Cabras trepadoras de árboles: ¿Instinto, supervivencia o crueldad animal?

La sequía, la desesperación y el turismo se combinan para crear un cuestionado escenario en Marruecos.

Por Erika Hobart
Publicado 27 jun 2022, 09:11 GMT-3
Algunos granjeros en Marruecos han estado colocando cabras en los árboles durante años para atraer turistas.

Algunos granjeros en Marruecos han estado colocando cabras en los árboles durante años para atraer turistas.

Fotografía de Alfredo Caliz Panos Pictures

ESSAOUIRA, MARRUECOS. Es una mañana de viernes desafiante para Jaouad Benaddi. Ha estado tratando de hacer que sus cabras trepen a un árbol de argán y se instalen en sus ramas retorcidas y espinosas. Ninguna de las 12 está cooperando.

Ansioso por ayudar, el hijo de 13 años de Benaddi, Khalid, agarra una bolsa de granos y se sube al árbol. Una de las cabras balbucea y empieza a seguirle. Khalid trepa más alto entre las ramas ampliamente espaciadas sosteniendo una bolsa de grano para animarla a unirse a él. Hace una pausa para que la cabra lo alcance y coma por un momento, luego la agarra del cuello para atraerla hacia él. Ella se resiste y salta del árbol.

Izquierda: Arriba:

Khalid Benaddi, de 13 años, usa una bolsa de grano para persuadir a una de las cabras de su familia a subir a un árbol de argán.

Derecha: Abajo:

A las cabras les gusta comer la fruta de argán, con su cáscara gruesa y su pulposo interior de olor dulce.

FOTOGRAFÍAS DE Erika Hobart

El niño y la cabra repiten el proceso tres veces, hasta que Khalid la coloca en una pequeña plataforma de madera, donde ella reajusta el equilibrio y deja de moverse. Se necesita perseverancia para que el resto de las cabras cumplan. Algunas deben ser maniobradas como una carga en sus plataformas. Al final, una docena de cabras permanecen inestablemente quietas, expuestas como adornos vivos en la copa del argán.

Las cabras trepadoras de Marruecos han sido noticia en los últimos años. A menudo descrito como un fenómeno natural único en el país norteafricano, su escalada es hasta cierto punto instintiva: las cabras se sienten atraídas por los frutos de los arganes y, ágiles como son, trepan para alcanzar las pulposas golosinas.

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    Los defensores del bienestar animal y los ecologistas dicen que hacer que las cabras permanezcan en los árboles de argán durante horas es malo para los animales y para los árboles.

    Fotografía de Wolfgang Kaehler LightRocket, Getty Images

    Mauro Belloni, un estudiante italiano que se detuvo junto al árbol de Benaddi, parece desconcertado al contemplar la escena. "Es sorprendente", dice. "Pensé que las cabras eran falsas cuando vi sus fotos. Pero son reales, están posando".

    Marruecos está experimentando su peor sequía en décadas, lo que hace que sea cada vez más difícil para los agricultores cultivar en esta región occidental de Marrakech-Safi. A principios de la década de 2000, algunos comenzaron a subir a las cabras en árboles para obtener propinas de los turistas. La fuente de ingresos disminuyó cuando la pandemia de COVID-19 comenzó. Pero después de que terminaran las restricciones, el negocio de exhibición de cabras se reanudó, y con él, las críticas de los defensores del bienestar animal como Liz Cabrera Holtz, directora de la Campaña de Vida Silvestre de World Animal Protection, una organización mundial sin ánimo de lucro con sede en el Reino Unido.

    "Los animales están siendo manipulados y explotados", denuncia. "No se mueven libremente. No tienen acceso a la comida, al agua, ni siquiera a la sombra. Ser obligados a permanecer en los árboles durante horas no es un comportamiento normal".

    "Cabras voladoras"

    Las cabras encaramadas en los árboles de Marruecos están “entrenadas para hacerlo como un espectáculo”, explica el guía turístico con base en Marrakech Mohamed Elaamrani.

    “Pueden trepar árboles e incluso montañas, y son realmente buenas haciéndolo. Algunos de mis invitados se refieren a ellas como cabras voladoras. Quieren verlas porque no existe nada similar en ningún otro lugar del mundo”. 

    Las cabras a veces trepan a los árboles de argán por su propia voluntad para comer su fruta pulposa.

    Fotografía de Fadel Senna AFP, Getty Images

    Nueve rebaños distintos, entre ellos el de Benaddi, pueden verse adornando los árboles a lo largo de la carretera de unos 100 kilómetros que va de la antigua Marrakech a Esauira, una ciudad luminosa y ventosa en la costa atlántica muy popular entre los turistas.

    Las cabras suelen estar de pie desde el final de la mañana hasta la media tarde, cuando el tráfico es más intenso entre las dos ciudades. También se pueden ver cabras en los árboles más al sur, cerca de Agadir, en la región de Souss-Massa.

