Los bosques no pueden compensar el carbono que emiten las empresas contaminantes

A través de créditos de CO2, empresas de Estados Unidos invierten en bosques para compensar sus emisiones, pero la sequía y los incendios forestales están matando a los árboles.

Por Craig Welch
Publicado 11 may 2022, 04:51 GMT-3

Una plántula crece junto al tocón de un árbol talado después de un incendio forestal en 2014 cerca de Georgetown, California. Los incendios forestales provocados por el clima están complicando el uso de los bosques como "compensaciones" de las emisiones de carbono.

Fotografía de Max Whittaker, Bloomberg, Getty Images

El 6 de julio de 2021 un rayo provocó un incendio en el Bosque Nacional Fremont-Winema, del sur de Oregón, en los Estados Unidos, en un área llena de árboles muertos a raíz de un brote de escarabajos del pino de montaña. Alimentado por la sequía, el llamado “incendio de Bootleg” (llamado así por haberse producido cerca de un manantial natural llamado Bootleg) llegó a consumir 400 hectáreas por hora. Las llamas se extendieron por fuera del bosque, propagándose a través de abetos y pinos, propiedad de la empresa maderera Green Diamond.

Cientos de kilómetros al norte, en un suburbio de Seattle, estado de Washington, Elizabeth Willmott estaba siguiendo de cerca los acontecimientos. Como directora del programa de carbono de Microsoft, tenía un interés especial en los bosques que Green Diamond posee en la región oriental del condado de Klamath, porque estos árboles almacenaban parte del carbono que emite el gigante tecnológico.

El programa corporativo de reducción de carbono de Microsoft es uno de los más ambiciosos de los Estados Unidos. El objetivo es alcanzar cero emisiones netas para 2030, no solo en sus propios edificios y fábricas, sino también en sus cadenas de suministro. Pero dado que reducir las emisiones llevará años, la empresa anunció que estaba invirtiendo en una lista de proyectos para extraer 1,43 millones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera.

Con la meta de eliminar unas 265.000 toneladas de CO2, Microsoft encargó a Green Diamond el aumento de la superficie de las áreas forestales, pero muchos de esos árboles acababan de convertirse en humo en el incendio de Bootleg, devolviendo su carbono a la atmósfera.

Frente a la creciente presión pública que urge a las empresas a limitar su impacto climático, está creciendo el mercado mundial de créditos o créditos de carbono forestal, que ya valen miles de millones de dólares. Las compañías contaminantes pueden comprar esos créditos como una alternativa a la reducción de las emisiones de la quema de petróleo, gas y carbón. Tales “compensaciones” han sido cuestionadas por muchos motivos, incluyendo si realmente reducen el carbono de la atmósfera.

Pero los científicos se centran cada vez más en una nueva preocupación: el propio cambio climático. Mientras se evidencia la muerte de árboles alrededor del mundo a causa de sequías, olas de calor, invasiones de plagas e incendios forestales, amplificados por el calentamiento global, los expertos advierten que se está volviendo difícil contar con que cualquier parcela particular de bosque consiga no solo almacenar carbono de manera confiable en las próximas décadas, sino incluso mantenerse con vida.

“El cambio climático ya plantea riesgos sustanciales para el carbono forestal y esos riesgos aumentarán dramáticamente en el siglo XXI”, lamenta Bill Anderegg, un ecologista forestal de la Universidad de Utah que ha estudiado extensamente este tema. “Los protocolos de compensación forestal no han lidiado enérgica o exhaustivamente con esos riesgos”.

Microsoft fue más rigurosa que la mayoría. También lo fue Green Diamond. Una agencia estatal de California examinó los créditos de carbono forestal que vendió la maderera y verificó que podían compensar legítimamente las emisiones.

Pero un nuevo análisis de CarbonPlan, una organización científica sin fines de lucro que analiza soluciones climáticas, sugiere que el programa de compensación de California, que se encuentra entre los más grandes del mundo, no tiene en cuenta la rapidez con la que están cambiando los bosques. El programa constata el hecho de que los incendios forestales pueden liberar carbono almacenado, pero lo cierto es que en menos de 10 años, según CarbonPlan, los incendios ya pueden haber liberado casi tanto carbono como el presupuesto estatal para el próximo siglo.

