Cómo unos agricultores del país menos desarrollado del mundo plantaron 200 millones de árboles

En el árido Níger, al sur del Sahara, los agricultores que dejaron que los árboles talados volvieran a crecer en sus campos, han visto aumentar los rendimientos de los cultivos.

Los agricultores siembran semillas de mijo en un campo a las afueras de Aguié, en la región de Maradi, en Níger. En las últimas décadas, los agricultores locales han dejado que millones de árboles vuelvan a crecer en tierras que una vez habían sido arrasadas.

Fotografía de David Rose, Panos
Por Katarina Höije, Craig Welch
Publicado 13 may 2022, 04:24 GMT-3

Maradi, Níger. Durante siglos, unos bosques de gran riqueza se extendieron en esta región polvorienta y soleada al sur del Sahara. Había robustos algarrobos africanos, arbustos ralos y escasos grupos de espinas de invierno y tamarindos. Sin embargo, cuando Ali Neino era un niño, en la década de 1980, solamente un árbol solitario crecía en las tierras de su familia y de esa manera podía ver claramente el horizonte.

“No había vegetación entre el pueblo y los campos”, recuerda Neino, de 45 años. “No había árboles ni arbustos, nada”.

Décadas de sequía, desmonte y demanda de leña dejaron a Níger casi sin árboles. La agricultura intensiva para alimentar a la población de más rápido crecimiento del mundo provocó que los nuevos árboles no pudieran echar raíces. En la década de 1970, los esfuerzos del gobierno para reforestar fracasaron. Se plantaron 70 millones de árboles, pero menos del 20% sobrevivió.

En lugar de talar árboles, los agricultores en Níger ahora los dejan en pie y les permiten volver a crecer desde los tocones, sabiendo que el suelo a su alrededor retendrá más humedad y será fertilizado por las hojas. Aquí un agricultor inspecciona un árbol joven en la región de Tahoua.

Fotografía de Sven Torfin, Panos

Pero en un paseo reciente por la granja de su familia en las afueras de Dan Saga, Neino señaló los árboles que crecían por todas partes. Los troncos de acacias blanqueados por el sol sobresalían del suelo. Las ramas y las hojas caídas cubrían la tierra amarilla. Crecían cinco tipos de acacia. Había árboles frutales y un tipo de arbusto verrugoso conocido como dooki.

En los últimos 35 años, mientras los científicos rogaban a las naciones que se tomaran en serio la reactivación de los bosques, uno de los países más pobres de la Tierra, en una de las regiones más duras del planeta, sumó la asombrosa cantidad de 200 millones de árboles nuevos (tal vez más). A lo largo de al menos 4,8 millones de hectáreas en Níger, los bosques se han restablecido con poca ayuda externa, casi sin inversión económica y sin expulsar a la gente de sus tierras.

Los árboles aquí no fueron plantados, sino que fueron incentivados a regresar de forma natural, nutridos por miles de agricultores. Ahora, árboles frescos están apareciendo en un pueblo tras otro. Como resultado, los suelos son más fértiles y húmedos y los rendimientos de los cultivos han aumentado.

Los países vecinos ya están compitiendo para seguir el ejemplo de Níger, pero los expertos dicen que otros continentes también deberían seguir este modelo. “Es una historia realmente inspiradora”, comenta Sarah Wilson, investigadora forestal postdoctoral de la Universidad de Victoria, en Canadá, quien estudió el renacimiento forestal de Níger. “Es el tipo de restauración que queremos. Simplemente se extendió de agricultor a agricultor”.

Un regreso a las raíces

En estos días es raro encontrar a Neino en casa, donde su familia cultiva mijo, sorgo y maní. A menudo recibe a las delegaciones de otras aldeas que buscan aprender sobre la resurrección de las áreas boscosas de su región. O se va a Tahoua o a Agadez, en el centro de Níger, para enseñarle a los agricultores cómo hacerlo ellos mismos.

Para Neino, la recuperación arbórea del sur de Níger es clave para el futuro del país. La población de la nación, que ronda ahora los 25 millones de personas, está en camino a duplicarse en las próximas dos décadas. “La única manera de satisfacer las necesidades nutricionales de la creciente población de Níger es cambiando el sistema”, advierte.

Pero para entender cómo Níger recuperó sus árboles, es importante saber cómo el país los perdió.

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    El rebrote de Níger

    El sur de Níger ha visto un resurgimiento de los bosques a medida que más agricultores protegen los árboles en sus campos. El país ha agregado alrededor de 200 millones de árboles en los últimos 40 años.

