Voluntarios rescatan jaguares y otros animales heridos durante los incendios forestales en Brasil

La destrucción del humedal tropical más grande del mundo puede poner en peligro la biodiversidad y acabar con los recursos vitales para la vida silvestre y las personas.

Por Jill Langlois
FOTOGRAFÍAS DE Edson Vandeira
Publicado 5 oct 2020, 11:07 GMT-3
Una madre jaguar y su cría en medio de la vegetación incendiada del Parque Estatal Encontro ...

Una madre jaguar y su cría en medio de la vegetación incendiada del Parque Estatal Encontro das Águas; han sobrevivido a un enorme incendio forestal que destrozó el 20 por ciento de los humedales del país.

Fotografía de Edson Vandeira

Cuando los voluntarios lo encontraron en la orilla del río, el jaguar estaba en condiciones deplorables, con las patas en carne viva y desesperado por conseguir un poco de agua.

Desde enero, los alarmantes incendios forestales, cuyo origen parece ser la deforestación, han destrozado casi el 20 por ciento del hábitat de este animal en el Pantanal brasileño, una región del humedal tropical más grande del mundo. El Pantanal, de 180.000 km2, se extiende principalmente por territorios de Brasil, pero también abarca zonas de Bolivia y Paraguay, y tiene la mayor densidad de especies mamíferas de la Tierra. Los incendios forestales de esta magnitud no son comunes en el Pantanal, sino que suelen ocurrir en la selva amazónica, 30 veces más extensa. Sin embargo, este año, los incendios más grandes en el Pantanal son cuatro veces más grandes que los incendios más grandes del Amazonas, según muestran los satélites de la NASA.

Para salvar la biodiversidad extraordinaria del Pantanal, numerosos equipos de voluntarios se distribuyeron por toda la región para rescatar, y suministrar alimento y agua a los animales que sufrieron las consecuencias del incendio.

En septiembre, voluntarios que llegaron en bote vieron un jaguar herido que yacía de costado en la orilla de un río del Parque Estatal Encontro das Águas, donde vive una de las poblaciones más grandes de la especie.

Los veterinarios voluntarios Antônio Carlos Csermak Jr. y Amanda Yumi monitorean el estado de un tapir de tierras bajas que sufrió quemaduras y fue rescatado del río Piquiri cerca de Porto Jofre, Brasil. El animal fue enviado a un hospital veterinario para recibir tratamiento.

Fotografía de Edson Vandeira

El equipo le administró un sedante y lo llevó a Porto Jofre, un centro donde se ubican numerosas organizaciones sin fines de lucro, bomberos voluntarios y organizaciones gubernamentales que trabajan para combatir los incendios y brindar ayuda a la vida silvestre. El jaguar fue trasladado en avión a un hospital de emergencia y, si bien hoy se encuentra en un centro de rehabilitación con un buen pronóstico, aún es demasiado pronto para saber si podrá regresar a su hábitat natural. 

“Si el jaguar, un superdepredador que nada, trepa los árboles y corre velozmente, está sufriendo estas consecuencias, imagínense lo que esto significa para los animales más indefensos”, expresa Carla Sássi, veterinaria, bombera y coordinadora del Disasters Rescue Group for Animals, una de las organizaciones sin fines de lucro locales que participó en el rescate del jaguar.

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    Los reptiles son especialmente vulnerables frente a los incendios forestales porque dependen más del agua que otras especies. En la foto se observa un caimán muerto.

    Fotografía de Edson Vandeira

    Una serpiente que murió durante el incendio yace al costado de la ruta en el norte del Pantanal.

    Fotografía de Edson Vandeira

    Sássi y sus colegas establecieron 72 puntos de provisión de alimento y agua a lo largo de 145 km de la ruta Transpantaneira, una de las principales vías que atraviesa el Pantanal. La situación es tan funesta que los rescatistas se cruzan a diario a algunos animales, como monos y tapires, cuando regresan para reponer las provisiones.

    Y muchos animales, como el coatí, un pariente del mapache, se encuentran vagando por la ruta en condiciones horrendas, deshidratados y exhaustos. Los animales que más dependen del agua, como el caimán, un reptil similar a los cocodrilos, son los que más sufren cuando su hábitat se incendia.

    Y, según Sássi, lo que más preocupa son las especies que ya estaban en peligro antes de los incendios. En su escala de riesgo de extinción, La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ubica al jaguar como especie casi amenazada; de un total de 170.000 animales en todo el territorio de América Central y Sudamérica, en el Pantanal, existen entre 4.000 y 7.000 jaguares. Y en cuanto al tapir de tierras bajas y el oso hormiguero gigante, se consideran especies vulnerables.

    Además de haber provocado la pérdida de una gran cantidad de vidas, los incendios tendrán un impacto ecológico a largo plazo, según afirman los expertos. Destruirán los hábitats de vida silvestre de muchas especies, y es probable que esto derive en una feroz competencia entre los animales para disputarse las fuentes de agua que quedan disponibles. Además, el Pantanal provee alimentos y agua, y protege de las inundaciones, tanto a la vida silvestre como a las comunidades humanas, beneficios que podrían verse obstaculizados durante décadas.