Las llamas, sin embargo, no son la única amenaza para las acciones de compensación. El estudio también afirma que las pérdidas de carbono causadas por una sola enfermedad mortal de los árboles (la llamada “muerte repentina del roble” o Phytophthora ramorum) pueden eventualmente ser tan altas como el estado proyectado por todas las enfermedades e infestaciones de insectos combinadas.

“Si vamos a seguir usando los bosques para compensar las emisiones, debemos comenzar a ser mucho más realistas sobre las amenazas que enfrentan esos bosques”, dice Grayson Badgley, ex investigador postdoctoral en el laboratorio de Anderegg y autor principal del estudio de CarbonPlan.

Buenas intenciones

Pocos entienden lo que está en juego mejor que Willmott. Antes de unirse a Microsoft en 2016, había pasado años, como activista y como funcionario del gobierno local, tratando de lograr que las organizaciones redujesen sus consumos de combustibles fósiles. Con su ayuda, Microsoft ahora está electrificando su flota de vehículos y comprando energía sin carbono. Se trata de ir más allá de reducir o compensar sus emisiones actuales: para 2050, la compañía espera eliminar más carbono de la atmósfera del que ha emitido desde su fundación en 1975.

Con ese fin, y para ayudar a impulsar una industria global, Microsoft ha prometido invertir 1.000 millones de dólares en tecnologías de reducción y eliminación de carbono. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) ha dicho que se necesitará una eliminación masiva de carbono para mantener los aumentos de la temperatura global a 1,5 °C, pero la mayoría de las tecnologías que pueden eliminar el carbono del aire todavía están en desarrollo, se implementan a pequeña escala o son prohibitivamente caras.

Lo que está disponible hoy en día es una serie de enfoques que dependen de la naturaleza, principalmente de los árboles, que absorben CO2 a medida que van creciendo. En todo el mundo, los programas voluntarios ahora alientan a las empresas contaminantes a pagar a los propietarios de los bosques para que cultiven más árboles de los que de otro modo tendrían o para mantener vivos más árboles existentes. La mayoría de estos programas no tienen supervisión gubernamental y Microsoft, en particular, ha sido sincera en relación a su lucha por encontrar opciones aceptables.

En otoño del año pasado, en la revista Nature, Willmott fue coautora de una nota editorial que detalla la experiencia de Microsoft después de que haber solicitado ideas para eliminar gases de efecto invernadero. La compañía recibió 189 presentaciones. Combinadas, las propuestas afirmaban que podrían eliminar 170 millones de toneladas de CO2, aproximadamente tres veces lo que la ciudad de Nueva York produce cada año. La mayor parte de eso habría sido absorbida por los bosques.

Pocas de las presentaciones pudieron soportar el escrutinio: aplicando los estrictos criterios de Microsoft sobre recortes de carbono, duraderos e inmediatos, sólo se alcanzarían 2 millones de toneladas. “Hoy en día, simplemente no hay muchos proyectos de carbono forestal realmente seguros”, lamenta Willmott. “Vemos ese problema no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo”.

Willmott no es la única escéptica. En 2019, el equipo de periodismo sin fines de lucro ProPublica investigó las compensaciones forestales en América del Sur y descubrió que frecuentemente los proyectos lograban compensar tanto CO2 como se había propuesto (si es que el valor del carbono siquiera podría ser justificado). Por otro lado, Bloomberg ha señalado que algunas compensaciones pueden dar créditos por ”proteger” los bosques que en realidad no están amenazados, lo que puede ser bueno para la vida silvestre o la biodiversidad, pero no altera el equilibrio de carbono de la tierra.

Algunas iniciativas de compensación han llevado a la “fuga” de carbono: incluso si una acción de compensación consigue proteger legítimamente de la tala a cierto bosque, los árboles pueden ser cortados en otros lugares para abastecer a los mismos mercados, lo que no resulta en ningún beneficio climático discernible.

Finalmente, todas las compensaciones forestales sufren de un desajuste en las escalas de tiempo: el carbono emitido por la quema de combustibles fósiles permanece en la atmósfera y daña el clima durante miles de años, pero el beneficio de almacenar CO2 en los árboles es temporal, porque los árboles mueren. El programa de compensación de California, que permite a las empresas contaminantes compensar una pequeña cantidad de sus emisiones mediante la compra de créditos de bosques en cualquier estado, requiere que los vendedores demuestren que el carbono permanecerá encerrado en los árboles durante 100 años, una larga garantía según los estándares internacionales.

