Brote de dengue en Argentina: ¿el Aedes aegypti está ampliando su temporada de incidencia?

Después de que la cantidad de casos superara las cifras históricas del brote acontecido en 2016 se espera que el mosquito baje su presencia de cara al otoño-invierno. Cuáles son los procesos que le ayudan a enfrentar el frío.

Por Mariel Castro
Publicado 2 jun 2020, 14:29 GMT-3

Aedes aegypti

Fotografía de Raúl Ernesto Campos

A fines de febrero de este año, cuando el COVID-19 para algunos no representaba una amenaza cercana; funcionarios nacionales, médicos infectólogos y especialistas en la materia alzaron la voz en distintos medios por su preocupación ante los posibles brotes de dengue y sarampión que podían suceder en Argentina, en el corto plazo. Pocas semanas después, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba la pandemia mundial por el coronavirus y los focos de atención se focalizaron en una situación atípica para el planeta.

En ese contexto, el mosquito Aedes aegypti, que estaba en plena temporada de su desarrollo biológico, fue el canal de conducción para un brote de dengue en distintos puntos del país como no se veía desde hace unos cuatro años. Según el último Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación, publicado el 1 de junio: “Si se lo compara con la temporada 2015-2016 (en la cual se registró el mayor número de casos registrados hasta ese momento en Argentina) se puede observar que el número de casos de dengue alcanzados hasta el momento para esta temporada (45.004 casos) supera el número de casos de dengue en la temporada 20125-2016 hasta la misma semana (41.402 casos)”. Asimismo, si se lo mide en casos por año calendario, en las primeras 20 semanas de 2020 se registraron 43.815 mientras que en 2016 se registraron 40.641 casos para el mismo período.

Por su parte, el Boletín Epidemiológico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, aclara que la zona se encuentra en el Escenario 3: Riesgo Alto. Según el informe, en lo que va del año y hasta el 23 de mayo, se notificaron 11.119 casos de dengue en total. Las regiones del centro, norte y litoral del país también se ven afectadas con alta incidencia de casos autóctonos.

“El riesgo, si lo pensamos como abundancia de Aedes aegypti, más o menos en los últimos cinco o seis años no cambió tanto. El hecho de que haya casos de dengue en algunos de esos años y en otros no, tiene mucho que ver con cómo es la dinámica del dengue a nivel regional”, aclara Sylvia Fischer, investigadora del CONICET en el Grupo de Estudio de Mosquitos (GEM) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Y explica que, como en Argentina no se tiene transmisión de dengue durante todo el año (pues los mosquitos permanecen en forma de huevos o larvas durante el invierno), los primeros casos de la enfermedad, a comienzo de temporada, deberían ser importados y podrían estar relacionados a cómo avanzan las epidemias en países vecinos como Paraguay, Bolivia o Brasil.

Larvas de Aedes aegypti.

Fotografía de Diana Martinez Llaser. Exactas UBA

Una temporada que se puede volver más extensa

Tal como relata Fischer, el Aedes aegypti había sido erradicado a mediados del siglo pasado con una campaña fuerte que se hizo en toda América con el uso intensivo de insecticidas (en particular Dicloro Difenil Tricloroetano – DDT). Como no se detectaba el mosquito, tampoco se evidenciaban problemas con las enfermedades asociadas a él: dengue, Zika o chikungunya.

“En 1986, lo vuelven a detectar en Misiones y Formosa, y se desparramó por todo el país”, cuenta la investigadora. Luego, en 1995 se confirma la presencia del mosquito en Ciudad de Buenos Aires, cerca del barrio de la Chacarita. Para 1998, Fischer ya formaba parte del equipo que comenzó a monitorear sistemáticamente la presencia de este insecto, con más de 200 sensores de oviposición colocados, más o menos, uno por kilómetro cuadrado en toda la ciudad capital.

“Empezamos a ver que había una dinámica temporal muy marcada. En septiembre o principios de primavera no había actividad, en octubre aparecían las primeras hembras y su presencia empezaba a aumentar hasta marzo”, cuenta la investigadora, quien también aclara que se suele dejar de ver actividad de las hembras en mayo y que ahora se puede extender hasta un mes más.

El patrón se repetía y la pregunta para los investigadores era: ¿cómo hace para persistir durante el invierno si no lo vemos?

Procesos para afrontar el frío

Durante todos estos años de trabajo y varias investigaciones, el equipo que trabaja en el GEM ha podido identificar dos procesos que realiza el Aedes aegypti en la región que, por lo que parece, le permiten “subsistir” mejor en esta zona geográfica. “Uno tiene que ver con soportar más el frío y el otro con escapar del frío, evitándolo, hasta que venga la primavera”, explica Fischer en términos más coloquiales.

Como la presencia del mosquito venía avanzando geográficamente y sabían que la supervivencia invernal de los huevos es “bastante buena”, se propusieron investigar a qué temperatura eclosionaban, llegaban a larva y podían completar su desarrollo hasta convertirse en adultos.

