El pánico se propaga igual que el coronavirus

Desde encuentros con depredadores prehistóricos hasta corridas frenéticas en busca de papel higiénico, nuestros ansiosos cerebros pueden entrar en cortocircuito al enfrentarse a lo desconocido.

Por Amy McKeever
Publicado 18 mar 2020, 09:32 GMT-3
Góndolas que normalmente están repletas de toallitas y desinfectante de manos, y papel higiénico se encuentran ...
Góndolas que normalmente están repletas de toallitas y desinfectante de manos, y papel higiénico se encuentran vacías en una tienda Target en Virginia dado que la gente acumula suministros por el brote de coronavirus. ¿Qué nos lleva a estas “compras por pánico”? Los psicólogos afirman que viene de un deseo por recuperar el control en un momento de mucho estrés.
Fotografía de Win McNamee, Getty Images

Desde que el coronavirus comenzó a propagarse por todo el mundo, hemos aprendido mucho sobre lo que las personas pueden llegar a hacer por un rollo de papel higiénico, un frasco de desinfectante para manos o un barbijo. A medida que la cantidad de casos de coronavirus confirmados aumenta, y los estados y países suspenden reuniones o comercios masivos para favorecer el distanciamiento social, estas incertidumbres están provocando lo que se denomina “compras por pánico”, que están vaciando las góndolas de las tiendas más rápido de lo que pueden reabastecerse.

Los suministros de compras por pánico es una manera en que los seres humanos sobrellevan la incertidumbre de las epidemias desde, por lo menos, 1918, durante la gripe española— cuando las personas en Baltimore saquearon las farmacias en busca de cualquier cosa que previniera la gripe o aliviara sus síntomas— hasta el brote de SRAS en 2003.

La ansiedad es una adaptación evolutiva del cerebro humano, lo que nos permite prepararnos para potenciales amenazas. El 14 de marzo, cientos de compradores californianos hicieron fila en la tienda Costco para prepararse para la pandemia por coronavirus.
Fotografía de Mario Tama, Getty Images

“Cuando se ven respuestas extremas, es porque la gente siente que su supervivencia se encuentra amenazada y necesitan hacer algo para sentir que tienen el control”, explica Karestan Koenen, profesora de psiquiatría epidemiológica en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard.

Pero, ¿qué es exactamente lo que nos provoca pánico y cómo podemos mantener la calma en momentos de gran estrés como lo es el de una pandemia? Depende de cómo las diferentes áreas del cerebro interactúan entre ellas.

La evolución del miedo y el pánico

La supervivencia del ser humano ha dependido tanto del miedo como de la ansiedad, emociones que nos hacen reaccionar inmediatamente cuando estamos frente a una amenaza (el león a la vuelta de la esquina) así como también de ser capaces de reflexionar sobre amenazas percibidas (¿dónde están los leones esta noche?).

El pánico comienza cuando una negociación en el cerebro sale mal. Koenen explica que la amígdala, el centro emocional del cerebro, quiere que nos alejemos del peligro inmediatamente— y no le importa cómo evitamos al león.

Pero la corteza frontal, que controla nuestra respuesta de comportamiento, insiste en que primero pensemos la situación del león. ¿Cuándo nos encontraremos con un león nuevamente y qué hacer al respecto? 

A veces la ansiedad puede inmiscuirse. En vez de hablar directamente a las partes de nuestros cerebros que son buenas para planificar y tomar decisiones, la corteza frontal se confunde por los mensajes contradictorios entre otras partes del cerebro que están decididas a manifestar todos los escenarios posibles sobre cómo nos podemos convertir en la cena del león.

El pánico se da cuando todo esto entra en cortocircuito.

Mientras que nuestra corteza frontal quiere que pensemos dónde podrían estar los leones mañana a la noche, nuestras amígdalas están a toda marcha.

“El pánico se da cuando esa parte más racional de tu cerebro [la corteza frontal] se ve desbordada por la emoción”, señala Koenen. Tu miedo es tan profundo que la amígdala se hace cargo y la adrenalina se mete.

En ciertos escenarios, el pánico te puede salvar la vida. Cuando nos encontramos frente al peligro inmediato de ser atacados por un león o atropellados por un vehículo, la respuesta más racional puede ser salir corriendo, pelear o quedarse quietos. No queremos que nuestro cerebro pase demasiado tiempo debatiéndolo.

Pero, escuchar a la amígdala solamente puede traer aparejados graves inconvenientes. En su trabajo de 1954, “La Naturaleza y las Condiciones del Pánico (The Nature and Conditions of Panic)”, Enrico Quarantelli, sociólogo que llevó a cabo una investigación innovadora sobre cómo los seres humanos se comportan durante los desastres, contó la historia de una mujer que escuchó una explosión y huyó de su casa pensando que una bomba había estallado allí. 
Solo cuando se dio cuenta de que la explosión había ocurrido al otro lado de la calle recordó que había dejado a su bebé.

“El pánico es un comportamiento no social en vez de antisocial”, escribió Quarantelli. “Esta desintegración de normas sociales.... a veces tiene como consecuencia el rompimiento de los más fuertes vínculos del grupo primario”.

El pánico no ayuda mucho tampoco para las amenazas a largo plazo. Ahí es cuando es esencial que la corteza frontal mantenga el control, alertándote de la posibilidad de una amenaza y también tomándose el tiempo para evaluar el riesgo y planificar cómo actuar.

