Esto es lo que hay que aprender para salvar a los leones de África occidental en peligro de extinción

Los conservacionistas afirman que es crucial profundizar rápidamente sobre estos raros felinos para rescatarlos de la extinción local.

Por John Wendle
Publicado 13 jul 2022, 11:32 GMT-3
Una hembra con radiocollar, yace junto a una hembra de la manada

Hasta ahora, se pensaba que los leones de África Occidental, en peligro crítico de extinción, no formaban manadas. Pero aquí, en el Parque Nacional de Niokolo-Koba, en Senegal, Florence, una hembra con radiocollar, yace junto a una hembra de la manada.

Fotografía de John Wendle

Los chillidos de un jabalí salen de los altavoces y resuenan entre los árboles mientras Kris Everatt trata de atraer a un león para que le disparen un dardo y le pongan un radiocollar. Pone en pausa los gritos grabados y el equipo vuelve a esperar somnoliento en el camión.

De la nada, oímos crujir las patas en las hojas secas. Hemos estado aquí toda la noche, vigilando el cebo, pero de repente nos despertamos.

Luego, nos invade el silencio. Everatt, un biólogo canadiense de Panthera (organización de conservación de felinos salvajes que lleva más de una década trabajando en África) tiene la expresión vacía e intencionada de alguien que intenta ver con sus oídos.

Para mi sorpresa, empieza a emitir los profundos ronroneos de un león satisfecho. La treta funciona y el animal invisible se da un festín con el cebo, un trozo de carne y vísceras atado a un árbol a 30 metros de distancia. En la oscuridad, oímos cómo se desgarran los tendones y se astillan los huesos.

Izquierda: Arriba:

Los guardas investigan un campamento de cazadores furtivos en el norte del Parque Nacional de Niokolo-Koba, donde la caza de las presas de los leones, como los antílopes, amenaza su supervivencia.

Derecha: Abajo:

Mouhamadou Ndiaye, técnico de campo senegalés de Panthera, la organización para la conservación de los felinos salvajes, muestra el cuerno de un antílope ruano muerto en el lugar donde mataron a un león en el parque. Los antílopes, que pueden llegar a pesar más de 70 kilos, son una de las presas favoritas de los leones y un objetivo para los cazadores furtivos.

FOTOGRAFÍAS DE John Wendle

Estamos en el extremo sureste de Senegal, en el poco conocido Parque Nacional de Niokolo-Koba, una reserva de 9000 kilómetros cuadrados que se convirtió en Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1981. El servicio de parques del país y Panthera están en plena carrera para salvar de la extinción local a unos 30 leones de África Occidental, hoy en peligro crítico.

Hasta hace poco no se reconocía que los leones de África Occidental están más emparentados con los leones asiáticos de la India que con los de las sabanas del sur de África. De hecho, en comparación con sus parientes, los felinos de África Occidental son más altos y musculosos, y carecen de las lujosas melenas que los caracterizan.

Los últimos leones que quedan en Niokolo-Koba están amenazados por la caza furtiva de animales que son su alimento como antílopes y búfalos. Los conservacionistas temen que los propios leones también sean vulnerables: sus pieles, dientes, garras y carne alcanzan precios elevados, sobre todo en África y Asia, donde el hueso de león es un sustituto del cada vez más escaso hueso de tigre salvaje en la medicina tradicional.

El río Gambia es la principal atracción para los leones y otros animales salvajes del Parque Nacional de Niokolo-Koba.

Fotografía de John Wendle

Es difícil saber cuántos leones de África Occidental se han perdido a causa de la caza furtiva. Lo que sí se sabe es que su área de distribución original se ha reducido en un 99%, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que establece el estado de conservación de las especies.

En Niokolo-Koba, la caza furtiva, la expansión de la agricultura y la creciente incidencia de los incendios forestales llevaron a la UNESCO a incluir el parque en su lista de Patrimonio Mundial en Peligro, en 2007. Mientras tanto, la extracción artesanal de oro en las cercanías ha intensificado las presiones.

"Hay problemas que hay que resolver", advierte Jacques Gomis, director del parque. "Queremos sacar el parque de la lista roja. El objetivo es 2024".

En toda África occidental, solo hay entre 121 y 374 leones maduros, según Philipp Henschel, director de Panthera para la región y responsable del proyecto en Niokolo-Koba, que empezó a estudiar los leones del parque en 2011. Además de los felinos senegaleses, algunos viven en la conflictiva reserva transfronteriza de W-Arly-Pendjari, donde confluyen Níger, Benín y Burkina Faso; otros sobreviven en dos parques muy pequeños de Nigeria. Cuando Henschel empezó a estudiar los leones de Niokolo-Koba (hasta la fecha, ha realizado dos estudios), calculó que sólo había una docena de felinos y ninguno de los guardas del parque había visto nunca un león.

