
Hallazgo clave: científicos identificaron al “hombre dragón”, un nuevo tipo de humano
El artista John Gurche creó este modelo, basado en el cráneo del “hombre dragón”, que representa cómo podría haber sido el aspecto del Homo longi cuando vivía durante el Pleistoceno medio, hace más de 146 000 años.
En el verano de 2021, un equipo de cinco investigadores chinos desató una controversia al sugerir que un cráneo inusual desenterrado en el noreste de China pertenecía a una especie hasta entonces desconocida, a la que describieron oficialmente como Homo longi, apodado “el hombre dragón”. (Ambos nombres se inspiraron en la región del río Long Jiang Dragon, donde se produjo el hallazgo).
Poco después, el equipo fue contactado por la paleogenetista Qiaomei Fu, del Instituto de Paleontología Vertebrada y Paleoantropología de Pekín, quien preguntó si podía intentar obtener ADN del cráneo.
En 2010, ella fue la primera en investigar el ADN de un pequeño hueso de dedo encontrado en una cueva siberiana llamada Denisova, que se hizo mundialmente famosa porque reveló la existencia de una población de homínidos hasta entonces desconocida para la ciencia y de la que no existían otros fósiles: los denisovanos.
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En dos artículos publicados en junio de 2025 en las revistas Science y Cell, en coautoría con Qiang Ji, de la Universidad GEO de Hebei, autor del artículo original sobre el Homo longi, Fu y su equipo concluyen que el “hombre dragón” probablemente también era un denisovano.
Se trata de una gran noticia, ya que convierte al cráneo sorprendentemente completo del “hombre dragón”, también conocido como el “cráneo de Harbin”, en el único cráneo denisovano conocido por la ciencia. “Después de 15 años, le damos un rostro al denisovano”, celebra. “Es una sensación realmente especial, me siento muy feliz”.

El cráneo del “hombre dragón” fue descubierto en Harbin, China, en 1933 por un trabajador local, pero permaneció oculto hasta 2018. Un nuevo análisis ahora revela que es muy probable que se trate de un denisovano.
Cómo eran los denisovanos
Ahora sabemos que los denisovanos tenían un rostro ancho y bajo que combinaba rasgos más primitivos, como un arco superciliar prominente, con otros más modernos, como pómulos delicados y una parte inferior del rostro relativamente plana que no sobresale como en otros primates y homínidos más antiguos. Su enorme tamaño también sugiere un cuerpo muy grande que tal vez le ayudaba a protegerse de los brutales inviernos del noreste de China.
Los hallazgos abren la puerta a una mejor comprensión de estos homínidos antiguos y del mundo en el que vivían. “Tener un cráneo tan bien conservado como este nos permite comparar a los denisovanos con muchos otros especímenes encontrados en lugares muy diferentes”, sostiene el paleoantropólogo Bence Viola, de la Universidad de Toronto, que no participó en el nuevo estudio.
“Esto significa que podríamos comparar las proporciones de su cuerpo y empezar a pensar en sus adaptaciones al clima, por ejemplo”.
Cómo la placa dental ayudó a confirmar los hallazgos
Después de que se le concediera acceso al cráneo, lo primero que hizo Fu fue buscar ADN, concretamente en los dientes y en el hueso petroso, una parte densa del cráneo situada cerca del oído interno que se sabe que es el último lugar donde el ADN podría sobrevivir en un cráneo que se estima que tiene al menos 146 000 años de antigüedad.
Cuando no encontró material genético, recurrió a un método diferente: la extracción de proteínas. Estas suelen ser más resistentes que el ADN y, dado que son lo que codifican los genes del ADN, también pueden proporcionar pistas genéticas sobre el ADN que las originó. Pudo recopilar información de 95 proteínas diferentes, cuatro de las cuales se sabe que difieren entre los denisovanos y otros homínidos. En tres de ellas, el cráneo presentaba una variante denisovana (a veces en combinación con otra en el otro cromosoma).
Sin embargo, Fu aún quería encontrar ADN para confirmar si el cráneo pertenecía a un denisovano. Por eso, examinó la placa dental del único diente que quedaba. Era una apuesta arriesgada: aunque la placa es un material muy resistente, lo habitual es que los investigadores encuentren ADN bacteriano en ella. Es más raro hallar el ADN del propietario de los dientes. Contra todo pronóstico, encontró una pequeña cantidad de ADN humano que parecía lo suficientemente antiguo como para haber pertenecido al cráneo, y no a alguna de las personas que lo habían manipulado desde entonces.