Cómo la incertidumbre puede generar pánico

Pero si, durante esta pandemia, la información y los mensajes nos inundan, ¿por qué algunas personas acaparan papel higiénico y desinfectante de manos mientras que otras desestiman los riesgos y se juntan en bares?

Los seres humanos somos notoriamente malos para evaluar riesgos frente a la incertidumbre— y, a menudo, lo hacemos mal de diferentes maneras, lo que nos lleva a sobrestimar o subestimar nuestros riesgos personales.

Sonia Bishop, profesora adjunta de psicología en la Universidad de California Berkeley quien investiga cómo la ansiedad afecta la toma de decisiones, señala que esto es particularmente cierto hoy durante la pandemia por coronavirus. Los mensajes contradictorios de los gobiernos, los medios y las autoridades de salud pública— como todas las variadas recomendaciones sobre distancia social— alimentan la ansiedad.

“No estamos acostumbrados a vivir en situaciones donde las probabilidades cambian rápidamente”, menciona Bishop.

El pánico y nuestras preferencias psicológicas

Bishop señala que, idealmente, deberíamos adoptar un enfoque denominado aprendizaje sin modelo para evaluar nuestros riesgos frente a la incertidumbre. Este enfoque es, esencialmente, de prueba y error: nos basamos en nuestras experiencias personales y, gradualmente, actualizamos nuestros cálculos sobre cuán probable es que algo suceda, cuán malo sería si sucediera y cuánto esfuerzo demandaría prevenirlo.

Bishop indica que, cuando no hay un modelo sobre cómo afrontar una amenaza, muchas personas recurren al aprendizaje basado en modelos, un marco en el cual intentamos recordar ejemplos del pasado o simulamos posibilidades futuras.

Y allí es donde “las preferencias de disponibilidad” entran a hurtadillas. Cuando hemos escuchado o leído tanto sobre algo— por ejemplo, un accidente aéreo cubierto ampliamente por los medios— se vuelve tan fácil imaginarse en un avión teniendo un accidente que el riesgo a volar se puede sobrestimar. “Es esa facilidad para simular ese escenario que luego oprime nuestros juicios de probabilidad”, dice Bishop.

Del mismo modo, algunas personas tienen una inclinación hacia el optimismo o el pesimismo. Mientras que los pesimistas no pueden evitar imaginar ansiosamente todos los potenciales escenarios catastróficos, los optimistas tienden a creer que nada malo va a suceder. Incluso si son parte de uno de los grupos vulnerables, encuentran la manera de compaginarlo con su visión del mundo al convencerse de que son demasiado sanos para morir de coronavirus. “Te devuelve un poco [de sentido] de control”, señala Bishop.

¿Hay algún buen momento para el pánico?

Aunque es cierto que hay personas en ambos lados de estos extremos, la mayoría de la gente está experimentando otra cosa: la ansiedad aguda.

Cierta cantidad de ansiedad puede ser buena frente a un desastre. El miedo puede ser un motivador, aumentando nuestros niveles de alerta y energía. Nos recuerda que debemos lavarnos las manos, prestar atención a las noticias— y sí, abastecernos de lo esencial en los supermercados.

Jennifer Horney, directora fundadora de epidemiología de la Universidad de Delaware y experta en preparación de salud pública, señala que un poco más de pánico puede ser particularmente beneficioso en un lugar como Estados Unidos, cuya población históricamente no ha sido tan buena como las de otros países en lo que tiene que ver con cumplir con las intervenciones en materia de salud pública, como son el aislamiento y la cuarentena.

“En ese sentido, tal vez un poco más de pánico podría ser productivo en función de entender que nuestro comportamiento tiene efectos en los demás”, indica.

Por otro lado, la ansiedad es algo terrible de sufrir a largo plazo. En primer lugar, a medida que nos volvemos más ansiosos, también se vuelve más difícil para nuestros cerebros salir del modo pánico. Algunos estudios han indicado que el estrés crónico puede, efectivamente, disminuir las partes de nuestros cerebros que nos ayudan a razonar, lo que alimentaría aún más el pánico.

Bishop señala que nuestros cuerpos no están hechos para vivir con estrés agudo y ansiedad por semanas y meses. 
Aunque puede darnos un empujón de energía a corto plazo, finalmente nos dejará exhaustos y deprimidos. A la larga, esto puede tener consecuencias serias de respuesta de la sociedad si las personas se agotan de la distancia social y comienzan a salir nuevamente antes de que la pandemia llegue a su pico.

El pánico y las intervenciones por la pandemia

Horney, quien entrenó a equipos de respuesta rápida durante la pandemia H1N1 de 2009 (“gripe porcina”), dice que reducir la incertidumbre es fundamental para asegurar que nuestras intervenciones funcionen.

Y menciona que el coronavirus no es completamente nuevo. Los funcionarios de salud pública también saben mucho sobre coronavirus por lidiar con el SRAS y el MERS.

“Muchas de las cosas que están sucediendo son medidas de salud pública típicas que se toman para controlar los brotes; solo que se están dando a una escala mucho más grande”, explica Horney.

“Los cruceros entran en cuarentena todo el tiempo por brotes, pero es, usualmente, por norovirus o gripe estacional”.

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