La sorprendente actividad volcánica hace que una ciudad islandesa se prepare para la crisis

Los científicos creen que una gran bolsa de magma se ha elevado bajo Grindavík, amenazando con inundar la ciudad costera con roca fundida y generar explosiones si la lava llega al mar.

Por Robin George Andrews
Publicado 15 nov 2023, 08:00 GMT-3
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Los residentes de la ciudad de Grindavík, en el suroeste de Islandia, fueron autorizados brevemente a regresar a sus hogares para recoger artículos de primera necesidad después de que se les ordenara evacuar en medio de la creciente preocupación por una posible erupción volcánica.

Fotografía de Brynjar Gunnarsson AP Photo

La península de Reykjanes, en el suroeste de Islandia, no es ajena a las erupciones volcánicas. La aparición de lava en un valle remoto en marzo de 2021 supuso la primera erupción en la península en ocho siglos, y desde entonces se han producido otras dos. Una cuarta se consideraba inevitable, y los investigadores esperaban que fuera otra erupción relativamente segura y alejada de los núcleos de población.

Ahora parece que esas esperanzas se han desvanecido. Una intensa serie de terremotos que comenzó a finales de octubre alcanzó su cenit el pasado viernes, cuando la actividad sísmica migró hacia la ciudad costera de Grindavík, hogar de 3500 personas. Los expertos creen que un gran volumen de magma se ha elevado justo debajo de la ciudad, lo que provocó una rápida evacuación.

Los vulcanólogos creen que la probabilidad de una erupción es muy alta, y temen que una profusión de lava pueda fluir directamente hacia la ciudad o a otras cercanas. "Los próximos días estarán llenos de incertidumbre", reconoce Tom Winder, sismólogo de la Universidad de Cambridge (Inglaterra).

Todavía existe una pequeña posibilidad de que el magma no encuentre una ruta hacia la superficie y no se produzca la erupción. Sin embargo, en el peor de los casos, la ciudad quedaría destruida y se producirían explosiones de ceniza si la lava llegara al mar.

"Hasta ahora, mi reacción ha sido sobre todo de angustia emocional más que de curiosidad científica", admite Evgenia Ilyinskaya, vulcanóloga de la Universidad de Leeds (Inglaterra), que creció en Islandia. "Todavía no puedo imaginarme lo que es salir de casa en mitad de la noche sin saber si volverás a verla".

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    El vapor mana de una fisura en una carretera cerca de la ciudad de Grindavík, Islandia, el lunes 13 de noviembre de 2023, tras un pico de terremotos que sugiere que el magma se está acercando a la superficie. 

    Fotografía de Brynjar Gunnarsson AP Photo

    Un despertar magmático

    Se cree que las erupciones volcánicas de los dos últimos años en la península de Reykjanes representan una nueva era de actividad. La última vez que la región estalló, entre 1210 y 1240, se produjeron varias erupciones al abrirse esporádicamente múltiples fisuras que dejaron escapar roca fundida, un periodo conocido como los Incendios de Reykjanes.

    Posteriormente, la lava no alcanzó la superficie de la península hasta el 19 de marzo de 2021: tras 15 meses de temblores cada vez más intensos y frecuentes, aparecieron fisuras cerca de Fagradalsfjall, una montaña volcánica. La feroz erupción, con prolíficas fuentes y ríos de lava correntosa, tuvo lugar en un valle a varios kilómetros de las estructuras más cercanas.

    Esa erupción terminó seis meses después, y fue seguida por una segunda erupción más pequeña hacia el noreste en agosto de 2022 que duró tres semanas. Una tercera fisura estalló, de nuevo hacia el noreste, en julio de este año, desencadenando una erupción que duró casi un mes. A estas alturas, los vulcanólogos estaban seguros de que la península se encontraba en una especie de secuela de los Incendios de Reykjanes, un nuevo periodo multidecenal de erupciones esporádicas de fisuras.

    Los científicos sospechaban que la siguiente erupción seguiría un patrón precursor similar al de las tres anteriores: muchos terremotos a medida que el magma atraviesa la roca en su camino hacia partes poco profundas de la corteza, acompañados de un cambio de forma del suelo para acomodar el magma en movimiento.

    También se esperaba que la cuarta erupción se produjera en la misma zona cercana a Fagradalsfjall, donde se concentró la inflación del terreno. Pero el reciente repunte de los sismos sugería que el magma estaba en movimiento, no necesariamente hacia la superficie, sino horizontalmente bajo tierra. Esta vez, las cosas parecían diferentes.

    La deformación del suelo era más dramática, lo que sugería que la tasa de flujo de magma era al menos el doble que en las tres erupciones anteriores. Preocupantemente, la ubicación de toda esta actividad geológica no estaba cerca de Fagradalsfjall, sino cerca de Þorbjörn, una montaña cercana al balneario de la Laguna Azul (un punto turístico), Grindavík y la central geotérmica de Svartsengi.

    Una erupción aquí podría amenazar cualquiera de estos lugares. "La ubicación de este episodio de actividad en Svartsengi sorprendió a todos", reconoce Winder.

    No está claro por qué el magma se dirigió en esta dirección en lugar de seguir la trayectoria de las tres erupciones anteriores. Según Þorvaldur Þórðarson, vulcanólogo de la Universidad de Islandia, los depósitos profundos de magma tienen al menos dos rutas hacia la superficie. Pero "por qué funcionan de forma semiindependiente es un enigma".