    NIGERIA Christine Fellenz, equipo NG. Fuente: Mármol verde.

    Fotografía de Sven Torfin, Panos

    Níger, cuyo territorio es comparable al tamaño de Alemania y Francia combinadas, se extiende a ambos lados del Sahel, la zona de transición entre el desierto del norte de África y el bosque húmedo que se extiende desde el Atlántico hasta el Mar Rojo. El Sahara envuelve dos tercios del país, pero el oeste, a lo largo del fértil valle del río Níger, y el sur, cerca de la frontera con Nigeria, siempre tuvieron grandes grupos de árboles y arbustos.

    Gran parte de la población de Níger vivía en esta franja boscosa. Los árboles y arbustos proporcionaban sombra, retenían el agua en el suelo y dejaban caer forraje para el ganado. Los agricultores plantaban alrededor de los troncos, y cuando podaban los árboles para obtener leña u ocasionalmente los cortaban, los árboles volvían a brotar rápidamente de los tocones. En Zinder, una región en el sureste del país, una especie era venerada: la espina de invierno, que durante la temporada de lluvias se despoja de sus hojas que luego se descomponen nutriendo el suelo con nitrógeno, mientras deja entrar la luz solar.

    Pero a principios del siglo XX, los agrónomos traídos por los gobernantes coloniales franceses instaron a los agricultores a eliminar los árboles, a arrancar los árboles jóvenes y a arrancar los tocones. El gobierno, que buscaba exportar maní, quería comercializar el sector agrícola de Níger. Esto impulsó a las granjas a pasar del cultivo manual a los arados de acero tirados por animales. Eso dio como resultado campos ordenados con líneas rectas y surcos perfectos, que dejaron poco espacio para los árboles. Muchos en Níger empezaron a pensar que los árboles y los cultivos no deberían mezclarse.

    Cómo ha cambiado una parte de Níger

    Para la segunda mitad del siglo XX, la población del Níger ya independiente se había disparado. Una serie de terribles sequías, que comenzaron a fines de la década de 1960, condujeron a la pérdida de cosechas y a la hambruna. Los manantiales desaparecieron. Los pozos se secaron. Los agricultores siguieron talando más árboles para la agricultura, incluso cuando los suelos se estaban secando o perdiendo nutrientes. Las familias desesperadas recurrieron al último activo de la región: talaron los árboles restantes para venderlos en las ciudades cercanas como combustible para cocinar. Las mujeres y los niños caminaban horas para encontrar madera.

    Mira esta galería de imágenes que muestra cómo cambió esta región del Níger:

    Níger es un lugar difícil para cultivar cualquier cosa, incluso cuando hay sombra. Ahora bien, al quitar los árboles, las condiciones empeoran drásticamente. Las temperaturas regularmente superan los 37,7 °C y pueden alcanzar los 60 °C en la superficie del suelo. A mediados de la década de 1980, el país se enfrentó al colapso ecológico, pero dos acontecimientos paralelos alteraron su curso.

    En 1983, un grupo de hombres que habían viajado al extranjero para buscar trabajo durante la estación seca no regresaron a tiempo para quitar los troncos y plántulas de sus campos antes de la temporada de lluvias. No tuvieron más remedio que plantar a su alrededor. Rápidamente notaron algo extraño: los cultivos plantados cerca de los árboles jóvenes parecían crecer mejor y más rápido. Al año siguiente, volvió a suceder. Pronto, otros agricultores dejaron de despojar los campos.

    Las hojas que caían fertilizaban y mantenían el suelo húmedo. La vegetación bloqueó la arena que entraba desde el Sahara y protegió los cultivos del viento. “Fue como si hubiera cambiado todo el clima”, recuerda Maimouna Moussa, de 60 años, también de Dan Saga. Al año siguiente, Moussa ya estaba raleando y podando los tallos emergentes de estos árboles de rápido crecimiento, obteniendo así leña. Con el tiempo, sus cosechas de mijo se duplicaron.

    Fue alrededor de esta misma época, a principios de la década de 1980, a unos 80 kilómetros de distancia, que Tony Rinaudo tropezó con un tocón.

    Corriendo la voz

    Desde 1981, Rinaudo, un joven misionero de Australia, intentaba sin éxito plantar árboles en Maradi. Sabía que enfriarían el aire emitiendo humedad, proporcionarían sombra y potencialmente ayudarían a los cultivos. Pero plantar árboles era agotador y los nuevos en su mayoría murieron antes de que sus raíces pudieran alcanzar el nivel freático, a docenas de metros de profundidad. Los agricultores locales, que enfrentan la crisis día tras día, tenían poco interés en esperar años para que los árboles bebés florecieran y se convirtieran en algo útil. “Estaban más preocupados por el cultivo de alimentos”, recuerda Rinaudo.

