Amazonía: Los esfuerzos para ayudar a los animales afectados por los incendios

En Bolivia y Brasil, animales salvajes mueren entre las llamas. Un centro de rescate está trabajando para ayudar a cada sobreviviente.

Por Natasha Daly
FOTOGRAFÍAS DE Juan Pablo Ampudia
Publicado 26 sep 2019, 16:49 GMT-3
Jóvenes voluntarios de Roboré, una pequeña ciudad a unos 32 kilómetros de Aguas Calientes, intentan apagar las llamas. Estos jóvenes son parte de un grupo que trabaja para combatir los incendios que han quemado ya más de 2,4 millones de hectáreas en la región.
Fotografía de Juan Pablo Ampudia, National Geographic

Casi todos los días, durante los últimos 35 días, el biólogo Raúl Ernesto Rojas y un grupo de voluntarios han estado buscando animales en las proximidades de las llamas que arden alrededor de Santa Cruz, Bolivia. Lo que encuentran es, en su mayoría, cuerpos carbonizados o huesos. Y, para aquellos sobrevivientes a quienes no pueden ver, dejan maíz y agua fresca dentro de cocos.   

“Dejamos de contar porque eran demasiados”, dice Rojas respecto del número de muertos.

Los animales muertos no son una sorpresa. Nada en la Amazonía está adaptado para lidiar con los intensos fuegos que están ocurriendo en muchas partes de Bolivia y Brasil, y también en Perú y Paraguay – la gran mayoría ocasionados intencionalmente para desmalezar con motivos de agricultura. Según informa el gobierno de la ciudad, en la región de Chiquitanía, en los alrededores de Santa Cruz, al día de hoy han ardido 2,4 millones de hectáreas (un área del tamaño de Vermont). No se sabe con certeza qué porción de la Amazonía brasileña se ha quemado este año, pero el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil dice que los incendios son algo sin precedente.

Es probable que nunca se conozca con exactitud la dimensión de los estragos que las llamas causaron sobre la vida silvestre de la Amazonía. Sin embargo, lo que cuentan los testigos oculares da un panorama sobre las consecuencias en animales individuales; y sobre los tremendos desafíos a los que se enfrentan aquellas personas que intentan ayudar.

“Hallamos muchos esqueletos”, dice Rojas, que trabaja para el gobierno de Santa Cruz. Los animales “estaban tratando de correr en contra del fuego, pero las llamas los perseguían y quemaban. El mayor escenario es devastación y muerte. Todo cenizas”.

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    La bióloga Daniela Vidal monitorea los signos vitales del oso hormiguero hembra Valentina. Poco después de que la admitieron con quemaduras de tercer grado, Valentina entró en coma.
    Fotografía de Juan Pablo Ampudia, National Geographic

    Incluso los monos aparecen muertos, dice. Si animales tan rápidos y ágiles no pueden  escapar de las llamas, “es una muy mala señal” para criaturas más lentas. “He estado en contacto con desastres de este tipo durante 15 años, pero este no tiene precedente alguno”.

    La ciudad de Santa Cruz designó a Rojas y a otros cinco empleados gubernamentales para trabajar fuera del Hotel Biotermal Aguas Calientes, convertido en un centro de rescate y rehabilitación temporario. Cinco voluntarios de la Universidad de Santa Cruz y una reserva natural local también se unieron para ayudar. El Centro de Rescate para Víctimas de Incendios Biotermal, nombre de la institución creada ad hoc, abrió el 21 de agosto en Aguas Calientes, una pequeña ciudad de casi 900 habitantes, en las afueras de Santa Cruz. Esta institución es una de las 12 de Bolivia que se dedica al rescate y rehabilitación de animales salvajes – y la única que se dedica a las víctimas de los incendios.

