Perú: la misión de salvar a las alpacas de los cambios climáticos en el altiplano

En Lagunillas, Perú, los pastizales de montaña donde pastan las alpacas, solían ser verdosos. Actualmente, se están secando como consecuencia del cambio climático. Científicos, pastores y activistas unen fuerzas para encontrar soluciones.

Por Lucien Chauvin
Publicado 10 feb 2022, 20:36 GMT-3
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Alina Surquislla Gómez mece a una alpaca bebé. Su familia ha trabajado con las alpacas durante tres generaciones. Han sido testigo de los efectos del cambio climático en Perú sobre los rebaños, desde las imprevisibles temporadas de lluvias hasta el agotamiento de los pastos.

Fotografía de Alessandro Cinque

LAGUNILLAS, PERÚ – Rufino Quico recuerda cuando los pastizales se tornaban verdes, cada noviembre, a medida que las lluvias de primavera (hemisferio sur) arribaban a la altiplanicie andina donde pasta a su rebaño de 380 alpacas.

Quico nació en Lagunillas y vive en la misma casa de adobe que sus antepasados. Su familia ha cuidado alpacas por generaciones, desde tiempos inmemoriales. Ahora, con 57 años, no está muy seguro de que sus hijos puedan seguir sus pasos. Tampoco si su adorada aldea, que está a unos 4200 metros sobre el nivel del mar y es hogar de 56 familias de pastores de alpacas, sobrevivirá las décadas vinientes a medida que el cambio climático modifica el panorama.

“Nuestros pastizales debían haberse tornado verdes, pero míralos. Están amarillos y no son útiles para nuestro rebaño”, dice, mientras contempla la vasta extensión de pastos primaverales marchitándose bajo el rayo del sol y el cielo azul cristalino, en la región de Puno, al sudeste de Perú.

El cambio climático en los Andes ha modificado los patrones meteorológicos de tal forma que afecta cada etapa de la vida de la alpaca hasta la reducción de los pastizales donde se alimentan los rebaños). Los cambios abruptos en las precipitaciones, como también el hielo descongelándose a medida que se reducen los glaciares, están creando caos tanto en la comunidad de las alpacas como en las comunidades que las crían.

Una cría de alpaca recibe una inyección de medicina durante una trashumancia, una migración estacional.

Fotografía de Alessandro Cinque

Las tierras altas de Perú no son frondosas y los datos históricos revelan que las precipitaciones nunca fueron muchas, pero era lo justo y necesario para la subsistencia de las alpacas. Las alpacas dan a luz solo los tres primeros meses del año, durante la temporada de lluvia. Esta fiable temporada, que modera las temperaturas, ahora se ha vuelto errática. Estos animales son muy sensibles al frío, los cambios bruscos en la temperatura, incluyendo olas de frío que provocaron la muerte de miles de animales 

Estas condiciones están haciendo al rebaño más vulnerable ante enfermedades y contribuye a un aumento en la tasa de mortalidad en animales recién nacidos.

Rodolfo Marquina, director de Descosur, una organización sin fines de lucro que se dedica al desarrollo económico en el sur de Perú, indicó que los cambios climáticos “generan un impacto en todos los aspectos de la cría de alpacas”.

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    La reducción de los glaciares complica aún más la situación, ya que disminuye el caudal de las corrientes, que siempre han sostenido a las praderas en altura y a los humedales durante la larga temporada de sequía entre abril y noviembre, según afirman los expertos. Una hectárea de pastizales frondosos, que crecen durante todo el año, fácilmente puede albergar a 25 alpacas, mientras que una hectárea de pastos regulares sólo es suficiente para que paste un animal, dice Oscar Cárdenas, quien lidera programas para las alpacas en el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), un centro de investigación estatal en Perú.

    Los glaciares son los cimientos”, dice Cárdenas y agrega: “Si los pantanos desaparecieran, las alpacas desaparecerían con ellos”.

    Oscar Vilca, quien es el encargado de los glaciares del sur en el Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña de Perú, ha estado dando alerta hace ya un tiempo. Según el instituto, la extensión de los glaciares en el país ha disminuido de 2400 kilómetros cuadrados a 1113 kilómetros cuadrados en 2016. El año pasado se realizó un inventario de glaciares nacionales y representa una reducción del 53 por ciento en 54 años.

