National Geographic probó los nuevos vehículos exploradores lunares de la NASA: esta fue nuestra impresión
Una camioneta espacial retrofuturista. Un ágil crustáceo sobre ruedas. Un buggy espacial. Uno de ellos ganará un premio multimillonario para participar en una futura misión Artemis de la NASA. Pero primero, NatGeo probó los tres.

El Eagle de Lunar Outpost es uno de los tres diseños que compiten por convertirse en el nuevo rover lunar de la NASA.
Ante mí se extiende un paisaje árido y vasto, un reino de valles, abismos y grietas, de acantilados escarpados y suelo polvoriento, enmarcado por montañas lejanas. Bien podría estar en la propia Luna, si no fuera por los matorrales dispersos, el cielo azul y alguna que otra serpiente de cascabel. No muy lejos, en el camino de tierra, se puede ver un letrero: “lugar de pruebas de vehículos lunares”.
No se trata de un pedazo de desierto cualquiera. “Puedo venir aquí y conducir camiones espaciales”, dice Justin Cyrus, director ejecutivo de Lunar Outpost, con una sonrisa, mientras observa su patio de recreo.
Cerca de allí se encuentra el prototipo del vehículo que espera enviar a la Luna, con su pintura color platino brillando al sol. Está equipado con paneles solares en la parte superior, amplios radiadores laterales para disipar el calor abrasador del lado diurno de la Luna, bancos de trabajo planos y varios tipos de almacenamiento de muestras de rocas. En el centro hay una cabina amplia y espaciosa con dos asientos, decorada con pantallas de navegación. Está muy lejos de los rovers lunares de la era Apolo, que en comparación parecían karts.
Hace unos años, la NASA lanzó un reto a la industria aeroespacial diciendo: Necesitamos que diseñen y construyan el rover lunar de próxima generación para las próximas misiones Artemis. ¿Quién está a la altura?
El vehículo terrestre lunar (LTV, por sus siglas en inglés) de la era Artemis debe ser en parte veloz y en parte resistente, un vehículo capaz de sobrevivir en uno de los entornos más traicioneros que se conocen, al tiempo que lleva a cabo investigaciones científicas de vanguardia y sienta las bases de una futura base lunar.
En 2024, tres empresas con sede en Estados Unidos fueron seleccionadas para competir por el contrato LTV de la NASA, valorado en miles de millones de dólares: Lunar Outpost, Venturi Astrolab e Intuitive Machines.
Los tres diseños LTV son sorprendentemente diferentes. El de Lunar Outpost, que brilla ante mí bajo el sol del mediodía, parece un camión espacial retrofuturista. El segundo es un crustáceo ágil y compacto sobre ruedas, y el tercero es un buggy espacial. Todos ellos están convirtiendo “la ciencia ficción en realidad”, asegura Tim Crain, cofundador de Intuitive Machines. “Estamos haciendo algo increíble. Más vale que nos divirtamos un poco con ello”.
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Es probable que los tres LTV viajen a la superficie lunar en misiones comerciales, cada una de las cuales podría ayudar a construir una economía funcional en la Luna, un lugar con laboratorios científicos, minas y redes de comunicaciones. Ese es “el futuro que nos entusiasma”, sostiene Jaret Matthews, fundador y director ejecutivo de Astrolab.
Pero solo uno de estos rovers de última generación se convertirá en el vehículo todoterreno definitivo para los astronautas del programa Artemis de la NASA, que utilizarán al ganador de la competición para recorrer la superficie lunar.
El ganador se anunciará a finales de año. Antes de eso, National Geographic hizo la misma pregunta a las tres empresas: ¿Podemos probarlos?
Lo que necesita un vehículo lunar del siglo XXI
El programa Apolo puso fin de manera decisiva a la carrera espacial original. Ahora, una segunda carrera está en pleno apogeo, en la que tanto las agencias espaciales gubernamentales como las empresas privadas buscan dejar su huella en la Luna.
Con Artemis, la nueva iniciativa de exploración lunar de la NASA, el objetivo no es solo plantar más banderas. Se trata más bien de establecer una presencia permanente allí arriba, de sentar las bases para una base en el polo sur de la Luna, una fortaleza entre las estrellas.
