Acabamos de graduarnos de médicos y nuestra primera tarea es el coronavirus

Los médicos residentes pasan años entrenándose para convertir las calamidades en victorias, pero la magnitud de la crisis de la COVID-19 ha sido abrumadora.

Por Nsikan Akpan
Publicado 23 abr 2020, 13:21 GMT-3
Emma Rogers, residente de primer año de urgencias, fotografiada fuera del Hospital de la Universidad de ...

Emma Rogers, residente de primer año de urgencias, fotografiada fuera del Hospital de la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia, señala que el brote de la COVID-19 ha sido estremecedor por momentos, pero la comunidad local se ha solidarizado con el hospital.

Fotografía de Mark Thiessen, National Geographic

VICKI ZHOU PASÓ la noche de Año Nuevo en una sala de urgencias— pero no como paciente, sino como parte de su primer año como médica. Zhou, de 27 años de edad, estaba terminando otro turno de ocho horas dentro del equipo de urgencias del Hospital de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia, y tuvo que apurarse para llegar a la azotea de un amigo y así ver los fuegos artificiales de medianoche.

“Llegué justo a tiempo”, recuerda Zhou. “Se podían ver todos los rascacielos y había fuegos artificiales en ambos lados de los dos ríos que bordean a Filadelfia”. Sin embargo, mientras disfrutaba de la celebración, una infección se multiplicaba dentro de los pulmones de las personas en Wuhan, China. El año de la enfermedad por coronavirus había comenzado.

Aún sin una plaga mundial, pasar de ser estudiante de medicina a hacer la residencia, la formación profesional que le sigue a la facultad de medicina o de enfermería, es un gran cambio.

“Toda mi vida me entrené para esto”, señala Jonathan Bar, quien ha estado inmerso en urgencias desde que tenía 16 años, cuando se convirtió en cadete paramédico. Hoy, residente de tercer año de medicina de urgencias, Bar trabaja en una carpa afuera del Hospital de la Universidad de Pensilvania, donde se evalúan a los pacientes de la COVID-19.

Fotografía de Mark Thiessen, National Geographic

“Los primeros seis meses son un gran desafío porque, como residente, eres el más exigido del hospital”, cuenta Zhou. “Eres el que llega primero, el que escribe todas las notas, el que está ‘en evidencia’ para exponer frente a médicos más experimentados”.

Zhou dice que justo cuando se estaba acostumbrando a la experiencia, el nuevo coronavirus comenzó a surgir en China. Estaba leyendo las noticias como todos los demás y escuchando a sus abuelos, quienes viven en Shanghái, contar lo que sucedía en el lugar. “Pero era tan lejano. No veía los efectos en nuestros hospitales y definitivamente no los veía en enero”, menciona.

Hoy, a los profesionales médicos recientemente recibidos, como Zhou y sus colegas, se los ha empujado a una pandemia que se da una vez por siglo. 

Curso intensivo de coronavirus

El hospital insignia del Sistema de Salud de la Universidad de Pensilvania comenzó la nueva década preparándose para el desastre, esto sin relación con el coronavirus. Durante los primeros meses del 2020, el centro médico había comenzado a llevar a cabo un simulacro de emergencia del hospital entero, en el cual se captaba personal de varios departamentos— servicio de traumatología, de asistencia hospitalaria, de la unidad de cuidados intensivos— para practicar cómo sería la respuesta si se daba una situación con muertes masivas.
 

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    “Como médica de urgencias, te encuentras en una situación interesante donde puedes ayudar a tratar a cualquiera, sin importar la situación con la que ingrese”, explica Victoria (Vicki) Zhou, residente de primer año de medicina de urgencias. “Sin importar quién seas, vamos a ayudarte y resolver tu situación”.

    Fotografía de Mark Theissen, National Geographic

    “Estábamos pensando en bombas sucias. Estábamos pensando en el tiroteo masivo de Las Vegas. Habíamos pensado en el ébola”, indica Jonathan Bar, de 29 años de edad, médico residente de tercer año que se desempeña en el departamento de urgencias y que ayudó con el ejercicio. “Teníamos estudiantes médicos que, para el simulacro, actuaban tanto como individuos de primera respuesta como pacientes. Hasta el FBI vino a visitar y a observar”.

