
Marco Aurelio, el emperador filósofo: las reglas que guiaron su poder y su serenidad
Un busto de un Marco Aurelio mayor en mármol de carrara.
El mundo del emperador Marco Aurelio, en el siglo II d. C., estaba en ruinas. Una gran plaga asoló Europa occidental, mientras él se embarcaba en una larga y sangrienta guerra contra las tribus germánicas a lo largo de la frontera del Danubio. Ante estos males, junto con la vejez y la idea de la muerte, el emperador buscó consuelo en la filosofía.
A lo largo de su vida, especialmente en momentos inesperados de la campaña militar, plasmó sus luchas personales, creencias filosóficas y reflexiones sobre cómo ser un mejor gobernante y persona. De esta sincera expresión de introspección surgieron doce libros que reflexionan sobre la vida y la condición humana. En total, esta colección se titula “Meditaciones”.
“Nunca consideres que algo te hace bien si te hace traicionar una confianza, o perder el sentido de la vergüenza, o te hace mostrar odio, sospecha, mala voluntad o hipocresía.”

Afeitado limpio y apurado Esculpida alrededor del año 139 d. C., cuando tenía unos 18 años, esta escultura de mármol de Marco Aurelio está bien afeitado, a diferencia de muchas de sus representaciones más famosas.
Marco Aurelio, el emperador filósofo
Nacido en el año 121 d. C. en el seno de una familia aristocrática de Roma, Marco Aurelio recibió una excelente educación en retórica y filosofía. Estudió griego y citó con frecuencia a Homero y Eurípides. Quizás por eso escribió sus “Meditaciones” en griego en lugar de latín, la lengua oficial del Imperio romano.
De joven, también se interesó profundamente por la filosofía, en particular por el estoicismo, una escuela de pensamiento que floreció en la antigüedad. Uno de sus principios clave enfatiza el desarrollo de la fuerza interior y la aceptación de las cosas que escapan a nuestro control. Fundado en Atenas por Zenón de Citio alrededor del año 300 a. C., el estoicismo se convirtió en una de las filosofías más importantes del mundo antiguo.

Pero la obra de Marco Aurelio aporta su propia voz original a la tradición filosófica del estoicismo. Gravitó hacia esta escuela de pensamiento y llegó a creer que la percepción es la base del verdadero conocimiento. La felicidad se puede encontrar mediante la práctica de la virtud y la guía constante de la razón ante las vicisitudes de la vida.
Se cree que Marco Aurelio escribió “Meditaciones” como una forma de introspección, más que para el público general. Las entradas abarcan desde máximas contundentes hasta disertaciones convincentes, y no existe una organización definitiva de la obra, aunque se identificaron algunos patrones, con temas organizados en torno a la filosofía estoica.
En general, se coincide en que Meditaciones ofrece una perspectiva privada sobre cómo era la vida de un individuo de la Roma imperial como estoico.
El inicio de la obra es con gratitud
La obra comienza como una especie de reconocimiento en el que Marco Aurelio agradece a todos aquellos que influyeron positivamente en él a lo largo de su vida. Por ejemplo, reconoce el mérito de sus tutores por alejarlo de la superstición y el vicio, y guiarlo hacia una vida más austera y virtuosa. El más importante de estos tutores, recuerda, fue Quinto Junio Rústico, quien corrigió su carácter impetuoso y lo introdujo a los filósofos estoicos.
Marco Aurelio también recuerda su vida en la corte de Roma, a la que llegó a los 17 años. Su padre adoptivo, el entonces emperador Antonino Pío, llevaba un estilo de vida modesto, por lo que el joven Marco Aurelio no se vio obligado a vivir en un mundo de ropas suntuosas y lujos; ni siquiera contaba con guardia personal. El futuro emperador admiraba la dedicación con la que su padre adoptivo dirigía el imperio y su personalidad serena pero decidida.

Una moneda de oro romana acuñada en 153-154 representa un perfil del emperador barbudo Marco Aurelio.
Marco Aurelio ascendió al trono en el año 161 d. C., cogobernando con su hermano adoptivo Lucio Vero hasta la muerte de este, en el año 169. Si bien Marco Aurelio no reflexiona directamente sobre su vida como emperador, aborda importantes temas relacionados, como el peso de sus responsabilidades y la necesidad de defender la justicia. Reconoce que debe tomar decisiones en el mejor interés del pueblo que gobierna.
Escribe: “Empieza cada día diciéndote a ti mismo: Hoy me encontraré con interferencias, ingratitud, insolencia, deslealtad, mala voluntad y egoísmo... Nada de esto puede dañarme, porque nadie puede implicarme en lo que es degradante”.
Reconoce que el poder puede ser una carga y una tentación, y enfatiza la importancia de evitar la arrogancia y mantener la humildad ante la autoridad. También ofrece ideas sobre cómo afrontar situaciones difíciles, mantener la serenidad interior y permanecer enfocado en el propósito personal ante los obstáculos.

