Cómo los insecticidas pueden reducir la fertilidad de las abejas y causar daños duraderos a lo largo de generaciones

Incluso una sola aplicación de un pesticida neonicotinoide común puede dañar a las abejas expuestas y a sus crías.

Por Douglas Main
Publicado 29 nov 2021, 13:29 GMT-3
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Las abejas azules del huerto son polinizadores fundamentales de cultivos frutales y varias especies autóctonas de los Estados Unidos.

Fotografía de Jennifer Bosvert, Alamy Stock Photo

Las abejas azules del huerto se dedican a polinizar árboles frutales de cultivos populares como manzanas, cerezas, almendras, duraznos y muchos otros. También polinizan varias plantas con flores nativas de los Estados Unidos.

La especie es aproximadamente del tamaño de una abeja melífera, pero son muy diferentes: tiene el cuerpo ce olor azul metálico, un estilo de vida solitario y preferencia por llevar polen en los pelos de su abdomen, en lugar de hacerlo en sus patas.

Estas abejas, al igual que muchos polinizadores, son esenciales para la agricultura y extremadamente vulnerables a una clase de pesticidas llamados neonicotinoides o neónicos.

Una nueva investigación ha revelado que uno de los productos químicos agrícolas más utilizados —un neónico llamado imidacloprid— no solo perjudica directamente a las abejas azules del huerto, sino que tiene efectos negativos que se pueden observar a lo largo de generaciones de estos insectos.

Como se describe en un estudio publicado el 22 de noviembre en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, los descendientes de abejas capturadas en la naturaleza, expuestas a pequeñas cantidades de imidacloprid cuando eran larvas — a partir de polen y néctar contaminados que les daban sus madres — registraron un 20 por ciento menos de crías que las abejas azules del huerto no expuestas al insecticida. Algunas de las abejas estuvieron expuestas al pesticida más de una vez a lo largo de su vida y cada exposición redujo aún más su fertilidad.

“Los efectos son acumulativos. No se puede considerar que solo una exposición haya causado este efecto”, explica la líder del estudio Clara Stuligross, estudiante de doctorado de la Universidad de California en Davis, en EE. UU.

Esto es importante ya que las abejas suelen entrar en contacto con pesticidas repetidamente a lo largo de sus vidas en el medio ambiente. Estos efectos acumulativos y multigeneracionales no se tienen en cuenta en las evaluaciones de riesgo ambiental, que miden los daños causados por los pesticidas y son utilizados por los responsables políticos para regular los productos químicos, dice Stuligross.

Una abeja azul del huerto a la entrada de su nido. En la naturaleza, los insectos anidan en cavidades preexistentes, pero también utilizan túneles artificiales, como este bloque de nido hecho por investigadores. Las hembras alimentan a sus crías con polen y néctar y las cubren con barro.

Fotografía de Clara Stuligross

El artículo se basa en amplias evidencias de que los neonicotinoides desempeñan un papel considerable en la disminución de las poblaciones de abejas y otros insectos beneficiosos, pero sugiere que los efectos pueden persistir a lo largo de generaciones, señala Steve Peterson, investigador, apicultor y propietario del Foothill Bee Ranch en el norte de California, que cría abejas azules del huerto y otras especies.

“Estos hallazgos respaldan lo que muchos de nosotros, los apicultores, incluidos los de abejas solitarias, sospechamos que está sucediendo en los campos agrícolas”, comenta Peterson, que no participó en el estudio. “Hemos visto caídas drásticas en todo tipo de insectos en las últimas décadas, y gran parte de ello podría deberse a los residuos de pesticidas en el medio ambiente”. 

Tanto las abejas melíferas como las autóctonas están amenazadas por el calentamiento global, el cambio climático, los parásitos —como los ácaros Varroa— los patógenos, la pérdida de diversidad vegetal asociada con el desarrollo y otros factores. La disminución es dramática: según un estudio reciente, una cuarta parte de las especies de abejas conocidas no se han visto desde la década de 1990.

