¿Los antiguos romanos tenían perros parecidos al bulldog francés? Un descubrimiento arqueológico ofrece nuevas pistas
Puede que no fueran los bulldogs modernos, pero los restos de una mascota encontrados en una tumba de 2000 años de antigüedad sugieren que los antiguos romanos pudieron haber sido los primeros en criar perros braquicéfalos como los bulldogs y los pugs.

Estos cachorros de bulldog francés de cinco semanas tienen narices cortas, ojos grandes y expresiones arrugadas que inspiran comentarios de ternura en los humanos, incluidos, al parecer, los antiguos romanos.
Los perros de cara plana como los pugs y los bulldogs, conocidos técnicamente como perros braquicéfalos, pueden ser innegablemente atractivos: sus narices cortas, sus ojos grandes y sus expresiones arrugadas los hacen parecer cachorros eternos, lo que provoca la respuesta “¡Oh, qué lindo!” en los humanos.
La braquicefalia puede estar causada por varios genes diferentes, y es probable que las personas criaran selectivamente perros con rasgos braquicefálicos en varias épocas y en diferentes lugares; por ejemplo, se dice que el pug se originó en China hace más de 1000 años.
Ahora, un notable descubrimiento en una tumba de 2000 años de antigüedad en Turquía indica que los antiguos romanos también criaban perros de cara plana como mascotas. Enterrados junto a su probable dueño, los restos de un perro pequeño con rasgos similares a los de un bulldog francés se encuentran entre los ejemplos más antiguos de canes braquicéfalos jamás descubiertos.

Las características distintivas de los braquicéfalos o “de cara plana”, como este pug, son el resultado de una mutación genética. El descubrimiento en una tumba romana de los restos de un pequeño perro braquicéfalo sugiere que ya en la antigüedad se criaba selectivamente a animales con estas características.
El hallazgo de un perro en una tumba romana
El descubrimiento, publicado en 2024 en la revista Journal of Archaeological Science: Reports, se realizó en 2007 en la antigua necrópolis de Tralleis, situada a las afueras de la moderna ciudad de Aydın, en la costa egea de Turquía.
Entre las tumbas de la época romana y bizantina había una que contenía los restos de un humano adulto y el perro, que datan de hace unos 2000 años. Es probable que el perro fuera sacrificado para ser enterrado con su dueño, en lo que podría haber sido una tradición de la época; también fue colocado cuidadosamente de lado, con la cabeza mirando hacia el este, al igual que el humano con el que fue enterrado.
En 2021, un equipo dirigido por el zooarqueólogo Vedat Onar, de la Universidad de Estambul-Cerrahpaşa, realizó un análisis del cráneo y la mandíbula que quedaban del perro de Tralleis. Basándose en las proporciones del cráneo, que muestran un grado agudo de braquicefalia, los investigadores determinaron que el antiguo canino tenía el tamaño de un pequinés moderno y se parecía a un bulldog francés moderno.
Este es solo el segundo hallazgo de un cráneo de perro de la época romana con estas características faciales planas; el otro fue descubierto en Pompeya en el siglo XVIII y data de la destrucción de la ciudad por la erupción del Vesubio en el año 79 d. C.

