
Los científicos identifican cuatro puntos de inflexión clave para el cerebro a medida que envejecemos
Las imágenes de tensor de difusión en color revelan las autopistas de materia blanca del cerebro, que transportan señales entre las distintas regiones. Al rastrear cómo se mueve el agua a lo largo de estas fibras, los científicos pueden trazar un mapa de cómo se fortalece, cambia y se descompone el cableado del cerebro a lo largo de la vida.
No es ningún secreto que nuestro cerebro cambia a medida que envejecemos. La facilidad con la que formamos nuevas conexiones, ya sea aprendiendo un idioma o adquiriendo una nueva habilidad, cambia a lo largo de la vida. Pero ahora los científicos están demostrando lo drásticos y sistemáticos que son realmente esos cambios.
Un nuevo estudio de la Universidad de Cambridge ha identificado cinco fases distintas del desarrollo cerebral a lo largo de la vida humana. Las fases están marcadas por cuatro puntos de inflexión: a los 9, 32, 66 y 83 años, cuando se produce un cambio en las conexiones cerebrales. “Se espera que el cerebro haga cosas diferentes en distintos momentos”, explica Alexa Mousley, investigadora asociada de la Universidad de Cambridge y autora principal del estudio. “Estas fases demuestran que el desarrollo del cerebro no es lineal”.
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Para descubrir estas etapas, los investigadores estudiaron los datos de escáneres cerebrales de casi 4000 personas con el fin de identificar dónde se encuentra la mielina (la capa aislante grasa que acelera las señales eléctricas a lo largo de las fibras nerviosas) y el movimiento del agua a lo largo de esas fibras, lo que ayuda a revelar cómo se conectan las diferentes regiones. “Básicamente, la mielina aísla la conexión, haciéndola más rápida”, explica Mousley.
Al mapear estas características desde la infancia hasta los 90 años, el equipo reveló cómo las vías de comunicación del cerebro se fortalecen, se estabilizan y, finalmente, se deterioran siguiendo patrones reconocibles.
Estos patrones pueden ayudar a los investigadores a identificar por qué ciertos problemas de salud mental se desarrollan en momentos específicos de la vida y proporcionar un punto de referencia para evaluar la capacidad cognitiva. Esto es lo que ocurre dentro del cerebro en cada etapa.
De la infancia a la niñez (0-9): cómo se reconfigura el cerebro
La primera infancia se considera a menudo un periodo de aprendizaje rápido, pero el equipo de investigación descubrió que, en realidad, el cerebro se vuelve menos eficiente durante este periodo. Entre el nacimiento y los nueve años, el número de sinapsis (las uniones que permiten a las neuronas transmitir señales) disminuye a medida que el niño crece. Solo sobreviven las sinapsis más activas, un proceso de poda que ayuda a optimizar los circuitos del cerebro.
Al mismo tiempo, la materia blanca, áreas donde la mielina ayuda a transmitir señales, y la materia gris, áreas llenas de neuronas, aumentan rápidamente. Juntas, la materia blanca y la materia gris trabajan para facilitar habilidades cognitivas críticas, incluyendo el aprendizaje y la memoria.
“Sabemos por trabajos anteriores que cosas como la demencia y la salud mental están relacionadas con la forma en que está conectado el cerebro”, añade Mousley. Aunque los investigadores no pueden afirmar de manera definitiva que estos patrones de conexión estén relacionados con los trastornos de salud mental que aparecen en la infancia, “es una hipótesis razonable, pero aún no se ha explorado directamente”, aclara.

Una ilustración que representa un cerebro y cómo podría sentirse una oleada de dopamina.
Adolescencia (9-32): cuando el cerebro alcanza su máxima eficiencia
Cuando una persona llega a los 30 años, su cerebro alcanza un periodo de máxima eficiencia: las regiones de ese órgano utilizan las vías más directas para comunicarse. La materia blanca sigue aumentando y las conexiones entre las distintas partes del cerebro siguen las vías más eficientes.
Sin embargo, según Mousley, esto no es intrínsecamente mejor que las otras fases: “No significa necesariamente que lo que ocurre en fases posteriores sea, entre comillas, malo. Simplemente es un momento diferente”.
