Estos son los apareamientos de animales más raros y sorprendentes

Desde las feroces reinas de roedores hasta los leales padres de dragones de mar, los animales asumen una maravillosa diversidad de roles sexuales en la reproducción de su especie.

Por Jude Coleman
Publicado 23 jun 2022, 09:36 GMT-3
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Un dragón de mar macho lleva huevos debajo de su cola, cerca de Wool Bay Jetty, Australia del Sur. El macho recibe estos huevos no fertilizados de una hembra y, si así lo desea, los fertiliza y los lleva hasta que estén listos para eclosionar.

 

 

Fotografía de Alex Mustard Minden Pictures (270418)

Las relaciones pueden ser complejas y extrañas, sobre todo en la naturaleza. Hay docenas de formas en que las criaturas se aparean, ya sean bacterias microscópicas o enormes mamíferos de la selva. Pero, al igual que ocurre con los humanos, en el reino animal no existe un modelo único ni falta variedad en los hábitos reproductivos y parentales. 

En el acto de propagar la especie, los animales machos y hembras asumen distintos roles sexuales. El término no sólo se refiere a la copulación en sí sino a las tareas específicas que cumplen en el apareamiento y la crianza. Un ritual común en el cortejo es que la hembra elija a su pareja entre los pretendientes masculinos que compiten entre sí y luego cuide a sus crías practicamente sola.

Los machos de las ballenas jorobadas, por ejemplo, compiten por las hembras y dejan la crianza de sus descendientes a la madre. Otros animales, como los elefantes marinos, forman un harén: un grupo de hembras dirigido por un macho que tiene bajo su control el apareamiento y se relaciona poco con sus crías. Ambas situaciones se engloban dentro de la poliginia (una forma de vincularse dentro de la poligamia) en la que un macho se aparea con varias hembras.

En cambio, en los animales monógamos, como los albatros, una misma pareja reproductora se aparea de por vida. Estos hábitos se consideran roles sexuales convencionales.

Un padre emú permanece cerca para proteger a su nuevo polluelo de los depredadores en Nueva Gales del Sur, Australia. Los machos de estas especies son responsables del cuidado de sus crías.

Fotografía de Jami Tarris Getty Images (270311)

Sin embargo, las relaciones de reproducción como las matriarcales o los harenes dirigidos por mujeres que no entran en la poligamia o en la monogamia tradicionales se consideran inversiones de roles.

Este cambio de papeles en el mar, el cielo y el subsuelo pone de manifiesto la diversidad del cortejo en el reino animal y la maravillosa variedad de la vida en la Tierra.

Reinas roedores: la crianza más extrema en mamíferos

En las colonias subterráneas de las ratas topo desnudas (Heterocephalus glaber), una poderosa hembra reina sobre cientos de ejemplares ciegos y sin pelo (lampiños). Como en las colonias de abejas u hormigas, las reinas de las ratas topo desnudas son las únicas hembras que se aparean y dan a luz. La reina está acompañada por uno (o a veces varios) machos reproductores, a los que ha concedido el derecho de engendrar la siguiente generación. El resto de la colonia se encarga del cuidado de las crías, además de ampliar las madrigueras con sus robustos dientes y alimentar a la reina. Los biólogos llaman a esta forma de vinculación: "cría cooperativa extrema".

"Esta especie de ratas es el ejemplo más extremo de colaboración en la crianza entre los mamíferos", cuenta Melissa Holmes, neurocientífica del comportamiento de la Universidad de Toronto, en Canadá. "Es extremadamente raro".

La reina gobierna de forma absoluta, suprimiendo los comportamientos de reproducción en la colonia. Los investigadores sospechan que lo hace ejerciendo una conducta dominante y empujando a la sumisión al resto de los integrantes de la colonia. Cuando la reina muere, otra hembra puede ocupar pacíficamente su lugar empezando a aparearse y teniendo descendencia. Pero a veces, antes de su muerte, las hembras subordinadas dan una especie de “golpe de estado”, atacando a la reina y luchando a muerte por una oportunidad en el trono. Debido a su vida inusualmente larga (más de 30 años), las reinas pueden gobernar durante décadas si no son derrocadas.

En las llanuras aluviales y las sabanas de África, las antílopes topi (Damaliscus lunatus jimela) también ejercen el control sobre la reproducción. En lugar de que los machos se enfrenten entre sí por el cortejo, son las topi las que atacan agresivamente a sus competidores, algunas incluso acechándolos en medio de la copulación. La competencia está justificada: las topis hembras sólo son fértiles un día al año. Al aparearse con otros cuatro machos en un día, aumentan sus probabilidades de concebir. Mientras tanto, los topis machos juegan sus propios juegos amorosos, rechazando a las hembras con las que ya se han apareado y permitiendo el avances de desconocidas.