    Un día, Rinaudo vio un arbusto en el desierto, un tallo nuevo y fresco que emergía de un tocón cortado. Fue entonces cuando se dio cuenta: “Ya había visto antes que los árboles cortados vuelven a crecer”, dice, “pero ésto simplemente me hizo ver la conexión: todos estos tocones pueden convertirse en árboles nuevamente”.

    Rinaudo se dio cuenta de que su enfoque había sido totalmente erróneo. No necesitaba un gran presupuesto, equipos de trabajo y un montón de árboles jóvenes. No necesitaba luchar contra el clima. Solo tenía que convencer a los agricultores de que confiaran en la naturaleza. Los humanos necesitaban correrse del medio. “La verdadera batalla era contra cómo la gente pensaba los árboles”, dice, “todo lo que necesitaban estaba a sus pies”.

    Sale Tari cuida sus acacias cerca de Aguié. Los árboles también dan leña y actúan como cortavientos que reducen la erosión del suelo en esta región árida.

    Fotografía de David Rose, Panos

    Nada de este enfoque era nuevo. La llamada regeneración natural gestionada por agricultores se venía practicando en las tierras secas de todo el mundo desde hace siglos. Se trataba, esencialmente, del modelo que los agricultores de Níger habían operado antes del colonialismo. Rinaudo solo buscó volver a popularizarlo y promoverlo, convencer a los agricultores de capitalizar las profundas raíces que sus antepasados habían dejado, tanto literal como figurativamente, en la tierra.

    En 1983, él comenzó a ofrecer comida a un puñado de familias a cambio de su colaboración para experimentar, no plantando árboles, sino dejándolos crecer de nuevo, al menos 8 por hectárea. Al principio fueron pocos los que aceptaron. Los agricultores se mostraron escépticos de que esto produjera más alimentos. Dejar crecer los árboles también era una invitación para los ladrones, que los robaban en la noche para venderlos como leña. En 1984, muchos agricultores, frustrados, comenzaron a talar sus propios árboles de nuevo.

    Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se arrepintieran. Casi de inmediato, para los pocos agricultores que mantuvieron el rumbo, “los rendimientos de los cultivos fueron mejores”, recuerda Rinaudo. La yuca, la batata y el sésamo crecieron mejor. Había más hojas, frutas y semillas comestibles. Las ramas caídas se utilizaban como leña y las mujeres y los niños ya no tenían que aventurarse lejos en busca de madera.

    Durante la siguiente docena de años, a fines de la década de 1990, Rinaudo visitó casi 100 aldeas, compartiendo la experiencia de su primer equipo. Los voluntarios del Cuerpo de Paz de Maradi hicieron lo mismo. Pronto, los agricultores estaban hablando entre ellos al respecto. Un movimiento comenzó a tomar forma, uno que Dennis Garrity, ex jefe del Centro Mundial de Agrosilvicultura en Nairobi, ahora considera “la transformación ambiental más excepcional en África”.

    Sin embargo, fuera de Níger, casi nadie se dio cuenta.

    Bosques amenazados

    Hoy los bosques están bajo presión en todos los continentes que tienen árboles. La tala y la quema de bosques para la ganadería amenazan los medios de vida de millones de personas, los suministros de agua y el hábitat de la vida silvestre.

    El cambio climático ha aumentado las sequías que matan árboles, las infestaciones de insectos y los incendios forestales. En dos informes importantes publicados recientemente, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) enfatizó nuevamente que proteger los bosques que almacenan carbono y recuperar los degradados es esencial para frenar el calentamiento, junto con la reducción rápida de las emisiones de dióxido de carbono.

    Sin embargo, desde Asia hasta América del Sur y la mayoría de los lugares entre ellos, los principales esfuerzos de los gobiernos, las empresas y las organizaciones sin fines de lucro para plantar árboles han estado plagados de problemas. Muchos programas de plantación de árboles desperdician millones de dólares, destruyen inadvertidamente tierras prístinas o resultan en millones de plántulas muertas. En algunos casos, se está invirtiendo dinero en proyectos de plantación de árboles con antecedentes de mala calidad.

    La transición de Níger no se enfrentó a ninguna de esas cuestiones. Y, sin embargo, su propagación fue tan orgánica que el mundo tardó décadas en verla. Aun así, el descubrimiento ocurrió casi por accidente.