    “El cambio climático está afectando al potencial hídrico de la región”, dice y continúa: “Esto tiene un impacto en las alpacas y en las personas de la comunidad que dependen de ellas para subsistir”.

    La historia de las alpacas en Perú

    El país es hogar de alrededor de cuatro millones de alpacas, lo que representa a más del 70 por ciento de la población de alpacas en el mundo, según INIA. Bolivia, país vecino, tiene la segunda población más grande, que es menos de un 10 por ciento del total, mientras Australia, donde las alpacas fueron introducidas en 1980, ocupa el tercer puesto.

    La alpaca fue domesticada en Perú hace al menos unos 6.000 años. El animal es miembro de la familia de los camellos y aparenta ser fuerte, comentó Cárdenas, pero con alterar al menos una variable tal como la disminución de nutrientes en pastizales, se pueden llegar a diezmar las poblaciones. En el siglo XVI, las manadas pertenecientes a los incas fueron prácticamente aniquiladas cuando los conquistadores españoles arribaron en 1532. Fueron carneadas para comer y expuestas a enfermedades letales (especialmente sarna acarreada a los Andes a través de las ovejas y cabras importadas por los colonizadores europeos). Es por esto que las alpacas de Perú fueron prácticamente eliminadas en un siglo. Alrededor del 1900, las poblaciones de alpacas comenzaron a crecer, mayormente debido al alza de la demanda de lana de alpaca.

    Panorama de la ciudad Antabamba en la provincia de Apurimac desde un dron. Antabamba es un punto de venta importante para que los criadores de alpacas puedan comercializar sus productos.

    Fotografía de Alessandro Cinque

    Debido al cierre de las fronteras peruanas y las restricciones a los viajes durante la pandemia, los mercados de manualidades realizadas con fibras de alpaca colapsaron. Artesanos como ella que venden manualidades fueron los más afectados por el declive de turistas.

    Fotografía de Alessandro Cinque

    Cárdenas explicó que el clima cambiante no necesariamente signifique una muerte en masa, pero una consecuencia inmediata podría ser el cambio en los pelajes de los animales, haciendo que su lana sea menos valiosa. Existen dos variedades de alpacas: la llamada huacaya, que tienen pelo más corto, y suri, que tienen el pelo más largo. Alrededor del 80 por ciento de las alpacas en Perú son huacayas, un 12 por ciento suris y el remanente está representado por cruces entre llamas y vicuñas, una especie prima salvaje dentro de la familia del camello.

    Los rebaños de alpaca en Perú producen alrededor de 7.600 toneladas de lana por año. Las adultas, que pueden pesar unos 63 kilogramos, producen alrededor de 2 kilogramos por año. Este producto se categoriza por color y por calidad. Existen 22 colores, pero la blanca es la más común y la más buscada. Además, se clasifica en siete categorías según la textura, de súper fina, que se puede vender a mejor precio, a corta y gruesa, la cual se descarta.

    La lana se utiliza principalmente para la ropa, pero también se utiliza para realizar mantas y objetos para el hogar. Perú ganó aproximadamente 121 millones de dólares por las exportaciones de alpaca en los primeros siete meses del 2021, en línea con las exportaciones del 2019 pre-pandémico; la pandemia destruyó a la industria de lana de alpaca en 2020. Las exportaciones principalmente van a China, Italia y Estados Unidos.

    Proyectos para salvar a las alpacas

    En los últimos años, diversos científicos, pastores y activistas han comenzado a probar soluciones para dar apoyo a la subsistencia de las alpacas, lo que a su vez ayudará a salvar a aquellas comunidades que las crían, como Lagunillas. El equipo de Cárdenas está trabajando en un proyecto de genética en el Centro de Investigación y Producción Quimsachata del INIA, con sede en la región de Puno, hogar de la mayor reserva genética de las alpacas de color. Está utilizando aproximadamente a 3.200 animales para preservar los genes de las alpacas con esta característica y asegurarse de que los colores no desaparezcan. El Centro también se está encargando de desarrollar métodos para ayudar a las alpacas a adaptarse al aumento de las temperaturas en tierras altas y también a que prosperen en alturas menos elevadas.

