Los lobos gigantes existieron y eran más extraños de lo que se creía

Un estudio reciente analizó el ADN del extinto lobo gigante y aportó datos sorprendentes: el animal carnívoro, que se hizo conocido como mascota de los personajes de "Game of Thrones", no tenía un parentesco directo con los lobos.

Por Andrea Anderson
Publicado 15 ene 2021, 13:46 GMT-3
Lobos gigantes, con pelaje rojizo, se enfrentan con lobos grises. Esta imagen fue creada por el ...

Lobos gigantes, con pelaje rojizo, se enfrentan con lobos grises. Esta imagen fue creada por el artista Mauricio Anton en 2020, luego de consultar a expertos, según quienes es probable que los animales hayan tenido un pelaje más rojizo de lo que se pensaba. Así lo ha demostrado una nueva investigación que ubica a los lobos gigantes en el mismo "grupo filogenético" que los cuones y lobos etíopes.

Fotografía de Ilustración de Mauricio Anton

Los lobos gigantes ya eran una criatura enigmática antes de aparecer como mascotas en la serie Game of Thrones. Pesaban casi 70 kg, más de lo que pesan los lobos grises más grandes del mundo actual. Además, se desplazaban por una extensa área del continente americano y se alimentaban de una gran variedad de animales que hoy ya no existen, como los caballos de la Edad de Hielo y los perezosos terrestres.

Pero no se sabe mucho acerca de estos lobos. ¿De dónde vienen? ¿Qué relación tenían con los lobos grises actuales? ¿Y por qué se extinguieron hace unos 13.000 años, después de haber sobrevivido durante cientos de milenios?

En el primer estudio que se llevó a cabo recientemente, los investigadores analizaron varios genomas completos de estos animales, y los datos fueron reveladores. A pesar de su aspecto similar, los lobos gigantes no tenían vínculos genéticos estrechos con el lobo gris (Canis lupus), sino que eran parientes lejanos, que habían evolucionado por separado en el continente americano.

"Los lobos gigantes y los lobos grises tienen un aspecto muy similar morfológicamente, pero la genética confirma que no están emparentados de forma directa", explica Angela Perri, arqueóloga de la Universidad de Durham y coautora de un artículo sobre la genética del lobo gigante publicado el miércoles en la revista Nature.

Los nuevos hallazgos elucidan las relaciones entre los miembros de la familia de los cánidos, y ubica a los lobos gigantes (Canis dirus) en una rama del Nuevo Mundo que se desvinculó de los antepasados ​​del lobo gris hace unos 5,5 millones de años; además, acentúa el enigma que existe en torno a la evolución del lobo gigante y su desaparición.

"La pregunta ahora es: ¿Su extinción se relaciona con el cambio climático y ambiental, con los humanos, otros lobos y perros, y las enfermedades que estos pudieron haber difundido?", expresa Perri.

Una reconstrucción del Canis dirus junto a un grupo de mamuts colombinos del 2008. Esta imagen utilizó el mismo patrón del pelaje de los lobos grises modernos, aunque el artista Mauricio Anton ya la ha remplazado con un pelaje más rojizo, como en la imagen anterior.

Fotografía de Mauricio Anton (Ilustración)

Una secuencia de dibujos del 2008 muestra la reconstrucción anatómica de los lobos terribles paso a paso. El único cambio importante desde entonces es que se cree que su pelo era marrón rojizo; la forma del cuerpo sigue siendo igual.

Fotografía de Mauricio Anton (Ilustración)

Lobo terrible

El lobo gigante, anteriormente ubicado dentro del género Aenocyon, que significa “terrible” o “espantoso”, ha tenido siempre fama de criatura enigmática, por su tamaño descomunal, sus dientes traseros feroces y su predilección por las presas herbívoras enormes. Fue apenas uno de los animales imponentes que una vez vagaron por el continente americano, junto con gatos enormes, osos de cara corta gigantes, perezosos y camellos, una variedad de criaturas extintas que no pudieron adaptarse a un mundo cambiante al terminar el período Pleistoceno.

De hecho, Perri ha tenido siempre un interés especial por el icónico lobo gigante -mucho antes de emprender el reciente estudio. “Una de mis mayores dudas ha sido si los lobos gigantes todavía existían cuando aparecieron los humanos en el conteniente americano” y si ambos llegaron a interactuar, sostiene Perri, quien también estudia las interacciones entre humanos y animales. 

Cuando comenzó el estudio del lobo gigante hace varios años, los investigadores sabían dónde podían encontrar fósiles este animal: La Brea Tar Pits, una icónica "trampa para depredadores" en lo que hoy es Los Ángeles.

Sin embargo, los intentos anteriores para extraer muestras significativas de ADN en este sitio (no solo de lobos gigantes, sino también de mamíferos dientes de sable y otros animales) habían sido un fracaso: las condiciones hostiles y la alta temperatura de este lugar carboniza y degrada el material genético. El equipo del estudio reciente tampoco tuvo demasiada suerte.