Registro superior: el cráneo y la mandíbula del perro de Tralleis; registro inferior: una comparación del cráneo de Tralleis (izquierda) con el de un bulldog francés moderno (derecha). El perro de Tralleis es más pequeño y podría haber tenido aproximadamente el tamaño de un pequinés.
Aunque los perros de cara plana no se mencionan específicamente en los escritos romanos ni se representan en su arte, este segundo hallazgo sugiere que los romanos criaban selectivamente estas características en los perros domésticos, explica Onar.
El zooarqueólogo reconoce la remota posibilidad de que los ejemplos que han sobrevivido puedan reflejar simplemente mutaciones genéticas aleatorias limitadas a esos dos perros braquicéfalos; no obstante, su pequeño tamaño respalda la idea de que los canes se criaban como mascotas: “Este cráneo encontrado en Tralleis puede considerarse un fenómeno de selección artificial, que se logró reforzando los rasgos deseados”, señala el estudio.
La mayoría de los perros de la época romana eran animales de trabajo para cazar, vigilar y pastorear, y las lesiones en sus huesos revelan que a menudo no se les trataba bien. Sin embargo, el de Tralleis no presenta tales lesiones, mientras que un análisis de sus dientes sugiere que comía poca comida dura. Estos descubrimientos, junto con las estimaciones del pequeño tamaño del perro, sugieren a Onar y a sus colegas que se trataba de una mascota muy querida: un catella, o “perro faldero”, en lugar de un perro de caza (canis venaticus) o de guardia (canis villaticus).
“Quizás (el can de Tralleis) era el mejor amigo y compañero del difunto, quien probablemente incluyó en su última voluntad el deseo de un entierro conjunto”, especulan los autores del estudio. (Los antiguos romanos también daban a sus queridas mascotas entierros individuales; una lápida muy conocida dice: “Estoy llorando mientras te llevo a tu última morada, tanto como me alegré cuando te traje a casa en mis propias manos hace quince años”).

Un bulldog inglés corretea por la playa. Los perros braquicéfalos pueden sufrir diversos problemas de salud, entre ellos dificultades respiratorias, oculares y espinales.
Caras planas en los genes
“Me sorprende que tuvieran este tipo de perros hace tanto tiempo”, afirma el genetista clínico Jerold Bell, de la Facultad de Medicina Veterinaria Cummings de la Universidad de Tuft, que ha estudiado la braquicefalia en los perros. “Pero es muy obvio que esto es lo que han encontrado”.
Bell, que no participó en la última investigación, señala que, dado que la braquicefalia puede estar causada por varios genes diferentes, no es posible establecer una relación directa entre los perros de cara plana de la antigua Roma y las razas caninas braquicefálicas modernas.
La genetista Kari Ekenstedt, de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Purdue, que tampoco participó en el estudio, espera que algún día se pueda extraer ADN antiguo de los dientes del perro de Tralleis. La información genética no solo podría resolver la cuestión del sexo del perro (los investigadores creen que era macho, pero no pueden estar seguros), sino que también podría revelar una de las tres o cuatro mutaciones genéticas que se sabe que causan braquicefalia, asegura.
Ekenstedt también señala que, aunque no es probable que el perro de Tralleis fuera antepasado de las razas braquicéfalas modernas, sigue siendo una posibilidad; por ejemplo, mutaciones genéticas como el enanismo en los perros, que se observa en razas como los corgis y los dachshunds, son anteriores a la época victoriana, cuando se estandarizaron dichas razas. “Las mutaciones en sí mismas podrían ser bastante antiguas”, añade.
Los problemas de salud de los perros braquicéfalos
La mayoría de las razas de perros modernas, incluidas las razas braquicéfalas como los bulldogs franceses y los terriers de Boston, se crearon en la época victoriana, cuando era un negocio rentable, explica el epidemiólogo animal Dan O'Neill, experto en braquicefalia canina del Royal Veterinary College del Reino Unido, que tampoco participó en el último estudio.
Más de un siglo y medio de cría posterior ha llevado a una situación en la que algunos criadores consideran que los grados más extremos de braquicefalia son los más “bonitos”, lo que ha provocado un fuerte aumento de los problemas de salud relacionados con los perros de cara plana.
El más conocido es el síndrome obstructivo de las vías respiratorias braquicefálicas, una dificultad respiratoria común entre los perros “braquicéfalos”. También suelen sufrir problemas oculares porque sus grandes ojos pueden no humedecerse lo suficiente con los párpados; problemas espinales asociados a la genética de la braquicefalia; y problemas cutáneos causados por las profundas arrugas alrededor de la cara, enumera O'Neill.
La esperanza entre los expertos en animales ahora es que los peores excesos de la cría de perros de cara plana puedan superarse centrándose en la salud de los perros.
“La idea es que empecemos a hacer que sea socialmente inaceptable tener las versiones extremas”, dice el epidemiólogo animal. “Eso cambiará los deseos de compra hacia perros innatamente sanos”.