La caza de brujas era habitual en Salem: cómo comenzó la persecución y quiénes fueron las víctimas

Los juicios a las brujas de Salem son algo más que una curiosidad histórica. En los días previos a Halloween, explora cómo esta escalofriante historia nos enseña sobre el miedo, el poder y las consecuencias de la paranoia colectiva.

Por Erin Blakemore
Publicado 25 oct 2024, 08:07 GMT-3
Este óleo de 1855 titulado El juicio de George Jacobs representa a George Jacobs siendo juzgado el ...

Este óleo de 1855 titulado El juicio de George Jacobs representa a George Jacobs siendo juzgado el 5 de agosto de 1692. Presionada por la histeria, su propia nieta testificó en su contra, lo que condujo a su arresto el 10 de mayo de 1692. En su juicio, Jacobs no recitó correctamente el Padre Nuestro, un signo que a menudo se tomaba como prueba de culpabilidad. Aunque los juicios por brujería de Salem son famosos por las mujeres acusadas, los hombres también fueron víctimas.

Fotografía de Peabody Essex Museum, Bridgeman Images

Las estadísticas son solo una forma de contar la historia de los infames juicios por brujería de Salem. Tan solo en 16 meses, entre febrero de 1692 y mayo de 1693, hasta 200 personas (en su mayoría mujeres) fueron acusadas de practicar la brujería en la Salem colonial de Massachusetts, en Estados Unidos. De esas 200, hubo 30 condenas y 19 ejecuciones.

Las acusaciones masivas, los juicios y las ejecuciones de Salem nunca podrían haberse producido sin la tormenta perfecta de factores individuales y personalidades. Estas fuerzas pusieron patas arriba una comunidad puritana y las vidas de sus habitantes. He aquí cómo surgieron los juicios por brujería de Salem y por qué merece la pena recordar lo que allí ocurrió.

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Los orígenes de la caza de brujas

En primer lugar, algo de mito. “En la época colonial, en Salem no había mujeres con caras verdes y sombreros puntiagudos agitando calderos y lanzando hechizos”, dice Bridget M. Marshall, profesora de inglés de la Universidad de Massachusetts, Lowell, que ha escrito sobre juicios históricos de brujas. 

En cambio, las acusaciones de brujería solían afectar a mujeres cuyo comportamiento molestaba a los miembros de sus comunidades, muy unidas y profundamente religiosas. También eran comunes entre los miembros más indefensos de la comunidad, como las mujeres pobres y las mujeres de color, personas a las que era fácil acusar de brujas.

Los juicios por brujería no eran exclusivos de Salem. Europa había vivido una locura de caza de brujas entre los siglos XV y XVIII, en la que se procesó a unas 100 000 personas (en su mayoría mujeres) por acusaciones de conspirar con el diablo y realizar actos heréticos como maldiciones. La colonización europea extendió esta preocupación a medida que el malestar social y los cambios religiosos y políticos hacían de Salem una ciudad susceptible de ser acusada de brujería.

Al igual que otras ciudades de la colonia inglesa de la bahía de Massachusetts, Salem estaba poblada por colonos puritanos. Su vida cotidiana transcurría junto a la de los habitantes indígenas de la zona, los esclavos africanos y un creciente número de refugiados desplazados de lo que hoy es Canadá y Nueva York por la Guerra del Rey Guillermo, un conflicto entre Gran Bretaña y Francia que tuvo lugar entre 1689 y 1697.

Los nuevos residentes pusieron al límite los recursos de Salem y avivaron las ya intensas rivalidades personales entre los habitantes y sus líderes religiosos y gubernamentales.

(Ver también: De qué manera el miedo afecta al cerebro y al cuerpo)

Quiénes fueron las primeras mujeres acusadas de brujería

Uno de los conflictos más duraderos de Salem fue el de su líder eclesiástico, ya que el pueblo tenía problemas para mantener un ministro permanente. Después de varios intentos, la congregación eclesiástica del pueblo contrató a Samuel Parris. El mandato de Parris estuvo marcado por una controversia aún mayor debido a sus opiniones estrictas y ortodoxas y a las disputas por su sueldo.

