
Cómo comer demasiado azúcar en la infancia influye en la salud de por vida
No se trata solo de los dulces. Hoy en día, muchos de los alimentos que consumen los niños contienen azúcares añadidos. Comer todo ese azúcar de niño puede tener repercusiones en la salud desde la infancia hasta la edad adulta.
Los padres saben desde hace tiempo que el exceso de azúcar puede perjudicar la salud de sus hijos, pero cada vez son más las investigaciones que revelan hasta qué punto puede ser perjudicial. Un estudio reciente publicado en la revista Science en 2024 revela que los peligros persisten hasta la edad adulta, y que la hipertensión y la diabetes de tipo 2 son más frecuentes en los adultos expuestos a un mayor consumo de azúcares añadidos a edades tempranas.
Los resultados de este estudio y de otros dejan claro que el punto óptimo de azúcar está muy por debajo de lo que muchos niños consumen actualmente.
Aunque el exceso de azúcar también perjudica a los adultos, parece ser especialmente problemático a una edad en la que se están formando las preferencias alimentarias. “Si has estado expuesto a alimentos dulces a una edad temprana, es probable que los prefieras durante toda tu vida más que alguien que no lo ha estado”, dice Tadeja Gracner, científica de la Universidad del Sur de California, coautora de la investigación.
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El azúcar está presente de forma natural en algunos alimentos, como la fruta, pero a menudo se añade durante el procesado o la preparación. Los niños estadounidenses consumen una media de 17 cucharaditas de azúcar añadido al día (casi 300 calorías).
Esta cifra supera con creces el 10% de calorías en azúcares añadidos que recomiendan las autoridades dietéticas para los niños mayores de dos años, y está muy lejos del ideal de menos del 5% de calorías totales que sugiere la Organización Mundial de la Salud. El 10% equivale aproximadamente a entre 100 y 200 calorías, según la edad del niño. Los niños menores de dos años no deben tomar azúcares añadidos.
Reducir el consumo infantil es uno de los objetivos clave de Healthy People 2030. Pero reducir las cifras es todo un reto en una sociedad en la que el azúcar es rampante, y no solo en el pasillo de los caramelos. El azúcar aparece en refrescos, cereales de desayuno, muchos alimentos procesados y aperitivos de sabor salado, e incluso en alimentos infantiles. Que los niños y los dulces son una combinación natural está tan aceptado que en algunas consultas de pediatría se reparten caramelos.
“No es que nunca debas dar un capricho a tu hijo”, aclara Gracner. Pero su investigación y otras dejan claro que “reducir el azúcar añadido a una edad temprana es poderoso para abordar la salud a largo plazo”.
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El racionamiento de dulces durante la Segunda Guerra Mundial impactó en la salud
Para estudiar el impacto del consumo de azúcar en edades tempranas, Gracner y sus colegas encontraron un experimento natural único. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido puso límites estrictos a la cantidad de azúcar y dulces que la gente podía comprar. Estas raciones se mantuvieron hasta 1953, mucho después de que hubieran pasado los efectos sobre la salud que podrían atribuirse a la guerra.
Los investigadores compararon a los niños nacidos justo antes del fin del racionamiento con los concebidos o nacidos poco después. Dado que el consumo de azúcar se duplicó poco después de que se levantara el racionamiento, podían suponer con seguridad que este último grupo fue alimentado con mucho más azúcar durante sus primeros años.
Utilizando una extensa base de datos sanitarios del gobierno británico, hicieron un seguimiento de la salud de unos 60 000 de estos niños décadas después. Los expuestos a la cantidad racionada tenían un 35% menos de riesgo de diabetes y un 20% menos de riesgo de hipertensión en la edad adulta que los nacidos en un mundo de azúcar sin restricciones.
Estos resultados concuerdan con los hallazgos de que las condiciones en el útero y en los primeros años de vida sientan las bases de la salud o la enfermedad posteriores.
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Cómo el azúcar perjudica a los niños a una edad temprana
Otras investigaciones dejan claro que el consumo excesivo de azúcar también afecta a la salud de los niños cuando aún son pequeños.
Por un lado, los alimentos azucarados son densos en calorías, lo que contribuye a que uno de cada cinco niños estadounidenses (incluido el 13% de los niños de dos a cinco años) padezca obesidad, asociada a diversos problemas de salud.
En un informe científico publicado en diciembre, un comité gubernamental encargado de actualizar las directrices sobre nutrición concluyó que exponer a los niños y adolescentes a menos bebidas azucaradas y aperitivos (junto con menos aperitivos salados y menos carnes rojas y procesadas) está “asociado con un menor riesgo de obesidad”.
El exceso de azúcar añadido también está relacionado con el aumento de la diabetes de tipo 2 en los niños. Esta antigua “enfermedad de adultos” afecta ahora a casi 50 000 niños. Los estudios demuestran que cada ración diaria de ocho onzas de bebidas azucaradas (incluidos los zumos 100% de fruta) que consumen los chicos se asocia a un aumento del 34% de la resistencia a la insulina.
Por el contrario, los altos niveles de insulina disminuyeron después de solo nueve días cuando los investigadores redujeron la ingesta de azúcar en 43 niños negros y latinos con obesidad al 10 % de su dieta. Esos mismos niños también vieron cómo su grasa hepática disminuía significativamente tras la reducción, lo cual es importante porque esta grasa puede impedir la función hepática y provocar cáncer y otras enfermedades.
