Vea fotografías tomadas en visitas ilegales a la Zona Muerta de Chernóbil
Un grupo de autoproclamados “stalkers” hace viajes ilegales a la ciudad radioactiva abandonada.
Publicado 26 abr 2018, 15:30 GMT-3, Actualizado 27 abr 2018, 16:47 GMT-3

Knyazev (apodado JimmSide) descansa en un porquerizo abandonado durante su viaje a Prípiat. “Me atrae la libertad de la zona”, comenta. “Es un área gigantesca de 2500 kilómetros cuadrados y prácticamente no tiene gente. Puedes entrar en cualquier casa o en cualquier departamento, vivir allí y sentir la historia”, agrega.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroKnyazev enciende fuego en un porquerizo abandonado. Ha hecho más de 50 viajes a la zona de exclusión, inspirado por el videojuego S.T.A.L.K.E.R y por los recuerdos de su tío, que trabajó en el cementerio de vehículos radioactivos, conocido como Rassokha.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, Parallelozero“Creo que lo más hermoso es el surgimiento de la naturaleza en esta zona desde que el hombre se ha ido”, comenta Knyazev. “Cuando fui a Prípiat, eran casi las 5 de la mañana y el sol apenas se acercaba al horizonte. Estaba agotado tras una caminata de 50 kilómetros durante las últimas 24 horas y quería dormir. De repente apareció un zorro entre las sombras, a 10 metros a mi derecha. Un par de zorros, pequeños como gatitos, caminaban con cautela detrás [de su madre]… todavía recuerdo sus siluetas, pintadas con los rayos del sol”, añade.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroSherekh (apodado Freeman) duerme en el tejado de un edificio a poco más de tres kilómetros del reactor número cuatro. Tras la explosión, se encomendó a cientos de miles de soldados, trabajadores de la central y voluntarios, conocidos como “liquidadores”, la tarea de descontaminar el lugar y contener 200 toneladas de material radioactivo dentro de un “sarcófago” de hormigón. Los padres de Sherekh, físico de formación, trabajaban en la central y su padre fue un liquidador.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroKnyazev deambula por una piscina abandonada en Prípiat. “Te sientes como si fueras la última persona de la Tierra”, dice sobre la zona.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroSherekh llena su cantimplora en un sótano de Prípiat. “En el ámbito de los ‘stalkers’ hay una broma: sin dosímetro no hay radiación”, comenta. “Debo admitir que somos poco racionales respecto de nuestra salud, y la presencia de niveles altos de radiación no impide que visitemos este lugar. Hay muchas personas educadas e inteligentes que comprenden bien lo que es la radiación. La realidad es que la mayor parte del territorio de la zona tiene un fondo bajo”, añade. Sin un dosímetro, la cantidad real de exposición a la radiación no se puede conocer.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroSherekh camina por un bosque camino a Prípiat.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroKnyazev prepara la cena en la aldea abandonada de Rudnya Veresnya.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroMaxim Rudyavsky y Knyazev se detienen frente al monumento conmemorativo de la Segunda Guerra Mundial en la aldea de Chistogolovka. La aldea estaba tan fuertemente contaminada que, en los años posteriores al accidente, fue demolida y enterrada. Esta estatua, originalmente ubicada en la plaza principal, es el único recuerdo que queda de Chistogolovka.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroRudyavsky se lava los dientes en un departamento con vista a Prípiat. “Cuando llegas a la zona, el tiempo se detiene. No sabes qué día de la semana es y te pierdes en el tiempo”, explica.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroUn “stalker” se pone una máscara de gas falsa.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroSherekh se prepara para dormir en una casa abandonada en Rudnya Veresnya. Los “stalkers” suelen dormir en áticos para evitar encontrarse con animales salvajes. Lobos, jabalíes, osos, alces, ratones y garrapatas deambulan libremente por la zona.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, ParallelozeroUn “stalker” baila en un tejado de Prípiat al atardecer.
Fotografía de Pierpaolo Mittica, Parallelozero