Cómo la inhalación del humo de los incendios forestales puede afectar a la salud

Los expertos señalan que el efecto crónico del humo de los incendios forestales cada vez más frecuentes y duraderos podría tener consecuencias graves en el cuerpo de las personas.

Por Sarah Gibbens, Amy McKeever
Publicado 18 sep 2020, 10:30 GMT-3
Desde California hasta Alaska y Australia, los incendios forestales en el mundo están empeorando cada vez ...

Desde California hasta Alaska y Australia, los incendios forestales en el mundo están empeorando cada vez más. Esta foto, tomada en Alaska en 2016, muestra un incendio que brotó a la vida en condiciones calientes, secas y ventosas. Décadas de malas gestiones forestales y cambio climático han preparado el escenario para una amenaza sanitaria emergente: humo proveniente de incendios forestales.

Fotografía de Mark Thiessen, Nat Geo Image Collection

El último mes, a las más de siete millones de personas en el área de la Bahía de California que han atravesado los incendios forestales históricos les ha costado respirar. Durante 29 días, la región se ha encontrado bajo una alerta “Spare the Air”, que significa que inhalar el aire exterior presenta un peligro sanitario. La calidad del aire es aún peor en Oregon y Washington, y el humo llegó a expandirse hasta la Costa Este y Europa.

Según un estudio del Journal of the American Heart Association, el humo de los incendios forestales contiene una variedad de gases y partículas provenientes de los materiales que alimentan el fuego, entre ellos el ozono, el monóxido de carbono, los compuestos aromáticos policíclicos, el dióxido de nitrógeno y el material particulado— contaminantes vinculados a enfermedades respiratorias y cardiovasculares.

Cuando una persona sana respira el aire matizado con humo de incendios, podría sentir picazón en los ojos y, al toser, podría tener dificultad para recuperar el aliento. Pero, todavía no es claro lo que le sucede a ese mismo individuo cuando respira aire lleno de humo por largos periodos de tiempo por año.

“Las personas estuvieron expuestas una o dos veces en la vida”, señala Keith Bein, científico especialista en atmósfera de la Universidad de California, Davis. “Ahora, esto está sucediendo cada verano y por más tiempo”.

En Estados Unidos, la calidad del aire se mide en una escala de colores conocida como Índice de Calidad del Aire (Air Quality Index, AQI), que fue establecida en 1977 como parte de la Ley de Aire Limpio. Desde el 0 al 500, el AQI se divide en seis categorías— desde bueno a peligroso. Su escala mide los niveles de cinco contaminantes principales: ozono al nivel del suelo, monóxido de carbono, dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y material particulado.

Los organismos estatales y locales en las ciudades cuyas poblaciones superan los 350.000 habitantes deben informar estos niveles diariamente. Los contaminantes se miden tanto con instrumentos en el suelo como por satélites que constantemente recogen información sobre lo que hay en la atmósfera, incluso las partículas de los incendios forestales.

Los efectos en el cuerpo humano

“Sabemos con bastante certeza que provoca irritación, tos, respiración sibilante, y las personas con asma tienen más posibilidades de tener un episodio”, indica Irva Hertz-Picciotto, directora del Centro Principal de Ciencias de Salud Ambiental de la Universidad de California, Davis.

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    “El humo de los incendios forestales es un tipo de contaminación del aire muy complejo”, explica Sarah Henderson, científica de salud ambiental de la Universidad de Columbia Británica. “Contiene muchos gases, y la composición de esas pequeñas partículas puede ser muy variable, dependiendo de qué se quema [y] cómo se quema”.

    Y dice que el material particulado, de 2,5 micra de diámetro también conocido como PM 2.5, la preocupa especialmente. Aquellas pequeñas partículas, que alguna vez fueron aún más pequeñas, pueden penetrar en lo profundo de los pulmones de una persona. Henderson señala que el cuerpo responde liberando la misma cantidad de células inmunológicas que necesitaría para atacar un virus. Sin embargo, a diferencia de un virus, el material particulado no se desintegra con esa respuesta inmunológica y provoca una inflamación perdurable.