    Milagros sufrió quemaduras de cuarto grado en su cara y cuello cuando el fuego la dejó atrapada dentro de un cerco. Para cuando llegó al centro de rescate, ya había sufrido por varios días. A pesar de recibir tratamiento, murió.
    Fotografía de Juan Pablo Ampudia, National Geographic

    Hasta ahora, el personal ha tratado a 70 animales, entre los que se incluyen tortugas de vientre rojo, periquitos, tucanes y un tejón. Hace dos semanas, admitieron a un oso hormiguero hembra gigante, cuyas patas estaban cubiertas por quemaduras de tercer grado. “Sus cuatro patas estaban completamente quemadas”, dice Flora Cecilia Dorado, una veterinaria que trabaja en el gobierno de Santa Cruz y que ha estado liderando las tareas de rehabilitación. Dorado dice que, hasta ahora, el oso hormiguero, a quien llamaron Valentina, ha sido el animal rescatado que más estrés ha causado. Apenas llegó, entró en coma por más de 18 horas. “Nos asustó a todos”, cuenta Dorado. “Será un largo camino para Valentina”.    

    La historia de este oso hormiguero es inusual: la mayoría de los animales que entran en contacto directo con el fuego mueren. Es por esto que el contador del centro de rescate aún no ha llegado a 100: los cadáveres sobrepasan por lejos a los sobrevivientes. La mayor parte de los animales que logran escapar de las llamas y son traídos al centro están famélicos y gravemente deshidratados.

    Los habitantes de Aguas Calientes y de las comunidades vecinas están ayudando. “Las comunidades vecinas viven de la caza”, dice José Sierra, quien, junto con su mujer (Claudia Mostajo Hollweg), es dueño del hotel (ahora cerrado al turismo). “Pero al mismo tiempo, mucha gente ha estado trayendo animales [heridos]”. Por ejemplo, cuatro pequeños pecaríes (animales con pezuñas, parecidos a los cerdos) huérfanos. Un aldeano los encontró corriendo alrededor del cadáver de su madre, y los trajo al centro. 

    Dorado describe el cuidado de animales como algo agotador y desgarrador emocionalmente. Requieren atención las 24 horas, y ella solo logra dormir cerca de tres horas por noche. Cinco animales, entre ellos un tucán y un carpincho, han muerto desde su rescate. Otros, entre los que se incluyen loros, tortugas y un tejón, se han recuperado por completo.

    Dorado dice que tanto ella como sus compañeros cuidadores minimizan el contacto con los animales ya que desean poder volver a dejar en libertad a la mayor cantidad posible de especímenes. La semana pasada liberaron a un halcón. Antes de eso, a un armadillo adulto. Los animales que no pueden volver a vivir en libertad, como por ejemplo un armadillo bebé, son enviados al zoológico de Santa Cruz para cuidados a largo plazo.

    Cada vez más desafíos

    A pesar del apoyo que reciben de la comunidad, y la gran dedicación del personal temporario, el centro está en aprietos. Los empleados del gobierno de Santa Cruz, entre ellos Rojas y Dorado, podrían tener que irse en cualquier momento, y además no tienen equipos disponibles para diagnosticar lesiones internas. Tras quedar atrapada dentro de un cerco durante el fuego, una yegua (Milagros) sufrió quemaduras de cuarto grado por todo su cuerpo. José Sierra dice que el personal sospechaba que la inhalación de humo le había ocasionado graves lesiones en los pulmones y en el hígado, pero no podían revisarla. Milagros murió.

    Vista aérea de limoneros destruidos en Roboré, una imagen que ilustra la dimensión de los daños.
    Fotografía de Juan Pablo Ampudia, National Geographic

    Al equipo le preocupa no recibir el equipo ni los recursos necesarios para que los animales puedan recibir cuidados a largo plazo. “Ahora mismo, esto es una tragedia”, dice Dorado. “Pero lo más importante es: ¿qué pasará después?”.

    Es tiempo de elecciones en Bolivia, y los funcionarios locales se muestran muy contentos al presentarse en la liberación de animales rescatados y recibir la atención de los medios, dice Rojas. Pero le preocupa que este nivel de atención no perdure, y que no resulte en la apertura de un centro permanente ni en conseguir más equipamiento.

     “Tenemos que gritarlo, bien fuerte y muchas veces”, dice Rojas. Cuando venga la lluvia, y el fuego amaine, “todos se van a olvidar de esto. Tras las elecciones, todos se van a olvidar de los animales. Necesitarán atención por muchos, muchos meses más. Tienen que apoyar esta iniciativa”.

