Logran documentar a la abeja más grande del mundo, que se creía extinta

La abeja gigante de Wallace había desaparecido hace más de un siglo. Ahora ha regresado y, al menos un coleccionista, ya la está vendiendo por Internet.

Por Douglas Main
Publicado 25 feb 2019, 17:07 GMT-3
La abeja gigante de Wallace (“Megachile pluto”) tiene una envergadura de 6,2 cm y una mandíbula ...
La abeja gigante de Wallace (“Megachile pluto”) tiene una envergadura de 6,2 cm y una mandíbula grande como la de un ciervo volante (“Lucanus cervus”), que utiliza para obtener la resina de árbol con la que arma sus nidos.
Fotografía de Clay Bolt

La abeja más grande del mundo también parece ser la más esquiva de todas. Fue descubierta por primera vez en 1859 por el destacado científico Alfred Russel Wallace, pero nadie logró volver a verla después, y se supuso que estaba extinta.

Pero la abeja gigante de Wallace (Megachile Pluto) no había desaparecido. En 1981, un entomólogo llamado Adam Messer la buscó y la encontró en tres islas de Indonesia, en un archipiélago llamado Molucas del Norte. Recolectó un espécimen y en 1984 describió el hallazgo.

Ahora y por primera vez, el fotógrafo Clay Bolt y sus compañeros de equipo han logrado fotografiarla y filmarla en la naturaleza. Mientras tanto, en el último año, se han vendido dos ejemplares del insecto en eBay a miles de dólares, lo que significa que su supervivencia continúa en peligro.

La abeja, que alcanza una longitud de 3,8 centímetros y tiene una envergadura de 6,35 centímetros; tiene una mandíbula grande como la de ciervo volante. La usa para obtener la resina pegajosa de los árboles que le sirve para construir madrigueras dentro de los nidos de termitas, donde las hembras crían a sus hijos. Al igual que otras abejas, se alimenta de néctar y polen.

En 1984, Messer escribió que sigue siendo rara en su rango, y como esta abeja solitaria vive solamente sobre montículos de termitas, no es muy fácil de encontrar. En 1991, un investigador francés recolectó un ejemplar, pero en ese momento no la fotografió ni la filmó.

Bolt y su compañero de viaje Eli Wyman, biólogo de Princeton, se alegraron muchísimo al encontrar a la abeja durante una expedición en enero. Una de las cosas más notables de esta abeja hembra era el sonido de sus alas: "un zumbido lento y profundo que se podía escuchar e incluso sentir”, comenta Bolt.

Wyman comenta que podía sentir el desplazamiento del aire cuando la abeja volaba. "Una experiencia tan increíble y tangible que durante años solamente había vivido en mi imaginación", agrega.

Muchos se han sentido atraídos por el insecto, entre ellos, Nicolas Vereecken, un entomólogo y ecólogo de la Universidad de Bruselas. Estudia la diversidad de abejas y, naturalmente, estaba interesado en ver a las más grandes del mundo. Hace más de una década, estuvo detrás del espécimen recolectado por el propio Wallace, que se encuentra en el Oxford Natural History Museum.

El espécimen original de la abeja gigante de Wallace, recolectado por Alfred Russel Wallace.
Fotografía de Robert Clark, Nat Geo Image Collection

Eso solo le aumentó las ganas de aprender más. A principios del año pasado, en el Naturalis Biodiversity Center en los Países Bajos, se topó con un espécimen recolectado en 1991 por un investigador francés llamado Roch Desmier de Chenon. (Muchos en Francia pensaban que el hombre estaba muerto, pero Vereecken se sorprendió y se alegró de que De Chenon estuviera vivo y en Australia).

El mismo día, Vereecken descubrió que un coleccionista vendía un espécimen de Megachile Pluto por internet en eBay (finalmente se vendió por 9.100 dólares). Más tarde, en 2018, el mismo coleccionista vendió otro por un par de miles de dólares. La abeja, al parecer, todavía estaba vigente.

Vereecken no puede creer que este insecto se haya vendido por Internet, y es posible que se comercialice también por medio de otras vías menos visibles. En un estudio publicado en diciembre en el Journal of Insect Conservation, Vereecken describió estas ventas.

Actualmente, es legal vender esta especie a otros países, ya que el animal no está protegido por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro de Extinción, que rige el comercio internacional de especies amenazadas. Hoy en día, la abeja gigante de Wallace solo se clasifica "vulnerable" de acuerdo con la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), que establece los estados de conservación de los animales en todo el mundo. Vereecken y otros biólogos piensan que debería considerarse en peligro de extinción, al menos, teniendo en cuenta lo rara que es y que su rango es más pequeño de lo que se pensaba. Vereecken está haciendo todo lo posible para que se reconsidere el estado de esta abeja, aunque se requerirá de una mayor investigación.

La deforestación y la pérdida de hábitat también afectan a la abeja de Wallace. El informe del hallazgo apareció poco después de la publicación de un estudio a nivel mundial que muestra que las especies de insectos están disminuyendo en todo el mundo.

En enero, Bolt viajó a Indonesia con Wyman, el biólogo australiano Simon Robson y el escritor Glen Chilton. Durante cinco días, buscaron montículos de termitas en los árboles, en la temporada de lluvias; al no encontrar nada, el equipo comenzó a sentirse un poco desanimado. Bolt comenta que estuvieron a punto de resignarse, cuando encontraron un último nido, que tenía un agujero de resina dentro.

Después de que varios miembros del grupo subieron para echar un vistazo, quedó claro que en el agujero había una abeja. Pusieron un tubo de recolección en la salida, y pronto vieron salir una gigante de Wallace hembra.

"Gritamos como locos y nos abrazamos", dice Robson. Después de fotografiarla y grabarla, la soltaron y devolvieron al nido. A diferencia de algunos de sus parientes, la abeja parecía "muy relajada" y para nada agresiva, agrega Bolt.

Roch Desmier de Chenon, quien hoy tiene 80 años, estaba trabajando para el Indonesian Oil Palm Research Institute en 1991 cuando decidió buscar la abeja gigante de Wallace en la isla de Halmahera. Los lugareños, algunos de los cuales estaban familiarizados con la abeja, lo llevaron hasta un árbol donde los insectos recolectaban savia. Afirma que a lo largo de su investigación vio entre 20 y 30 abejas, pero solo recolectó una.

"Me sentí muy feliz al encontrarla porque sabía que era un gran descubrimiento", expresa de Chenon, pero no publicó su trabajo, en parte porque temía que los recolectores usaran la información con fines deshonestos. Ahora lamenta no haberlo publicado.

De hecho, por un lado, publicar el descubrimiento del insecto podría conllevar un riesgo, considerando que se ha vendido por internet, comenta Robin Moore, de Global Wildlife Conservation, quien ayudó a organizar el viaje. Pero en realidad, los coleccionistas inescrupulosos ya saben que el animal existe.

Por lo tanto, difundir el hallazgo y advertir acerca de lo rara que es esta especie podría ayudar al gobierno local y a varias partes interesadas a respaldar su protección.

"Podremos encontrar a la abeja, pero si no hacemos algo más, continuará en los confines de la oscuridad", sostiene Bolt.

Nota del editor: Esta nota se actualizó el 21 de febrero, con el aporte de Roch Desmier de Chenon.

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