En enero de 1692la hija de Parris, Elizabeth, de nueve años, y su sobrina Abigail Williams, de once, empezaron a sufrir “ataques” después de jugar a adivinar el futuro. Tales diversiones se consideraban perversas según la doctrina puritana.

En este caso, las niñas dejaban caer una clara de huevo en un vaso de agua e interpretaban las formas que se formaban como indicadores de las profesiones de sus futuros maridos. Tras detectar una forma parecida a un ataúd en uno de los vasos, las niñas empezaron a comportarse de forma extraña. Durante estos episodios, hacían ruidos fuertes e incoherentes, como ladrar como perros, lloraban y caían al suelo, con el cuerpo agitado por movimientos aparentemente involuntarios.

El médico del pueblo diagnosticó que ambas tenían una “mano maligna sobre ellas”, es decir, que estaban bajo el hechizo o la maldición de una bruja que había hecho que el diablo las poseyera. Tanto la brujería como el trato con el diablo eran delitos según la ley de Massachusetts, y el comportamiento de las niñas se convirtió rápidamente en un asunto legal.

Este retrato al óleo de 1685 muestra a Samuel Parris, el pastor que dirigió la caza de brujas de Salem en 1692. Las primeras acusaciones contra su familia contribuyeron a encender la histeria que desembocó en juicios y ejecuciones masivas.

Fotografía de Massachusetts Historical Society, Bridgeman Images

Cuando se enfrentaron a ellas, las niñas culparon a Tituba, una mujer esclavizada propiedad de Parris, de encantarlas con brujería. Aunque no estaba involucrada en el juego de adivinación, Tituba había preparado un “pastel de bruja” de orina y centeno para tratar de curar a las niñas de su supuesta posesión. 

Cuando Parris descubrió que ella había elaborado el pastel y les había dado de comer, se enfureció y la golpeó. Bajo coacción, Tituba confesó la brujería, admitiendo que era la sierva del diablo.

“Tituba era un blanco fácil en el sentido de que habría sido considerada lo más bajo de lo bajo en una sociedad muy jerarquizada”, dice Marshall. “Se trataba de una sociedad sometida a mucho estrés que buscaba chivos expiatorios a los que culpar de diversos problemas”. 

Tituba no era el único chivo expiatorio desafortunado del comportamiento de las chicas. Señalaron con el dedo a otras dos mujeres: Sarah Osborne, una mujer del pueblo que era considerada promiscua por sus vecinos, y Sarah Good, una mujer sin dinero cuya familia era ampliamente repudiada. Pronto, las tres fueron acusadas formalmente de brujería, encarceladas y juzgadas.

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Las consecuencias de la persecución de brujas

Aunque los verdaderos motivos de las acusaciones siguen siendo turbios, sus consecuencias están claras. Los arrestos desencadenaron un brote de lo que los analistas modernos llamaron histeria colectiva, y que los estudiosos han atribuido a todo tipo de factores, desde el envenenamiento por cornezuelo de centeno hasta los alucinógenos, pasando por la “polarización de grupo”.

A raíz del provocativo testimonio en el que Tituba afirmaba que ella y las niñas habían montado en escobas y firmado un libro que le había ofrecido el diablo, otras niñas del pueblo empezaron a mostrar un comportamiento extraño.

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    Izquierda: Arriba:

    Esta ilustración de 1892 de Harper's Magazine muestra la escena de un tribunal, con una multitud acusando a dos chicas jóvenes. Como en muchos de los juicios por brujería de Salem, la juventud de las chicas refleja la vulnerabilidad de las acusadas.

    Fotografía de Bridgeman Images
    Derecha: Abajo:

    Esta portada de un panfleto sobre la caza de brujas de 1693 escrito por Cotton Mather, ministro puritano durante los juicios por brujería de Salem, refleja el miedo y el fervor que alimentaron la persecución de supuestas brujas en el Massachusetts colonial.

    Fotografía de Peter Newark American Pictures, Bridgeman Images

    A medida que avanzaba el juicio, más residentes de Salem empezaron a acusarse unos a otros de practicar la brujería. La historiadora Carol F. Karlsen señala que muchos de los aldeanos que acusaron de brujería a personas de su comunidad tenían vidas inciertas y pocas perspectivas de futuro.