“El sitio es un hervidero, y eso atenta contra la preservación del ADN”, explica el coautor principal Greger Larson, director de la red de investigación de paleogenómica y bioarqueología de la Universidad de Oxford.

Pero no todo fue negativo. En La Brea, los investigadores también hallaron una muestra que aportó datos reveladores: una secuencia de proteína de colágeno que les permitió comparar a los lobos gigantes con los perros domésticos, lobos grises, coyotes y lobos africanos. ¿Y a qué conclusión llegaron? El lobo gigante tenía características muy diferentes.

En busca del lobo gigante

Pero hacían falta más datos, ya que la secuencia de una sola proteína no aporta la información suficiente para definir relaciones cánidas complejas, explica Laurent Frantz, investigador de la Universidad Queen Mary de Londres y la Universidad de Oxford y coautor del estudio.

Por lo tanto, en 2016, Perri comenzó a recorrer los Estados Unidos en busca de huesos de lobo gigante. Visitó museos y colecciones universitarias para examinar y recolectar fragmentos óseos con los que pudiera obtener el ADN necesario para los análisis genéticos.

El viaje no fue sencillo. Imagínate tener que explicarle al empleado de seguridad del aeropuerto por qué llevas una bolsa llena de dientes astillados, fragmentos de huesos, un taladro y dispositivos electrónicos de medición, cuenta Perri riéndose. Pero la búsqueda resultó productiva. Y como sospechaba, algunos investigadores ya contaban con muestras de lobos gigantes sin siquiera saberlo.

“Como morfológicamente son muy similares a los lobos grises, muchos desconocen que tienen lobos gigantes en sus colecciones. Y suelen usar simplemente la denominación 'Lobo'”, explica Perri. "Recorrí todo el país, revolví casas viejas ... y me pasé varios días sola investigando en los sótanos".

Junto con un grupo de colaboradores, ella y sus colegas finalmente lograron crear perfiles genéticos para cinco lobos gigantes representativos de Ohio, Idaho, Tennessee y Wyoming.

La muestra más antigua tenía al menos 50.000 años. La más joven parecía tener apenas 12.000 años, lo que sugiere que algunos lobos gigantes coincidieron con los lobos grises, coyotes, cuones, zorros grises y quizás los primeros humanos.

Los investigadores examinaron los genomas del lobo gigante junto con las secuencias disponibles del lobo gris, el coyote, el cuón, el zorro gris, el lobo africano, el lobo etíope, el perro salvaje africano y el zorro andino, junto con nuevas secuencias para el chacal de lomo negro y el chacal de rayas laterales (ambos de África).

Luego de analizar detenidamente la genética de los árboles genealógicos, el equipo demostró que el lobo gigante tenía una relación lejana con otros lobos, y que el vínculo más estrecho era con el chacal de lomo negro y el chacal de rayas laterales.

Los investigadores estiman que la separación del lobo gigante de la rama que derivó en los lobos grises ocurrió hace unos 5,5 millones de años, y que el lobo gigante se mantuvo aislado a pesar de haber compartido posteriormente territorio con otras especies de cánidos durante miles de años. Y explican que no es común que ocurra esta separación genética entre especies de cánidos relacionados, pues a menudo se cruzan.

Los rasgos del lobo

Tras conocer los nuevos datos genéticos, el paleoartista Mauricio Anton decidió ilustrar una nueva versión del lobo gigante, diferente a la que había dibujado en el pasado. El pelaje largo y oscuro, por ejemplo, ya no era correcto, ya que se cree que este y otros rasgos fueron adoptados por las poblaciones de lobos norteamericanas al mezclarse con otros cánidos en el continente, algo que, aparentemente, no ocurrió con los lobos gigantes. Con respecto a las demás similitudes externas, como la cabeza y el cuerpo lobezno, el artista no realizó modificaciones.

Según los expertos, más allá de las cuestiones vinculadas con el origen del lobo gigante y el contexto de extinción, los hallazgos apuntan a la evolución independiente de rasgos muy similares en los lobos gigantes y los lobos grises, y señalan los beneficios adaptativos de un cuerpo morfológicamente similar al del lobo.

“El hecho de que la forma del cuerpo sea tan parecida a pesar de haber vivido en tiempos diferentes indica que el cuerpo del lobo es una configuración muy favorable, y claramente lo ha sido durante mucho tiempo”, explica el arqueólogo antropológico de la Universidad de Alberta, Robert. Losey, quien no participó en el estudio.

Pero, de todos modos, estas ventajas no pudieron evitar la extinción del lobo gigante. El equipo cree que es posible que las especies caninas y los lobos que llegaron más tarde hayan superado a los lobos gigantes o hayan propagado enfermedades que les causaron daños irreversibles. Perri agrega que el cambio climático también podría haber sido un factor determinante.

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