
El origen milenario de los propósitos de Año Nuevo: una tradición de 4000 años
Los antiguos babilonios establecieron la primera práctica conocida de establecer propósitos para el año nuevo, una tradición que se ha mantenido durante más de 4000 años.
Cada 1 de enero, millones de personas se proponen hacer más ejercicio, gastar menos o ser más amables, un ritual que parece muy moderno, pero que tiene raíces sorprendentemente antiguas. La tradición de hacer propósitos de Año Nuevo se remonta a casi 4000 años atrás y tiene su origen en civilizaciones que consideraban el Año Nuevo como un momento de renovación y reflexión.
“El deseo de empezar de cero es un impulso humano”, afirma Candida Moss, profesora de la Universidad de Birmingham especializada en historia antigua y cristianismo primitivo.
Desde los votos de los reyes babilónicos hasta las promesas personales de la actualidad, la práctica ha evolucionado, pero su esencia sigue siendo sorprendentemente familiar: dar la bienvenida al nuevo año con la esperanza de mejorar.
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Los orígenes antiguos de los propósitos de Año Nuevo
Los babilonios fueron una de las primeras civilizaciones en celebrar el comienzo de un nuevo año, conmemorando la ocasión con festivales y rituales. “Existe mucha documentación escrita sobre los festivales de Año Nuevo en la antigua Babilonia, Siria y otros lugares de Mesopotamia relacionados con la idea del comienzo del nuevo año”, detalle Eckart Frahm, profesor de lenguas y civilizaciones del Cercano Oriente en la Universidad de Yale.
Estos festivales, a menudo vinculados al equinoccio de primavera, se centraban en expresar gratitud a los dioses por una cosecha abundante, dice Frahm, y no en tomar resoluciones. Cumplir estos votos no era un asunto trivial: se creía que cumplirlos aseguraba el favor divino para el año siguiente, mientras que romperlos suponía arriesgarse a la ira de los dioses.
Sin embargo, a finales del primer milenio a. C., un rey babilonio prometió públicamente ser un mejor gobernante. Este acto, a veces denominado “confesión negativa”, no era simplemente una reflexión personal, sino una declaración pública de responsabilidad. Los estudiosos debaten si este acontecimiento ocurrió realmente o si la historia se vio influida por la disidencia dentro de la clase sacerdotal. No obstante, esta tradición sentó las bases de lo que hoy conocemos como propósitos de Año Nuevo.
Aunque los babilonios pueden haber concebido la idea, los romanos consolidaron el 1 de enero como el comienzo del nuevo año. Al igual que los babilonios, lo celebraban con festivales y rituales, pero los romanos incorporaron elementos prácticos de renovación, como la “limpieza sobrenatural de primavera” y los votos de renovación. “Estas tradiciones se centraban en empezar el año con buen pie: limpiar las casas, abastecer la despensa, pagar las deudas y devolver los objetos prestados”, explica Moss.
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La tradición de los propósitos de Año Nuevo llegan a América
Siglos más tarde, la tradición cruzó el Atlántico hasta la América colonial, donde los puritanos preferían la introspección al jolgorio. “Había un deseo de evitar el libertinaje y reflexionar sobre los años que pasaban y los que venían. Este periodo marcó el surgimiento de las resoluciones en el sentido moderno”, detalla Moss.
Alexis McCrossen, profesora de Historia en la Universidad Metodista del Sur, dice que durante esta época era común que las iglesias tuvieran un “sermón del domingo”, que se celebraba el primer domingo del año. Estos sermones (incluido uno famoso de Thomas Foxcroft en 1724) a menudo enfatizaban que el tiempo es fugaz y que los feligreses debían ser mejores servidores de Dios.
Los diarios de los primeros años de Estados Unidos revelan que las personas se comprometían a superar el pecado o a abstenerse del alcohol, utilizando con frecuencia frases como “Me propongo” o “Estoy decidido a hacerlo”, recuerda McCrossen. El teólogo de Nueva Inglaterra Jonathan Edwards encarnó este espíritu introspectivo y creó 70 resoluciones a lo largo de varios años, entre ellas “no hablar mal de nadie, a menos que tenga una buena razón para hacerlo” o, en esencia, “dejar de chismear”, dice Moss.

Una pareja se da un beso de celebración en el Baile del Milenio del alcalde Daley en Chicago, que marca el cambio de año.
En el siglo XIX, los propósitos de Año Nuevo habían trascendido sus orígenes cristianos. “Hoy en día, los propósitos son en gran medida seculares, lo que refleja la secularización generalizada de la sociedad”, afirma la profesora.
Por qué continúa la tradición de los propósitos de Año Nuevo
Los artículos periodísticos a lo largo del siglo XX muestran lo poco que han cambiado con el tiempo los propósitos de Año Nuevo que se hacen las personas. Un artículo de Nochevieja de 1912 en The Sacramento Star dice que los propósitos de Año Nuevo son un momento para renunciar a los malos hábitos.
En 1938, The Miami Daily News animaba a las lectoras a fijarse propósitos pequeños y manejables, advirtiéndoles contra “los propósitos brillantes que en el fondo sabes que son tan frágiles como los adornos del árbol de Navidad, los votos matrimoniales o las promesas electorales”.
La idea de que los propósitos de Año Nuevo no funcionan también ha quedado bien reflejada en los periódicos a lo largo de los años. Un artículo publicado en el Fort Myers News-Press el 30 de diciembre de 1937 presentaba a psicólogos que afirmaban que los propósitos de Año Nuevo no funcionan. En 1941, The Afro-American Times publicó un artículo el 4 de enero en el que afirmaba que la mayoría de la gente no hace propósitos porque nunca los cumple, lo que puede ser la razón por la que solo tres de cada diez estadounidenses confiesan haber hecho algún propósito en 2024.