Pero ese programa también ha enfrentado críticas. Los informes del año pasado de ProPublica y publicadas por el Technology Review del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), basados en un estudio previo de CarbonPlan, mostraron que el California puede haber permitido que los propietarios de tierras sobrevaloren el almacenamiento de carbono en millones de créditos. Además, en otoño del año pasado, el sitio de noticias ambientales Grist detalló cómo ese estado estaba confiando en proyecciones aleatorias de riesgo de incendio.

Los reguladores de la Junta de Recursos del Aire de California, que dirige el programa de compensación, se apresuran a señalar que es ese estado es el único del país vinculado a un esfuerzo obligatorio para reducir las emisiones. El estado principalmente requiere que las empresas reduzcan las emisiones de manera directa.

También señalan que las compensaciones proporcionan beneficios ecológicos. “Esto está creando un mecanismo para la protección de los bosques”, asegura Matthew Botill, jefe de división del programa estatal de comercio derechos de emisión. Pero la pregunta sigue siendo qué tan bien protege el clima, especialmente a medida que van creciendo las amenazas a los bosques.

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    En el sur de Oregón, algunos de los árboles quemados por el incendio de Bootleg en 2021 se encuentran junto a un área que se salvó de lo peor. Fue uno de los incendios forestales más grandes en la historia del estado: devastó más de 160.000 hectáreas.

    Fotografía de Chona Kasinger, The New York Times

    La reserva de créditos: ¿cuántos seguros son suficientes?

    A pesar de haber pasado toda su vida pasada en el bosque, John Davis rara vez había visto un incendio mayor que el de Bootleg, en Oregón. El vicepresidente de Green Diamond normalmente no habría considerado que las tierras de su compañía en el este del condado Klamath corrían un riesgo importante de incendio forestal. Sus árboles eran jóvenes y a menudo espaciados con distancia.

    La venta de créditos de carbono hizo que fuera económico para él dejarlos envejecer, en lugar de cortarlos en ese momento. Pero el sur de Oregón venía experimentando un clima excesivamente seco y acababa de enfrentar una gran ola de calor. Al mismo tiempo, las tierras adyacentes del Servicio Forestal de los Estados Unidos estaban llenas de madera muerta.

    “En promedio, los terrenos nacionales no se encuentran en un estado saludable, están sobrecargados", dice Davis. “Hay un alto nivel de carga de combustible”.

    Su equipo pasó semanas luchando contra el incendio, pero el fuego implacable produjo nubes de humo que alcanzaron los 12.000 metros. El frente se extendía por kilómetros. En un momento dado, los vientos arremolinados produjeron un tornado. Cuando, por las tardes, el fuego ardía con más fuerza, “todo lo que podías hacer era retroceder hasta que se apagara”, recuerda Davis.

    Deberán pasar varios meses antes de que Green Diamond pueda comenzar un inventario exhaustivo para evaluar cuánto carbono se perdió realmente. Reconociendo que las pérdidas no planificadas ocurrirán a veces, el programa de compensación de California se basa en un plan de respaldo. Requiere que los participantes de la compensación contribuyan con créditos de carbono a un sistema de seguro estatal, un fondo de reserva que recibe el nombre en inglés de buffer pool.

    Cuando se venden créditos de un área de bosque, los propietarios de tierras deben reservar del 2% al 4% para cubrir los riesgos de incendio, el 3% para cubrir las pérdidas por insectos o enfermedades, otro 3% para riesgos climáticos como sequías o tormentas de viento y hasta un 9% más para riesgos humanos, que van desde la bancarrota inesperada hasta la tala. En promedio, del 17% al 19% de los créditos terminan en el fondo de reserva, de donde se retiran si se elimina ese carbono.

