Día Mundial de las Tortugas Marinas: el esperanzador regreso de la tortuga carey a un rincón paradisíaco de México
En un rincón del Pacífico mexicano, un esfuerzo de conservación iniciado hace cuatro décadas ha forjado un legado extraordinario para recibir de nuevo a su residente más célebre: la tortuga carey.

Tras pocos días de haber eclosionado en el campamento tortuguero de playa Teopa, un grupo de tortugas intenta llegar al mar en Careyes, Jalisco.
Cuando Alejandro Peña y sus compañeros de universidad llegaron por primera vez a la costa de Careyes, en Costalegre, Jalisco, en 1983, no sabían que estaban a punto de cambiar el destino de una especie milenaria. Recién salidos de las aulas de biología, llegaron con mochilas ligeras, idealismo a cuestas y el recuerdo de un pasado reciente en el que las tortugas marinas (entre ellas, la tortuga carey) reinaban en estas playas.
Sin embargo, lo que hallaron no fue un paraíso. “Encontrábamos esqueletos, caparazones, restos mutilados. Eran verdaderos cementerios de tortugas”, recuerda Alejandro. En aquel entonces, la caza de tortugas marinas era común y legal. Sus huevos se vendían como afrodisíacos; su carne, como alimento; su piel y caparazón, como objetos de lujo.
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No fue sino hasta 1990 cuando México prohibió por completo su captura, consumo y comercialización, tras decretar la veda total permanente para todas las especies de tortugas marinas, en respuesta a la alarmante disminución de sus poblaciones. “En 1983 solo logramos proteger 10 nidos. La mitad de ellos habían sido saqueados antes de que siquiera llegáramos”, dice Peña. “Era desalentador. Pero sabíamos que si no hacíamos algo, simplemente iban a desaparecer”.
Ese fue el comienzo del Campamento Tortuguero de Playa Teopa, el primero de su tipo en el Pacífico mexicano, y la chispa que encendió un movimiento de conservación que hoy cumple 40 años.
Conoce esta esperanzadora historia durante el Día Mundial de las Tortugas Marinas, que se conmemora el 16 de junio.