Los astronautas pueden ayudar a establecer la infraestructura lunar, pero sus visitas a la Luna serán fugaces. Los LTV, sin embargo, pueden estar allí todo el tiempo. Ya sea que se conduzcan de forma remota desde la Tierra o que se desplacen de forma autónoma por la superficie lunar, son los incansables trabajadores de la construcción y los investigadores científicos que necesita el programa Artemis.
El polo sur lunar es un lugar prometedor para establecer una base: se cree que su regolito está impregnado de hielo de agua, que puede hidratar a los astronautas, cultivar cosechas y fabricar combustible para cohetes. Desafortunadamente, también es uno de los entornos más letales del Sistema Solar.
Sin atmósfera, sus temperaturas diurnas pueden alcanzar los 121 °C, mientras que por la noche pueden descender hasta los -133 °C; algunos de sus cráteres llenos de hielo están en sombra permanente y el mercurio puede caer en picado hasta los -245 °C.
Las erupciones solares pueden bombardear la superficie lunar desprotegida con radiación intensa, un peligro potencialmente mortal tanto para los seres humanos como para los dispositivos electrónicos.
Pequeños micrometeoritos, que son en realidad balas espaciales de piedra, chocan contra la Luna constantemente. Y estos impactos lanzan violentamente el suelo lunar en todas direcciones, creando un polvo cargado eléctricamente, adhesivo y altamente abrasivo que puede corroer los trajes espaciales y el cableado como si fueran pirañas espaciales microscópicas.
Para sobrevivir a todo eso, los astronautas de Artemis necesitarán algo más que los vehículos lunares de la era Apolo. Aquellos eran vehículos de un solo uso, de aspecto esquelético, equipados en la parte delantera con una cámara de televisión y una antena de comunicaciones, y provistos de dos asientos metálicos rudimentarios. Su diseño funcionó bien en la década de 1970; transportaron a los astronautas de los Apolo 15, 16 y 17 por la superficie lunar durante aproximadamente 32 kilómetros cada uno.

El astronauta del Apolo 15 David R. Scott sentado en el vehículo lunar (LRV) mientras explora la Luna en 1971.
Los nuevos LTV no son tanto una continuación de los rovers del Apolo como un reinicio completo. En lugar de exploradores a corto plazo, Artemis requiere pioneros a largo plazo. Cada LTV debe ser capaz de recorrer 1287 kilómetros al año y 19 kilómetros al día con una sola carga de batería, todo ello mientras transporta una carga útil total (desde paneles solares desplegables hasta secciones de una base lunar) de al menos 800 kilos.
Los tres rovers están diseñados para utilizar un brazo robótico que ayude en la construcción. Este apéndice puede cambiar su extremo de herramienta cuando lo desee conectándose a una serie de cajones cerrados y cambiando, por ejemplo, una garra de sujeción por un taladro, todo por sí mismo, sin intervención humana.
Además, cada vehículo puede ser operado de forma remota, a través de pilotos en salas de control en la Tierra, y de forma autónoma, donde el propio cerebro digital del vehículo puede conducirlo con seguridad a través de la peligrosa naturaleza lunar. Independientemente de cómo viaje por la Luna, cada LTV tiene métodos de percepción similares: lidar, que utiliza pulsos láser de alta frecuencia para cartografiar el entorno, y cámaras estéreo, que ofrecen una visión similar a la del ojo humano.
Cada transporte debe durar varios años, sin requerir prácticamente ningún mantenimiento. Sus sistemas electrónicos deben ser capaces de mantenerse lo suficientemente calientes en cráteres sombreados. Debe estar protegido del polvo corrosivo.
Además, estará recubierto de blindaje, concretamente de un blindaje multicapa (parecido a una lasaña, pero sustituyendo las láminas de pasta por aleaciones metálicas). Esto significa que cualquier roca veloz errante verá cómo su energía de impacto se dispersa en lugar de concentrarse en una sola parte, lo que reduce las posibilidades de que un solo micrometeorito pueda destruir el vehículo de los astronautas.
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Cada rover también utilizará el nuevo escudo electrodinámico contra el polvo inventado por la NASA para protegerse de la corrosiva suciedad lunar. Este dispositivo consiste en una serie de electrodos ultrafinos y transparentes que pueden superponerse a cualquier superficie del LTV, desde paneles solares y cámaras hasta pantallas de navegación y radiadores. Elimina las partículas con carga eléctrica mediante el despliegue de una corriente eléctrica opuesta, y puede dejarse en funcionamiento o activarse por ráfagas con solo pulsar un interruptor.