“Es posible que hayan recuperado muchos fragmentos de ADN mío, ya que estudié y manipulé los especímenes muchas veces”, señala el paleoantropólogo Xijun Ni, que trabaja en el mismo instituto y fue uno de los coautores del artículo que proponía el Homo longi como nueva especie, pero no es coautor del artículo actual. (No está convencido de que el análisis de proteínas sea lo suficientemente específico, ni cree que el ADN degradado sea suficiente para identificar el espécimen como denisovano).
Fu reconoce en el artículo que “una proporción sustancial” del ADN que encontró era claramente el resultado de la contaminación. Pero utilizando los protocolos establecidos para seleccionar solo el ADN que es realmente antiguo, descubrió que la pequeña cantidad de ADN que queda, al igual que las proteínas, identifica con certeza el cráneo como denisovano. “Contiene 27 variantes genéticas que solo se encuentran en los siete individuos denisovanos conocidos”, explica Fu. “Ninguna de ellas puede provenir de la contaminación de humanos modernos”.
“Los datos son bastante convincentes”, reconoce el paleobiólogo Frido Welker, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), especializado en el análisis de proteínas antiguas, pero que no participó en este estudio. “El cráneo de Harbin parece ser de un denisovano”.
Otros investigadores también están convencidos. “Desde la descripción (del cráneo de Harbin), tenía la esperanza de que por fin pudiéramos ponerle rostro a los denisovanos, y estos artículos lo demuestran”, sostiene Viola, que ha llevado a cabo excavaciones en la cueva de Denisova. “Es fantástico que dos métodos diferentes nos hayan dado el mismo resultado, lo que me hace estar mucho más seguro de que esto es real”.
Dónde vivían los denisovanos
Estos resultados plantean una pregunta sin respuesta: dado que los denisovanos nunca han sido descritos formalmente como una especie, pero sí lo ha sido el Homo longi, ¿deberíamos referirnos ahora a los denisovanos como Homo longi?
Para algunos, la respuesta es claramente sí. “Suponiendo que la afirmación de la autora sea cierta, entonces los denisovanos son una población de Homo longi, al igual que los neoyorquinos y los pekineses son ambos Homo sapiens”, afirma Ni. El paleoantropólogo Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres, que ha estado colaborando con Ni y otros en un nuevo análisis de los fósiles de homínidos chinos, está de acuerdo en que, aunque “cada vez es más probable que Harbin sea el fósil más completo de un denisovano encontrado hasta ahora, Homo longi es el nombre de especie adecuado para este grupo”.
Sin embargo, otros investigadores no creen que sea útil asignar nombres de especies separados a los homínidos de este periodo. “Nosotros mismos no utilizamos nombres de especies para los neandertales o los denisovanos”, afirma el paleogenetista Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, que dirige el laboratorio donde Fu analizó por primera vez el ADN denisovano.
“No nos parece útil, ya que se trata de grupos estrechamente relacionados que, según se ha demostrado, se mezclaron y tuvieron descendencia fértil, tanto entre ellos como con nuestros propios antepasados directos. Pero si se necesita un nombre de especie, simplemente los llamaríamos a todos Homo sapiens”, dice.
Dejando a un lado las discusiones sobre el nombre, queda un descubrimiento muy emocionante: una especie humana que antes solo conocíamos por un hueso del meñique encontrado en una cueva ahora tiene rostro. Y sabemos que esta especie humana no solo vivía en Siberia, donde se encontró el primer hueso del meñique, sino en gran parte de Asia Oriental.
La identificación segura de este fósil también ayudará a los investigadores a dar sentido a muchos otros fósiles misteriosos encontrados en Asia Oriental, y les animará a intentar obtener pruebas moleculares de ellos también. Esto también podría arrojar nueva luz sobre cómo y cuándo los denisovanos se cruzaron con nuestros propios antepasados, lo que podría ayudar a explicar por qué, mucho después de la extinción del último denisovano como el “hombre dragón”, aún sobreviven rastros de su ADN en algunas personas hoy en día.