Alejandro Peña, biólogo y miembro del equipo de Fundación Careyes en Jalisco, México.
Un voluntario guía a una tortuga hacia el mar con una luz roja que no altera su orientación natural.
El precio de un caparazón: ¿Cómo llegó la tortuga carey a estar en peligro de extinción?
Durante años, las tortugas marinas fueron consideradas recursos naturales de libre acceso. Alejandro lo cuenta con crudeza: “La tortuga era parte de la dieta. Mi mamá hacía chicharrones de tortuga. Mis hermanos sabían encontrar nidos en la playa. Era una costumbre, no una maldad”.
Aunque es una de las tortugas marinas más pequeñas, la tortuga carey (Eretmochelys imbricata) fue durante mucho tiempo una de las más codiciadas. Su caparazón, con tonos ámbar y manchas negras, se usaba como materia prima para fabricar peines, joyería, lentes y adornos; mientras que su carne y huevos eran considerados manjares. Incluso, su sangre tenía valor comercial. Como resultado, esta especie fue llevada al borde de la extinción.
Hoy, la tortuga carey está clasificada en “peligro crítico” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Su comercio internacional está prohibido por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES), que la incluye en el Apéndice I, su categoría más estricta. Aun así, el mercado negro sigue operando.
En un abrir y cerrar de ojos, las playas de Careyes, llamadas así por estas tortugas, vieron desaparecer a su nombre vivo. “Para finales de los ochenta ya no había registros de tortuga carey en el Pacífico mexicano”, explica Peña. “Era como si se hubieran ido para siempre”.
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Las cuevas que albergan colonias de murciélagos en Careyes forman parte esencial del equilibrio ecológico y la biodiversidad de la región.
La metamorfosis de Careyes, el paisaje paradisíaco donde anida la tortuga carey
Costa Careyes fue fundado por el empresario italiano Gian Franco Brignone en 1968 como un enclave de lujo en armonía con la naturaleza. Su visión era clara: lujo sin destrucción. Solo el 2% del terreno está urbanizado con arquitectura orgánica, materiales locales, ventilación natural cruzada y una fuerte integración con el paisaje.
Aquí se vive una fusión entre el modernismo mexicano y el diseño orgánico mediterráneo. Casas pintadas en colores vibrantes, muros de adobe, techos de palapa, formas curvas y estructuras abiertas que enmarcan el paisaje. Muchas construcciones fueron diseñadas por el arquitecto Diego Villaseñor con influencias de Luis Barragán: énfasis en la luz, el silencio y la integración con el entorno.
“Este no es un lugar como otros resorts”, diría más tarde su hijo Giorgio Brignone. “Aquí se vive la naturaleza. No se le impone nada”. Esa filosofía atrajo no solo a viajeros, sino a científicos atraídos por la extraordinaria riqueza ecológica de la adyacente Reserva de la Biósfera Chamela-Cuixmala, una de las pocas zonas de selva tropical caducifolia bien conservadas del mundo.
Reconocido por el gobierno mexicano como Reserva de la Biósfera desde 1994, este santuario de 14 160 kilómetros (35 000 acres) de selva tropical, al que Careyes aportó más de 1000 hectáreas (2500 acres), y en 2019 sumó 200 hectáreas del Rancho Don Andrés, donde se encuentran Playa Teopa y los campos de polo de Careyes, como Área Destinada Voluntariamente a la Conservación (ADVC), reconocida por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), es el hogar de más de 1200 especies de plantas, 270 de aves y 70 de mamíferos, incluidos jaguares, pumas y ocelotes.
Sus ecosistemas costeros y marinos, con estuarios, manglares y playas prístinas, brindan un hábitat ideal para la anidación de varias especies de reptiles como el cocodrilo americano, y tortugas marinas, entre ellas, la carey. Esta biodiversidad, junto con las condiciones únicas del clima y la geografía, lo han convertido en un laboratorio natural y un refugio vital para la conservación.
Con el tiempo, las acciones de protección que comenzaron de forma espontánea se fueron institucionalizando. Así nació Fundación Careyes, presidida hoy por otro hijo de Gian Franco: Filippo Brignone. “Creamos la fundación para agradecer a las comunidades que siempre nos han apoyado. Y entendimos que la mejor forma de hacerlo era a través de la educación y el cuidado del entorno”, explica.
Desde entonces, la fundación ha establecido colaboraciones clave con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través de su Estación de Biología Chamela, y con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), para respaldar investigaciones científicas, monitoreos de biodiversidad y proyectos de conservación en el Santuario de Playa Teopa y sus alrededores.
Hoy, la fundación realiza monitoreo de temperatura en los nidos para entender cómo el cambio climático influye en la proporción de sexos, capacita guías locales junto con la Secretaría de Turismo de Jalisco, gestiona una clínica comunitaria que brinda atención médica gratuita a más de 30 comunidades, y crea protocolos para playas de anidación y evaluación de amenazas como saqueo y depredación natural, usando sensores térmicos y transmisores satelitales. Todo este conocimiento se comparte con las comunidades para reforzar la conservación a largo plazo.


Nidos de tortuga se resguardan en el campamento tortuguero de playa Teopa, en Careyes, Jalisco, donde aguardan el momento de eclosionar.
Una tortuga intenta llegar al mar en la playa Teopa, Careyes. Solo una de cada mil llegará a edad adulta para desovar en el mismo sitio donde nació.
Las semillas del futuro en Careyes
Para Fundación Careyes, la educación ambiental se convirtió en una prioridad. Caitlin Chew, maestra de inglés y coordinadora de programas educativos, explica: “Llevamos a los niños a ver tortugas, a aprender del bosque tropical, de las aves, los arrecifes. La idea es que se enamoren de su ecosistema y quieran protegerlo”.
Cada año, estudiantes de 12 comunidades rurales participan en una experiencia transformadora que combina clases de inglés, arte, deporte y ciencia ambiental, beneficiando a más de 900 niñas y niños. Visitan campamentos tortugueros, exploran la selva, observan aves, sueltan crías de tortuga marina y aprenden, de forma activa, sobre biodiversidad y ecosistemas.
En los talleres de ciencia ciudadana registran datos de campo, analizan arena, construyen maquetas de hábitats, hacen teatro de títeres sobre especies en peligro y cantan sobre la vida marina. En la Estación de Biología Chamela de la UNAM, se integran aún más al conocimiento científico con actividades lúdicas que incluyen competencias de reciclaje y campañas de limpieza costera.
También organizan residencias con artistas que trabajan directamente con las
comunidades para exhibir sus obras en la Galería de Careyes. Las actividades
extracurriculares incluyen clases de inglés, clubes de robótica, canto y espacios de expresión artística como muralismo y poesía. Pero la experiencia culmina, por supuesto, con la liberación de tortugas, un momento mágico donde lo aprendido se convierte en acción. “Una niña me dijo que gracias al coro de la fundación ahora sueña con ser cantante", cuenta Filippo Brignone. "Esas cosas cambian vidas”.