"Corremos el riesgo de ver cómo se extingue una pequeña población tras otra", alerta Henschel sobre los leones de África occidental, "sólo nos quedarán unos pocos en el sur del continente". Durante las dos últimas décadas, la población total de leones africanos ha disminuido a la mitad. Las cifras exactas son difíciles de precisar, pero probablemente haya entre 20 000 y 25 000 leones salvajes en la actualidad.

Por eso es tan importante estudiar los leones de Niokolo-Koba ahora mismo, explica Henschel. "Tenemos que ser más rápidos que los cazadores furtivos".

Él y Everatt creen que el parque puede albergar entre 180 y 240 leones. Panthera y el servicio del parque aspiran a esa cifra porque la recuperación de este depredador ápice ayudará a la reactivación de todo su ecosistema.

"Seleccionamos a los leones no sólo porque son muy lindos y nos encantan (lo que sin duda es cierto), sino también porque desempeñan un papel muy importante en el funcionamiento de un ecosistema", dice Everatt. "También sirven como especie paraguas", porque para proteger a un depredador supremo hay que proteger todo lo que está por debajo de él en la cadena alimentaria.

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¿Por qué falta información sobre los leones africanos?

Los ríos Gambia y Niokolo alimentan un paisaje diverso de bosques, mesetas y valles. El parque no sólo alberga las poblaciones de leones, chimpancés y elefantes más septentrionales y occidentales del mundo, sino también poblaciones de antílopes de eland de Lord Derby, de perros salvajes, de leopardos, de hienas, de babuinos, de kobas (el antílope ruano que da nombre al parque), unas 60 especies más de mamíferos y más de 300 tipos de aves.

Sin embargo, Niokolo-Koba (y sus pocos leones) sigue siendo terra incognita. "Desde el punto de vista científico, sigue siendo un punto ciego", reflexiona Henschel. "Todavía hay mucho más que queremos y necesitamos aprender", especialmente sobre los leones y más aún, si queremos salvarlos.

Los leones de la sabana africana están bien estudiados, pero en el caso de los de África occidental, todo (desde el tamaño de la manada y su área de distribución hasta la dieta y el comportamiento de apareamiento) está pendiente de documentación científica. Poner a los leones collares con GPS, financiados por la National Geographic Society, es esencial para recopilar información variada sobre ellos; por eso Everatt y el equipo han esperado toda la noche a que un león venga a alimentarse del cebo.

Mientras el felino come, Mouhamadou Ndiaye, asistente de campo de Panthera, baja lentamente su linterna. En el momento en que el pálido haz de luz lo encuentra, Everatt aprieta el gatillo de su pistola de dardos. Hay un aliento y el león se queda dormido. El especialista se acerca, se baja y le lanza una ramita a una pata. El león no se mueve.

Estoy bajando tranquilamente el pie a la carretera de arena cuando Everatt ordena con urgencia: "Vuelve al camión. Toda la manada está aquí".

Este león, una hembra, es joven, lo que significa que los demás miembros de su familia están casi seguro cerca. También significa que Everatt no le pondrá un collar: se le quedará pequeño demasiado rápido en los próximos meses. El equipo de Panthera ha puesto el collar a ocho machos hasta ahora, pero sólo a una hembra, Florence. Cuando la luz azul de la mañana llena el bosque, Everatt le inyecta el antídoto y, en cuanto se levanta, empieza a comer de nuevo.

¿Qué revela el árbol genealógico de los leones?

Henschel y sus colegas de Panthera luchan tenazmente para que las pequeñas poblaciones de leones de África Occidental no se "apaguen". La conservación no es el único objetivo. Mientras Henschel se abría camino por los bosques de África Occidental en busca de enclaves de estos animales, recogía muestras genéticas que están ayudando a ampliar nuestra comprensión del árbol genealógico de los leones.

En mayo, Laura Bertola, investigadora de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), y sus colegas publicaron un estudio en el que describen la secuenciación del genoma de los leones de toda África y de una reserva del estado indio de Gujarat.

Su trabajo demuestra que los leones de África occidental están más relacionados con los felinos de la India que con los del sur de África. El documento formaliza una nueva división entre los "leones del norte" (Panthera leo leo) de la India y África occidental y los "leones del sur" (Panthera leo melanochaita) del sur de África.