Al igual que las ratas topo desnudas, los grupos de peces payaso (la subfamilia de Amphiprioninae) también están liderados por una hembra que "manda mucho", describe la acuarista Savannah Dodds, quien trabaja en el Acuario de la Costa de Oregón (Estados Unidos). Junto a ella nada un macho, el único pez con permiso para fecundar sus huevos. Ambos cuidan de ellos hasta que eclosionan. Pero si la hembra muere, se produce una inversión de otro tipo: su compañero se convierte en hembra y ocupa su lugar.

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    Un pez payaso occidental (adelante) posa con una gran hembra dominante en la ciudad de Bitung de Sulawesi del Norte (Indonesia).

    Fotografía de Alex Mustard Minden Pictures (270418)

    Los peces payaso son hermafroditas, es decir, están dotados de ambos aparatos reproductores. Sin embargo, todos nacen machos. El pez payaso, ahora hembra, comienza a poner huevos y el macho más grande de la comunidad asume el papel de padre del pez. 

    Los dragones de mar (Phycodurus eques) que se esconden en las algas marinas de la costa australiana llevan la inversión de roles un paso más allá: los machos son los que llevan y dan a luz a las crías. Al igual que sus parientes los caballitos de mar, los dragones de mar reciben los huevos no fertilizados de las hembras, que dejan a sus futuras crías en un bolsillo especial bajo la cola de los machos. Si un macho no se deja impresionar por una hembra (que intenta seducirlo con una intrincada danza) rechaza los huevos.

    Pero si le corteja bien, se queda con los huevos y los fecunda. Estos se desarrollan dentro del pliegue de su padre durante las siguientes seis semanas antes de emerger. Una vez nacidos, los bebés deben enfrentarse en soledad a los peligros del océano y a las cambiantes corrientes. Según Dodds, sólo un 5% de estas singulares crías de dragón marino sobreviven, lo que se suma como argumento para que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considere que algunas especies están casi amenazadas.

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    En Australia continental, los emús (Dromaius novaehollandiae) también se encargan de ejercer la paternidad. Cuando comienza la temporada de cría, estos animales se ganan a las hembras con un lento movimiento de cuello. Pero después del apareamiento, la madre emú deja a los huevos al cuidado de su padre y se marcha para repetir el proceso con otro macho, un patrón de apareamiento llamado poliandria. El padre emú se queda con una nidada de enormes huevos y debe permanecer allí durante los dos meses siguientes. En ese tiempo, dejará de comer y perderá hasta un tercio de su peso corporal. Tras la eclosión de los huevos, el abnegado papá criará a sus polluelos durante aproximadamente un año, enseñándoles a sobrevivir en el agreste mundo exterior.

    Mientras tanto, en los árboles tropicales de Nueva Guinea (Australia) y otras islas vecinas, los coloridos loros desafían el preconcepto de que las hembras deben ser las aburridas de la pareja. En un impresionante despliegue de dicromatismo sexual inverso, las hembras de loros eclectus son más llamativas que los machos, destacando como piedras preciosas sobre sus huecos de anidación con un plumaje rojo y azul brillante. Sus homólogos masculinos lucen sobre todo plumas verdes, de las que dependen para confundirse con la copa de los árboles.

    En un impresionante despliegue de dicromatismo sexual inverso, las hembras de loros eclectus son más vibrantes que los machos, destacando como piedras preciosas sobre sus huecos de anidación con un plumaje rojo y azul brillante. Los machos, por su parte, son verdes.

    Fotografía de Tim Lamán Nat Geo Image Collection (268626)

    Aunque el atractivo sexual desempeña un papel en el audaz cambio de colores, los tonos de las hembras surgieron probablemente para anunciar su reclamo sobre el territorio, explica Rob Heinsohn, biólogo evolutivo de la Universidad Nacional de Australia.

    "Es una señal muy fuerte de propiedad: 'No vengas aquí; lucharé contra ti'", dice.

    Los territorios (normalmente, huecos de árboles) que habitan los loros eclécticos son muy solicitados, y las aves los defienden a ultranza de otras madres merodeadoras. Su deslumbrante coloración anuncia que un árbol está ocupado, pero algunas hembras siguen matándose por un preciado nido. Como vigilan sus huecos las 24 horas del día, las hembras dependen de sus compañeros para que les traigan comida. Y cuantos más compañeros tengan, más alimento obtendrán.

    Aunque sólo ponen dos huevos por nidada, las hembras se aparean con muchos machos, haciéndoles creer a todos que pueden ser los padres. Estos últimos, persiguiendo la oportunidad de ampliar su linaje, también se aparean con varias hembras. 

    Asimismo, los machos ayudan a cuidar de todos sus polluelos llevando fruta de árbol en árbol que, luego, las hembras comen y regurgitan para sus crías. Se trata de un tipo de cría denominada poliandria cooperativa, un comportamiento que combina los métodos de crianza de las ratas topo desnudas y el hábito de apareamiento múltiple de los emús. 

    Un puñado de otras aves muestran esquemas de color inversos, pero "nada es tan audaz ni obvio como el loro ecléctico", reflexiona Heinsohn. Brillando bajo la intensa luz del sol del dosel, "probablemente no haya nada más hermoso en todo el mundo".

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