¿Podría la aversión al brócoli ser un indicador de una mayor resistencia a la COVID-19?

Los investigadores están indagando si los llamados "superdegustadores" podrían tener una ventaja ante las infecciones graves.

Por Bill Sullivan
Publicado 2 jun 2021, 15:36 GMT-3
Supertasters

Las papilas gustativas se esconden dentro de las papilas, los puntos pálidos que se hacen visibles aquí por el colorante azul.

Fotografía de Brian Finke, Nat Geo Image Collection

Suena un poco difícil de creer, pero un nuevo estudio sugiere que la forma en que las personas reaccionan a los sabores amargos se correlaciona con la gravedad de su infección por COVID-19.

Esta una información interesante porque durante los últimos 16 meses quedó claro que las personas no responden al SARS-CoV-2 de manera predecible. Ha sido imposible determinar si alguien experimentará síntomas leves o si desarrollará una enfermedad respiratoria potencialmente mortal. Imagínate si una simple prueba de sabor pudiera indicar el riesgo de que una persona desarrolle COVID-19 grave.

Henry Barham, rinólogo del Centro Médico General de Baton Rouge, en Luisiana, publicó, el 25 de mato, un estudio en la revista médica JAMA Network Open en el que analizó a casi 2.000 pacientes y descubrió que los “superdegustadores” —los individuos que son demasiado sensibles a algunos compuestos amargos— tenían menos probabilidades de dar positivo en la prueba del virus. Si esta asociación es cierta, implica, por ejemplo, que las personas que no encuentran el brócoli demasiado amargo están en un grupo de mayor riesgo de COVID-19 grave.

"Este es un estudio muy interesante que sugiere que los receptores en nuestra lengua que nos permiten sentir los sabores amargos también están relacionados con nuestra vulnerabilidad a las infecciones respiratorias como la COVID-19", afirma David Aronoff, director de la división de enfermedades infecciosas del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt, en Nashville, Tennessee, que no participó en esta investigación. Es sorprendente que los receptores del gusto también estén relacionados con la inmunidad, afirma.

¿Los "superdegustadores" tienen superpoderes?

En la Universidad de Yale en la década de 1990, la psicóloga Linda Bartoshuk fue pionera en el estudio de las variaciones genéticas en la percepción del gusto. Ella utilizó el término "superdegustadores" para describir al 25 por ciento de las personas que son intensamente sensibles a los sabores amargos. Otro 25 por ciento de las personas son "no degustadores" que apenas detectan los sabores amargos y el 50 por ciento restante son solo "degustadores", aquellos que registran el sabor amargo pero no hasta el punto de que sea desagradable.

Los superdegustadores son más sensibles a los sabores amargos porque tienen hasta cuatro veces más papilas gustativas en la lengua. Los compuestos amargos en ciertos alimentos y bebidas son reconocidos por los receptores del gusto tipo 2, que son producidos por una familia de genes llamados T2R. El gen T2R38 se encuentra entre los mejores estudiados de estos. Las variaciones en la estructura de la proteína T2R38 que codifica el gen se correlacionan con la tolerancia de una persona a los compuestos amargos, como la feniltiocarbamida y el propiltiouracilo, que abundan en muchas verduras, como el brócoli, el repollo y los repollitos de Bruselas.

Esta no es la primera vez que un superdegustador se relaciona con una afección médica. Los superdegustadores tienen una mayor probabilidad de tener pólipos en el colon, un factor de riesgo de cáncer asociado con una menor ingesta de esas verduras amargas.

Pero los superdegustadores también pueden experimentar ventajas fisiológicas. Da la casualidad de que las proteínas T2R38 se encuentran en lugares distintos a la lengua. Estas áreas "extraorales" incluyen las células epiteliales que recubren la nariz y el tracto respiratorio superior, donde responden a los patógenos invasores.

Un estudio realizado en el 2012 dirigido por Noam Cohen, rinólogo de la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia, descubrió que las bacterias responsables de las infecciones de los senos nasales activan los receptores de la proteína T2R38 en las células que recubren el tracto respiratorio, lo que hace que se produzca óxido nítrico. El óxido nítrico es un componente clave de nuestra respuesta inmunológica, la primera línea de defensa contra los patógenos invasores. Estimula las estructuras similares a los pelos llamadas cilios en las vías respiratorias que eliminan las partículas extrañas y los patógenos del cuerpo. En consecuencia, los superdegustadores experimentan menos infecciones bacterianas de los senos nasales.