    Modo de crisis

    En los últimos años ha habido varios periodos de inflación del suelo bajo Þorbjörn, lo que sugiere que el magma se estaba acumulando o desplazando por debajo. Pero en todas las ocasiones anteriores, la inflación terminó y el magma no subió a la superficie. "Esperaba que todo pasara como de costumbre", señala Edward Marshall, geoquímico de la Universidad de Islandia.

    No obstante, se elaboraron planes de evacuación preventiva para Grindavík, mientras los trabajadores tomaban medidas para garantizar que la central eléctrica (crítica para la región, especialmente durante el invierno) pudiera funcionar a distancia. El 9 de noviembre, los sismos, cada vez más intensos, también obligaron a la Laguna Azul a cerrar temporalmente sus puertas y trasladar a sus huéspedes a otro lugar.

    Luego, durante la tarde del 10 de noviembre, "las cosas se volvieron locas", destaca Winder. Un gran aumento de la actividad sísmica hizo temblar la península, con un puñado de terremotos de magnitud 4 o superior que causaron daños en carreteras y algunos edificios. Para ese momento, 24 000 temblores habían sacudido la península desde finales de octubre.

    El magma subía rápidamente, y el cambio de una inflación ligeramente preocupante a una capa de magma que ascendía a través de antiguas capas geológicas (lo que se conoce como dique) dejó atónitos a los científicos. "La velocidad de la transición me dejó estupefacto", asegura el sismólogo de la Universidad de Cambridge.

    Se declaró el estado de emergencia y, a primera hora de la tarde del viernes, la Oficina Meteorológica de Islandia pronosticó que se produciría una erupción en los próximos días. "La repentina inyección de un dique supuso un cambio radical", explica Marshall, ya que la roca fundida tenía ahora una vía viable hacia la superficie. A juzgar por la tensión de la corteza, es posible que se trate de un enorme volumen de magma, mayor que el de las tres erupciones anteriores.

    En un principio, los expertos pensaron que lo más probable era que la erupción se produjera en torno a los antiguos cráteres del noreste de la ciudad, una zona de suelo más débil que el magma podría aprovechar. Pero las cosas empeoraron cuando, a última hora del viernes, los ruidos sísmicos se desplazaron hacia Grindavík, lo que significa que la erupción podría producirse cerca de la ciudad o directamente en su interior.

    Cerca de la medianoche de ese día, el gobierno ordenó una evacuación obligatoria e inmediata, que se completó aproximadamente dos horas después. Esa noche, la actividad sísmica se extendió mar adentro. Una erupción aquí "generaría mucha ceniza y gases peligrosos, así como vapor, y más actividad explosiva", comenta Mike Burton, vulcanólogo de la Universidad de Manchester.

    Si esto ocurre, lo más probable es que siga siendo un peligro localizado en Islandia, no un problema internacional similar a la erupción del Eyjafjallajökull de 2010, que ocurrió bajo una capa de hielo que creó una colosal columna de ceniza de larga duración que cerró temporalmente una franja del espacio aéreo europeo.

    Al atardecer del 11 de noviembre, el magma estaba a menos de 800 metros de la superficie, y el corredor de un posible lugar de erupción había crecido a unos 16 kilómetros de largo, extendiéndose desde la región de cráteres, a través de Grindavík, hasta una corta distancia mar adentro.

    Una espera angustiosa

    El lunes, la actividad sísmica había perdido intensidad. Pero eso no significa que la erupción sea menos probable, sino todo lo contrario.

    La actividad sísmica disminuyó un poco antes de las tres últimas erupciones, lo que sugiere que el magma no necesitaba romper las rocas con tanta fuerza cuando se acercaba a la superficie. Pero la península también ha experimentado al menos una erupción fallida en los últimos años, cuando una intrusión de magma intentó salir a la superficie pero no lo consiguió.

    La erupción de 2021 en Fagradalsfjall comenzó tres semanas después de que el magma que la alimentaba ascendiera a zonas poco profundas de la corteza. También podrían pasar semanas, no días, antes de que Grindavík sufra una erupción, "por lo que los residentes de Grindavík podrían tener que ponerse cómodos" refugiándose en otro lugar, comenta Marshall.

    Si se produjera una erupción, la lava podría salir a borbotones de un segmento de ese corredor, o la roca fundida podría brotar por toda la línea. "Algunas de las peores interpretaciones de los datos sugieren un orden de magnitud mayor que Holuhraun", alerta Ilyinskaya, refiriéndose a la erupción islandesa de 2014 y 2015 que cubrió más de 50 kilómetros cuadrados de tierra con lava, aproximadamente del tamaño de la isla de Manhattan. Pero, a diferencia de este paroxismo, la erupción se produjo en un lugar remoto.

    También existe una pequeña posibilidad de que no se produzca ninguna erupción. Eso sería una sorpresa para los científicos, y un alivio para los islandeses, pero las tensiones persistirán, y muchos se preguntarán por qué toda esa agitación geológica se ha saldado con una erupción fallida.

    La mayoría de los expertos apuestan por la aparición de lava fresca. La Oficina Meteorológica de Islandia considera "significativa" la probabilidad de una erupción en los próximos días, y las autoridades y científicos islandeses, que trabajan sin descanso para preservar vidas e infraestructuras, esperan lo mejor mientras se preparan para lo peor.

    "Creo que debemos esperar un comportamiento inesperado", concluye Burton.

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