
Independientemente de cómo se produjera la lesión, el equipo observó que la herida de Rakus seguía supurando "y tenía un aspecto bastante espantoso" durante los días siguientes, señala Laumer. Al tercer día, los investigadores observaron cómo se dirigía hacia unas plantas trepadoras llamadas Akar Kuning, unas plantas que los humanos suelen utilizar para tratar heridas y afecciones como la disentería, la diabetes y la malaria.
El equipo observó cómo Rakus buscaba y luego comía la planta, lo que en sí mismo era un comportamiento muy inusual. "Nuestros datos muestran que esta población de orangutanes solo come estas plantas el 0.3 % de las veces", señala la experta.
Si la herida de Rakus se hubiera infectado o hubiera tenido fiebre, el consumo de esta planta podría haberle ayudado, en teoría. Al equipo le entusiasmaba pensar que pudiera estar utilizando la planta con ese fin, aunque solo se trataba de una especulación.
Sin embargo, lo que sucedió a continuación parecía innegablemente deliberado.
"Observamos que Rakus arrancaba las hojas de la planta y las masticaba sin tragarlas", explica Laumer, refiriéndose a la planta Akar Kuning. "Luego, repetidamente, aplicaba el líquido que extraía de la planta directamente sobre su herida".
Continuó cuidando la herida de esta manera durante siete minutos y luego consumió más de la planta durante unos 30 minutos.
"Es importante señalar que solo aplicó el líquido de la planta precisamente sobre la herida y no lo frotó en ninguna otra parte del cuerpo", subraya la bióloga. Después, colocó una parte algo sólida de la hoja sobre la zona, "como si fuera una cataplasma para heridas", dice. Increíblemente, al día siguiente el equipo lo observó volver a comer la planta. Tres días después, la herida se había cerrado y parecía estar cicatrizando bien. En un mes, la cicatriz era apenas perceptible.
Raghanti, de la Universidad Estatal de Kent, califica el momento como "un descubrimiento notable", pero señala que "no es excepcionalmente sorprendente dada la inteligencia de los orangutanes".
Cómo Rakus aprendió a tratar una herida
Laumer está de acuerdo en que estas criaturas poseen una inteligencia excepcional, y considera que eso hace más difícil especular sobre cómo Rakus pudo saber que la planta curaría su cara.
"Podría ser que simplemente se estuviera alimentando de la planta y que luego, accidentalmente, se tocara la herida con la mano que había estado tocándola y sintiera inmediatamente sus propiedades analgésicas, por lo que la aplicó en la zona una y otra vez", afirma.
También es posible que su madre u otro orangután le enseñaran ese comportamiento a una edad temprana mediante una práctica llamada "peering".
"Una característica distintiva de los primates, y en particular de los grandes simios, es un período juvenil prolongado que facilita un aprendizaje extraordinario", explica Raghanti. Durante los primeros siete u ocho años, las mamás orangutanes cuidan intensamente a sus crías, dice, por lo que Rakus podría haber aprendido esto de ella. También se ha observado que los orangutanes adultos migrantes se dedican a observar, por lo que también podría haber adquirido este comportamiento más adelante en su vida.
También es posible que el último antepasado común de los humanos y los grandes simios siguiera alguna forma de este comportamiento.
"Este hallazgo pone de relieve el ingenio y la inteligencia adaptativa de estos animales en su entorno natural, lo que contribuye a nuestro conocimiento del comportamiento animal, el uso de plantas medicinales y los posibles orígenes evolutivos de la medicina humana", subraya Ina Vandebroek, reconocida etnobotánica y profesora titular de la Universidad de las Indias Occidentales en Jamaica, que no participó en el estudio.
Los primates ya han utilizado plantas anteriormente, pero de forma diferente
No es la primera vez que se observa a primates salvajes masticando, tragando o relacionándose con plantas que tienen propiedades terapéuticas.
A principios de la década de 1960, por ejemplo, la famosa primatóloga y antropóloga Jane Goodall describió por primera vez la presencia de hojas enteras de plantas terapéuticas en las heces de los chimpancés de Tanzania. Desde entonces, se ha observado a otras poblaciones de primates comiendo o utilizando plantas, insectos u otros medios para intentar limpiar o aliviar sus heridas u otras dolencias.
Anne Pusey, distinguida profesora emérita de antropología evolutiva de la Universidad de Duke, señala que la práctica de los primates salvajes de tragar hojas para "atrapar parásitos intestinales que luego son expulsados, o masticar plantas con propiedades medicinales conocidas en épocas de mayor riesgo de enfermedad", son comportamientos cada vez mejor documentados. "Pero las pruebas como estas sobre el cuidado de heridas con materiales potencialmente activos desde el punto de vista biológico son mucho más débiles".
Reconoce casos en los que otros primates salvajes se han limpiado o lavado sus heridas con plantas anteriormente, "pero las hojas utilizadas en esos casos no fueron identificadas". También cita una investigación reciente que muestra que los chimpancés de Gabón se frotan insectos en las heridas, "una historia fascinante pero incompleta, ya que aún no se han identificado el insecto y sus propiedades".
El comportamiento de Rakus "es importante porque las hojas utilizadas tienen propiedades medicinales bien conocidas, el proceso de aplicación fue largo y deliberado, y se observó que la herida sanó con bastante rapidez", explica.
"El hecho de que esto solo se haya observado una vez en la población del estudio deja muchas preguntas sin respuesta sobre el origen del comportamiento, pero refuerza la idea de que la automedicación puede tener raíces evolutivas muy profundas en nuestro linaje".