Barham, que estudia los T2R en relación con la inmunidad innata dentro del tracto respiratorio, también era consciente de que el óxido nítrico podía envenenar el SARS-CoV, un coronavirus (relacionado con el SARS-CoV-2 que causa la COVID-19) informado por primera vez en Asia en el 2003 que causó una enfermedad respiratoria y que se propagó a 22 países antes de ser contenido. Esto lo llevó a investigar si existe un vínculo entre la COVID-19 y los superdegustadores.

Estudio con una pastilla amarga para los no degustadores

El equipo de Barham estudió a 1.935 adultos, 266 de los cuales dieron positivo al SARS-CoV-2. Los no degustadores eran significativamente más propensos que los degustadores y que los superdegustadores a dar positivo en la prueba del SARS-CoV-2, a ser hospitalizados una vez infectados y a sufrir síntomas durante más tiempo. El 86 por ciento de las personas con COVID-19 grave que requirieron hospitalización eran no degustadores. Menos del 6 por ciento de los superdegustadores dieron positivo al SARS-CoV-2.

Barham también especula que la posible conexión entre el T2R y la COVID-19 podría estar relacionada con el motivo por el cual los niños en general son menos susceptibles. El número de "receptores del gusto disminuye con la edad, lo que potencialmente explica por qué la población anciana parece estar peor que sus contrapartes más jóvenes", dice Barham. Por el contrario, la mayoría de los niños, que tienen más T2R, sufren síntomas o enfermedades menos graves cuando se infectan con el SARS-CoV-2. “El 25 por ciento de los niños que no son degustadores muestran pocos o ninguno de estos T2R, lo que resulta en síntomas potencialmente más graves”, dice.

Según Aronoff, el estudio tiene limitaciones. El número relativamente pequeño de adultos examinados se encontraba en un rango de edad bastante estrecho, por lo que no se sabe si la correlación entre las preferencias gustativas y la gravedad de la COVID-19 existe en niños o en ancianos. Además, expresa, la población estudiada puede diferir de formas desconocidas que influyeron en los resultados.

¿Se vienen las pruebas de sabor de COVID-19? 

Ser capaz de determinar rápidamente quién está en mayor riesgo de SARS-CoV-2 sería una herramienta valiosa a medida que la sociedad salga de las cuarentenas. Los descubrimientos de Barham sugieren que las pruebas de sabor podrían proporcionar una forma segura, rápida y económica de clasificar a las personas en grupos de riesgo de COVID-19 y de otras infecciones.

“En este punto, los resultados de este trabajo son prematuros para ayudarnos a controlar la COVID-19 en la clínica”, afirma Aronoff. "Pero los resultados podrían afectar nuestra comprensión de lo que lleva a las personas a ser más o menos vulnerables a las infecciones como la COVID-19". Aronoff enfatiza que los superdegustadores no deberían sobreinterpretar estas conclusiones: "Las personas que odian el brócoli no deben evitar vacunarse", dice.

Danielle Reed, directora del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia, también advierte la sobreinterpretación de los descubrimientos. Reed, que estudia las diferencias genéticas en el gusto y en el olfato, realizó las pruebas genéticas en el estudio de Barham, pero se negó a ser nombrada autora porque interpretó los resultados de manera diferente.

Reed señala que el análisis de Barham no tuvo en cuenta la "pérdida general del gusto, que es una característica temprana y cardinal de la COVID-19". Como resultado, cree que algunos pacientes "fueron categorizados incorrectamente como no degustadores". Además, los genes T2R no se identificaron con gravedad de COVID-19 en un análisis genómico independiente.

Reed afirma que las pruebas de sabor para ayudar a guiar la atención médica son “un objetivo por el que podemos trabajar. Pero el primer paso es hacer que la detección del gusto y del olfato sea una parte habitual de la atención médica, como hacemos con la vista y el oído. A medida que agregamos controles de gusto y olfato a la atención médica de rutina, la forma en que estos sentidos predicen la salud y la enfermedad pueden surgir y ser herramientas útiles".

Barham está de acuerdo en que se necesita investigar más y afirma que su equipo ha continuado recopilando datos para "explorar la relación" entre los receptores del gusto y la COVID-19. Expresa optimismo sobre la extensión del trabajo a otras enfermedades infecciosas. "También estamos estudiando esta familia de receptores ya que influyen en la inmunidad innata a la influenza, junto con otras infecciones de las vías respiratorias superiores".

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