Otros efectos sobre la salud de los niños que consumen demasiado azúcar son que las niñas tienen su primera menstruación antes que los demás y, por supuesto, un mayor índice de caries.
Una cosa que no hace el azúcar es volver hiperactivos a los niños, una teoría muy extendida hace décadas que quedó descartada por las investigaciones de los años noventa. Pero puede provocar otros problemas cognitivos. Un estudio realizado en ratas adolescentes macho descubrió alteraciones de la atención y un aumento de la impulsividad en las que habían recibido mucha fructosa cuando eran bebés.
Incluso consumir pequeñas cantidades de azúcar puede tener grandes efectos
No hace falta mucho azúcar para inducir este tipo de efectos negativos sobre la salud. Cuando adultos jóvenes consumieron diversas cantidades de azúcar en bebidas azucaradas durante dos semanas, los que obtenían el 25 % de sus calorías diarias como azúcar añadido experimentaron los mayores aumentos de grasa hepática y niveles de colesterol en sangre; pero el problema también apareció en personas que consumían solo el 10 %.
“Me sorprendió ver diferencias en ese grupo”, afirma Kimber Stanhope, bióloga nutricional de la Universidad de California en Davis, que dirigió la investigación. Aunque la investigación de Stanhope es en adultos, cree que los resultados serían similares para la mayoría de los niños, excepto para los que son extremadamente activos físicamente, en los que el azúcar podría utilizarse como energía.
El jarabe de maíz rico en fructosa que se encuentra en la mayoría de las bebidas azucaradas y en muchos alimentos ultraprocesados (que combina dos azúcares, fructosa y glucosa) parece especialmente problemático para el hígado, advierte Stanhope. Esto se debe a que una enzima limita la cantidad de glucosa que puede enviarse al órgano desde los intestinos de una sola vez, pero no existe la enzima correspondiente para la fructosa. Cuando entra tanta a la vez, “gran parte acaba almacenándose en forma de grasa en el hígado”, sostiene.
Cómo convertirse en un detective del azúcar y disminuir su consumo en los niños
Reducir el consumo de azúcares añadidos de un hijo es difícil. Hay que empezar por ponerse el sombrero de Sherlock Holmes, dice Joshua Tarkoff, endocrinólogo pediátrico del Nicklaus Children's Hospital de Miami, que suele aconsejar a los padres sobre cómo reducir el consumo. Leer las etiquetas sólo es útil cuando te das cuenta de que el azúcar recibe docenas de nombres en las listas de ingredientes de los productos, como maltosa, dextrosa, jarabe de maíz de alta fructosa e incluso concentrado de zumo de fruta natural, “que puede sonar bien aunque no lo sea”.
Exigir a las empresas que hagan las etiquetas más claras podría ayudar. Un estudio reveló que la colocación de simples advertencias gráficas en las bebidas azucaradas reducía las compras de los padres en un 17 %. Pero mientras tanto, centrarse en determinados tipos de alimentos podría ayudar a los padres a sortear los dilemas del azúcar. Las galletas y los caramelos son obvios, pero también hay otros alimentos cargados de azúcar añadido.
Anima a los niños a beber más agua y menos bebidas azucaradas, sobre todo porque casi dos tercios toman una o más de estas bebidas a diario. “Si toman zumo en el desayuno, leche con chocolate en la merienda, gaseosa después del colegio y refresco en la cena, tienen cientos de calorías, y no se sienten saciados”, explica Tarkoff. No te fíes de las etiquetas que indican que un zumo es 100% natural o que tiene un alto contenido en vitamina C, ya que, según los estudios, inducen a los padres a pensar que la bebida es menos perjudicial de lo que es.
El desayuno también es un culpable habitual. Los cereales de desayuno envasados que comen muchos niños son en realidad “un postre semilíquido”, dice Tarkoff. Optar por avena natural (no instantánea) con fruta puede reducir el azúcar por la mañana.
Los tentempiés que los niños toman a lo largo del día plantean un reto mayor, ya que la mayoría contienen grandes cantidades de azúcar. Lo mismo ocurre con la comida rápida. “La naturaleza hizo que el azúcar fuera difícil de conseguir; los humanos lo hicieron fácil”, dice Tarkoff. Los alimentos procesados pueden ser cómodos, pero cuantos más alimentos integrales y comidas caseras coma un niño, menos azúcar consumirá inevitablemente.
También es útil evitar darle a un niño una golosina azucarada para calmar las lágrimas de una caída o una pelea con otro niño. “La gente puede volverse adicta al consuelo que le proporciona su comida favorita rica en azúcar”, una mentalidad que puede empezar en la infancia, dice Stanhope.
Aunque puede resultar tentador recurrir a los edulcorantes artificiales, estos conllevan sus propios riesgos. El edulcorante común sucralosa, por ejemplo, se ha relacionado con la obesidad, así como con la inflamación del hígado y daños a los microbios intestinales beneficiosos, según una revisión publicada en 2024.
Aun así, restringir por completo los azúcares añadidos no es realista. Durante los primeros años de vida de un niño, los padres son los guardianes de la nutrición, pero esa burbuja estalla muy pronto. “El objetivo es intentar enseñar a los niños límites: cuándo comer azúcar y cuánto”, sostiene Gracner. “La esperanza es que cuando estén fuera de casa y puedan comer lo que quieran, las preferencias que les ayudes a establecer en los primeros años de vida sean importantes”.