    Los incendios se extienden a lo largo de la Transpantaneira, una ruta que atraviesa el Pantanal.

    Fotografía de Edson Vandeira

    La veterinaria Carla Sássi asiste a un coatí que sufrió graves quemaduras en las patas. El animal murió poco tiempo después.

    Fotografía de Edson Vandeira

    Agua para animales y personas

    El Pantanal, que se extiende principalmente por los estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul, se encontraba bien conservado antes de los incendios: tenía intacto el 83 por ciento de su cubierta vegetal autóctona.

    Sus humedales actúan como una gran esponja: retienen las aguas de las inundaciones en su cuenca superior de octubre a marzo, y de esta manera, ofrecen una protección natural contra las inundaciones para las personas y los animales que viven río abajo; de abril a septiembre, comienzan a drenan lentamente. Esta afluencia de agua durante el otoño e invierno aporta el agua necesaria para la región una vez que las lluvias de verano se han ido, y mantiene vivas sus más de 4.700 especies de plantas y animales, entre estos, anacondas, tucanes, osos hormigueros, guacamayos y capibaras. 

    De acuerdo con su ciclo hidrológico, los niveles de agua en el Pantanal cambian cada siete a 10 años. El ciclo ahora presenta su nivel de agua más bajo, que probablemente durará otros cuatro a seis años. Pero en los últimos dos años, este bioma, o gran ecosistema, ha recibido incluso menos lluvia de lo esperado.

    Un grupo de guacamayos jacinto en un árbol quemado por los incendios en el Pantanal de Brasil.

    Fotografía de Edson Vandeira

    Lo que sucede en los biomas vecinos explica, en parte, el problema. Muchos de los 1.200 ríos y arroyos que atraviesan el Pantanal se originan en el Cerrado, una sabana tropical al este y al sur, gravemente afectada por los incendios. Al norte, la Amazonia se reduce cada vez más debido a la deforestación. La flora de la selva tropical aporta la humedad a partir de la que se originan las lluvias del Pantanal. Entonces, si los árboles desaparecen, también desaparece esa fuente de agua.

    A estos factores se suma la mayor sequía del bioma en cinco décadas: el volumen de lluvia entre octubre de 2019 y marzo de 2020 fue un 40 por ciento menos que el promedio del período de seis meses. 

    Si persiste este patrón de sequía e incendios forestales, el Pantanal podría perder su pulso hídrico anual y, con el tiempo, convertirse en una Caatinga más, un bioma ubicado en el noreste de Brasil donde las especies se han adaptado a la escasez de agua.

    Básicamente depende del agua que viene de fuera, por lo que, si esa agua no llega, el paisaje del Pantanal podría cambiar”, dice Felipe Dias, director ejecutivo del Instituto SOS Pantanal, una organización sin fines de lucro.

    Eso también podría ser desastroso para los más de 2,2 millones de personas que viven en el Pantanal brasileño, muchos de los cuales no solo dependen de sus recursos naturales para su sustento, sino también para el ecoturismo.

    En busca de soluciones

    Por estas razones, conservacionistas como Dias están trabajando para evitar que esos incendios forestales vuelvan a ocurrir. La clave de esa estrategia es abogar por la creación de un sistema nacional de alerta de incendios forestales, así como inversiones en capacitación y equipamiento para los bomberos voluntarios locales. 

    Estas medidas también redundarían en una mejor protección del jaguar, comenta Fernando Tortato, un investigador de jaguares del Pantanal que trabaja para Panthera, organización sin fines de lucro que protege a los grandes felinos. 

    Un equipo de veterinarios voluntarios captura un jaguar herido durante los incendios forestales cerca de Porto Jofre, Brasil.

    Fotografía de Edson Vandeira

    “El Pantanal es una de las áreas clave para la conservación del jaguar”, dice Tortato, porque, antes de los incendios, se creía que su población estaba relativamente bien conectada. El número de felinos ha disminuido principalmente debido a la fragmentación del hábitat y la invasión humana, lo que ha provocado grandes conflictos con las comunidades y los cazadores furtivos.

    Si los incendios forestales pasan a ser moneda corriente, es importante que los conservacionistas comprendan cómo se adaptarán los jaguares al hábitat que queda tras los incendios. Con este objetivo, Tortato se propone monitorear un animal que sufrió quemaduras superficiales durante los incendios de este año y que regresaría a su hábitat natural con un collar GPS.

    Por ahora, los rescatistas siguen enfocados en ayudar a los animales que necesitan atención inmediata. Sássi y su grupo de rescate también instalaron cámaras trampa para monitorear a los animales que se sirven del alimento y el agua suministrados y continuar brindando atención veterinaria a los que más lo necesitan.

    Sássi confiesa que nunca imaginó que iba a tener que asistir a los animales del humedal por motivos de quemaduras y deshidratación.

    "Nunca en mi vida pensé que tendríamos que llevar agua al Pantanal", expresa.

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