    Pero a muchos científicos les preocupa que eso no sea suficiente. El cambio climático ya está dejando marcas sin precedentes en los bosques. En Sierra Nevada, California, hasta el 19% de las secuoyas gigantes maduras, muchas de las cuales se han mantenido en pie desde los días de Aristóteles, murieron en incendios en los últimos dos veranos. Cinco de las ocho especies de árboles más abundantes en Occidente han disminuido significativamente desde el año 2000. Utilizando datos satelitales, registros de archivo y aprendizaje automático, Jon Wang, de la Universidad de California determinó que probablemente ese estado haya perdido casi el 7% de su cubierta arbórea entre 1985 y 2021.

    Mientras el incendio de Bootleg seguía ardiendo, un estudio publicado por la Unión Geofísica Estadounidense mostró que es probable que los bosques de California disminuyan en el futuro, incluso en escenarios moderados de cambio climático, y que los proyectos de compensación de California se encuentran en “partes desproporcionadamente vulnerables del estado” donde el riesgo de pérdidas es “notablemente alto y está sustancialmente subestimado”.

    La sequía que afectó al estado de Texas en 2011 mató a unos 300 millones de árboles. También fue muy dura para el ganado.

    Fotografía de Scott Olson, Getty Images

    Sin embargo, el fondo de seguros de compensación de California, que hasta ahora incluye proyectos forestales en 29 estados, no toma en consideración las diferencias entre regiones a la hora de calcular el riesgo de incendio o de sequía, escribió Anderegg en Science en 2020, a pesar de que el riesgo es mucho mayor en el oeste (donde está California) que, por ejemplo, en Nueva Inglaterra, en la costa este. El riesgo es cada vez más difícil de cuantificar y esto sucede en todos lados. En 2011, por ejemplo, se estima que la sequía mató a 301 millones de árboles en Texas, uno de cada 16 de los que había en el estado. “Nadie predijo eso”, dice el fisiólogo de árboles William Hammond, de la Universidad de Florida. “Parece que cada vez que ocurre uno de estos eventos a gran escala, los ecologistas locales entran en shock”.

    Hammond debería saberlo. En un estudio publicado el mes pasado, él identificó 675 eventos de mortalidad de árboles en todo el mundo a partir de 154 estudios y rastreó su ubicación precisa y las circunstancias climáticas que precipitaron la muerte. “Lo que quiero que todos entiendan es que esto está llegando a un bosque cercano a ti y antes de lo que piensas”, dice.

    “La gran, gran pregunta aquí es: '¿Cómo debería ser ese fondo de reserva y es adecuado el fondo actual?'” añade Anderegg. “Tenemos muchas señales de que probablemente no lo sea”.

    Shelby Livingston, gerente del programa de compensaciones de la Junta de Recursos del Aire de California, dice que sí confía. “Cuando hagamos una actualización del protocolo, tendremos en cuenta la ciencia más reciente y haremos los ajustes necesarios”, comenta.

    Sin embargo, Anna Trugman, profesora asistente de la Universidad de California en Santa Bárbara, dice que no está muy segura sobre el cómo. “Soy ecologista forestal y pienso en este momento en una escala de tiempo de 100 años sobre cómo se verán los bosques: es realmente difícil”, dice. “'La mejor ciencia no puede decirte cuál debería ser este fondo de reserva. Necesitarías un factor de elusión infinito”.

    El incendio de Castle mató a este árbol de secuoya gigante en el Parque Nacional de las Sequoias, en California, el año pasado. En los últimos dos años, los incendios forestales han matado hasta una quinta parte de estos enormes árboles, que viven solo en la región de la Sierra Nevada.

    Fotografía de David Swanson, Bloomberg, Getty Images

    Bonos de carbono: se quema la reserva

    Fue en parte para tratar de responder a estas preguntas que los científicos de CarbonPlan emprendieron su más reciente investigación.

    A principios de este año, California había emitido aproximadamente 190 millones de créditos forestales, cada uno de los cuales representaba una tonelada métrica de carbono. De ellos, aproximadamente 30 millones se mantuvieron como seguros dentro del fondo de reserva. Desde que comenzó el programa del estado, al menos seis grandes incendios forestales afectaron a tierras protegidas por créditos de carbono. En dos de esos incendios, el estado ya retiró 1,1 millones de créditos. Los cuatro restantes ocurrieron tan recientemente que aún no se han presentado al estado evaluaciones independientes sobre la pérdida de carbono correspondiente.

