Los arrecifes de coral dependen de muchos peces del tamaño de un confite

La mayoría de los peces que habitan en arrecifes son pequeños bocadillos de menos de 5 cm. Crecen rápido y mueren devorados muy jóvenes, pero así logran que el ecosistema funcione.

Por Kennedy Warne
Publicado 3 jun 2019, 10:37 GMT-3
Un pequeño blénido (“blennioidei”) en un arrecife. Existen unas 2.800 especies de peces de arrecife de ...
Un pequeño blénido (“blennioidei”) en un arrecife. Existen unas 2.800 especies de peces de arrecife de menos de 5 cm de largo; muchas no superan el tamaño de un confite y brillan igual que estos.
Fotografía de Steve de Neef, Nat Geo Image Collection

Existe una antigua paradoja sobre los arrecifes de coral: ocupan partes diminutas del océano y partes con pocos nutrientes, pero albergan un tercio de las especies de peces del mundo. Y millones de personas dependen de ellos para alimentarse. ¿Cómo se explica esta productividad tan llamativa?

Desde que Charles Darwin identificó esta paradoja, los científicos se han esforzado por resolverla. Una teoría sugiere que la topografía inclinada de los arrecifes captura y concentra los nutrientes y el plancton microscópico de las aguas circundantes. Otra se centra en el modo en que las esponjas y otros invertebrados reciclan la materia orgánica muerta y la convierten en algo que puede consumirse.

Ahora, un equipo de científicos marinos de Canadá, Francia, Australia y Estados Unidos cree haber encontrado otra respuesta a la paradoja de Darwin. En un estudio publicado esta semana en Science, sostienen que una plétora de diminutos peces de arrecife —los vertebrados más pequeños del océano— alimentan el motor nutricional de los ecosistemas de arrecife y aportan alimento a criaturas más grandes y llamativas.

La mayoría de estos pececitos —góbidos, blénidos y apogónidos, entre otros— miden menos de cinco centímetros de largo. Algunos son tan diminutos que necesitarías juntar 40 para llegar a los 100 gramos. Así y todo, podrían representar casi el 60% de la biomasa de peces y la mitad de las especies de peces de un arrecife, “la mitad oculta” en palabras de Simon Brandl, ecólogo de arrecifes de coral de la Simon Fraser University, en Vancouver, que dirigió el nuevo estudio.

El secreto del éxito de estos peces diminutos —y de su importancia en el arrecife— es una forma de vida parecida a la de los insectos: se aparean de forma prolífica, crecen rápidamente y tienen vidas muy cortas.

“Han hecho un cambio que los diferencia de todos los organismos vertebrados que podamos conocer”, afirma Brandl. “Han entrado en el territorio de las efímeras, el territorio de las cigarras, con una etapa larval larga y solo unas pocas semanas como adultos. Se reproducen y después desaparecen cuando los engulle un depredador”.

Camuflaje carmesí y verde lima

El nombre formal de estos animales es “peces criptobénticos de arrecife”: “cripto” porque se camuflan con su entorno, ya sea visualmente o a través de su comportamiento, y “bénticos” porque viven cerca o dentro del lecho marino.

Normalmente, para camuflarse en un arrecife de coral se necesitan colores muy chillones. Los criptobénticos pueden ser carmesíes con manchas turquesas, escarlatas con rayas amarillas, verde lima, marrones y naranjas, de color mango y violetas. Tienen manchas, motas, rayas, barras verticales y adornos alucinógenos. Las variantes son infinitas.

 

Los gobios ingenieros azules nadan entre los crinoideos y las gorgonias en la bahía de Kimbe, Papúa Nueva Guinea.
Fotografía de Jennifer Hayes, Nat Geo Image Collection

En consonancia con su diminuto tamaño, muchos de estos peces ocupan territorios muy pequeños y tienen preferencias de hábitat muy específicas. Algunos viven únicamente en una sola especie de coral. Otros viven solo en la arena, en ruinas, o en tubos de gusanos vacíos.