    “Son como hongos, están en todas partes”, resalta Elaamrani.

    El argán de Benaddi es el segundo en salir de Marrakech. Espera que cuando los conductores se detengan, dejen una generosa propina. "Algunos pagan 10 dirhams (aproximadamente un dólar)", cuenta. Algunos incluso dan 10 dólares. "No es como vender patatas: no hay un precio fijo". Benaddi relata que el dinero es crucial para el cuidado de su mujer, sus cinco hijos y sus animales: dos ovejas y un burro, además de las cabras.

    El hombre repasa que comenzó a poner cabras en el árbol en 2019 después de que falló su cosecha de trigo. En aquel entonces, en un buen día, al menos 10 vehículos se detenían se llevaba a casa alrededor de 20 dólares. Luego, durante el confinamiento, todas menos una de sus 13 cabras murieron de hambre. Desde febrero, cuando Marruecos reabrió, Benaddi ha adquirido un nuevo rebaño: la docena de animales que él y Khalid subieron al árbol aquel viernes por la mañana. Pero, ahora, con suerte tres coches se detienen a mirar.

    Toma hasta seis meses entrenar a las cabras, explica Benaddi. “Son muy inteligentes, son como personas. Lo único que no pueden hacer es hablar”, añade con una sonrisa. “Pero algunas de ellas son muy tercas. Les gusta vagar”. El entrenamiento implica atraer a las cabras al árbol con la fruta y el grano de argán y empujarlas con un palo para que queden en su lugar. Las cabras bebés a menudo se atan al tronco de los árboles para que los turistas puedan recogerlas fácilmente y tomarse fotos con ellas.

    Mustapha Elaboubi, otro pastor en el camino de Marrakech a Essaouira, dice que no se molesta en entrenar a sus cabras. Él y sus ayudantes simplemente suben los animales al árbol. "Intentan saltar al principio, así que seguimos levantándolas y volviéndolas a colocar", detalla Elaboubi. "Eventualmente, aprenden que no tiene sentido intentarlo".

    ¿Las cabras alguna vez se hacen daño?

    Elaamrani sostiene que los clientes que piden visitar a las cabras trepadoras de árboles descubren que la experiencia, muchas veces, no cumple con sus expectativas. “Algunas personas se sienten incómodas. Se preocupan y preguntan cómo las cabras entran y salen de los árboles. Quieren saber si alguna vez se hacen daño”.

    Miloud Banaaddi abandonó la agricultura debido a la severa sequía en la región de la costa atlántica del sur de Marruecos y está entrenando a sus ocho cabras para que posen para obtener propinas turísticas. “No hay trabajo. No hay otras soluciones”, dice.

    Fotografía de Erika Hobart

    Adnan El Aji, veterinario de Essaouira, responde que las cabras son resistentes y pueden hacer frente a factores estresantes como el calor y la escasez de agua. Pero hacerlas pararse en los árboles durante horas en los veranos de Marruecos (cuando las temperaturas pueden elevarse a más de 40 grados) puede provocar estrés por calor y deshidratación.

    Esto puede provocar que los animales se caigan de los árboles y resulten heridos. Así, cuenta la vez que un turista trajo una cabra que se había caído y necesitaba tratamiento por una pata rota. “El turista lo pagó”, rememora.

    De vuelta al árbol de argán de Benaddi, cuando es hora de que sus cabras regresen a casa, 11 bajan fácilmente. Khalid sube para persuadir a la rezagada (una hembra), mientras que su hermano mayor, Abdelmajid, le arroja pequeñas piedras y luego usa un palo para agitar la rama en la que ella está parada. La cabra se tambalea y se estrella contra el suelo, una caída de unos 3.6 metros. Después de algunos intentos, lucha por ponerse de pie y, mientras los demás caminan hacia su corral, ella se queda atrás, cojeando.

    Aunque Marruecos es miembro de la Organización Mundial para la Salud Animal, el organismo responsable de evaluar la salud y el bienestar de los animales a nivel internacional, el país carece de leyes estrictas de protección animal, asegura Cabrera Holtz.

    En 2021, cuando la organización sin fines de lucro World Animal Protection clasificó a 50 países en función de sus leyes y compromisos políticos relacionados con los animales, Marruecos fue uno de los siete que recibió una calificación reprobatoria.

    La organización evalúa el bienestar animal de acuerdo con cinco temas: nutrición (acceso a alimentos y agua), medio ambiente (comodidad), salud (ausencia de dolor y lesiones), comportamiento (libertad para expresar hábitos naturales) y estado mental (bienestar psicológico). Las cabras obligadas a trepar a los árboles para el placer de los turistas fueron maltratadas en los cinco, resalta Cabrera Holtz.