    “Esa inflamación afecta los pulmones, los riñones, el hígado y, probablemente, el cerebro”, señala Henderson.

    Los incendios forestales son una amenaza sanitaria creciente— 15 de los 20 peores incendios en California han tenido lugar en los últimos 20 años, y Henderson indica que se necesita más evidencia para mostrar exactamente cómo el humo de los incendios afecta los órganos luego de una exposición prolongada.

    “No sabemos bien cuáles son las consecuencias sanitarias en los fetos, pero una inflamación sistémica en una mujer embarazada podría afectar a su bebé”, agrega Henderson.

    Cuando el humo de los incendios ingresa en las vías respiratorias, las diminutas partículas que contiene— que son alrededor de 30 veces más pequeñas que el cabello humano— pueden alojarse en lo profundo de los pulmones y dañar su revestimiento. El cuerpo se pone en marcha para deshacerse de los invasores externos, desencadenando reflejos espontáneos como toser que ayudan a los cilios, los pequeños filamentos que recubren las células de las vías respiratorias, a sacar las partículas.

    Pero las células inmunológicas no pueden romper el material particulado— solo las hace trabajar más duro para intentar derrotarlo, lo que provoca una inflamación aún mayor, señala Stephanie Christenson, profesora adjunta de pulmonología de la Universidad de California, San Francisco.

    La inflamación puede ser buena para luchar contra los intrusos. Pero Christenson indica que es especialmente peligrosa para quienes tengan alguna condición preexistente, como asma o EPOC; ambas enfermedades se caracterizan por una inflamación. Una inflamación adicional puede empeorar dichas enfermedades. “Es un equilibrio delicado antes de irse por la borda”, menciona.

    Con aquellas enfermedades, puede ser más difícil que el oxígeno, tan necesitado, llegue al resto del cuerpo. A medida que el oxígeno ingresa a los pulmones, se dirige a los alvéolos— diminutos sacos de aire que forman una fina barrera entre el aire y la sangre— y pasan a la sangre en los capilares. Christenson explica que, cuando el cuerpo está luchando contra una amenaza, esos sacos de aire pueden llenarse con moco y el aire no puede pasar. Esto también hace que sea más difícil para el cuerpo eliminar el dióxido de carbono, que también provoca dificultad respiratoria.

    Hay algunas pruebas que evidencian que las partículas pueden romper la barrera en los capilares, llegando a la corriente sanguínea y causando una respuesta inflamatoria en todo el cuerpo.

    Aunque los problemas respiratorios pueden ser la respuesta más manifiesta a la inhalación de humo, hay otras menos obvias. En 2018, un estudio en Journal of the American Heart Association asoció el humo de los incendios de 2015 que quemaron más de 361.384 hectáreas a problemas cardiovasculares y a cuestiones relacionadas con el flujo sanguíneo al cerebro en 361.087 visitas al servicio de urgencias entre el 1 de mayo y el 30 de septiembre.

    Karol Watson, profesora de medicina/cardiología de la Facultad de medicina David Geffen de UCLA, relaciona la proximidad del corazón y las arterias coronarias a los pulmones. Watson formó parte de un equipo que realizó un estudio en 2016 publicado en The Lancet que observó los efectos de una variedad de contaminantes en seis ciudades estadounidenses y descubrió un vínculo entre los altos niveles de contaminación del aire y las enfermedades coronarias.

    Una vez más, las condiciones preexistentes son particularmente preocupantes cuando hablamos del daño que el humo de los incendios puede provocar en el corazón, explica Watson. Los ataques al corazón suceden cuando la placa que se construye en las arterias se rompe, y a pesar de que Watson dice que los investigadores no creen que el material particulado provoque esto, sí puede desestabilizar la placa existente y causar su ruptura.

    Asimismo, Watson señala que hay algunas pruebas que evidencian que la contaminación del aire puede desencadenar ritmos cardíacos irregulares, aunque el por qué de esto es menos conocido. Agrega que es especialmente difícil estudiar la contaminación del aire, y señala que para el estudio de su equipo en 2016 tuvieron que poner monitores en hogares por todo Estados Unidos.

