Fotos de National Geographic retratan cómo se vive la multitudinaria peregrinación a la Virgen de Guadalupe en México
Millones de fieles acuden cada año a la Ciudad de México, primero en bicicleta o a pie y luego, a menudo, arrastrándose de rodillas en señal de reverencia, para contemplar a Nuestra Señora de Guadalupe.

Ernesto Aguilar Morales se arrastra de rodillas durante las últimas dos horas de su peregrinación, tras cuatro días caminando desde Puebla. Ernesto honra a la Virgen de Guadalupe por un milagro que ella le concedió, uno del que no habla con extraños.
La peregrinación anual al santuario de la Virgen María más visitado del mundo se extiende desde las zonas rurales de México hasta la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, situada en una pequeña colina de la capital, y termina en un túnel con un piso que se desliza lentamente a lo largo de una cinta transportadora hacia una imagen de la Virgen.
Se esperaba que 13 millones de personas realizaran el viaje este año para la festividad del 12 de diciembre, según informaron funcionarios del gobierno, muchas de ellas por medios anacrónicos: a pie a través de los pasos de montaña fuera de la ciudad, en bicicleta por carreteras secundarias, apiñadas en las cajas de camiones decorados con guirnaldas y de rodillas en el tramo final.
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Los hermanos José Guadalupe y Juan Jesús Córdoba Vázquez (en la foto, en su tercer día de camino) trabajan ambos en la construcción en San Gerónimo Caleras, en Puebla. Son muy creyentes y comenzaron a hacer la peregrinación hace 12 años. Este año, caminaron en compañía de sus esposas e hijos.
En la basílica, en un espacio detrás del altar del moderno edificio circular, los peregrinos se agolpan en la pasarela móvil y levantan la cabeza. Colgada en la pared, en un brillante marco plateado y dorado, se encuentra una imagen de la Virgen María de casi 500 años de antigüedad que se ha convertido en un emblema singular de este país profundamente católico. Ese es el momento favorito del fotógrafo Kike Arnal para capturar.

Desde El Tesoyo, los peregrinos toman caminos de tierra hasta llegar a Itzxtapaluca, en las afueras de la Ciudad de México.


Mario Avelino Moreno, devoto de la Virgen de Guadalupe de San Pedro Tlaltenango, va en bicicleta a la Basílica de la Ciudad de México. La peregrinación es la celebración anual de la legendaria aparición de la Virgen en el siglo XVI a un niño náhuatl llamado Juan Diego.
El peregrino José Hernández, devoto de la Virgen de Guadalupe de Amecameca, abraza una gran escultura de la Santísima Madre durante su visita a la Basílica. Cada año, los peregrinos traen imágenes y objetos sagrados para que el clero de la iglesia los bendiga.
“Me interesa mucho fotografiar rostros emocionados”, reconoce Arnal. “Todo este proyecto surgió por eso, porque me conmovió profundamente cuando fui a la basílica y vi a la gente contemplando el cuadro de la Virgen, lo emocionados que estaban, cómo lloraban... Fue muy impactante”.

Un vendedor ambulante con productos de la Virgen de Guadalupe en la avenida Calzada de Zaragoza de la Ciudad de México.


Un peregrino del grupo de peregrinos de San Diego Chalma Tehuacán luce un sombrero con una escultura de la Virgen de Guadalupe.
José Guadalupe Córdoba Vázquez lleva su escultura personal de la Virgen de Guadalupe para que sea bendecida en la Basílica.
En una serie fotográfica para National Geographic, el fotógrafo nacido en Venezuela condensa el movimiento de escala épica en escenas íntimas que hablan de la poderosa motivación de la fe.
A lo largo de decenas de kilómetros desde el estado de Puebla, en el este, los peregrinos (desde bebés de pocos meses hasta ancianos) desgastan sus zapatos hasta que se rompen y duermen al aire libre sobre la tierra helada. Llevan pesadas estatuas de la Virgen de Guadalupe, de piel oscura, a sus espaldas y corren descalzos por el pavimento con antorchas en la mano. Pero en su documentación, la peregrinación también se revela como el evento social del año, resultado de una extensa planificación y coordinación entre amigos, familias y comunidades enteras.
Cuando nos conocimos, Arnal había estado fotografiando escenas de Llano Grande, una encrucijada entre las montañas que rodean el valle de México. Los peregrinos, vestidos con chándales naranja óxido a juego, se reúnen en bicicleta, listos para salir en grupo después de almorzar tacos de carne a la parrilla que se venden en tiendas llenas de humo.
“Se organizan en grupos en los pueblos y en las comunidades. Alquilan autobuses, alquilan camiones para transportar la comida, traen cocineros. Está todo muy organizado. Los que están fuera no entienden cómo puede funcionar. Funciona perfectamente, de forma sincronizada”, dice el fotógrafo.
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Una vista aérea capturada por un dron muestra cientos de tiendas de campaña de peregrinos en el gran patio de la Basílica de Guadalupe, en la víspera del aniversario de su aparición. Decenas de miles de peregrinos acampan en las afueras de la Basílica para la festividad, la mayoría de ellos sin tienda de campaña ni ningún tipo de refugio.
Para los fieles, los días de viaje a la ciudad son tan importantes como su llegada a la basílica, del mismo modo que el clímax de una historia solo puede alcanzarse tras una narrativa llena de acontecimientos.
Arnal comenzó a filmar cinco días antes de la festividad y caminó con los peregrinos a lo largo de varios tramos, desde su partida en la pequeña ciudad de San Martín Texmelucan hasta un punto en Ixtapaluca, en las afueras de la Ciudad de México, donde se incorporan a una autopista aún activa con tráfico vertiginoso. “Es extremadamente peligroso, una guillotina. Hay algo de loco en ello, como una fe ciega”, comenta.