Quizás la conclusión más sorprendente del estudio es que la adolescencia se prolonga mucho más de lo que solemos imaginar. Según cómo se forma y perfecciona el cerebro, esta etapa de desarrollo dura aproximadamente hasta los 32 años.
Pero esta distinción se basa en la eficiencia del cerebro para establecer conexiones, no en el comportamiento, señala Mousley. “Nada en nuestro trabajo sugiere que debas comportarte como un adolescente hasta los 30 años”, aclara.
En comparación con otros mamíferos, señala Mousley, los humanos tardamos mucho tiempo en llegar a la adolescencia. “La idea de que no alcanzamos nuestro máximo potencial hasta principios de los 30 años es mucho, mucho tiempo”, afirma. “Estamos viendo que es algo que nos diferencia como seres humanos. Hay algunas teorías que sostienen que esta es la razón por la que los seres humanos somos tan diversos, que el hecho de que este desarrollo sea lento nos permite establecer conexiones más complejas que otras especies”.
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Adultos (32-66): por qué el cerebro adulto entra en una larga meseta
La edad adulta marca el tramo más largo y estable del desarrollo cerebral. Los investigadores descubrieron que “no hay cambios importantes en la reconfiguración estructural durante esas tres décadas”, detalla Mousley. “Se producen cambios, pero ninguno destaca especialmente”.
En cambio, el cerebro se estabiliza en una larga meseta: las vías de comunicación se mantienen estables y la rápida poda y el ajuste fino de los años anteriores se van reduciendo. Otros estudios han demostrado que la personalidad y la inteligencia se estabilizan durante este periodo.
Envejecimiento temprano (66-83): cómo se deteriora el cableado del cerebro
Alrededor de los 66 años, el cerebro entra en un periodo en el que su cableado comienza a deteriorarse. La materia blanca comienza a degenerarse más rápidamente durante las primeras etapas del envejecimiento.
Como resultado, la red cerebral se vuelve más agrupada: las regiones se comunican de manera eficiente dentro de grupos pequeños y muy unidos, pero se comunican con menos facilidad en todo el sistema. “La segregación en grupos pequeños y bien conectados está aumentando”, indica Mousley. Este periodo se ha asociado con una mayor incidencia de demencia e hipertensión en otras investigaciones.
Envejecimiento tardío (83-90): cuando la red cerebral se fragmenta
En la fase final, la red de comunicación del cerebro se fragmenta aún más. Mousley compara la fase de envejecimiento tardío con las rutas de autobús: algunos autobuses dejan de funcionar, por lo que los viajes que antes requerían una sola línea directa ahora requieren múltiples transbordos.
“Lo que sospechamos que está sucediendo es que hay una reducción de la conectividad y, potencialmente, menos conexiones”, indica Mousley. “Por lo tanto, para transmitir la información a través del cerebro mediante las conexiones estructurales, ciertas regiones cobran gran importancia en ese proceso”.
Qué significan realmente estos hitos de la edad para tu cerebro
Dado que este estudio refleja los promedios de la población, estos puntos de inflexión no deben interpretarse como hitos precisos. La mayoría de las personas no sentirán de repente un cambio cognitivo notable al cumplir 66 años.
“Si vas al médico y le pides un medicamento, no quiero lo que le recetan a una persona de 40 años de edad promedio”, dice Richard Betzel, neurocientífico de la Universidad de Minnesota que no participó en el estudio. “Quiero algo que se adapte a mis necesidades específicas. No todas las personas se encuentran exactamente en ese punto medio”.
Aun así, estas edades pueden servir como puntos de referencia útiles a medida que los científicos aprenden más sobre qué conexiones cerebrales se fortalecen o se debilitan durante cada fase y cómo esos cambios se relacionan con el aprendizaje, la personalidad y la salud mental.
“Quizás sea útil decir: ‘Me estoy acercando a una de estas transiciones. Veamos qué pasa’. Esto obliga a las personas que, de otro modo, no reflexionarían sobre la salud de su cerebro, a dar un pequeño empujón para hacerlo”, dice Betzel. “Así que puedo ver que eso es un efecto involuntario muy poderoso”.