Los tres LTV comparten características de diseño similares, en parte porque la NASA les impuso los mismos requisitos básicos. Sin embargo, dado que cada empresa tiene una visión novedosa de cómo los astronautas se aventurarán por el polo sur lunar, los tres diseños son materialmente distintos. Por lo tanto, convertirse en una parte fundamental de la campaña Artemis depende totalmente de qué visión inspire más a la agencia espacial.
Lunar Outpost: un rover futurista
Ubicación: Desierto del sur de Colorado
Nombre: Eagle
Tipo de LTV: Camión espacial
El concurso de la NASA es un reto difícil. Pero Cyrus está preparado para afrontarlo. “Todo empezó cuando era niño”, me cuenta, sentado en una pequeña mesa en medio del desierto. Lo llevaron al Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston para participar en su concurso anual de chili. Un año, hubo una competición adicional para construir una estación espacial con bloques de Lego. “Me encanta el Lego. Es el juguete más genial”, dice. Quedó tercero en esa competición. “Todavía estoy un poco resentido por eso. Soy muy competitivo”. Ese impulso lo convenció para convertirse en robotista y, finalmente, cofundó Lunar Outpost en 2017.
Aunque la empresa tiene ambiciones para una serie de misiones de robótica espacial y recursos, por ahora se centra en diseñar un LTV para la Luna, quizás el concurso definitivo de construcción con Lego. Quizás esta vez Cyrus gane, con el Eagle de Lunar Outpost.
“Es un camión espacial”, describe. “Es una forma fácil de que la gente se identifique con ella. Los camiones son útiles”. Aunque funcionalmente es un camión, esta descripción puede perjudicar a Eagle. AJ Gemer, cofundador y director de tecnología de Lunar Outpost, cuenta que las naves espaciales de la era Apolo priorizaban la funcionalidad sobre la forma.
El diseño retrofuturista del Eagle se inspira en la ciencia ficción anterior a la era Apolo, “una época en la que la imaginación de la gente no se veía limitada por las realidades de los vuelos espaciales”. Quiere que cualquiera que vea el Eagle diga: “Vaya, qué genial, quiero formar parte de eso”. (No está claro hasta qué punto la NASA se dejará influir por la estética, pero la mundialmente famosa agencia espacial es sin duda consciente de las ventajas del atractivo de la marca).
Se me permite probar uno de los diversos prototipos del Eagle de la empresa en el desierto de Colorado. Lo primero que noto es que la cabina parece casi demasiado espaciosa, incluso vacía. Pero eso es a propósito. Los astronautas no tienen mucha movilidad con sus trajes espaciales.
Los tres LTV han sido probados por astronautas, incluso en las instalaciones del Sistema de Descarga de Gravedad de Respuesta Activa (ARGOS) del Centro Espacial Johnson, donde unas correas conectadas a los trajes espaciales simulan la gravedad lunar, que es seis veces menor que la terrestre. “Esa prueba fue fundamental para desarrollar nuestro diseño”, explica Gemer. Se aseguraron de que nada en el LTV obstaculizara la visión de los astronautas ni supusiera un riesgo de tropiezo o golpe accidental en la cabeza.
Y en lugar de un volante, hay una palanca de mando, muy similar a los controles con forma de manija de los vehículos exploradores de la era Apolo, que es mucho más fácil de usar para los astronautas con guantes gruesos.

El prototipo del vehículo lunar Eagle de Lunar Outpost se encuentra estacionado en el campo de pruebas de la empresa en Rye, Colorado.


Las herramientas están montadas en el lateral del Eagle para facilitar su acceso.
El director ejecutivo de Lunar Outpost, Justin Cyrus, sentado en la espaciosa cabina del Eagle.

Ingenieros sentados en el centro de control de misiones de Lunar Outpost en Arvada, Colorado.
Una vez que lo ponemos en marcha, el prototipo Eagle se desliza por un desierto accidentado y lleno de rocas. A pesar de su peso, la conducción resulta ligera. Y su suspensión es milagrosa: al desplazarse por pendientes y cráteres, el cambio de elevación se nota muy poco, lo que resulta casi desconcertante. Se puede describir como un camión, pero al estar más cerca del suelo, me siento más como si estuviera en la cuatrimoto más resistente y estable del mundo.
