Alternativas sustentables a las típicas bolsas de agradecimiento de plástico de los Barrios Chinos

A medida que más ciudades restringen las bolsas hechas de plástico de un solo uso por motivos ambientales, los diseñadores ofrecen opciones duraderas que puedan preservar el valor cultural de estos tradicionales artículos.

Por Bonnie Tsui
FOTOGRAFÍAS DE Andria Lo
Publicado 9 ene 2019, 14:06 GMT-2
Las bolsas de plástico conllevan un dejo de nostalgia en algunas comunidades asiático-americanas, tanto por sus ...
Las bolsas de plástico conllevan un dejo de nostalgia en algunas comunidades asiático-americanas, tanto por sus diseños como por el hecho de ser símbolos del ahorro que implica la reutilización. A medida que las bolsas de plástico de un solo uso dejan de utilizarse debido a las preocupaciones ambientales, los diseñadores, como por ejemplo Baggu, están reimaginándolas como bolsas reutilizables que aún transmitan su carga cultural: el ahorro de los inmigrantes, el imaginario amigable, el deseo de encajar.
Fotografía de Andria Lo, National Geographic
Este artículo fue creado en colaboración con National Geographic Society. 

Durante mi infancia en Nueva York, en cada uno de los hogares de mis parientes chinos, había un cajón especial, armario, o pedacito de clóset destinado a guardar un producto básico muy preciado: la bolsa de plástico. Debido a que casi siempre se recibía una al hacer compras en el Barrio Chino de Manhattan o en el Flushing de Queens, la mayoría de las bolsas eran de un tono rojizo dado que, en nuestra cultura, este color significa suerte. Estas “bolsas de agradecimiento” denotaban gratitud por la compra, pero también servían como una especie de dije de la buena suerte portátil. La colección de estos elementos de un solo uso tiene un significado particular y práctico para mí: el afán de mi familia china-americana por el ahorro, esa ética inmigrante de “reutilicemos todo y no tiremos nada”.

Kathleen Tso y Vicki Ho, fundadoras de la revista Banana Magazine en el Barrio Chino de Nueva York, crearon una bolsa BAESIAN amarilla (“bae” por “amor” en lunfardo, y “Asian” por “asiática/o”) a fin de brindar a sus lectores una manera divertida de transmitir su orgullo asiático.
Fotografía de Andria Lo, National Geographic

Ahora vivo en California, el primer estado en prohibir las bolsas de plástico no-reutilizables. En los pocos años desde que se promulgó la ley que establece esta prohibición, aún veo bolsas de agradecimiento de plástico, pero ahora son más pesadas, y del tipo multiuso
Miles de negocios utilizan bolsas de agradecimiento en todo el mundo, por supuesto, pero las bolsas tienen un dejo especial de nostalgia para algunas comunidades. Con el transcurso de las décadas, muchos de los diseños utilizados en las bolsas se han ido asociando con esas comunidades, en especial con los Barrios Chinos, y se han readaptado en otros contextos. Las bolsas de agradecimiento también han sido vistas como símbolos del ahorro que implica la reutilización. A medida que se restringe el uso de las bolsas de plástico por motivos ambientalistas, los diseñadores están reimaginándolas con nuevos formatos que aún conlleven la importancia cultural: el ahorro de los inmigrantes, el imaginario amigable, el deseo de encajar. Estas bolsas más modernas utilizan la misma iconografía brillante de las antiguas bolsas de las compras (tonos rojos y rosas, caritas felices, caracteres chinos).    

Una alternativa más ecológica 

Para el diseñador Brandon Ly, el deseo de poder reutilizarlas ayudó a crear un nuevo tipo de bolsas. “Nuestra bolsa es bastante grande, por lo que la he usado para todo: para hacer las compras, cargar la ropa sucia, cargar mis pertenencias en viajes cortos… Lo que me parece correcto dado que en los hogares asiáticos como el mío casi nunca permitimos que una bolsa de plástico termine en la basura”, explicó.

Hace diez años, después de que San Francisco se convirtiera en la primera ciudad en prohibir las bolsas de plástico no reutilizables, la artista Lauren DiCioccio comenzó a coleccionar bolsas que veía por la ciudad y a hacer versiones bordadas de sus diseños.
Fotografía de Andria Lo, National Geographic

Su marca de productos californianos, Black Bean Grocery, ofrece un bolso de compras rosa reutilizable con el diseño de una ondulada caricatura de un “frijol feliz” y frases de buena suerte tradicionales, e incorpora caracteres chinos para desear “doble felicidad” y “fortuna” – “básicamente, estarías cargando un dije de la buena suerte gigante”, dice Ly. Este es su aporte a la próxima generación de la ya duradera asociación que se da entre las bolsas de agradecimiento y buena suerte en la comunidad china-americana.

