Restos fósiles de una nueva especie de tuátara ayudan a comprender cómo esta familia de reptiles sobrevivió a la extinción de los dinosaurios

Por Mariel Castro
Publicado 25 feb 2019, 16:12 GMT-3

En base a los restos fósiles de un tuátara encontrados por el explorador de National Geographic Matías Motta; los paleontólogos Adriel Gentil y Jordi García Marsà realizaron una investigación que busca responder la pregunta: ¿cómo hicieron estos reptiles para soportar las temperaturas del invierno nuclear?

Reconstrucción paleoartística de Patagosphenos watuku.
Fotografía de Sebastián Rozadilla

Dos nuevas especies de dinosaurios carnívoros. Reminiscencias de herbívoros saurópodos y ornitópodos. Un cocodrilo, una tortuga acuática, escamas de peces… Y un tuátara. Un tuátara que trae, desde el Cretácico superior, valiosísima información para comprender mejor cómo este grupo de reptiles sobrevivió a la extinción por el impacto de meteorito.

Todos los restos fósiles fueron hallados en el sur de Argentina en el marco de la investigación del paleontólogo argentino Matías Motta, que contó con el apoyo de un grant de National Geographic. Pero, tiempo después, dos de sus colegas– los paleontólogos Adriel Gentil y Jordi García Marsà –, seducidos por el tuátara, decidieron profundizar en su estudio de manera particular.

“Jordi, que se dedica a hacer paleohistología (es decir, a estudiar cortes histológicos de huesos fósiles), comparó todo lo que halló (sobre este tuátara) con la especie que aún existe en Nueva Zelanda y otras especies similares más antiguas”, explica Motta. Y agrega: “Encontró muchas similitudes entre los huesos del tuátara encontrado con el actual. Tienen un modo de crecimiento y estructuras similares. Pero, son distintas a una especie más antigua que data del Triásico”.

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    Fragmento de tibia que fue utilizado para el estudio paelohitológico. A la derecha está el corte en sección del hueso. Las flechas blancas marcan las líneas de crecimiento, una por año.
    Fotografía de Jordi García Marsà

    Lo que los científicos estiman es que, al impacto del meteorito contra la Tierra, siguieron muchos días de nubes de polvo que taparon el Sol y generaron frías temperaturas que llegaron a niveles de congelamiento. Según los trabajos que viene realizando García Marsà, hay cierta cantidad de animales que ya tenían pre-adaptaciones que los ayudaron a sobrevivir a ese contexto y sortear la extinción. Y, la nueva especie de tuátara, se enmarcaría dentro de ellos.

    Patagonsphenos watuku

    En la actualidad solo existen dos especies de tuátaras: Sphenodon punctatus y Sphenodon guntheri. Ambas, forman parte de un grupo llamado Esfenodontes, que solo viven en algunas islas menores de Nueva Zelanda. Estas especies son un “misterio”, según apunta Gentil en un informe compartido con National Geographic, por tratarse de “los únicos representantes vivientes de un linaje muy antiguo que se remonta hasta más de 200 millones de años atrás”.

    En Sudamérica, tal como cuenta Gentil, de los esfenodontes – que se encontraban dispersos por todos los continentes; con excepción de Antártida – se han encontrado registros fósiles que van desde el Triásico superior (210-200 millones de años), cuando los primeros dinosaurios aparecían, hasta el Paleoceno (65-60 millones de años), justo después de la extinción de los dinosaurios.

    Si bien los restos fósiles ayudan a los científicos a comprender mejor a los animales que hoy habitan la Tierra, en el caso de los tuátaras había algunas preguntas aún sin responder: ¿cómo hicieron para soportar las temperaturas de hasta solo 5°C? (Temperaturas que pueden llegar a ser mortales en el caso de reptiles no adaptados al frío) ¿Adquirieron las características necesarias para hacerlo a lo largo del proceso evolutivo? ¿O se trataba de una ventaja adaptativa que ya habían heredado de sus antepasados?

    El tuátara Patagosphenos watuk encontrada en Río Negro, parecía tener las respuestas.

    Además de las comparaciones anatómicas realizadas, los cortes y análisis paleohistológicos realizados por Gentil y García Marsà arrojaron varios resultados que fueron publicados a mediados de febrero en la revista  Cretaceous Research, junto al equipo conformado con M. Motta, F. Agnolín y F. Novas.

    Elementos craneanos de Patagosphenos watuku encontrados, dispuestos aproximadamente donde se ubicarían en el cráneo.
    Fotografía de Matías Motta

    Todo un “mayor de edad”

    En primer lugar, los restos fósiles del animal estudiado presentaban un “crecimiento cíclico”, es decir que el corte del hueso evidenciaba anillos concéntricos, como si se tratara de la apariencia del interior de un tronco de árbol. ¿Qué significa esta característica? Como explicó Gentil en un informe enviado a National Geographic, “cada anillo representa aproximadamente un año, por lo que se puedo calcular que la edad del individuo era de aproximadamente 18 años, edad notable para esta clase de reptiles que no suelen vivir tanto”.

    Listo para excavar

    Otro dato a destacar de los cortes histológicos que realizó García Marsà es que la corteza del hueso era relativamente gruesa, comparada con la de otros reptiles. Según García Marsà , eso “favorece a sobrevivir climas fríos”. “Estudios recientes en mamíferos han demostrado que el engrosamiento de las paredes de los huesos puede estar relacionado con la actividad fosorial (cavar). Es de este modo que, viendo que un patrón similar ocurre en reptiles actuales, inferimos que Patagosphenos watuku era un animal cavador, fosorial”, agrega.

    ¿Por qué este detalle es importante? Tal como explica el paleontólogo, “debajo de la tierra la temperatura no es igual que en la superficie. Es más constante, por lo que el hábito de vivir en cuevas le pudo haber dado una ventaja a los tuátaras prehistóricos al momento de enfrentar el invierno nuclear que ocurrió luego de la caída del meteorito que desbastó a la mayoría de los dinosaurios”.

    Grandecito

    Por último, Gentil grafica que el Patagosphenos watuk presentaba un tamaño “bastante grande”. “Esto también pudo haber sido una ‘pre-adaptación’ al frío, ya que, al aumentar el tamaño, la relación superficie/volumen disminuye, por lo que el calor se pierde en menor cantidad y más lentamente (Según la Ley de Cope)”, agrega el paleontólogo.

    Algunos fragmentos encontrados del Patagosphenos watuku. Los dos huesos de abajo a la izquierda son partes de la mandíbula. Los cuatro fósiles de arriba a la izquierda son dientes. La primera pieza de la fila son dientes del paladar y los otros tres dientes de la maxila (“mandíbula superior”). Los restantes son materiales asociados no identificados.
    Fotografía de Adriel Gentil

    Una ventaja en pleno invierno nuclear

    Por toda la evidencia recolectada y como aparece publicado en el trabajo científico; Motta, Gentil y García Marsà, plantean quesi bien los tuátaras previos al impacto del meteoritos vivían en ambientes templados -ya que el clima era bastante cálido durante el tiempo de los dinosaurios-, sus antecesores presentaban características que, al momento de afrontar las frías temperaturas generadas por la caída del meteorito, le dieron una ventaja sobre otras especies, y que se mantuvieron hasta hoy en día en los tuátaras vivientes”.

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