Los futuros astronautas del programa Artemis podrán conducir el Eagle a una velocidad máxima de 26 km/h. Es la velocidad máxima que se necesita para conducir en la Luna, donde la falta de atmósfera y la gravedad más débil hacen que frenar lleve mucho más tiempo que en la Tierra. A esos astronautas les alegrará saber que el LTV también parece casi imposible de volcar mientras serpenteo por la maleza.
Cyrus y su equipo esperan que su experiencia conduciendo su vehículo en tierra firme les dé una ventaja en el concurso de la NASA. “Muchos de nosotros hacemos todoterreno en Colorado”, dice. Y eso ha inspirado varias decisiones de diseño para su LTV. Las herramientas geológicas no tienen porqué estar ocultas dentro del vehículo; en el LTV que me muestran, están pegadas a una variante de los paneles MOLLE: rejillas que permiten a los conductores (ya sean terrícolas o astronautas) fijar y desmontar herramientas con facilidad. “¿Por qué reinventar la rueda?”, dice el director de Lunar Outpost.
Hablando de eso, la composición de los neumáticos del Eagle, cortesía de Goodyear, sigue siendo secreta, pero Cyrus señala que han “realizado una cantidad increíble de pruebas” con ellos, incluso en pendientes de 30 grados similares a las lunares, en vacíos térmicos y en máquinas torturadoras diseñadas para hacerlos girar hasta que se desintegran. (En el espacio, si un neumático del LTV se rompe, podría ser un problema irreparable porque, al menos por ahora, no hay talleres en la Luna).
Y aunque se puede acoplar un remolque al Eagle, hay un amplio espacio de almacenamiento detrás de su cabina, lo que permite al vehículo transportar 2.4 toneladas de equipo (incluidos dos astronautas). Al igual que el desierto de Colorado que nos rodea, la Luna tiene muchas zonas irregulares y precarias. “No quieres tener que tirar un remolque para poder cumplir tu misión”, comenta Cyrus.
El polvo de Colorado no es ni de lejos tan corrosivo como el de la Luna, por lo que las protecciones habituales para la conducción todoterreno no sirven para el Eagle. Por eso, además de sellar todos los engranajes y enchufes del entorno exterior, los ingenieros de la empresa diseñaron la parte inferior del chasis con una serie de ranuras y conductos que permiten que el polvo penetrante fluya a través de él.
El desierto del sur de Colorado ha sido de gran ayuda para el equipo. Pero “nada supera el funcionamiento del rover en el espacio”, reconoce Cyrus. Aunque le entusiasma ver su uso comercial, lo que realmente le anima es la idea de que Eagle "pueda ser la columna vertebral del programa de movilidad Artemis". "Acabamos de sacar un juego de Lego", dice, una versión en miniatura del Eagle. Verlo en la tienda "fue uno de los mejores momentos de mi vida hasta ahora". Imagino que estará a la altura de ver al Eagle en la Luna.
Astrolab, un vehículo flexible
Ubicación: Hawthorne, California
Nombre: Flex
Tipo de LTV: Crustáceo ágil
Es difícil describir lo que estoy viendo. Es una rareza metálica plateada y cuadrada, con ruedas. No desentonaría en The Expanse. Se trata del rover Flexible Logistics and Exploration, o FLEX. Es el único objetivo de desarrollo de Astrolab. Y están seguros de que es el vehículo vanguardista que busca la NASA.
El fundador y director ejecutivo de Astrolab, Matthews, comenzó su carrera en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, donde trabajó en los rovers Spirit, Opportunity y Curiosity de Marte. Luego trabajó para SpaceX durante un tiempo, entre otras cosas en Starship, el colosal vehículo de lanzamiento reutilizable que transportará prácticamente cualquier cosa a la Luna, desde tripulación hasta carga.
Esa experiencia con SpaceX hizo que Matthews viera a nuestra compañera lunar de otra manera. No debería ser solo un destino de vacaciones para los astronautas. Debería ser un lugar habitado, un entorno de trabajo. ¿Cómo podía ayudar a hacer realidad esa visión? En enero de 2020, fundó Astrolab, y FLEX se convertiría en su solución. Su equipo se ha centrado en un diseño que se apoya en gran medida en la robótica.