La familia de Ly se dedica a las importaciones desde china y a la venta de productos en mercados chinos, por lo que él creció entendiendo el imaginario de los productos asiáticos y el diseño de los embalajes, lo que también ha inspirado a otros diseñadores.

Kathleen Tso y Vicki Ho fundaron la revista Banana Magazine en el Barrio Chino de Nueva York hace cinco años, mientras trabajaban juntas en la industria de la moda. “Estamos tratando de relatar una historia sobre lo que es surcar una identidad compartida, sobre tratar de resolver la fricción que hay entre Oriente y Occidente”, señaló Tso. La dupla acaba de crear una bolsa BAESIAN amarilla (“bae” por “amor” en lunfardo, y “Asian” por “asiática/o”) a fin de brindar a sus lectores una manera divertida de transmitir su orgullo asiático.

“Sentimos que parecían muy oriundas de ese lugar, pero que también eran lo suficientemente contemporáneas como para encajar con los lectores milenarios que compran la revista”, dijo Tso. “Los repetitivos textos me hacían acordar a cuando era niña y comprábamos comida china para llevar en el pequeño Barrio Chino de Plano, Texas. Y además me gusta el mensaje que se transmite al darnos algo de lo que estar orgullosos, mostrar orgullo y transmitir la herencia a nuestra propia manera”.

DiCioccio ansía que sus bolsas transmitan un mensaje desenfadado respecto de la ética de la reutilización y el ahorro.
Fotografía de Andria Lo, National Geographic

Las bolsas como signo de memoria cultural

Yo no siento nostalgia por estas bolsas. Fueron la esencia de mi niñez, y un producto funcional más que nada. Pero eso no significa que algo inspirado en ellas no pueda ser lindo, además de una fuente de orgullo. 

En el Proyecto “Chinatown Pretty” de Andria Lo, una famosa serie de fotografías de residentes mayores de distintos Barrios Chinos en todo su esplendor, hay gran variedad de estas bolsas que aparecen preponderantemente como si fuera una presentación de sí mismas. En Nueva York, un residente carga sobre su hombro una bolsa escocesa roja y rosa reutilizable; en San Francisco, un hombre vestido con un traje gris y corbata roja lleva una bolsa roja reutilizable; mientras que una mujer vestida con una camisa rosa de corderoy y sandalias con diamantes de imitación carga varios productos en la tan conocida bolsa de agradecimiento rosa (esta efectivamente contiene la palabra “Gracias”).   

En los últimos años, las etiquetas de casas de moda y ropa casual también han hecho referencia a las bolsas de agradecimiento de los Barrios Chinos en modos irónicos y subversivos. Si bien Tso dice que siempre se ha sentido atraída por los diseños simples, con tipografía en negrita, que aparecían en las bolsas de agradecimiento, tiene sentimientos encontrados respecto de su uso por parte de empresas no asiáticas. ¿Cuál es la respuesta de Ly frente al imaginario que parece culturalmente robado? “Llenar el mercado con cosas propias”. 

Al principio, me resistía a la idea de que las bolsas de plástico de agradecimiento baratas pudieran ser consideradas un accesorio asiático, o que pudieran estar de moda de alguna manera. Las bolsas de plástico eran algo raro en los setenta, pero fueron rápidamente adoptadas por los supermercados y restaurantes alrededor del mundo. En el Barrio Chino, la opción de una bolsa para entregar comida comenzó como algo consciente: utilizar símbolos tradicionales y mensajes amigables junto con imágenes sacadas de otras partes de la cultura americana (como, por ejemplo, la carita feliz) a fin de tratar de atraer a la audiencia blanca y como respuesta al racismo que existía en el resto del mundo. Desde entonces, estas bolsas han alcanzado un estatus icónico y cursi a la vez. Las visuales han sido incorporadas a todo tipo de mercancías, desde remeras hasta balones.

La elección de los colores le habla a la comunidad. En un relato fotográfico recientemente publicado por el New York Times, “Las bolsas rojas del Barrio Chino”, el fotógrafo James Prochnik describe a las bolsas como “faroles chinos, rellenos con luz solar, pescado y esperanzas”.

Por un lado, esto parece excesivamente romántico. Pero el punto de Prochnik es el siguiente: en otros barrios, las bolsas son de tantos colores que no tienen ningún significado. Las cosas son diferentes en el Barrio Chino; las bolsas rojas son un símbolo de continuidad e identidad, en un lugar en donde esas cosas suelen verse amenazadas.

