Dentro del nuevo museo de Frida Kahlo: cartas inéditas y detalles íntimos de su vida

El Museo Casa Kahlo, ubicado a tres cuadras de la famosa Casa Azul, ofrece una ventana a la vida privada de la pintora mexicana.

Por David Shortell
Publicado 29 sep 2025, 16:59 GMT-3
Una sala del Museo Casa Kahlo exhibe la ropa de Frida Kahlo y, por primera vez, ...

Una sala del Museo Casa Kahlo exhibe la ropa de Frida Kahlo y, por primera vez, piezas únicas de su joyería.

Fotografía de Rafael Gamo for Rockwell Group

Bajo una trampilla oculta bajo una alfombra en la casa familiar de Frida Kahlo, la artista tenía un taller con la frescura de un santuario. En ese espacio oscuro y de techo bajo, se rodeaba de colecciones que reflejaban su gusto por la belleza poco convencional: insectos disecados, escenas de oración en óleo y muñecas asiáticas de piel lacada con vestidos antiguos. Según su familia, Kahlo podía pasar horas o días en esa habitación, escribiendo, pintando y alejándose del caos que a veces surgía en su vida fuera de ella.

“Es como su refugio más sagrado”, dijo Adán García Fajardo, director del nuevo Museo Casa Kahlo en la Ciudad de México, mientras entraba en el sótano durante una visita guiada a principios de septiembre. 

El museo, ubicado en una casa de color rojo arcilla que perteneció a las mujeres Kahlo durante cuatro generaciones, abrió sus puertas al público por primera vez el 27 de septiembre de 2025, ofreciendo una perspectiva diferente de la vida de la artista mexicana en una ciudad ya repleta de homenajes. 

El sótano es su pieza central. Junto con una mesa de dibujo llena de sus pinceles y vitrinas con sus curiosidades, la sala muestra ahora docenas de fotografías y cartas reveladoras escritas por Kahlo, muchas de ellas nunca antes mostradas y procedentes del archivo familiar.

Más de 70 años después de su muerte, Kahlo es uno de nuestros iconos culturales más reconocibles, con un rostro, fijado en una mirada seria bajo una ceja única, reproducido en todo tipo de objetos, desde cojines hasta la gran pantalla. Una gran cantidad de biografías, documentales, libros infantiles y tomos de arte han recordado los detalles de su extraordinaria historia: el accidente de autobús que sufrió a los 18 años y que le dejó un dolor crónico, y su tempestuoso matrimonio con el gigante del muralismo mexicano, Diego Rivera.

En la Ciudad de México, la Casa Azul, donde Kahlo creció y más tarde vivió con Rivera, es un lugar de peregrinación para sus admiradores, repleto de reliquias y muchas de sus obras más famosas. Sus pinturas, con imágenes profundamente personales representadas en escenas a menudo oníricas, siguen alcanzando cifras asombrosas en las subastas. Y retrospectivas permanentes, como la programada para el próximo año en el Museo de Bellas Artes de Houston y la Tate Modern de Londres, han examinado su influencia en el surrealismo, la moda y como emblema de movimientos sociales como el feminismo y los derechos de los homosexuales.

Diseñado por Rockwell Group, el patio de la Casa Roja ha sido restaurado para reflejar las ...

Diseñado por Rockwell Group, el patio de la Casa Roja ha sido restaurado para reflejar las diversas generaciones que vivieron en la casa. Un joven árbol de toronja, tema del mural de Frida en la cocina, se encuentra en una maceta de piedra de Cantera, elaborada por los famosos talladores de piedra de la ciudad de Escolásticas. Frente al árbol, un tallado en el piso de piedra representa una de las alfombras personales de Cristina Kahlo que solía estar en la entrada de la casa, dando la bienvenida a todos.

Fotografía de Rafael Gamo for Rockwell Group

Aún así, hay aspectos de Kahlo que el mundo no conoce. 

“Todo el mundo dice: ‘Oh, era muy resistente, muy valiente y muy fuerte, incluso a pesar del dolor físico. Nunca sonreía’. ¿Sabes qué? ¡Le faltaba un diente! Por eso nunca sonreía”, señala Mara de Anda, bisnieta de Kahlo, quien, junto con su madre, creó el nuevo Museo Casa Kahlo.

La importancia de la familia en la vida de Frida Kahlo

El museo se desarrolla como una memoria familiar a lo largo de las salas de la casa reconvertida, iluminando partes menos conocidas de la historia de Kahlo, como su personalidad, su infancia y las relaciones que mantenía con sus padres y hermanos

En el vestíbulo de entrada, un árbol genealógico traza el linaje de los Kahlo junto con fotos antiguas tomadas por Guillermo Kahlo, el padre de Frida, que se convirtió en fotógrafo profesional en México después de emigrar de Alemania. Cerca de allí hay una fotografía en gelatina de plata que muestra a una Frida de cuatro años, con cara dulce, vestido blanco y calcetines altos, y una de sus primeras obras de arte: una sencilla casa geométrica y un árbol bordados en un lienzo.

La madre de KahloMatilde Calderóncompró la casa que ocupa el museo en 1930, después de que Kahlo y Rivera se mudaran a la Casa Azul, situada a tres cuadras, en el barrio colonial de Coyoacán. La tradicional propiedad neocolonial mexicana, también conocida como la Casa Roja, pasó posteriormente de Calderón a sus cuatro hijas y luego a Cristina Kahlo, la única de las hermanas que tuvo hijos. 

Frida solo vivió en la casa durante unos meses, mientras se remodelaba su estudio en la Casa Azul, pero era una presencia constante, en su refugio del sótano y en la cocina junto a Cristina, a quien llamaba su media naranja, según recuerdan sus familiares.

