En esta localidad tailandesa, la vida gira en torno a 300 elefantes cautivos

En Ban Ta Klang la gente vive codo a codo junto a los elefantes que crían y entrenan con fines turísticos.

Por Natasha Daly
FOTOGRAFÍAS DE Kirsten Luce
Publicado 6 nov 2019, 10:00 GMT-3
Thong Bai, que ha aparecido en anuncios de cerveza Chang, es uno de los cientos de ...
Thong Bai, que ha aparecido en anuncios de cerveza Chang, es uno de los cientos de elefantes cautivos que viven en la aldea de Ban Ta Klang. Cuando no trabaja para la industria del entretenimiento, permanece encadenado en su recinto.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

BAN TA KLANG, TAILANDIA - Desde que Juthamat Jongjiangam tiene memoria, hubo elefantes en su hogar.

“Desde que tenía dos o tres, he estado rodeada de elefantes”, dice mientras cuida de su beba frente a la casa familiar que tiene en Ban Ta Klang, un pequeño pueblo en el este de Tailandia. A unos metros a la izquierda, cuatro elefantes están atados con cadenas en diferentes lugares del patio.

Jongjiangam es una mahout: una cuidadora y entrenadora de elefantes. Como también lo son su padre y su hermano. Quiere que su hija también crezca junto a los elefantes.

El hogar de la familia es uno de las muchos que habitan la roja tierra del lugar. Frente a cada hogar hay una plataforma de bambú amplia para sentarse, dormir y mirar televisión.

Un mahout instruye a un elefante joven para que practique pararse sobre las manos. Cuando un mahout puede probar que un elefante ha dominado tres trucos y se está desempeñando activamente en presentaciones locales, el gobierno tailandés le paga al mahout un estipendio para subsidiar el cuidado del animal.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Caminando por la calle principal al anochecer, noté el brillo azul de las pantallas, y por donde mirara había elefantes. Algunos hogares tenían uno, otros como cinco, parados bajo techos de lona o metal, o árboles. Unos pocos están juntos, madres y bebés, pero la gran mayoría están solos. Casi todos tienen cadenas en sus tobillos o grilletes (esposas que unen sus dos piernas delanteras). Los perros y las gallinas zigzaguean por sus patas, y levantan nubes de polvo rojo.

Los elefantes cautivos, alrededor de 3800, son un pilar fundamental de la industria turística de Tailandia. Muchos trabajan en campos actuando e interactuando con los turistas. Ban Ta Klang, también conocida localmente como “el pueblo de los elefantes”, tiene alrededor de 300 elefantes en todo momento, y el área circundante en la provincia de Surin afirma ser la fuente de más de la mitad de los elefantes cautivos del país.

Mucho antes de que los turistas llegaran a Tailandia de a montones en busca de paseos y entretenimiento de elefantes, la región era el centro del comercio de estos mamíferos; los animales eran capturados en su hábitat natural y domados para ser usados como transporte de troncos. Luego de que la tala se volviera ilegal en 1989, muchos mahouts, que se quedaron sin trabajo repentinamente, llevaron a sus elefantes a las ciudades donde deambularon las calles congestionadas de tráfico pidiendo propina.

Ahora hay una nueva y floreciente industria de elefantes: el turismo. Cada noviembre, cientos de elefantes son exhibidos, comprados y vendidos en la principal ciudad de la provincia, también denominada Surin.

El gobierno fomenta el entrenamiento de elefantes con fines turísticos y lo subsidia con estipendios mensuales pagados a los mahouts una vez que estos pueden demostrar que un elefante en su cuidado ha dominado tres trucos y está activamente desempeñándose en muestras locales o dando paseos a turistas. Muchos mahouts locales, entre los cuales está la familia Jongjiangam en Ban Ta Klang, participan del programa.

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    “Los elefantes aquí son heredados”, explica Wanchai Sala-ngam, mahout cuyo hogar está a cinco minutos caminando del de los Jongjiangam. “Es como la tierra que recibes”.