"Nuestro rover es el que menos se parece a un coche", reconoce Matthews. Su chasis elegante, pero angular, con forma de herradura, es su característica más peculiar. El tren de aterrizaje abierto puede sujetarse a cualquier carga que se encuentre debajo y transportarla, de forma similar a como una hembra de cangrejo gigante terrestre lleva los huevos en su parte inferior.
La compacta sede central de Astrolab se encuentra muy cerca del campus de SpaceX en California. Una vertiginosa etapa del cohete Falcon 9 se erige frente al gigantesco complejo de la empresa de tecnología espacial como un monumento a su notable éxito. Astrolab aún no cuenta con nada similar.
Pero poco después de mi llegada, su rover FLEX, el vehículo que alberga sus aspiraciones, entra rodando en el abarrotado estacionamiento delantero, sobresaliendo por encima de los automóviles terrestres que lo rodean. El prototipo funcional que me muestran tiene una serie de compartimentos cúbicos en la parte delantera, uno de los cuales puede albergar herramientas o componentes del brazo robótico. Los dos astronautas, en lugar de sentarse, se suben a la cabina y se quedan de pie o se recuestan mientras conducen.

El rover FLEX de Astrolab se encuentra en un taller mecánico en la sede de la empresa en Hawthorne, California.


Muchos de los sistemas críticos que alimentan, guían y controlan los rovers de Astrolab están dispuestos sobre una mesa.
Además del rover FLEX, Astrolab está trabajando en el FLIP (FLEX Lunar Innovation Platform), un prototipo más pequeño diseñado para probar y perfeccionar tecnologías críticas como las baterías y los neumáticos.

Un componente de las ruedas utilizadas en los rovers de Astrolab, diseñadas para soportar temperaturas de -151 °C.
Ya ha sido sometido a pruebas exhaustivas en una serie de entornos extremos, incluido el Valle de la Muerte de California. Ahora es mi turno. Como jugador de videojuegos de toda la vida, me siento extrañamente preparado para conducir el FLEX por el estacionamiento; el vehículo, grande pero compacto, también se maneja con un joystick.
De hecho, conducirlo me produce la misma alegría que sentía cuando jugaba con un juguete nuevo de niño. Hay descubrimientos constantes que me hacen sonreír. Mientras me aseguro de no chocar el FLEX contra ninguno de los coches que pasan (y desconcertar a los conductores), voy de un lado a otro, giro sobre mí mismo, cambio la suspensión para que los laterales del vehículo se inclinen más hacia el suelo y me desplazo de un lado a otro. Al girar 180 grados, veo una palanca de mando independiente (una característica única de este rover) y la utilizo para conducir el LTV como si la parte trasera fuera ahora la delantera.
El FLEX es un rover extraordinariamente maniobrable. "Todo está en el nombre", dice Matthews. "La idea es que sea flexible y versátil". Esto se debe, en parte, a sus ruedas, que no solo son muy ágiles, sino que también están fabricadas con un material muy inteligente.
No se puede utilizar caucho en la Luna porque se vuelve extremadamente frágil a las temperaturas extremas lunares. Por eso, Venturi, un fabricante de automóviles con sede en Mónaco, ha fabricado neumáticos a medida con un tipo de silicona novedosa, un compuesto de vidrio y algo de acero inoxidable en una extraña configuración tipo sándwich.
Esa alquimia de materiales por sí sola puede llevar los neumáticos a temperaturas de -151 °C. "Lo cual aún no es lo suficientemente frío, por lo que hemos incorporado calentadores en los neumáticos para elevarlos a la temperatura operativa", detalla Matthews, señalando que diseñar un calentador giratorio no fue nada fácil.
Y aunque el FLEX no viene equipado automáticamente con ruedas de repuesto, sus sistemas internos clave están duplicados dentro del rover. "Hay dos conjuntos de computadoras, dos baterías y dos unidades de distribución de energía", explica. De esta forma, un solo impacto de micrometeorito o un fallo electrónico en un componente no inutilizará el rover. "En realidad son dos rovers en uno".