    Los pastores llevan sus ganados a un lago en tierras donde los agricultores han permitido que los árboles se regeneren. Su sombra ralentiza la evaporación, manteniendo el agua en el suelo, elevando el nivel freático y permitiendo la acumulación permanente de agua.

    Fotografía de Sven Torfinn, Panos Pictures

    En junio de 2004, el científico forestal holandés Chris Reij llegó a Níger para hacer una presentación. Un decano de la Universidad de Niamey, la capital nigerina, mencionó una tendencia intrigante: los agricultores de Maradi estaban protegiendo los árboles. Así que Reij se dirigió al campo.

    Reij había trabajado en África Occidental de forma intermitente desde finales de la década de 1970 y había visitado Maradi en 1988. “Era un lugar bastante desolado” entonces, recuerda. Lo que vio en 2004 lo dejó boquiabierto. Dondequiera que miraba, brotaban árboles jóvenes.

    Reij sospechaba que podría haber 10.000 hectáreas de árboles frescos, lo que en ese momento parecía mucho. Se puso en contacto con Gray Tappan, del Servicio Geológico de los Estados Unidos, un geógrafo que mapea el uso de la tierra y la vegetación. Tappan había vivido en Senegal y pasó años estudiando la región.

    En cuestión de semanas, Tappan estaba volando sobre Níger tomando fotografías con su cámara de 35 milímetros. Él también estaba atónito. Durante los siguientes dos años, Tappan, Reij y otros investigaron más a fondo, viajando desde el oeste de Níger casi hasta el lago Chad en el sureste.

    A pesar de los años que Tappan había pasado en el Sahel, no había oído nada sobre este cambio. Las imágenes satelitales no lo habían captado; la resolución no era lo suficientemente alta. “No me di cuenta de lo que estaba pasando hasta esas excursiones a través de Níger”, confiesa. El reverdecimiento pareció afectar el 80% de las tierras de cultivo del país.

    Para realmente comenzar a comprender su alcance, Tappan rastreó viejas fotografías aéreas de 1957 y 1975. Solo después de haber podido compararlas con sus nuevas imágenes se dio cuenta: “Esto es enorme”. Para 2009 pudo documentar un nuevo crecimiento en al menos 5 millones de hectáreas. Las excursiones le indicaron aproximadamente cuántos árboles había en una hectárea típica. Algunas aldeas tenían 20 veces más árboles que antes.

    Hoy, Tappan y sus colegas, basándose en los árboles que han visto aparecer en nuevas aldeas durante las visitas de campo adicionales, sospechan que la regeneración puede haberse expandido a casi 6 millones de hectáreas. Tappan cree que 200 millones es una estimación baja del número de árboles nuevos en Níger. Y el número sigue aumentando a medida que la tendencia se extiende.

    A diferencia de otros esfuerzos, este comenzó desde cero. Nadie está pagando a los agricultores por sus árboles. “Este reverdecimiento a gran escala es voluntario”, dice Reij. Y la evidencia sugiere que puede abordar los problemas ambientales y de seguridad alimentaria en Níger mucho mejor que las costosas campañas de plantación de árboles.

    Los agricultores trabajan entre los árboles baobab en una huerta de la región de Zinder. 

    Fotografía de Sven Torfinn, Panos Pictures

    La gran muralla verde

    Los líderes africanos han estado promoviendo la plantación de árboles desde la década de 1970 para combatir la deforestación y la desertificación. Esta solución, que sonaba simple, resultó problemática desde el principio. Los árboles plantados eran de una especie equivocada o necesitaban demasiado mantenimiento o las cabras los desenterraban o las comunidades locales arrancaban los árboles para vender la madera. En su mayoría, los árboles plantados murieron.

    Hace quince años, los líderes del gobierno de Níger redoblaron su apuesta. Preocupados por el avance del Sahara hacia el sur, y con la ayuda del Banco Mundial, propusieron un plan para plantar árboles con el fin de contener las arenas: la “Gran Muralla Verde”. Esta cinta de bosques se extendería a lo largo de 6.500 kilómetros en el Sahel.

    Muchos científicos eran y son escépticos, en parte debido a cómo el cambio climático está golpeando el Sahel. Las temperaturas de Níger están aumentando 1,5 veces más rápido que el promedio mundial. Las precipitaciones, una vez predecibles, fluctúan año tras año a medida que el aumento de las temperaturas del océano va alterando los patrones climáticos. Las precipitaciones son erráticas, llegan más tarde y en ráfagas que el suelo no puede absorber. Eso está haciendo que todo sea más seco y caliente, pero no necesariamente de una manera que una pared de árboles pueda bloquear. “El desierto no se está extendiendo como un frente”, dice Tappan. Se está propagando en parches, aquí y allá.