    Pero no todos los mahout en Ban Ta Klang tienen el privilegio de la herencia. Muchos cuidadores de elefantes, entre los cuales está la familia Jongjiangam, no los poseen. Por el contrario, los dueños de elefantes, quienes en general ni siquiera viven en Surin, les pagan a las familias un modesto salario para que cuiden y entrenen a los animales con fines turísticos.

    Un elefante que la familia Jongjiangam entrenó fue vendido a un campo en Chiang Mai, un centro de la industria turística de elefantes de Tailandia. “Es normal que los elefantes jóvenes vayan a campos”, señala, y agrega que cuando tienes elefantes, los crías y los cuidas como si fuesen parte de tu familia. “Pero si un día se los llevan, no hay nada que puedas hacer. Una vez, le sacaron un elefante a mi papá y no se pudo despedir”.
     

    Siriyupha Chalermlam, de 16 años, descansa con su hija Joy, frente al hogar familiar del padre de Joy en Ban Ta Klang. La familia cría cuatro elefantes para ganarse la vida, Una vez que son entrenados, los elefantes de Ban Ta Klang pueden venderse a proveedores turísticos o alquilarse para eventos locales.
    Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

    El vecino de la familia, Sri Somboon, es dueño de sus elefantes. Su padre fue un captador de elefantes y comenzó a enseñarle a su hijo a ser mahout cuando tenía siete u ocho. Ahora, en edad mediana, Somboon ha criado seis elefantes. Cinco están aquí en Ban Ta Klang y uno está trabajando en un campo en la ciudad turística costera de Pattaya.

    “Elefantes de casa”, dice Somboon haciendo gestos a medida que baja el volumen de su TV. Al lado de su plataforma al aire libre, un elefante bebé de dos meses se mueve con pesadez alrededor de su madre. Somboon señala al otro lado del camino donde hay un tercer elefante que se encuentra a su cargo, un macho de tres años llamado Saeng Kaem, que está atado a un árbol. Tuerce su cabeza de un lado para el otro y golpea su trompa. Parece como si se estuviese volviendo loco.

    Somboon cuenta que Saeng Kaem está en medio de su entrenamiento y se está volviendo bueno con las pinturas. Es uno de los trucos más comunes en las presentaciones de elefantes, por medio del cual un elefante toma un pincel con su trompa y lo arrastra sobre el papel, guiado por un mahout que utiliza un “bullhook”, un palo de madera con un gancho de metal afilado en un extremo. Saeng Kaem ya ha sido vendido en casi USD 80.000, un precio bastante habitual para un elefante joven y entrenado en Tailandia. Cuando Saeng Kaem esté listo, comenzará a trabajar en un campo turístico al sur, cuenta Somboon.

    Una tradición compleja

    Una noche, me senté en una plataforma con Wanchai Sala-ngam y Jakkrawan Homhual fuera del hogar de Homhual. Ambos de 33 años, han sido mejores amigos desde su niñez. Nuestra conversación viró hacia el entrenamiento de los elefantes.

    Cuando un bebé está llegando a los dos años, dicen, los mahouts atan a su madre a un árbol y arrastran al bebé lejos. Una vez separados, el bebé es encerrado. Aplicando un bullhook en su oreja, le enseñan a moverse: izquierda, derecha, girar, frenarse. Para enseñarle a un elefante a sentarse, Sala-ngam cuenta que “atan sus dos patas delanteras. Un mahout usará un bullhook en la parte de atrás. Y otro pondrá una soga en las patas delanteras”. Y agrega: “Para entrenar a un elefante, necesitas usar un bullhook para que el elefante entienda”.

    Una realidad bastante contradictoria y difícil de conciliar con la tradición de los cuidadores de elefantes.  Los mahouts del lugar dicen que los elefantes son su familia, pero también usan un bullhook y otros métodos de entrenamiento basados en el miedo; además, es usual que les pongan grilletes a los elefantes. Ban Ta Klang mantiene un sereno cementerio de elefantes, más de cien parcelas meticulosamente cuidadas con piedras encima como los tradicionales sombreros tailandeses, para darles a los elefantes una sombra simbólica en sus lugares de descanso. Pero, no muy lejos del cementerio, hay una rotonda rodeada de estatuas de elefantes montados por captadores con sogas y bullhooks.