"No hemos creado una nueva subespecie ni nada parecido", asegura Bertola. "Simplemente rediseñamos los límites. En lugar de tener una distinción África-Asia, que era el caso anteriormente, ahora tenemos esta distinción norte-sur, que está en línea con la historia evolutiva de la especie."  

Aunque los leones del sur pueden reproducirse con los del norte, dice Henschel, sería un error traer a los del sur a Niokolo-Koba para reponer la población: se socavaría su singularidad genética. Por eso es aún más urgente salvar a los leones de Niokolo-Koba, afirma.

"Tenía un mapa pegado a la pared", cuenta Bertola. "Cada vez que (Henschel) informaba, había, por desgracia, más poblaciones que podía tachar del mapa. Esto producto de que no podíamos reconfirmar la presencia del león en esas zonas, lo que resultaba bastante deprimente".

"Es como CSI" 

Olemos la presa antes de verla. Everatt y Ndiaye cruzan un campo de hierba de color león que llega hasta los muslos y se adentran en el bosque, un caos silencioso de lianas y acacias espinosas. A medida que descendemos hacia un abrevadero oculto, el olor a podredumbre se hace más fuerte.

"Un hábitat de caza fácil para un león", susurra Everatt. Mirando su GPS, se detiene. Las coordenadas indican la ubicación de una posible matanza por parte de un macho recientemente identificado con un collar. Los dos investigadores se separan, con las cabezas agachadas, en busca de pistas.

"Me encanta esta parte: es como la serie CSI”, dice Everatt mientras hurga entre la maleza. Es como la escena de un crimen, pero en la que el asesino sigue suelto y puede estar cerca.

Ndiaye grita. Ha encontrado excrementos, una posible pista del lugar donde se comió la presa. Marca el lugar con el GPS y pone una muestra en un frasco de plástico para su posterior análisis genético. El equipo vuelve a salir.

"Está viendo las sutilezas", revela Everatt sobre Ndiaye, quien no tenía experiencia en el rastreo o estudio de leones antes de unirse al equipo. "Para la conservación y la ecología en África, el futuro va a depender completamente de que vuelva a estar en manos de los africanos".

Cerca de allí, los investigadores encuentran partes de una mandíbula y la corona de un cráneo con un poco de cuerno. Esto ayuda a resolver el misterio: El animal era un antílope ruano joven. "En ese sitio se realizó la matanza, pero aquí es donde se comió la cabeza", detalla Everatt.

"Todo forma parte de una mejor comprensión de estos leones de África Occidental", cuenta Everatt. "Una de las cuestiones es el uso del hábitat a esta escala tan fina: la de matar y comer algo". Los collares GPS permiten a los investigadores ver a dónde van los leones, cómo interactúan, cómo se alimentan. "Realmente se llega a conocer a los individuos", dice. Se sabe tan poco de estos felinos que la creación de una base de conocimientos será crucial para determinar la mejor manera de protegerlos.

Patrullando en busca de cazadores furtivos

La huella de los neumáticos de las bicicletas se contonea por el camino de arena y se adentra en el bosque. Este incongruente rastro es la señal de un cazador furtivo, alerta el sargento Mamadou Sall. El hombre, líder de un grupo de ocho guardias armados del servicio de parques nacionales, reúne a sus hombres y, durante las siguientes tres horas, seguimos el rastro por un terreno accidentado durante 17 kilómetros hacia la carretera nacional y las aldeas que forman el límite norte del parque.

Estamos en lo más profundo de la selva, en la región central del norte del parque, diezmada por décadas de caza furtiva e incendios; casi toda la maleza se ha quemado. Pronto, las huellas de un solo neumático se unen a otras, y al subir a una zona llana, nos encontramos con pequeños campamentos vacíos que salpican la maleza. En su mayor parte son círculos de piedras alrededor de fogones, pero algunos tienen estanterías de secado para procesar la carne salvaje.

Para los leones, la caza furtiva ha convertido partes de Niokolo-Koba en una "zona de guerra", dice Henschel. Diversos esfuerzos en el perímetro han intentado concienciar a las comunidades locales sobre la importancia del parque, pero hasta ahora la quema y la caza ilegal no han cesado. Por lo general, los cazadores furtivos quieren animales más grandes, como los antílopes, las presas que los leones necesitan para sobrevivir. "El síndrome del parque vacío" fue el diagnóstico de Bertola sobre las zonas exteriores de Niokolo-Koba cuando las visitó en 2014.