    Estas crecientes presiones explican tanto el interés de las muchachas del pueblo por saber más sobre su futuro como su deseo de obtener la aprobación de la comunidad después de que su extraño comportamiento suscitara las preguntas de los demás aldeanos.

    Las víctimas de los juicios a las brujas de Salem

    Salem creó un tribunal especial para los juicios y comenzó a acusar, juzgar y ejecutar a un gran número de supuestas brujas. No se presumía la inocencia de los acusados y las condenas se basaban en confesiones forzadas, rumores e incluso pruebas espectrales” relacionadas con los sueños de los testigos. 

    Los funcionarios también tenían en cuenta la reputación de los acusados, su comportamiento en el pasado y sus cuerpos, buscando características físicas como lunares o arañazos que interpretaban como “marcas de brujas”.

    Incluso los niños pequeños corrían peligro. Testigos acusaron a la hija de Sarah Good, Dorothy, de cuatro años, asegurando que había “atormentado” y mordido a sus víctimas. Fue liberada tras 34 semanas en prisión, aunque no antes de la ejecución de su madre, en la horca. Mercy, la hermana recién nacida de Dorothy, fue la víctima más joven de los juiciosFue encarcelada y murió en prisión poco después de nacer.

    Aunque la mayoría eran mujeres, el tribunal también juzgó y condenó a seis hombres. John Proctor, un hombre de 60 años que se opuso públicamente a los juicios, pagó por ello con su vida. La historia de Proctor, y su ejecución en la horca, fue dramatizada más tarde en la obra de Arthur Miller El crisol.

    Tras ser acusado, Giles Corey, de 81 años, se negó a admitir o negar “diversos actos de brujería” en un intento de proteger su patrimonio de la confiscación si era condenado. En lugar de juzgarlo, las autoridades lo aprisionaron lentamente hasta la muerte entre dos piedras, una de las formas de ejecución más brutales de la época.

    Las secuelas de los juicios por brujería de Salem

    Al final, dice Marshall, “solo un pequeño porcentaje fue declarado culpable”. Pero es difícil determinar el destino de los absueltos. O bien conseguían convencer a los tribunales de su inocencia o superaban una serie de pruebas, como estar dispuestos a rezar el Padrenuestro o carecer de cualquier característica física que pudiera interpretarse como “marcas de bruja”.

    Cinco de los acusados perecieron en prisión. Los que fueron liberados no estaban necesariamente en mejor situación. “Habrían estado en una situación financiera difícil”, comenta Marshall, señalando la confiscación de bienes, las elevadas tasas de encarcelamiento y otras penas. Otros, como Tituba, se enfrentaron a una mayor marginación dentro de la comunidad. Tituba acabó retractándose de su testimonio, pero estuvo 13 meses en la cárcel hasta que un benefactor anónimo pagó su fianza. Nunca se le indemnizó.

    Estos supervivientes sufrieron daños devastadores en su reputación, agravados por el hecho de que algunos también fueron excomulgados de la Iglesia. Como resultado, muchos libraron largas batallas para limpiar sus nombres durante años, sostiene Marshall.

    La moda de los juicios de brujas en Salem Village se desvaneció en 1693, posiblemente debido en parte a la postura pública adoptada por destacadas figuras contrarias a los juicios de brujas, como el ministro puritano Cotton Mather.

    Tuvieron que pasar siglos para que Salem (ahora un destino popular para los turistas interesados en lo paranormal) reconociera plenamente a sus víctimas. Las autoridades de Massachusetts no empezaron a disculparse por los juicios hasta 1957, y la última persona exonerada por el delito de brujería en Salem, Elizabeth Johnson Jr, fue reivindicada en 2022.

    En 2017, la ciudad dedicó por fin un monumento en el lugar donde tuvieron lugar los ahorcamientos masivos. El monumento, rodeado de bosque, consiste en un sencillo muro grabado con los nombres de las 19 víctimas del ahorcamiento.

    Al incitar a la reflexión en silencio, el monumento va más allá de las estadísticas y la especulación y se centra en las víctimas reales de la histeria de las brujas de Salem: personas marginadas y asediadas cuyos propios vecinos estaban dispuestos a matarlas.

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