Una mirada de una de las exposiciones de los niños y niñas que participan en los talleres y actividades de la Fundación Careyes en Jalisco, México.
Un grupo de niños que participan en las actividades de la Fundación Careyes cantan una canción dedicada a las tortugas durante una liberación nocturna de tortugas en Careyes.
Cuarenta años de nidos de tortuga carey protegidos
El trabajo de Alejandro Peña y su equipo ha sido constante. Todos los días, a
todas horas, patrullan seis kilómetros de playa, a veces, hasta tres veces por
noche. Recogen los huevos recién puestos y los trasladan a corrales protegidos. Allí, durante 45 a 60 días, esperan que las crías nazcan a salvo de depredadores. “Solo uno de cada mil sobrevive hasta la edad adulta”, dice Alejandro. Por eso cada huevo cuenta.
A lo largo de cuatro décadas, la fundación, a través de su Centro de Protección y Conservación de Tortugas Marinas, ha liberado más de 2.6 millones de crías de tortugas de cuatro especies y protegido más de 30 000 nidos. En 2023, apenas 1 % de los nidos fue saqueado. En 1983, esa cifra superaba el 50 %. Hoy, la tortuga carey, aunque aún en peligro crítico de extinción, muestra signos de recuperación.
Según estimaciones del Comité Internacional para la Conservación de la Tortuga Carey (ICAPO), la población mundial de estos animales marinos ha disminuido más de 80 % durante el último siglo. En México, donde anidan seis de las siete especies de tortugas marinas reconocidas en el mundo, se estima que existen cerca de 1000 hembras anidadoras en todo el litoral del Pacífico.
Estos números, aunque bajos, son esperanzadores si se considera que en los años ochenta había temporadas sin ningún avistamiento: “Aquí, en Jalisco, han vuelto a anidar en Playa Careyes, Playa Blanca y Playa Rosa”, celebra Peña. “Encontrar un nido de carey era como encontrar un tesoro. Ahora tenemos varios cada temporada”.


Una vista aérea revela las formaciones naturales de Careyes, en Jalisco, un corredor ecológico que alberga una biodiversidad única.
La selva tropical y parte del resort de Careyes, una región donde el desarrollo turístico convive con ecosistemas de alto valor ecológico.
Navegando en la esperanza de recuperar la tortuga carey
Una mañana tibia, subimos a la lancha de un pescador local, que también trabaja de guía marítimo para Costa Careyes. Surcamos el mar profundo para encontrarnos con delfines, mantarrayas y cardúmenes de sardinas. De pronto, a pocos metros sobre la superficie, observamos dos tortugas que giran en un abrazo lento: están copulando. Es el círculo de la vida en acción.
Horas después, caminamos por la arena caliente de Teopa hasta llegar al campamento. Allí está Alejandro, supervisando un nuevo lote de huevos. “Estos deben eclosionar en tres noches. Hay que estar listos”. Al caer el sol, ayudamos a liberar a otro grupo de crías ya listo para para iniciar su vida en altamar. Pequeñas, vulnerables, pero tenaces. Avanzan hacia el océano como si supieran qué las está esperando desde hace millones de años.


Una pareja de tortugas marinas emerge a la superficie para respirar durante el apareamiento, en el que el macho abraza el caparazón de la hembra.
En Careyes, crías de tortuga marina se abren paso hacia el océano. Aunque aún están en peligro de extinción, sus poblaciones se recuperan en Jalisco gracias a los esfuerzos de conservación.
Esa noche, frente al mar, los niños de la fundación interpretan una canción que compusieron sobre las tortugas marinas. “Son nuestras hermanas del mar”, dice la letra. Las voces se elevan suaves, acompañadas por las olas, mientras en la arena decenas de crías se deslizan hacia el océano en un movimiento antiguo y silencioso.
En Careyes, la conservación no se detiene. La tortuga carey regresa, y con ella una señal clara: proteger funciona. Cuidar deja huella. A veces, la vida se abre paso con un caparazón frágil y pequeños pasos hacia el mar.