    “El trauma que las personas atraviesan también puede afectar sus sistemas inmunes”, indica Hertz-Picciotto. “Cuando estás manejando con llamas en ambos lados de tu vehículo y tus neumáticos se están derritiendo, y no estás seguro de si vas a lograrlo— definitivamente cuando pierdes tu hogar completo— el estrés de la reconstrucción... Puedo ver que eso está desempeñando un papel en las cantidades masivas de estrés, más que el COVID”.

    Potencial para empeorar el COVID-19

    Según los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), la exposición al humo de los incendios puede ser un obstáculo para las personas que luchan contra las enfermedades respiratorias como el COVID-19.

    “La contaminación del aire más alta está asociada a los efectos respiratorios y las personas son más proclives a tener enfermedades respiratorias”, menciona Hertz-Picciotto. “A tal punto que se compromete el sistema inmune y no puede dar batalla a los virus, la contaminación del aire empeora eso”.

    Un estudio publicado recientemente en la revista Environmental International descubrió que la exposición al humo de los incendios forestales en el verano se correlacionó con, entre tres y cinco veces, más casos de gripe ese año.

    Tarik Benmarhia, científico de salud ambiental de la Universidad de California, San Diego, observa que las mismas poblaciones de personas que eran más vulnerables al COVID-19— aquellas con ingresos bajos, condiciones preexistentes y acceso limitado al servicio de salud— también pueden ser vulnerables a los efectos de los incendios forestales.

    Un estudio de 2017 en American Journal of Epidemiology halló que es posible que los ancianos afroamericanos, que probablemente vivan en áreas urbanas donde la contaminación del aire es persistente, sean hospitalizados por la exposición al humo de los incendios forestales.

    Amenazas emergentes en los suburbios

    Además de los efectos sanitarios, descubrir exactamente qué están respirando las personas también es una preocupación emergente entre los científicos.

    El humo de los incendios forestales estuvo compuesto, en un principio, principalmente por los restos terrestres de ramitas, malezas y árboles, pero, a medida que los incendios forestales arden, cada vez más, en los suburbios, están quemando las pinturas sintéticas, las alfombras y los bienes de consumo que llenan los hogares En los fuegos históricos californianos de 2018, 19.000 hogares ardieron, comparados con los 4-000 de este año.

    Bein señala que las muestras de humo de incendios forestales de los últimos cinco años muestran que, por la cantidad de compuestos en el humo que se pueden identificar, hay aún más que no se pueden identificar.

    “No creo que hayamos tenido una resolución respecto a la exposición para ver qué son todos esos químicos y qué sucede cuando se queman a muy altas temperaturas”, explica Hertz-Picciotto, “ni entendemos cómo esos efectos sanitarios podrían diferir”.

    Cómo protegerse

    El CDC recomienda quedarse en casa, en el interior, para evitar el humo de los incendios.

    Los sistemas de climatización (HVAC, por su sigla en inglés) pueden ayudar a purificar el aire dentro de un hogar, como pueden hacerlo los purificadores de aire en una habitación. 

    “Si tienes una habitación que puedes mantener fría, cierra las ventanas, las puertas, y luego pon a funcionar un limpiador de aire portátil con un filtro HEPA”, señala Henderson.

    Según el CDC, es importante no cocinar con gas, freír comida, fumar o hasta aspirar para no sumar a la contaminación interior. Si estás obligado a salir al aire libre, el CDC también recomienda usar un respirador N95 bien ajustado a tu cara. Las mascarillas quirúrgicas de COVID-19 y otras mascarillas caseras no te protegerán del humo.

    “Al fin y al cabo, hay mucho más que se puede hacer”, señala Bein enfatizando que la planificación a largo plazo debería intentar mitigar los tipos de incendios que hoy están atormentando a los californianos. Las nuevas políticas sobre las quemas controladas, así como también dónde pueden construirse los hogares o qué tipo de características deberían tener son soluciones que se necesitan tener en cuenta, dice Bein.

    “Creo que ese va a ser uno de los desafíos más grandes de la humanidad”, señala. “No solo los incendios forestales, sino todos los eventos extremos provocados por el cambio climático. Estamos ingresando en una nueva fase de la realidad que no podemos revertir”.

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