Para él, hay belleza en este artículo ordinario que es un significante cultural (incluso cuando apoya las razones ambientalistas para prohibir el uso de los plásticos no reutilizables). Si bien lo justifica, dice que “será una gran pérdida cuando desaparezcan por completo”.

El Diseño rosa y rojo es característico de los Barrios Chinos de California, en donde vive Baggu.
Fotografía de Andria Lo, National Geographic

En el 2015, Margaret Chin, miembro del consejo de la ciudad de Nueva York, como representante del Distrito 1 (Bajo Manhattan), donde está el Barrio Chino, fue la copatrocinadora de un proyecto de ley que pretendía establecer un precio sobre las bolsas de plástico no reutilizables. “En varias comunidades a lo largo de toda la ciudad, residentes con distintos orígenes étnicos dijeron estar listos para empezar a usar bolsas reutilizables”, mencionó. La medida no se aprobó, pero el estado dictó una ley que establece que los grandes minoristas deben recolectar bolsas usadas para reciclar. Los residentes de la Ciudad de Nueva York todavía utilizan 10 mil millones de bolsas de plástico por año, y para la ciudad esto implica un gasto de 12 millones de dólares en costos generados por los deshechos ya que las bolsas no son reciclables.   

A fin de reducir el impacto ambiental además de seguir rindiendo homenaje al significante cultural de las bolsas de agradecimiento, otros diseñadores están fabricando opciones reutilizables a gran escala. 

Hace diez años, después de que San Francisco se convirtiera en la primera ciudad en prohibir las bolsas de plástico no reutilizables, la artista Lauren DiCioccio comenzó a coleccionar bolsas que veía por la ciudad y a hacer bordados con sus diseños (entre ellos, una versión de la bolsa de agradecimiento rosa, con el diseño en rojo bordado sobre organza rosa). Quería resaltar su ubicuidad y belleza, y subrayar lo absurdo de su naturaleza desechable. Con el tiempo, DiCioccio comenzó a fabricar versiones económicas y duraderas de sus bolsas en San Francisco; se venden en línea y en locales de todo el país. 

Las versiones de las bolsas de agradecimiento reutilizables de DiCioccio se fabrican en San Francisco.
Fotografía de Andria Lo, National Geographic

Si bien son funcionales, DiCioccio ansía que sus bolsas transmitan un mensaje desenfadado respecto de la ética de la reutilización y el ahorro. Cuando muestra sus bolsas bordadas en las cajas de los locales, suele enfrentarse a un “grandioso momento de confusión que siempre termina en risas e inclinaciones de cabeza en señal de asentimiento”.

En el 2007, Emily Sugihara, la fundadora de Baggu, basó su diseño de bolsa reutilizable en la tradicional bolsa de plástico. Dado que no lograba conseguir un bolso reutilizable que fuera económico y duradero a la vez, ella y su madre decidieron fabricar uno propio. “Mi madre siempre ha sido una ferviente ecologista”, me contó. “Tenía una enorme cantidad de bolsas de plástico debajo de la pileta de la cocina, y un clóset que nadie quería abrir. Le pesaba psicológicamente”. 
A partir de entonces, la empresa ha vendido millones de bolsas reutilizables – Sugihara dice que una Baggu típica, si se utiliza durante un año, reemplaza entre 300 y 700 bolsas de plástico. Las versiones de agradecimiento de dicho diseño, personalizadas para cada local en particular, se ubican sistemáticamente entre los artículos más populares de esta empresa. 

Cuando DiCioccio muestra sus bolsas bordadas en las cajas de los locales, suele enfrentarse a un “grandioso momento de confusión que siempre termina en risas e inclinaciones de cabeza en señal de asentimiento”.
Fotografía de Andria Lo, National Geographic

Hoy en día, a escala global, se fabrican alrededor de un billón de bolsas de plástico por año. Sabemos que el plástico está ahogando a nuestro planeta. En muchos lugares, se están debatiendo y sancionando leyes de tarifas o prohibiciones sobre bolsas no reutilizables. Al mismo tiempo, la bolsa de las compras tiene una capacidad mayor que lo que suele contener: puede cargar consigo rastros culturales e históricos de una comunidad. Quizá, la bolsa reutilizable sea un modo de deshacerse del exceso de plástico y preservar la memoria cultural. 

National Geographic está comprometido con la reducción de la contaminación plástica. Esta historia forma parte de ¿Planeta o Plástico? —nuestra iniciativa plurianual para crear conciencia sobre la crisis global de residuos plásticos. Aprende qué puedes hacer para reducir tu uso de plásticos desechables y asumir también el compromiso de cuidar el planeta.

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