El museo cuenta con pocas obras reales de Kahlo, a diferencia de la Casa Azul, gestionada por un fideicomiso administrado por el banco central mexicano, pero las dos piezas expuestas son representativas de su estilo y sus temas habituales

Charola de amapolas, un exuberante bodegón que Kahlo pintó en una fuente cuando era adolescente, presagia su interés por los motivos naturales a los que volvería a lo largo de su carrera. En la pared de la cocina se encuentra el único mural conocido de Kahlo, que representa una bandada de gorriones sosteniendo una cinta con un epígrafe irónico que describe la habitación como un lugar de reunión para gorrones.

Gran parte de la colección, incluidas las cartas enviadas entre Kahlo y su familia, procede de un archivo que Isolda Pinedo Kahlo, la hija de Cristina, acumuló durante décadas en la Casa Roja, donde vivía. Otras cartas fueron cedidas por el Museo Nacional de Mujeres en las Artes de Washington, que conserva un tesoro de escritos de Frida Kahlo que ella dejó a su médico tras su muerte. 

En conjunto, el volumen de la correspondencia es tan grande (según algunas estimaciones, Kahlo escribía dos o tres cartas cada día de su vida) que los expertos la consideran ahora tanto una productora de literatura como una pintora.

Encontrarás a una Frida muy cariñosa, una Frida muy generosa. Siempre tuvo sentido del humor”, dice Adriana Miranda, curadora jefe del Museo Casa Kahlo.

Las primeras cartas, enviadas tras la mudanza de Kahlo con Rivera a Estados Unidos, donde él había recibido el encargo de pintar murales en Detroit, Nueva York y San Francisco, reflejan la nostalgia de la joven de 22 años. 

“¿Cómo están mis animalitos?”, escribe en una. “Dale más golosinas al gatito amarillo que al resto”. En otra, escrita meses antes de su muerte en 1954, Kahlo lamenta sus propios problemas de infertilidad mientras celebra el nacimiento de la hija de Isolda: “Sabes cuánto te quiero, ahora aún más, porque habiéndote entregado, me das a tu niña, y ahora tengo dos amores. Los mismos que quería tener vivos en mi vientre hace muchos años”.

Habitualmente, firma con un apodo: Fridu, tía Fisita o Friduchi.

Las cartas “cambiaron por completo el panorama” de lo que se sabía sobre la vida de Kahlo, asegura Luis-Martín Lozano, destacado estudioso de Kahlo y exdirector del Museo de Arte Moderno de México. En 2007, Lozano fue el primer historiador de arte al que Mara Romeo, hija de Isolda, y Mara de Anda, su hija, conocidas juntas como las Maras, le dieron acceso ilimitado a los archivos familiares. Su investigación se publicó en el libro Frida Kahlo: El círculo de los afectos.

“Descubrimos que su familia era extremadamente importante para Kahlo”, sostiene Lozano en una entrevista. “No importaba que tuviera una vida internacional muy interesante, que fuera artista, que fuera comunista, que tuviera relaciones bisexuales. Tenía una familia que era su ancla”.

“Como experto, esto resulta interesante porque explica muchas cosas que suceden en las pinturas. El simbolismo de muchos aspectos de sus pinturas está relacionado con estos afectos personales”, continúa.

Frida Kahlo como ícono cultural

La inauguración del museo se produce en un momento en que el valor de la marca Frida Kahlo alcanza cotas extraordinarias. El próximo mes, se espera que la pintura de Kahlo de 1940El sueño (La cama), que la representa envuelta en enredaderas mientras yace en una cama bajo un esqueleto, se venda por entre 40 y 60 millones de dólares en una subasta de Sotheby's, lo que batiría su propio récord del precio más alto pagado en una subasta por una obra de arte latinoamericana.

La propiedad de las marcas registradas que controlan el nombre y la imagen de Kahlo ha sido objeto de controversia. Tras la muerte de Kahlo, sus derechos de propiedad intelectual según la legislación mexicana pasaron a manos de Isolda y, posteriormente, a una empresa de licencias que Romeo fundó junto con un empresario venezolano. 

Sin embargo, la rápida comercialización de la artista que siguió a su muerte provocó disputas entre la familia y el grupo. En 2018, Romeo presentó una demanda después de que Mattel anunciara sus planes de lanzar una Barbie inspirada en Kahlo, y consiguió una orden judicial que suspendió temporalmente su venta en México. La muñeca, dijo Romeo en ese momento, “debería haber sido una muñeca mucho más mexicana, con la piel más oscura, una sola ceja y no tan delgada, porque Frida no era tan delgada”.

“Nuestro objetivo como familia siempre ha sido proteger a Frida y enseñar sobre ella”, dice de Anda.

La adaptación de la Casa Roja como museo es el paso más importante que han dado hasta ahora para remodelar el legado de Kahlo. El proyecto lleva 20 años en marcha, explica de Anda, durante los cuales ella y su madre han clasificado los recuerdos de su abuela y los han catalogado para su exposición. 

El jardín central de la casa se reconfiguró como un patio para poder acoger mejor a las multitudes que se esperan, y se añadió una escalera bien iluminada que desciende al sótano. Hace dos años, en un último acto de preparación, la familia encontró un nuevo hogar para Romeo, que aún vivía en la Casa Roja.

“Eso es lo mágico de esta casa, la responsabilidad que tenemos como familia de compartirla con el mundo”, dice de Anda. “Tenemos que contar la historia real, con las cartas reales, con las cosas reales que le pertenecen a ella, a su familia”.

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