Hasta ahora, los científicos han descubierto más de 2.800 especies de estos peces y, por lo general, se descubren 30 por año. A veces deben usar anestésicos químicos para sacar a los diminutos peces de sus guaridas.

Con vehículos sumergibles tripulados, los biólogos han hallado nuevos criptobénticos en arrecifes a decenas de metros de profundidad, un proceso que Brandl explica diciendo que es como “buscar una aguja en un pajar en un granero oscuro utilizando una carretilla elevadora”.

Vidas cortas y padres protectores

Según Brandl, la enorme importancia de estos peces es su forma de vida. Su crecimiento veloz, renovación rápida y mortalidad extrema funcionan como motor que mantiene el flujo constante de energía biológica en la red trófica del arrecife. Los criptobénticos consumen materia microscópica —algas filamentosas, mucosas coralinas, crustáceos diminutos— y la convierten en comida para cientos de grandes especies de peces que definen los arrecifes de coral en las mentes de aquellos que los aprecian.

La renovación de estos pececitos es muy veloz. La edad máxima del góbido Pandaka pygmaea en la naturaleza es de 59 días, la esperanza de vida más breve entre los vertebrados. Algunos góbidos pasan más tiempo como larva que como adulto. No se conoce ningún otro pez que tenga ese patrón vital.

Los apogónidos pasan cerca de una tortuga carey que descansa entre hidrozoos.
Fotografía de David Doubilet, Nat Geo Image Collection

Según el equipo de Brandl, cada semana mueren hasta el 70 por ciento de los criptobénticos, principalmente por caer en las fauces de animales más grandes. Los devora casi cualquier depredador de arrecife: peces, langostas mantis, cangrejos e incluso algunos moluscos depredadores. Se ha descubierto que casi el 90% de la dieta de los meros jóvenes incluye peces criptobénticos.

Para seguirles el ritmo, los pececitos se reproducen muy rápido y durante todo el año. Los Pandaka pygmaea, por ejemplo, pueden producir más de siete generaciones al año. Y lo que es más importante: los criptobénticos garantizan la supervivencia de su descendencia.

La mayor parte de los peces más grandes esparcen sus huevos por el mar y permiten que las corrientes los propaguen por todos lados, una estrategia de cobertura que garantiza que siempre haya larvas flotando para reponer la población si se produce un desastre. “La desventaja es que se deben producir una gran cantidad de crías para que algunas sobrevivan a la trampa mortal que representa el mar abierto”, afirma Brandl.

Los peces criptobénticos de arrecife tienen la estrategia contraria: producen menos crías, las mantienen cerca e invierten mucho en ellos con una sobreprotección insólita.

Algunos incuban los huevos en una bolsa, otros en la boca, otros tras la aleta pectoral. Dos grupos dan a luz a crías jóvenes, una rareza entre los peces de arrecife.

Incluso las especies con técnicas de reproducción más convencionales, en las que la hembra fija una masa pegajosa de huevos a una rama de coral, una esponja o una roca, brindan a dichos huevos cuidados posnatales. Suelen ser los machos los que se ocupan de cuidar a los huevos, como ventilarlos para que estén bien oxigenados o limpiarlos para evitar la acumulación de detritus. Algunas especies podrían aportar a los huevos protección antibiótica contra las infecciones.

Una infancia fugaz

Todos estos cuidados parentales serían de poca utilidad si las larvas fueran arrastradas del arrecife por las fuertes corrientes. Aunque las larvas de los peces grandes buscan esas corrientes como impulso para sus andanzas marinas, las larvas de peces criptobénticos las evitan y se establecen en el arrecife donde nacen.

Consiguen quedarse en la periferia de los arrecifes y se alejan de los depredadores de arrecife y de mar abierto.

“No sabemos cómo lo hacen”, afirma Brandl. “Supongo que caen cerca del fondo, quizá a unos cientos de metros del arrecife, donde las corrientes son más débiles y donde hay menos probabilidades de que los depredadores las encuentren. Nuestro próximo tema de investigación es: ¿a dónde se dirigen las larvas?”.

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