FLEX realmente parece una mezcla entre un rover marciano y un transportador de carga de la era espacial. Está diseñado para funcionar en cualquier parte del paisaje lunar, transportar cualquier carga y ser fácilmente modificable; incluso la sección de la tripulación de pie se puede quitar para dejar espacio a cargas útiles más grandes.
Con su forma cuboide y su aspecto similar al de un rover marciano, FLEX es menos estilizado que Eagle. Tal y como se pretendía, es explícitamente funcional. Matthews espera que la NASA se sume a esa filosofía. "¿Proporcionar movilidad a los seres humanos por primera vez en más de 50 años en la Luna? Es increíble solo pensarlo". Pero, en última instancia, dice, quiere que FLEX sea "los picos y palas de la nueva fiebre lunar". Queremos ser lo que permita a cualquier otra persona con ideas interesantes ganar dinero en la Luna".
Intuitive Machines, un rover fácil de manejar
Ubicación: Houston, Texas
Nombre: Moon Racer
Tipo de LTV: Buggy espacial
Los empleados de las tres empresas se inspiran en la ciencia ficción, pero Intuitive Machines es la que luce con más orgullo esas influencias.
Estoy frente a una maqueta del vehículo explorador autónomo reutilizable con tripulación de la empresa, también conocido como Moon RACER. Un par de dados de la suerte, similares a los que decoran la cabina del Millennium Falcon, cuelgan del armazón metálico del prototipo RACER, un vehículo que se asemeja a una mezcla entre un buggy y el vehículo Warthog de la serie de videojuegos
Halo. Intuitive Machines espera que la silueta familiar del RACER, el diseño menos extraño de los tres vehículos exploradores, sea del agrado de la NASA. Como dice el ingeniero Reed Mulloy: "Seamos hipercompetentes... pero hagámoslo con estilo".
Sentado en el asiento del conductor, que es el que está más cerca del suelo, pongo en marcha el RACER, controlado con una palanca, para dar una vuelta por las instalaciones, salir a la carretera y (con el ánimo de Mulloy) subir al bordillo a toda velocidad. El RACER salta sobre la colina cubierta de hierba y se desplaza con facilidad. Aunque su velocidad máxima es de unos 16 km/h, se nota rápido y ágil. Se siente algo accidentado, pero divertido; algo en él me recuerda a una emocionante atracción de feria.
El nombre RACER está diseñado para evocar una sensación de estilo. Y funciona: aunque los tres LTV son muy entretenidos de conducir, RACER es el más divertido de controlar. Mientras giro y giro rápidamente bajo el abrasador sol del verano, puedo imaginar fácilmente a los astronautas sonriendo y haciendo lo mismo bajo un cielo lunar negro como la tinta.

Los ingenieros de Intuitive Machines Reed Mulloy, Slade Sills y David Nagy demuestran la capacidad de carga útil del Moon RACER.


El ingeniero de Intuitive Machines Reed Mulloy conduce un prototipo del Moon RACER.
Este neumático sin aire "Tweel" de Michelin se utiliza para imitar el comportamiento de las ruedas en la Luna, que funcionan con gravedad reducida.

El ingeniero de Intuitive Machines, Slade Sills, sentado dentro del simulador LTV de la empresa.
Como siempre, cada sistema principal está reforzado contra micrometeoritos errantes y erupciones solares. "Cumplimos el requisito de que ningún impacto pueda destruir el vehículo", sostiene Gary Spexarth, director del programa LTV. Y tienen tanta confianza en sus neumáticos desarrollados por Michelin como la competencia. "Michelin los ha probado en nitrógeno líquido, los ha sumergido", explica, y añade que los son resistentes al frío hasta temperaturas de alrededor de -195 °C.
Su vehículo explorador no es tan modular como el FLEX ni tan resistente como el Eagle. Pero, dado que se parece y se conduce como un buggy (aparte de su joystick), es el LTV más ágil de los tres. "El arte es una expresión del artista", afirma el cofundador Crain. "El diseño de los otros dos vehículos... refleja su énfasis en la robótica y sus antecedentes. Nosotros somos un poco diferentes".