"Es muy difícil prohibir a alguien que obtenga su alimento del monte", sostiene Sall. La caza es tanto de subsistencia como comercial, realizada en su mayoría por senegaleses pero también por personas de la vecina Guinea. Utilizan escopetas y rifles de asalto, no lazos ni veneno. Esto hace que la matanza sea menos indiscriminada pero más arriesgada para los guardas, que de vez en cuando, dice, reciben disparos.

Panthera lleva apoyando a los guardas (rangers, en inglés) desde 2016 y ahora financia tres equipos contra la caza furtiva y sus camiones. Un total de seis grupos financiados de forma permanente con sus propios vehículos, sería suficiente para proteger todo el parque, afirma Henschel.

Al final de la patrulla, me he bebido casi cuatro litros de agua, y la brigada no se ha encontrado con ningún cazador furtivo. Así es como suelen transcurrir sus días. Como dice Everatt, incluso la presencia irregular de los guardabosques sirve hasta cierto punto de disuasión.

Cuando volvemos al centro de Niokolo-Koba (más patrullado), los efectos positivos de los rangers son visibles: el sotobosque es robusto, los animales más abundantes. Durante una semana vi cinco leones, ginetas, civetas y dos especies de mangostas, así como ocho especies de antílopes, desde los corpulentos ruanos hasta los delicados oribis. Y conduciendo con el equipo a través de la densa selva y pasando por abrevaderos mientras buscaban lugares probables para colocar el cebo para capturar otro león, también observé cocodrilos, facóqueros, babuinos de Guinea, monos y 14 especies de aves, incluido el buitre de cabeza blanca africano, en peligro crítico; Su presencia tras una década de ausencia sugiere la recuperación parcial del parque. 

Everatt compara la diferencia entre el perímetro y el centro del parque con un viaje en el tiempo: las zonas exteriores siguen pareciendo el lugar vacío que Bertola vio hace ocho años, y el centro muestra cómo podría ser un futuro más positivo.

"Un gran problema"

"¿Dónde?"

"Allí".

"¿Dónde?"

"¡Allí!", dice Ndiaye, señalando. Florence y dos hembras jóvenes (probablemente sus hijas) están acampadas detrás de una pantalla de hierba seca a la sombra de un gran ramillete de hojas de palmera, justo delante de mí. Kris cree que un joven macho, su hijo, puede estar cerca.

Everatt y Ndiaye han rastreado a la pequeña manada con el collar de Flo. Aparcamos cerca y sacamos los prismáticos. Los leones están durmiendo, y de vez en cuando se incorporan para vernos observarlos. A medida que la tarde da paso a la noche, los leones bostezan por turnos, mostrando enormes caninos. Estirando sus poderosas piernas y patas, pronto estarán al acecho de la cena.

"Esto es algo grande", advierte Everatt mientras se tumba en el techo del camión. Los grandes felinos descansando juntos bajo un árbol presentan una imagen de postal de la sabana africana, pero algunos investigadores plantearon la hipótesis de que los leones de África occidental no forman manadas, por lo que ver este grupo en el parque es "una información nueva", reconoce.

Hasta la fecha, Everatt y Henschel han identificado seis o siete manadas pequeñas, dos manadas más grandes y algunos machos solitarios. Durante la campaña de colocación de collares de este año, también encontraron y colocaron collares a dos miembros de una coalición de tres machos jóvenes. Este tipo de alianza felina, que ayuda a los machos más jóvenes a ganar territorio y pareja, nunca se ha documentado en África Occidental, y podría ser otro signo de recuperación en Niokolo-Koba, dice Everatt.

Para repoblar el parque con hasta 240 leones, Henschel explica que se necesitan más fondos que amplíen el programa de investigación de Panthera y reforzar las patrullas contra la caza furtiva.

La apertura de Niokolodge, un campamento de ecoturismo con tiendas de campaña en el centro del parque, señala el comienzo de un turismo de alto nivel. "Un cazador puede ganar mucho dinero con un león muerto", indica Henschel, "mientras que, de momento, un león vivo no se amortiza. Todavía no". Pero los visitantes que esperan ver a este felino y a otros animales han empezado a gastar tiempo (y dinero) en el parque.  

Por ahora, Flo y sus hijas, relajándose a la sombra, son la prueba de que la recuperación puede ocurrir. "Tengo esperanzas. Creo que es muy posible", afirma Everatt. "Llevará 20 años, pero para nosotros es un esfuerzo a largo plazo".

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