Cómo creció tanto este pez dorado “megalodón” que puede ser un destructor de ecosistemas

Los peces dorados poseen rasgos genéticos que les permiten hincharse hasta casi dos kilos, el tamaño de un chihuahua. Los expertos dicen que por eso no hay que liberarlos en la naturaleza.

Por Jason Bittel
Publicado 18 jun 2025, 09:45 GMT-3
Corey Ketchum, del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU., sostiene un pez dorado gigante ...

Corey Ketchum, del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU., sostiene un pez dorado gigante hallado durante una inspección en Presque Isle, Pensilvania. El servicio publicó entonces en las redes sociales una advertencia sobre la liberación de peces de colores de tiendas de mascotas.

Fotografía de Photgraph by Matt Basista, USFWS

El pez dorado gigante, al que algunos especialistas catalogan de manera divertida como “megalodón”, puede generar diversos problemas en el ámbito natural en el que se encuentre. 

¿Están pensando en sacarlo de la pecera y soltarlo en un estanque o lago? Por favor, no lo hagan, ruega el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos en una reciente publicación en las redes sociales. En solo dos años, ese inofensivo pez que conoces como “Sr. Guppy Burbuja” puede convertirse en un leviatán destructor del ecosistema.

Y aunque la mayoría de los peces de colores de compañía cabrían cómodamente en la palma de la mano, algunos de los gigantes que los funcionarios han capturado en la naturaleza pesan hasta casi 2 kilos. Más o menos el tamaño de un chihuahua.

Los peces dorados, también conocidos como Carassius auratusse domesticaron en China hace unos 1000 años y se popularizaron en Estados Unidos como mascotas a finales del siglo XIX. Pero estos peces de agua dulce de la familia de las carpas cada vez están más sueltos en la naturaleza, ya sea por dueños que no quieren tenerlos o por quienes creen que están haciendo una buena obra al liberarlos.

El pez dorado gigante que aparece en el posteo del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos, apodado en broma “megalodón” por un antiguo tiburón, se encontró en el lago Erie, pero se han registrado ejemplares en todos los Grandes Lagos, con mayores concentraciones cerca de puertos y bahías, probablemente como resultado de la liberación de los que eran mascotas, junto con la reproducción natural, dice Christina Meister, de la Oficina de Asuntos Públicos del USFWS.

Y aunque cabría esperar que un pez brillante y de color mandarina fuera un sabroso tentempié para la lucioperca o la lubina autóctonas, muchos depredadores no son lo bastante grandes para engullirlo.

“Con suficientes recursos, las carpas doradas pueden crecer muy deprisa, sobre todo en ausencia de depredadores”, afirma Christine Boston, bióloga acuática y de investigación del Ministerio de Pesca y Océanos de Canadá. Esencialmente, pueden llegar a ser demasiado grandes para que los peces de los Grandes Lagos y los principales depredadores los consuman.

 “Intenta comerte un balón de fútbol”, bromea Boston.

Más comida equivale a peces más grandes, pero las carpas doradas también poseen rasgos genéticos que les permiten aumentar de tamaño, explica Kinya Ota, zoóloga de la Academia Sinica de Taiwán y autora de Goldfish Development and Evolution (Desarrollo y evolución de las carpas doradas).

Aunque no se han estudiado los fundamentos genéticos de este fenómeno, un experimento demostró que, cuando se alimentaba a las carpas doradas con distintas cantidades de proteínas y grasas, las que recibían la comida más rica en nutrientes crecían más rápido.

Esto podría significar que cuando las carpas doradas salvajes tienen acceso a alimentos de mayor calidad en mayores cantidades, les permite alcanzar proporciones épicas.

Esto es algo que los dueños de mascotas también ven a veces en casa.

“De vez en cuando, en una pecera, las carpas doradas practican el canibalismo, y a veces surge un individuo excepcionalmente grande”, explica Ota.

(Más sobre animales: Desde la dificultad para camuflarse hasta la caza furtiva: las amenazas que enfrentan los animales albinos)

La amenaza de las carpas doradas en los ecosistemas

Aunque parezca mentira, las carpas doradas pueden tener un impacto en los ecosistemas que invaden.

Para empezar, los peces de colores liberados aspiran huevos, larvas e incluso otros peces adultos autóctonos, lo que puede contribuir al declive de varias especies, y también se les ha relacionado con la pérdida de invertebrados autóctonos. Además, pueden reproducirse varias veces cada temporada, lo que hace que su número aumente si no se controla. 

Algunas investigaciones sugieren que las carpas doradas aspiran sedimentos y luego los escupen. Esto no solo enturbia la calidad del agua, sino que puede desencadenar la proliferación de algas, lo que puede reducir rápidamente la cantidad de oxígeno en el agua, matando a los peces en el proceso. 

Otro estudio descubrió que el paso por los intestinos de las carpas doradas puede dar un impulso a las cianobacterias azul-verdosas, creadoras de toxinas, ayudando al crecimiento de bacterias nocivas.

Además, es posible que el cambio climático esté ayudando a las carpas doradas.

“Pueden prosperar en zonas donde otros peces no pueden debido a su tolerancia a una amplia gama de situaciones de oxígeno y temperatura”, argumenta Boston, que ha seguido peces de colores en el extremo occidental del lago Ontario. 

La bióloga agrega: “El agua más caliente tiene menos oxígeno, así que si las aguas se están calentando a causa del cambio climático, podrían tener ventaja sobre las especies autóctonas que prefieren aguas más frías y necesitan más oxígeno”.

Sin embargo, una cosa parece clara. Aunque los avistamientos de peces de colores “megalodón” suscitan fuertes reacciones en las redes sociales cuando surgen, ver peces de colores en libertad ya no es algo raro.

En un estanque, Boston y su equipo sacaron 20 000 carpas doradas en 2021 antes de dragar la masa de agua para su mantenimiento. Cuando volvieron un año más tarde, el número de peces de colores ya se había repoblado a unos 10 000 ejemplares. Así que reconsideren antes de liberar a ese pez dorado mascota, y en su lugar busquen la manera de realojarlos.

“En la última década se han detectado cada vez con más frecuencia en la naturaleza”, sostiene Boston y completa: “Ya no están fuera de lo común”.

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