Un peregrino entra de rodillas en los terrenos de la Basílica de Guadalupe.
Leonardo Batalla Barrios, un peregrino de San Antonio Chautla de Arenas, caminó de rodillas durante la última hora de su peregrinación de tres días. Este es el décimo año que Leonardo realiza la peregrinación para ver a la Virgen de Guadalupe.

Los peregrinos llegan a la basílica para honrar a Nuestra Señora de Guadalupe, quien supuestamente imprimió su imagen en el manto de un converso poco después de la conquista española de la actual Ciudad de México.
Para ganarse la confianza de sus sujetos, Arnal les pregunta por sus viajes y comparte con ellos algunos detalles de su propia vida, de su familia en Oakland, California. La pregunta central que se plantea en sus entrevistas y fotografías es, en esencia: ¿por qué?


Cada año, millones de peregrinos se suben a la cinta transportadora que los acerca a la Tilma, la imagen milagrosa de la Virgen de Guadalupe. Profundamente conmovidos, lloran, sonríen, susurran o rezan mientras la contemplan de cerca. Algunos le hablan en voz baja, mientras que otros capturan el momento con sus teléfonos. Muchos regresan al final de la fila para volver a verla.
Para muchos peregrinos, la oportunidad de ver la Tilma en persona es la mayor recompensa de su fe.

Los peregrinos se agolpan en la Basílica de Guadalupe a medianoche para honrar la aparición local de la Virgen María.
Después de que la conquista española llevara el catolicismo a México en el siglo XVI, la tradición eclesiástica describe una aparición de la Virgen de Guadalupe en la Ciudad de México en 1531 que sirve como mito fundacional de la cultura mestiza nacional.
Apareciéndose ante Juan Diego, un devoto azteca convertido al cristianismo, en el cerro del Tepeyac, donde hoy se encuentra la basílica de la Ciudad de México, la Virgen, según cuenta la leyenda, pidió que se construyera una capilla en su honor. Para ayudar a Diego a convencer al obispo local de que su mensaje era auténtico, supuestamente imprimió una imagen de sí misma en su manto, la misma representación que, según la Iglesia, cuelga ahora en la basílica.

Ana Rita Rueda Arana, devota de la Virgen de Guadalupe, viaja cada año a la Basílica desde su ciudad natal, Ahualulco de Mercado, en Jalisco. Ana Rita tiene su propio grupo de seguidores, y su presencia en la Basílica despierta la sorpresa y la admiración de los demás peregrinos.
Hoy en día, muchos realizan la peregrinación como parte de una manda, o voto, a la Virgen, para pedirle curación o prosperidad, o para agradecerle su ayuda para superar las dificultades.
Como Sergio Zamarrepa Pérez, quien el jueves por la tarde empujaba a su hijo en un cochecito decorado con guirnaldas al lado de la antigua carretera de Puebla a la Ciudad de México. El niño de cuatro años había nacido con un pie zambo, y Zamarrepa y su familia han hecho la caminata durante todo su tratamiento como parte de un deseo de que se cure.
“Todo esto es por amor a él. Nos sentimos más tranquilos. Esperamos que crezca bien y sea feliz”, sostiene Zamarrepa.
“Y porque nos gusta, porque son nuestras costumbres”, añade. “Nos gusta pasar tiempo en familia y compartirlo todo, ver cómo lo disfrutan otras personas, igual que nosotros”.