    En Brasil, opciones limitadas

    Según João Gonçalves, el gerente de comunicaciones de Brasil de World Animal Protection (una organización internacional sin fines de lucro que lucha por los animales), la situación de los animales de Brasil es parecida a la de Bolivia. Muchos no logran escapar, y las muertes son generalizadas. Aquellos que logran evitar las llamas y el humo suelen quedar huérfanos o quemados.

    No existe un intento nacional unificado para ayudar a los animales heridos tras el fuego, dice Gonçalves. Los rescates se dan a nivel local, y de modo optativo, y el alcance varía mucho según la zona. En la mayor parte del país, depende de los bomberos que se cruzan con animales vivos si deciden recatarlos y traerlos a un centro de rehabilitación local (si es que existe uno en las cercanías).

    Gonçalves señala dos regiones separadas entre sí por 482 kilómetros,  Rio Branco y Porto Velho, que están siendo afectadas por los incendios. Rio Branco tiene un centro de animales del gobierno, dice, pero Porto Velho no. Allí, según Gonçalves, “si un bombero quisiera rescatar un animal, no tiene a dónde llevarlo”. Hay tan solo otros dos centros de animales en la Amazonía brasilera, y ninguno de ellos está cerca de las zonas que se ven afectadas por los intensos fuegos.

    El personal del centro de rescate de Aguas Calientes y funcionarios del gobierno liberan a un halcón que se recuperó por completo. La institución tiene un permiso temporario del gobierno, pero el dueño (José Sierra) enfatiza la necesidad de convertirlo en una orden permanente para recibir financiación, equipamiento y personal a largo plazo.
    Fotografía de Juan Pablo Ampudia, National Geographic

    Los bomberos no suelen recibir entrenamiento para rescatar animales, y no cuentan con los equipos necesarios para brindar primeros auxilios a animales ni herramientas como por ejemplo ganchos para levantar serpientes, ni cajas de transporte. La organización World Animal Protection está brindando entrenamiento y recursos en colaboración con brigadas de bomberos en Rio Branco y sus alrededores, y esperan poder expandir estos esfuerzos.

    Entre los animales que el centro de Rio Branco ha admitido, hay dos perezosos bebés hallados por bomberos. Por necesidad, los rescatistas están poniendo el foco en mitigar el sufrimiento de animales individuales pero, los incendios son tan generalizados, que poblaciones enteras de animales pueden estar en riesgo.

    Panthera, una organización internacional para la conservación de felinos salvajes, estima que los fuegos ya han dejado a 500 jaguares varados, o muertos, en Brasil y Bolivia. 500 ejemplares que forman parte de una población ya en declive, en riesgo por la pérdida del hábitat, la fragmentación y la caza, dice Esteban Payán, director regional de Sudamérica.

    “Lo peligroso es la velocidad con la que ocurren los desastres”, dice. “Los cazadores nunca podrían matar a cientos de jaguares en tan solo dos semanas”.

    ¿Un llamado de atención?

    Para los bolivianos que trabajan en el centro de rescate de Aguas Calientes, cada logro es una victoria. “Toda vida importa. Todo animal importa”, dice Rojas, el biólogo que pasa sus días buscando animales entre las cenizas de las zonas quemadas.

    “Lo que pasó es muy doloroso”, dice Dorado. Ella espera que las historias de cada animal (el oso hormiguero Valentina, los pecaríes bebés huérfanos, la yegua Milagros) logren que esta gente vea las consecuencias tangibles de los incendios. “Espero que la gente pueda ser consciente de que los humanos somos la principal razón de lo que les está sucediendo a estos animales, y a la naturaleza en general. Espero que la gente despierte”.

    El 14 de septiembre, un sábado, Dorado se casó con su pareja de años en el refugio. “Siempre me decía ‘Mañana, cuando tengamos más dinero’. Pero, tras ver esto y permanecer aquí durante 15 días, le dije ‘Quiero casarme con vos acá, porque no hay mañana’”.

    Luego, bien temprano el lunes siguiente, llevó a Valentina a Santa Cruz para que recibiera mayores tratamientos. Poco después, el oso hormiguero volvió a caminar.

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