    Una campaña multimillonaria de plantación de árboles también descarta las lecciones del éxito de Níger. Más árboles son lo que de hecho el Sahel necesita, pero plantarlos es costoso y es poco probable que sea exitoso a largo plazo. En cambio, se podría alentar a los agricultores de todo el Sahel, y de otras partes de África, a dejar que los árboles vuelvan a crecer de forma natural. Los bosques precoloniales todavía están allí, sus raíces profundas enterradas en el suelo, esperando regenerarse por sí mismas. Hasta ahora, estos árboles regenerados están prosperando incluso a medida que va cambiando el clima.

    Los beneficios están ahí para que todos los vean. Liberadas ahora de las largas horas de búsqueda de madera, las mujeres de Níger están haciendo más medicamentos, aceites y jabón a partir de los árboles para complementar sus ingresos. Los escasos recursos de los últimos decenios han aumentado las tensiones entre los cultivadores y los pastores nómadas, pero ahora los árboles en Dan Saga están atrayendo a los pastores que disfrutan de la sombra, mientras que su ganado fertiliza los campos de cultivo con estiércol.

    Las regiones ricas en árboles en el sur de Níger están produciendo medio millón de toneladas adicionales de granos de cereales al año, lo suficiente para alimentar a 2,5 millones de personas más. En la granja familiar de Neino, “las cosechas de mijo se han quintuplicado”, dice. El sorgo y los árboles de maní también están mejor.

    “Antes, los agricultores a menudo tenían que sembrar sus cultivos dos o tres veces después de que fueran destruidos por los fuertes vientos que los cubrían con arena”, recuerda Aichatou Amadou, un agricultor de 50 años de Droum, en la región de Zinder. Ahora, “solo tengo que sembrar mi cosecha una vez”.

    Saidou Mallam Habou, también de Droum, dice: “Siento que ahora estamos usando las tierras de cultivo de manera mucho más eficiente que antes”.

    Una cosa buena urgente

    Para ser claros, Níger sigue siendo uno de los lugares del mundo más afectados por la inseguridad alimentaria. Puede que cultivar árboles no será suficiente para garantizar la comida a un país cuya población se está expandiendo a un ritmo vertiginoso, pero ciertamente puede ayudar.

    En los años 2005 y 2011, más sequías azotaron el país. El déficit de cereales de Níger alcanzó el medio millón de toneladas. Reij envió un equipo para examinar los datos alimenticios durante un período de varios años. Si bien muchos pequeños propietarios se enfrentaron a la ruina, los distritos densamente poblados que habían resucitado árboles todavía producían un excedente de varias toneladas.

    La interpretación de Reij: “Donde hay bajas densidades de población, la gente todavía siente que los recursos naturales son abundantes”. No tienen el incentivo de hacer el trabajo para gestionar los árboles. Pero las granjas que lo hacen son más resilientes.

    Es por eso que los ecologistas forestales están tratando de lograr que más países innoven al estilo de Níger. La organización cristiana sin fines de lucro World Vision, para la cual Rinaudo ha trabajado, envió agricultores senegaleses a Níger para que aprendan. Los agricultores regresaron a sus hogares y restauraron 60.700 hectáreas de bosques. Historias similares han surgido en Burkina Faso y Malí.

    Este enfoque se está expandiendo al África Oriental, a Tanzania, Kenia y Etiopía, pero también está atrayendo el interés de regiones fuera de África. Es barato, escala fácilmente y satisface las necesidades de los agricultores. Puede que no funcione en todas las situaciones, pero podría usarse mucho más. Recientemente, Tappan encontró árboles regenerándose de manera natural en casi 3 millones de hectáreas en Malawi, muchos con menos de 20 años de antigüedad.

    “Parte de la importancia del caso de Malawi es que este fue un fenómeno totalmente dirigido por los agricultores”, comenta Rinaudo. “No hay evidencia de influencia gubernamental, ONG u otra injerencia externa. Los agricultores simplemente vieron la necesidad y la oportunidad de volver a cultivar árboles desde los tocones y lo hicieron”.

    “La necesidad es bastante urgente”, continúa, “y el potencial es enorme”.

    Katarina Höije es una periodista independiente radicada en Abidjan, Costa de Marfil. Síguela en Twitter.

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