    Como parte del simulacro, el equipo del hospital montó una carpa de descontaminación, que terminó siendo readaptada para los pacientes de la COVID-19 a medida que el brote en Estados Unidos comenzó a crecer. Bar, residente senior, forma parte del equipo de la carpa, que trabaja como la primera barrera de defensa del hospital. El equipo analiza a los pacientes nuevos en busca de señales de la enfermedad respiratoria. Los casos sospechosos reciben una máscara y una etiqueta con un código de colores, así pueden ser separados de los pacientes que no están infectados dentro de la sala de urgencias.

    “No queremos que las personas potencialmente infectadas se mezclen con el que vino solamente ‘porque se quebró el tobillo’”, explica Bar.

    Zhou señala que una de las cosas más difíciles ha sido decirles a las personas que no pueden estar con sus seres queridos que están críticamente enfermos. Luego de que Pensilvania registrara sus primeros casos de coronavirus el 6 de marzo, el hospital cambió a sus protocolos de crisis, y solo se permite que el personal esencial ingrese a las salas con pacientes con problemas respiratorios. Es una precaución que conlleva un desgaste emocional tanto para las familias como para el personal médico.

    “No deberías estar hospitalizado si no tienes que estarlo”, agrega Zhou. “Pero es un trago amargo. Es difícil para mí, como alguien que está cuidando de un paciente, decirle: lo siento, no puedo dejar que tu ser querido esté aquí contigo”.

    En su limitado tiempo de inactividad, el equipo de urgencias realiza ejercicios de práctica para actividades básicas, desde limpiar las vías respiratorias de los pacientes hasta ponerse el equipamiento de protección personal (personal protective equipment, PPE). Este juego de roles puede sonar rudimentario, pero es esencial para manejar los casos durante una crisis. Por ejemplo, los cascos purificadores de aire, denominados “pappers”, pueden ser incómodos de usar y hacer que hablar se dificulte al principio. La práctica hizo que sea más fácil la comunicación con los preocupados pacientes que comenzaron a llegar con síntomas de la COVID-19.

    Emma Rogers, de 28 años y residente de primer año, dice que los primeros días de la crisis fueron especialmente difíciles debido a la ausencia de pruebas para la COVID-19. “Teníamos que tomar un montón de decisiones sin tener mucha información a la que aferrarnos”, menciona. “No es algo que te pueden enseñar en la facultad de medicina”.

    Todos en el hospital—tanto personal experimentado como nuevo— están haciéndole frente a este curso intensivo. Están aprendiendo nuevas lecciones a medida que surgen, tales como cómo detectar pacientes que llegan con complicaciones respiratorias comunes y corrientes, pero, en realidad, tienen una atroz neumonía creciendo dentro.

    Oleada de emociones

    Para los residentes médicos, la experiencia de la COVID-19 trae aparejada una mezcla de emociones. Han pasado años entrenándose para tener una oportunidad de convertir calamidades en victorias

    “Aunque se da a principios de mi carrera, es probable que una experiencia como esta no ocurra nuevamente”, menciona Zhou. “Tal vez, en 40 años, pueda decir: ‘cuando estaba en mi primer año de residencia, no vas a creer lo que vi’”.

    Por otro lado, la magnitud de la crisis es aterradora, en especial debido a la falta de equipamiento. Y todos los modelos epidemiológicos afirman que los peores días están por venir; Filadelfia ya está a la cabeza del estado en lo que respecta a casos de la COVID-19, y, al momento de escribir estar nota, más de la mitad de los respiradores de la ciudad ya están en uso.

    Hasta ahora, el personal del hospital ha estado trabajando en turnos de ocho horas, pero, eso es probable que cambie a medida que se implemente el “cronograma de aumentos” para las próximas semanas y meses. “Hoy, es una situación del estilo ‘todas las manos a la obra’, donde no podemos estar muy lejos del hospital en ningún momento”, cuenta Rogers.

    En la nube de la COVID-19, aparecen momentos de claridad. Los miembros de la comunidad de Filadelfia han enviado comida al hospital. Zhou dice que amigos de la familia desde China han estado enviando grandes paquetes de máscaras quirúrgicas para donar al hospital a fin de devolver el favor luego de que las matrices con sede en Estados Unidos hayan enviado suministros a China a principios de este año. Los vecinos de Roger han dejado cartas de apoyo en su puerta y ofrecido pasear a su perro mientras hace sus turnos.

    “Ha sido muy agradable ver cómo todos se han unido”, señala Rogers, “porque, definitivamente, el personal de salud no puede hacer esto solo”.

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