De las tres empresas, Intuitive Machines, fundada en 2013, es la más exitosa y la más extravagante. Las huellas de sus triunfos pasados se pueden ver por todas partes. Una placa cerca de la entrada de su complejo dice: “desafiando lo imposible desde 2023”. Ese año, la empresa salió a bolsa. Al año siguiente, se convirtió en la primera empresa privada en aterrizar una nave espacial en la superficie lunar. Repitió esta hazaña en 2025, aunque sus dos módulos de aterrizaje volcaron al llegar. Su objetivo, dice Spexarth, es "expandir la economía lunar". Además de los módulos de aterrizaje, están trabajando en la construcción de redes de comunicaciones lunares y vehículos de reentrada en la Tierra.
Aunque tanto FLEX como Eagle pueden tirar remolques si es necesario, el diseño de RACER hace que la capacidad de remolque sea más explícita, un elemento clave en lugar de una característica adicional. "Podría poner un laboratorio científico, con su propia generación de energía y su propia unidad de comunicaciones", dice Crain. "Se podría tener una unidad de extracción de oxígeno a bordo. Se podría tener una pequeña planta de energía nuclear". RACER puede parecer un kart tuneado por sí solo. Pero, especialmente con el remolque acoplado, "la mejor analogía para que la gente se haga una idea es un tractor en una granja en funcionamiento".
Al igual que el Eagle de Lunar Outpost, las pruebas de RACER con astronautas, entre ellos Charlie Duke (famoso por el Apolo 16) y Harrison Schmitt (Apolo 17), animaron al equipo a simplificar el diseño de su LTV, aconsejándoles que renunciaran a los escalones para entrar en el vehículo. Schmitt les dijo: "No necesitáis escalones. Solo necesitáis una barandilla para subir, porque la gravedad es una sexta parte", recuerda Spexarth.
También han contratado los servicios de Atlas Devices, una empresa que colabora con el ejército y las fuerzas especiales para fabricar cabrestantes motorizados capaces de lanzar a los soldados a los helicópteros que los esperan. "Si un astronauta queda incapacitado, ¿cómo se le sube al vehículo?", pregunta Spexarth. Atlas ha fabricado un cabrestante específico para RACER, resistente al polvo abrasivo y a la radiación de la Luna, para garantizar que un astronauta pueda subir rápidamente a un compañero inconsciente al LTV.
Desde la amplia gama de socios industriales que se han sumado a su proyecto hasta el entusiasmo de sus ingenieros, la empresa responsable de RACER es la que parece más segura de sí misma de las tres. "No hay nada que pueda sustituir a la experiencia", afirma Crain. Se refería a su expectación por probar RACER en la propia Luna, pero fácilmente podría haberse referido al legado espacial de la propia empresa. Como fans acérrimos del universo Star Wars, probablemente todos pensaban lo mismo sobre su LTV: la Fuerza es poderosa en este caso.
¿Cuál será el rover que viaje a la NASA?
Cuando se le preguntó sobre la competencia, cuyo ganador se anunciará a finales de año, la NASA se negó a hacer comentarios. Pero los jueces de la agencia espacial tienen mucho trabajo por delante. Las tres empresas han superado con creces los requisitos mínimos de la NASA para los LTV.
Esto se debe en parte a que las tres empresas pretenden llegar a la Luna pase lo que pase. "Las tres competidoras tendrán soluciones que funcionarán", considera Crain. Están tan pendientes de los intereses de sus socios comerciales como de los de la propia agencia espacial.
Lunar Outpost, Astrolab e Intuitive Machines pueden haber ideado diseños de rovers lunares muy diferentes. Pero los miembros del equipo de cada empresa comparten el mismo entusiasmo intenso, casi infantil, por la exploración espacial.
Para el público, los LTV hacen que la nueva carrera espacial lunar sea "mucho más tangible", agrega David Paige, científico planetario de la Universidad de California en Los Ángeles, que está ayudando a diseñar un instrumento científico para el LTV elegido por la NASA.
Mientras que la próxima misión Artemis II del año que viene devolverá a los humanos a la órbita lunar por primera vez en medio siglo, los vehículos exploradores nos ayudan a imaginar lo que harán los futuros exploradores cuando pisen el desconocido polo sur de la Luna.
Imaginarse construyendo una base es emocionante. Pero imaginar un vehículo lunar haciendo giros en la superficie lunar es electrizante. "Esta es, con diferencia, la misión lunar más genial de la historia, eclipsando incluso al Apolo, por fin", concluye Paige.