    Ante esta situación, CarbonPlan realizó su propio análisis. Utilizando registros estatales de las reservas de carbono en cada compensación y métricas estándar utilizadas por el Servicio Forestal, estimaron la pérdida de carbono después del incendio, incluso teniendo en cuenta el almacenamiento de carbono en productos de madera hechos de árboles muertos talados después del incendio. Estimaron que en los primeros 10 años del programa, la pérdida por incendios en las compensaciones ya era entre 5,7 a 6,8 millones de toneladas métricas. Eso representa el 95% o más de todas las contribuciones relacionadas con los incendios al fondo de reserva.

    “Eso significa que nuestros cálculos estaban tan equivocados, que en menos de 10 años se nos fue un siglo de créditos”, lamenta Danny Cullenward, director de políticas de CarbonPlan. Su equipo adoptó un enfoque diferente al evaluar el riesgo de enfermedad.

    El patógeno invasivo Phytophthora ramorum, que causa la muerte súbita del roble, ya ha acabado con más de 40 millones de árboles en California y Oregón. Mata desproporcionadamente al tanoak, un árbol nativo de la costa californiana. CarbonPlan descubrió que 20 proyectos de compensación contienen aproximadamente 14 millones de toneladas de CO2 en árboles tanoak y que entre 4,7 y 9 millones de esas toneladas podrían perderse por el Phytophthora en este siglo. Eso sería del 82 al 159% del fondo de reserva destinado a cubrir todas las enfermedades forestales y brotes de insectos, perdidos por un solo patógeno y una sola especie de árbol.

    La investigación de CarbonPlan se publicó como una preimpresión; aún no ha sido revisada por pares, pero varios expertos revisaron el trabajo para National Geographic. Daniel Sánchez, quien dirige el laboratorio de eliminación de carbono de la Universidad de California en Berkeley, asegura que se trata de “un análisis robusto que responde a una pregunta importante”.

    En tanto la evaluación del estudio del riesgo de incendio se basó en un recuento de eventos reales, la proyección del riesgo de enfermedad es una proyección, comenta Matteo Garbelotto, director del laboratorio de patología forestal de la Universidad de California en Berkeley. “Pero el mensaje central de la investigación es ciertamente correcto”, dice. “Dentro de 100 años, es más probable que la mayoría de esas áreas vean la llegada de la muerte súbita del roble. Y en cinco, o como máximo 10 años, el 80% del tanoak estará muerto”.

    Para Max Moritz, especialista en incendios forestales de la División de Agricultura y Recursos Naturales de la Universidad de California, no está claro qué tan representativas serán las últimas temporadas de incendios intensos en el futuro. Pero “incluso si los autores tienen incertidumbres muy grandes en torno a sus estimaciones”, dice Moritz, “la falta de lo que se necesita para 100 años de 'permanencia' parece ser un desafío serio”.

    Los funcionarios del estado de California se negaron a comentar directamente sobre la investigación hasta después de que hubiera sido formalmente revisada por pares, pero señalaron que los créditos se agrupan en fondos precisamente para que las pérdidas por incendio, por ejemplo, no necesariamente tengan que pagarse únicamente con créditos pagados para cubrir el incendio. Simplemente salen del fondo de reserva general, que crecerá a medida que se vayan agregando nuevos proyectos de compensación.

    Sin embargo, cada uno de esos nuevos proyectos tendría que reflejar una evaluación muy diferente del riesgo, por lo que, según Cullenward, “agregar nuevos proyectos solo empeorará el problema”. Además, añade: “No se puede pagar la vieja deuda incobrable con la nueva deuda incobrable. Esa es la definición misma de un esquema Ponzi”.

    Por ahora, todos los ojos están puestos sobre Green Diamond mientras los funcionarios esperan una evaluación de las pérdidas del verano pasado, pero la experiencia ya hace que Microsoft crea que los riesgos de incendio están infravalorados. “Estamos aquí en el universo de soluciones imperfectas”, dice Rafael Broze, gerente del programa de carbono de Microsoft.

    Mientras tanto, Green Diamond está tratando de recuperar el carbono perdido. La semana pasada los trabajadores ya estaban sembrando el primero de los 1,3 millones de nuevos árboles que la compañía pretende replantar en la huella del incendio.

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