Nuevos datos sugieren por qué el cáncer rara vez afecta a los elefantes

El reciente análisis genético podría ofrecer una importante clave para descubrir la razón para las bajas tasas de cáncer en los gigantes amables.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 17 ago 2018, 15:20 GMT-3
Debido al gran tamaño y la longeva vida de los elefantes, la tasa de cáncer en ...
Debido al gran tamaño y la longeva vida de los elefantes, la tasa de cáncer en esta especie es sorprendentemente baja. Los investigadores esperan descubrir el motivo y utilizarlo como clave para desarrollar tratamientos para esta enfermedad en los seres humanos.
Fotografía de Michael Nichols

Alrededor de 30 trillones de células hacen que tú seas tú mismo. Junto con tus tantos microbios, esta orquesta celular hace que tu cuerpo funcione – que tu corazón lata, que tus intestinos borboteen, y que tus músculos ardan. A medida que crecemos, las células de nuestro cuerpo se dividen a fin de que células nuevas reemplacen a las células viejas. Pero, con este reemplazo de células, los errores genéticos son casi inevitables. Y estos contratiempos a veces suelen traducirse en la aparición de un cáncer.

Entonces, si hablamos estadísticamente, los animales más grandes (que tienen más células) deberían padecer más casos de cáncer. Con esta lógica, las tasas de cáncer en los elefantes (que tienen cientos de células más que otros mamíferos más pequeños) deberían ser mucho más elevadas. Pero no es el caso.

Ahora, un estudio publicado en la revista Cell Reports ofrece nuevas pistas respecto del porqué; y la clave podría ser la reciente recuperación de un gen “zombi”.

“Desde una perspectiva biológica evolutiva, es totalmente fascinante”, dice Joshua Schiffman, un oncólogo pediátrico de la Universidad de Utah, que no participó del estudio. “Es un gran comienzo”, dice, y advierte que se precisan más estudios para confirmar el hallazgo. “Creo que esto es tan solo el principio”.

Un misterio que depende del tamaño del cuerpo

En el año 2015, Schiffman y su equipo publicaron un artículo relatando los pormenores de un crucial descubrimiento detrás de este desequilibrio entre el tamaño del cuerpo y las tasas de cáncer, una disyuntiva conocida como la Paradoja de Peto. Descubrieron que estas criaturas de colmillos están dotadas con más copias del gen supresor de tumores llamado P53. Los seres humanos tenemos una copia; los elefantes tienen veinte.

A medida que las células del cuerpo de un animal se dividen (ya sea que estemos hablando de seres humanos, elefantes, u otros) este gen actúa como médico a cargo del protocolo genético. “El gen P53 puede reconocer daños en el ADN y luego preguntarse ‘OK, ¿cuáles son nuestras opciones?’”, explica Amy Boddy, bióloga de la Universidad de California en Santa Bárbara, que no participó del estudio. Aquellas células con menos problemas pueden repararse; pero, si presentan muchos daños, las células pueden correr riesgo de cáncer, entonces el P53 ordena aniquilarlas.

“Si bien muchos animales optan por la reparación, las células de los elefantes casi siempre escogen la última opción”, explica Vincent Lynch, autor del estudio y biólogo evolutivo de la Universidad de Chicago. “Los elefantes son raros”, dice. “Sus células simplemente mueren si su ADN sufre algún daño”. Y Lynch, líder del equipo que de manera independiente verificó los genes P53 extra de los elefantes, quería saber por qué.

Asesino silencioso

Lynch y sus colegas comenzaron buscando más diferencias genéticas entre los elefantes y otros mamíferos de menor tamaño, específicamente, genes con copias extra. Saltó uno en particular: el Factor Inhibidor de la Leucemia o LIF, que también es conocido por su participación en la mejora de la fertilidad.

“Estoy un poco sorprendida de que se trate del gen LIF”, dice Boddy. La fertilidad parece no tener nada que ver con la prevención del cáncer, pero Lynch cree que el LIF6 también podría tener otra función: matar células dañadas.

La mayoría de los mamíferos (desde la minúscula pica hasta la ballena Minke) tienen una sola copia del gen LIF. Pero los elefantes, así como también sus parientes más cercanos (entre los que se incluye el manatí y el damán con forma de marmota), tienen muchas copias de este gen. Los elefantes tienen entre siete y once, “dependiendo de cómo se los cuente”, dice Lynch.

Uno solo de ellos parece servir: el LIF6. Y, hasta ahora, solo se lo ha encontrado en los elefantes.

El LIF6 apareció en los genes de los elefantes hará cerca de 59 millones de años atrás, sugieren los autores del estudio. Inicialmente se creía que era un gen inservible, roto. Pero a medida que los ancestros proboscídeos de los elefantes fueron evolucionando, el gen también evolucionó. Con el tiempo, resucitó como un gen “zombi” operativo – un cambio que pudo haber ayudado a que los elefantes alcanzaran sus tan cruciales tamaños libres de cáncer.

Si el P53 es el médico a cargo del protocolo genético, el LIF6 está a cargo de llevar a cabo las órdenes para aniquilar las células dañadas.

Lynch y su equipo demostraron la actividad del gen LIF6 dañando el ADN de células de elefantes africanos dentro del laboratorio. Este daño pareció ser el desencadenante para que el P53 activara al gen LIF6, que luego mató a las células dañadas. “Si hubieran prevenido que el LIF6 actuara, sin embargo, esa sensibilidad específica del elefante respecto del daño celular hubiera parecido inactiva”, afirma Lynch.

Redes detractoras de Cáncer

“El gen zombi no es el único que mantiene al cáncer bajo control”, advierte Lynch. “El LIF6 cumple un pequeño rol en un proceso mucho más amplio”, dice. Schiffman quien está de acuerdo, y agrega: “estoy seguro de que también habrá otros hallazgos”. Su equipo publicó un hallazgo de este tipo a principios de este año, enfocándose en otro conjunto de genes que ayudan a reparar el ADN averiado de los elefantes en lugar de matar a las células dañadas.

La mayor esperanza radica en el hecho de que estudiar las defensas de los animales contra el cáncer pueda ayudar en el desarrollo de tratamientos contra el cáncer para los seres humanos. “Esto ha llevado 59 millones de años de evolución”, cuenta Schiffman respecto de la evolución del LIF6. “En mi opinión, son 59 millones de años de investigación y desarrollo. Son 59 millones de años durante los cuales la naturaleza ha estado tratando de encontrar la mejor solución para evitar el cáncer”.

En este camino de entrada hacia el pozo del conocimiento, los investigadores podrían tener un largo pie de ventaja (o quizás un colmillo) en la búsqueda para vencer al cáncer.

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