Jinete gobernante. La única estatua ecuestre que se conserva de un emperador pagano representa a Marco Aurelio. El original se conserva en los Museos Capitolinos de Roma, pero esta copia se encuentra en la plaza en la cima del Monte Capitolino.
Detalles personales de la obra de Marco Aurelio
Entre sus observaciones más personales se encuentran las cosas que parecen irritarlo. Reconoce que odia lo que la mayoría de los seres humanos parecen amar. Los juegos de gladiadores, por ejemplo, le repugna; el sexo se reduce a “un breve ataque”. Y no entiende por qué la gente se impresiona con las túnicas púrpuras que visten senadores y emperadores, cuando estas son simplemente “lana de oveja teñida con sangre de marisco”.
Intenta mantener la calma en todo momento y no preocuparse por lo que diga o piense su vecino. Como él mismo recuerda: “Nunca deja de sorprenderme: todos nos queremos más a nosotros mismos que a los demás, pero nos importa más su opinión que la nuestra”.

Se cree que un busto de mármol del siglo II de la emperatriz romana fue realizado después de su muerte en el año 175 d.C.
La familia ocupa un lugar secundario en sus escritos, aunque se muestra sumamente agradecido con su esposa, Faustina la Joven, hija de Antonio Pío. La describe como “tan obediente, tan cariñosa y tan sencilla”. Otras fuentes contemporáneas no fueron tan amables con Faustina. Historiadores como Dion Casio la acusaron de cometer adulterio con apuestos soldados y gladiadores.
Sin embargo, en sus escritos, Marco Aurelio solo tiene buenas palabras para ella. Tuvieron trece hijos juntos, pero solo seis sobrevivieron a la infancia. Cuando Faustina murió en el año 175, el emperador lamentó la pérdida y enterró a su esposa en el Mausoleo de Adriano en Roma.
Marco Aurelio, guerra y muerte
Escribiendo noche tras noche desde su campamento militar a orillas del Danubio, Marco Aurelio aborda temas más oscuros, como la naturaleza de la guerra. En varios puntos, describe la espantosa realidad del combate: "¿Has visto alguna vez una mano o un pie amputados, o una cabeza decapitada, tirada en algún lugar lejos del cuerpo al que pertenecía...?".

Pero al amanecer, esas reflexiones se desvanecen y la realidad prevalece. El filósofo de noche debe ser un líder militar de día. Reconoce que no siempre es fácil. “Al amanecer, cuando te cueste levantarte de la cama, dite: 'Tengo que ir a trabajar, como ser humano'”, aunque sea preferible “acurrucarme bajo las mantas”.
Hay reflexiones sobre grandes generales del pasado, como Alejandro Magno, César y Pompeyo, y cómo, a pesar de sus rotundos triunfos, “ellos también partieron de esta vida”. También se mencionan los habitantes anónimos de Pompeya y Herculano que se asfixiaron bajo las cenizas del Monte Vesubio.

Respecto a la naturaleza efímera de la vida, Marco Aurelio menciona en “Meditaciones” tres ciudades perdidas: Pompeya y Herculano, ambas sepultadas por el Monte Vesubio en el año 79 d. C.; y Helike en Acaya, Grecia, que fue sumergida por el mar en el año 373 a. C.
A lo largo de “Meditaciones”, Marco Aurelio reitera, casi obsesivamente, la idea de que todos compartimos, en última instancia, el mismo destino en esta corta vida: la muerte. “Las vidas humanas son breves y triviales”, escribe y agrega: “Ayer, una gota de semen; mañana, líquido para embalsamar, ceniza”.
Encontrando la paz
Sobre todo, la mayor búsqueda del emperador es encontrar la paz mental, mientras reflexiona sobre lo rápido que pasa la vida: “La existencia fluye ante nosotros como un río: el 'qué' está en constante cambio, el 'por qué' tiene mil variaciones”. Ante esta transitoriedad, afirma que lo mejor es “hacerlo todo como si fuera lo último que hicieras en tu vida”.
Y, sin embargo, la muerte ofrece a Marco Aurelio una especie de liberación, la oportunidad de desprenderse de un mundo donde muchos ignoran los únicos valores que él reconoce: la virtud racional y el bien moral. El verdadero drama del emperador-filósofo reside en su esfuerzo por amar a sus semejantes: “Aprende a ser solidario con las cosas que te fueron ordenadas. Y a quienes las comparten contigo, trátalas con amor. Con verdadero amor”.
Todo esto se lo dice Marco Aurelio sin angustia ni desesperación. Incluso la muerte debe aceptarse con gratitud: “No menosprecies la muerte, si no dale la bienvenida”. La muerte forma parte del orden natural de las cosas, reflexiona, comparándola con “una aceituna que madura y cae. / Alabando a su madre, agradeciendo al árbol en el que creció”. Dice que hay que aceptar la muerte “con alegría y sinceridad, agradecidos a los dioses desde lo más profundo del corazón”.


En su lecho de muerte, un enfermo Marco Aurelio toma el brazo de su hijo y sucesor Cómodo en esta pintura al óleo de 1844 titulada “Las últimas palabras de Marco Aurelio”, de Eugène Delacroix.
A su muerte en el año 180, Marco Aurelio fue incinerado y sus restos descansan en el Mausoleo de Adriano en Roma.
Cuando Marco Aurelio falleció el 17 de marzo de 180, a los 58 años, víctima de la peste, dejó una huella imborrable. Sus escritos intrigaron a jefes de estado, desde Federico el Grande de Prusia hasta el presidente estadounidense Bill Clinton. Cuando Wen Jiabao, primer ministro de China entre 2003 y 2013, afirmó haber leído “Meditaciones” más de cien veces, la obra se convirtió en uno de los clásicos griegos más publicados del país. Lectores de todo el mundo tienen como tradición anual releer el texto y recordar las lecciones que contiene.