“Inesperadamente, vimos que eclosionaban a 12°C, en laboratorio. En campo, podía ser aún en temperaturas medias aún más bajas (9°C y 11 °C)”, asegura Fischer y aclara que las tasas de eclosión para estas últimas temperaturas son relativamente bajas (alrededor del 5% de los huevos a 9ºC, y algo más del 20% a 11ºC).

Sin embargo, para la especialista “lo que era más sorprendente es que las larvas podían completar su desarrollo”. Es decir, que las larvas crecen, mudan a pupa y finalmente se hacen adultos. “Vimos que, en laboratorio, a 12ºC aproximadamente 22% de las larvas completaron el desarrollo; mientras que, en campo, a temperatura media de 13ºC un porcentaje similar completaba el desarrollo”, agrega. Las temperaturas en campo siempre son calculadas en promedio, porque las variaciones entre distintas jornadas y entre el día y la noche son destacadas.

Según la bibliografía, los adultos necesitan temperaturas más altas para poder sobrevivir y cumplir su ciclo reproductivo. El Grupo de Mosquitos va a indagar sobre ese aspecto como un próximo paso. De todas formas, tal como explica la investigadora, ni bien finalizado el invierno, “si las temperaturas empiezan a elevarse, los huevos a eclosionar y las larvas se pueden mantener, significa que se podrían tener adultos antes de llegar a las temperaturas altas”. Este evento podría ser posible a mediados o finales de agosto, con unos 15ºC o 16ºC.

Otro de los mecanismos que identificaron que realiza el Aedes aegypti, distinto al anterior y casi contrapuesto, es el de la diapausa. Para explicarlo en términos no tan técnicos, Fischer cuenta: “Las hembras que ponen huevos con luz de finales de otoño (entre 10 horas de luz y 14 de oscuridad), le dan un ‘mandato’ a los huevos de ‘no eclosiones por un buen tiempo’. Y ponen huevos que no van a eclosionar, aunque tengan una temperatura favorable para hacerlo. Es un mecanismo de ‘defensa’ para que no eclosionen durante el invierno”.

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    “Los que nosotros pensamos es que tal vez estén ocurriendo los dos procesos de selección al mismo tiempo. Y que depende de qué población se trate, se va a afianzar uno más que el otro”, reconoce Fischer.

    Según la investigadora, esta es una de las especies en su tipo más estudiadas del planeta, por la relación que tiene con ciertas enfermedades y la sanidad pública. A pesar de ello, muchas de esas investigaciones están realizadas en otro tipo de regiones más tropicales que Argentina, donde el mosquito suele tener mayor presencia y actividad durante todo el año.

    Al no tener estudios comparativos de la eclosión y el desarrollo de larvas a bajas temperaturas o de la diapausa con Aedes aegypti de otras regiones, como así tampoco datos certeros de cómo se comportaba el mosquito en esta zona hace 20 años; los especialistas aún no pueden determinar si estos comportamientos “ya lo sabía hacer” o si son producto de una adaptación a las condiciones del clima local.

    “Las implicancias de estos procesos de adaptación (especialmente el de la tolerancia a bajas temperaturas) tendría como consecuencia una temporada de actividad más prolongada (empieza antes en la primavera y termina más tarde en otoño), pero es difícil relacionar estos "esperables" con lo que ocurre en la práctica en la naturaleza, ya que ahí puede haber otros factores que estén influyendo, por lo cual resulta difícil asignar relaciones causales con seguridad”, concluye Fischer.

    La variable genética del Aedes aegypti argentino

    Lo que sí identifican los investigadores es que el mosquito que tiene presencia en Argentina suele presentar algunas particularidades que tal vez no sean vistas en otros rincones más tropicales.

    A fines de 2016, en la revista Molecular Ecology se publicó un estudio global sobre la diversidad genética de esta especie (Global Genetic Diversity of Aedes aegypti). Un equipo internacional liderado por investigadores de la Universidad de Yale, Estados Unidos, contó con el análisis de 79 poblaciones del insecto en unos 30 países. A partir del aporte realizado a nivel local por la doctora María Victoria Micieli, investigadora argentina del CONICET en el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE, CONICET –UNLP) se pudo determinar que el Aedes aegypti argentino es una mezcla genética de dos subtipos de esta especie: el Aedes aegypti formosus, una variedad de origen selvático y el Aedes aegypti aegypti, de incidencia más doméstica. Se cree que ese subtipo podría haber sido introducido al país proveniente de África.

    En ese momento, en una publicación del organismo Micieli aseguraba: “A nivel científico, nos abre la puerta a estudiar si esta variabilidad genética puede llevar a un incremento de la capacidad de invasión". La especialista aclaraba que eso no significa que tenga una mayor resistencia o peligrosidad, pero que la versión local del mosquito podría tener una flexibilidad adaptativa mayor y que pudiera colonizar ambientes más selváticos.

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