    “El clima está muy loco, inestable, y esto trae consigo numerosos problemas. Además de las complicaciones nutricionales que causan los pastizales débiles, estamos lidiando con problemas de parásitos debido al cambio climático. Estamos viendo un aumento de sarna, piojos y ácaros en alturas donde antes no existían”, reveló.

     

    Una alpaca en proceso de esquilmación.

    Fotografía de Alessandro Cinque

    Durante la temporada de lluvias les ponen abrigos a las alpacas para protegerlas del clima frío y las heladas. Las familias que administran a los rebaños las trasladan a altitudes mayores para prevenir que las alpacas coman pastos, que crecen más abajo en la montaña, dado que los animales necesitarán esos pastizales más adelante durante el año.

    Fotografía de Alessandro Cinque

    Las alpacas pueden sobrevivir en altitudes más bajas, es como los rebaños han logrado prosperar en lugares como Australia y Estados Unidos, pero sus pelajes crecen de forma más áspera. Esa lana se puede utilizar para gorros y guantes, o mantas y alfombras, pero no puede ser convertida en una buena fibra para las prendas de lujo. En zonas de temperaturas más cálidas, las alpacas también sufren enfermedades que no están presentes en las zonas altas. Eso hace que requieran medicamentos costosos y difíciles de conseguir, lo que a su vez puede afectar la calidad de la lana.

    El INIA también trabaja con las comunidades para desarrollar soluciones de baja tecnología, entre ellas, construir casetas para albergar a los rebaños y cultivos forrajeros más robustos, como el trébol, que puede suplementar las dietas durante la temporada de sequía. En el 2020, el Ministerio de Agricultura lanzó un programa de tres años para instalar 2.300 casetas para el ganado en las comunidades que viven en las alturas de los Andes.

    Los criadores de alpacas también están trabajando para encontrar soluciones. Aquellos con un vasto terreno pueden trasladar al rebaño en busca de pastizales para pastar. Alina Surquislla (35 años) administra, con su extensa familia, 500 alpacas en un pedazo de tierra irregular en la región de Apurimac, al oeste de Puno. Ella y sus parientes se ocupan de la manada en altitudes más bajas, alrededor de unos 4200 metros, durante la temporada de lluvia. Gradualmente las transportan a lugares más altos a medida que las precipitaciones disminuyen y los pastizales comienzan a ponerse amarillos. Ha pastoreado alpacas hasta unos 5200 metros de altura en busca de pastizales y su familia también ha perforado pozos para poder encontrar agua.

     

    Algunas familias de criadores de alpacas deben subir y bajar a sus rebaños por las montañas cuatro veces por año debido a que el cambio climático dificulta la tarea de encontrar alimento en buen estado para los animales. Puede que las familias se trasladen hasta tres meses durante los desplazamientos estacionales.

    Fotografía de Alessandro Cinque

    En Lagunillas, Cristina Condori (49 años) ha dependido de las precipitaciones durante las temporadas de lluvia para sus 200 alpacas. Ahora, Condori y su familia han recurrido a tecnologías precolombinas para construir canales de tierra para atrapar al agua en pequeñas reservas recubiertas de plástico y así impedir que el líquido se filtre en la tierra. Ellos, también, han perforado pozos donde se puede encontrar agua.

    “Mi familia ha estado intentando encontrar soluciones, porque este es nuestro sustento y es lo que hemos estado haciendo por generaciones”, dijo.

    Tradicionalmente, las alpacas merodean libres por las praderas. Ahora, según Quico, la comunidad está construyendo cercas por primera vez para administrar mejor el lugar donde pastan los rebaños y poder darle la oportunidad a los pastizales de vitalizarse. Parado sobre los escalones de la pequeña iglesia de la aldea, miró hacia arriba a los áridos picos descubiertos a lo lejos, ahora sin su hielo glacial recubriéndolos.

    El cambio climático es alarmante”, dijo. “Pero hacemos lo que podemos para adaptarnos. Estamos constantemente buscando las mejores soluciones”.

    Esta historia fue realizada en colaboración con el Centro Pulitzer.

    Situado en Perú, Alessandro Cinque fotografía las consecuencias medioambientales del cambio climático, especialmente en poblaciones autóctonas. La National Geographic Society, comprometida con revelar y proteger la maravilla de nuestro mundo, brindó apoyo para el trabajo de Cinque. Aprenda más sobre el trabajo de los exploradores.

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