    "Aunque la actividad pueda parecer benigna, se trata de crueldad animal", afirma. Los turistas, agrega, “esencialmente obtienen fotos de seres vivos. Lo que está pasando aquí no es natural. Es coercitivo, y cada vez que introduces un elemento de coerción, no es relevante si sus cuerpos pueden pararse en los árboles”.

    Asma Kamili, jefa de la División de Sanidad Animal de la Organización Mundial de Sanidad Animal de Marruecos, asegura que no le consta que las cabras de la región de Esauira se suban a los árboles para ganar dinero del turismo. Dice que trepar a los árboles es "un comportamiento natural" de los animales y es bueno para los arganes porque si las cabras se comen los frutos y dispersan las semillas en sus heces, eso aumenta el número de árboles.

    José Fedriani, ecólogo del Centro de Investigación de la Desertificación (un instituto en España que se dedica al estudio de la degradación ambiental en las tierras secas) está de acuerdo en que la dispersión de semillas es algo bueno. Pero advierte que las cabras no solo comen fruta; están devorando hojas y plántulas. Los argán tardan de 7 a 15 años en alcanzar la madurez y producir frutos, por lo que poner varias cabras en un área donde puedan destruir las plántulas, especialmente durante las sequías, en realidad evita el rejuvenecimiento de los árboles.

    Usar cabras como atractivo visual aéreo es bueno "para atraer turistas", agrega Fedriani, "pero no es nada bueno para los árboles".

    A unos 800 metros del argán de Benaddi, Miloud Banaaddi (quien también ha tenido que abandonar la agricultura y está entrenando a sus ocho nuevas cabras para que se posen en su almendro) rechaza cualquier idea de que lo que está haciendo sea cruel. "Las cabras sólo están en los árboles durante tres o cuatro horas seguidas", reconoce. "Imagínese si las tuviera dentro de la casa": estarían encerradas y pasarían hambre. "¿De dónde saldría el dinero para alimentarlas? No hay nada más que hacer. No hay trabajo. No hay otras soluciones. Ésta es la única".

    "Tiene que haber un sistema"

    Se espera que las condiciones de sequía en Marruecos se intensifiquen a mediados de siglo, según el Ministerio de Agricultura de ese país.

    "Todo esto debería estar ya verde, pero se puede ver que está completamente seco", dice Benaddi, señalando el paisaje que rodea al argán. "Antes no teníamos que gastar dinero en alimentar a las cabras: tenían comida por todas partes".

    Las cabras de Mustapha Elaboubi se paran sobre plataformas de madera en un árbol de argán en el camino de Marrakech a Essaouira. “Son como hongos, están en todas partes”, dice Mohamed Elaamrani, un guía turístico de Marrakech, sobre las “cabras voladoras” de su país.

    Fotografía de Erika Hobart

    El hombre explica que no tenía interés en usar sus cabras como atracciones al costado del camino hasta que se volvió demasiado seco para cultivar trigo. “Estoy haciendo un trabajo, las cabras están haciendo un trabajo”, dice. “El dinero que ganamos se usa para comprar comida para todos nosotros, mi familia y las cabras”.

    Daniel Bergin, director asociado de Globescan, una firma consultora de sostenibilidad, ha estudiado el bienestar animal en Marruecos y simpatiza con Benaddi y otros granjeros como él. “Obviamente, no puedes quitarle el sustento a alguien”, aclara, refiriéndose a los llamados de los defensores del bienestar animal para cerrar el negocio de las cabras en los árboles. “Tiene que haber un sistema en su lugar. El gobierno necesita trabajar con la gente”.

    Tomemos el baile de osos en la India, menciona Bergin. Antiguamente, los cachorros eran cazados furtivamente en la naturaleza y entrenados para bailar en las calles para los turistas. En 2012, el gobierno de India condenó la práctica como cruel e hizo posible que los dueños de osos tomaran trabajos en santuarios para animales.

    “Al menos involucró a las personas que se habrían quedado sin medios de subsistencia y les permitió continuar trabajando mientras mejoraban la vida de los animales”, dice Bergin.

    Elaamrani, cuyo sustento depende de los grupos turísticos que dirige, dice que preferiría ver a las cabras deambulando libremente y trepando en busca de fruta cuando lo deseen. Pero después de dos años de confinamiento por la pandemia, asegura que no puede darse el lujo de rechazar a sus clientes. “Están pagando para ver algo. Pero trato de explicar la situación de una manera honesta. No es una cuestión de blanco y negro. Es difícil para las cabras, pero también es difícil para las personas que las cuidan”.

    Benaddi dice que en un mundo ideal, la tierra volvería a ser fértil. Volvería a dedicarse a la agricultura y podría cuidar de su familia y sus cabras sin tener que pararse todos los días al lado de la carretera esperando que la gente se detenga a darle propina.

    “Esperamos lo mejor. Pero solo Dios conoce el futuro”, concluye.

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