    Un elefante practica pintura en Ban Ta Klang. Pintar es uno de los trucos más comunes en las presentaciones de elefantes. Normalmente, el elefante es guiado por un mahout quien tiene un bullhook, un palo de madera con un gancho de metal afilado en un extremo.
    Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

    El trasfondo dual de respeto y explotación converge en esta tradición profundamente arraigada de doma de elefantes. Y aquellas tensiones se han vuelto más tirantes a medida que los mahouts en Ban Ta Klang han observado cómo la industria del entretenimiento de elefantes ha comercializado con su tradicional forma de vida.

    Jongjiangam dejó Ban Ta Klang una vez para trabajar en un campo de elefantes en la localidad costera de Hua Hin. 
    “Fue una experiencia estresante”, señala, sobre la presión de la gerencia para que al elefante que le habían asignado le fuera bien en las presentaciones. “Si el elefante no podía anotar, me reducían el salario”. 

    Varios residentes de Ban Ta Klang me cuentan que, a menudo, los campos contratan personas sin experiencia con elefantes para trabajar como mahouts. “Algunas personas solo buscan un empleo”, explica Sala-gnam. Aunque argumenta que usar un bullhook cuando los elefantes no obedecen es necesario a veces, insiste en que “no puedes usarlo todo el tiempo”. Señala que ha sido testigo de cómo algunos mahouts golpean a sus elefantes excesivamente en muchos campos en Pattaya y Phuket, en especial si el elefante no recibía propinas. “La gente que no los cría no los entiende. Es por eso que les pegan”. Según Sala-gnam, es frustrante. “Las personas nos ven como malas personas a pesar de que no actuamos de la misma manera [que los trabajadores de los campos] y pensamos diferente”. 

    Jongjiangam se quedó en un campo en Hua Hin solo dos o tres meses antes de regresar a Ban Ta Klang. “No me quiero ir de nuevo”, dice sobre su pueblo natal. “Aquí conozco a los elefantes”.

    Muchos residentes dicen que el estipendio mensual del gobierno les permite quedarse en Ban Ta Klang. Aun así, la vida ha sido difícil, en especial para los elefantes.

    Según Sala-gnam, solía haber más tierra y los elefantes podían pasar gran parte de sus primeros años de vida con cadenas más largas en el bosque deambulando más libremente de lo que pueden hoy.

    Ahora, menciona, gran parte de la tierra se ha ido o ha sido comprada y despejada para agricultura y desarrollo, y hay una severa escasez de comida para los elefantes. Señala casas y corrales de elefantes al otro lado del camino: 
    “Todo eso era bosque”.

    Algunos mahouts locales participan en el proyecto Surin, establecido en 2009 por Save Elephant Foundation, una organización tailandesa sin fines de lucro, en colaboración con el gobierno provincial de Surin. El proyecto se centra en una parcela de 810 hectáreas que el gobierno separó con la intención de reforestarla. Los mahouts participantes pueden llevar a sus elefantes a deambular allí y trabajan junto a los turistas que pagan para pasar tiempo ayudando con algunas tareas como plantar semillas y construir mejores refugios de elefantes. A los mahouts se les paga un estipendio semanal por participar y comprometerse con mejorar la vida de sus elefantes.

    El Proyecto Surin ofrece una fuente alternativa a los ingresos turísticos provenientes de la industria del entretenimiento con elefantes, pero es probable que, esta última, que persiste en los mahouts de Ban Ta Klang, no cambie en un futuro próximo. Muchos argumentan que los 3800 elefantes cautivos de Tailandia están mejor haciendo presentaciones para los turistas que pidiendo limosna en las calles. Pero, mientras los turistas estén dispuestos a pagar altos precios por conocer elefantes, la cría y el entrenamiento de elefantes bebés, tanto en Ban Ta Klang como en otros lugares, continuará.

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