Abejas y productos químicos

Las abejas azules del huerto (Osmia lignaria) anidan en agujeros excavados por otros insectos, en cavidades de árboles o, a veces, en el suelo. Las hembras ponen varios huevos, cada uno en su propia cámara de arcilla, haciendo paredes mezclando barro para formar compartimentos de arcilla.

Después de emerger a principios de la primavera del hemisferio norte, las abejas pasan unos días alimentándose antes de aparearse. Luego, las hembras ponen huevos y le suministran a cada uno un puñado de polen y néctar. Unas semanas después, mueren. Las larvas se convierten en subadultos durante el verano y emergen del nido en la primavera siguiente, reiniciando el ciclo.

Este aumento en la polinización a principios de la primavera es decisivo para muchos árboles frutales: las abejas azules del huerto son polinizadores mejores y más eficientes que las abejas melíferas porque son más efectivas para mover grandes cantidades de polen.

En el estudio, Stuligross y sus colegas crearon jaulas de vuelo al aire libre para docenas de abejas azules del huerto que contenían varias plantas con flores. En algunas de las jaulas de vuelo, cinco semanas antes de la introducción de las abejas, los científicos rociaron el suelo con la fórmula de imidacloprid más utilizada en California, un producto llamado AdmirePro, fabricado por Bayer Crop Science.

Los científicos aplicaron el pesticida al nivel máximo recomendado en la etiqueta, simulando las condiciones experimentadas en el mundo real. Un portavoz de Bayer respondió a una solicitud de comentarios de National Geographic aceptando que los niveles de imidacloprid utilizados en este estudio eran “relevantes en el campo”, pero que los resultados del estudio “no eran relevantes” porque “las instrucciones de la etiqueta prohíben la aplicación antes y durante la floración”.

Aunque este insecticida se aplica generalmente a los cultivos (como de almendras) después de la floración, Stuligross respondió que se utilizan durante todo el año en entornos agrícolas. La investigación muestra que las abejas azules del huerto que polinizan almendros, por ejemplo, todavía están expuestas al imidacloprid durante su corta vida adulta a los niveles observados en este estudio.

Tras la liberación, las abejas vivieron en las jaulas de vuelo durante unas semanas, polinizando flores, construyendo nidos y recogiendo néctar y polen para sus crías. Para entonces, el insecticida había sido absorbido por las flores y estaba presente en todos sus tejidos.

“Las abejas están expuestas a través del polen y el néctar”, explica Stuligross. La naturaleza sistémica del neónico (de incrustarse en el tejido vegetal, en lugar de matar a los insectos por contacto) hace que los productos químicos sean “tóxicos, pero efectivos” para matar ciertas plagas, como los áfidos, pero también daña inadvertidamente a los polinizadores, añade.

Peterson agrega que las abejas también pueden exponerse a la sustancia a través del suelo, ya que usan barro para hacer sus nidos.

Los neonicotinoides matan insectos al adherirse a las células nerviosas e interrumpir la transmisión de impulsos eléctricos. Son menos tóxicos para los mamíferos, aunque son perjudiciales para muchos invertebrados, incluidos los invertebrados acuáticos como los crustáceos y el plancton, que forman la base de los ecosistemas de agua dulce.

Los investigadores utilizaron un esquema cruzado, en el que algunas abejas fueron expuestas como larvas al imidacloprid presente en el polen y el néctar transportados por sus madres a partir de plantas que habían sido tratadas con el aerosol del suelo. Otras abejas fueron expuestas como larvas y adultas; algunas solo en la edad adulta; y otras no fueron expuestas.

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    Abeja azul del huerto (Osmia lignaria) forrajeando en la flor silvestre nativa Phacelia tanacetifolia. Cuando las abejas recolectan polen y néctar de las flores, pueden exponerse a insecticidas que, por lo tanto, están presentes en los alimentos que proporcionan a sus crías. Las marcas de colores en las abejas ayudan a los investigadores a diferenciarlas para medir el comportamiento de anidación y reproducción.

    Fotografía de Clara Stuligross

    Descubrieron que cada exposición reducía la fertilidad y que este proceso se intensificaba. Mientras que las abejas expuestas solo como larvas tenían aproximadamente un 20 por ciento menos de descendencia que los insectos no expuestos, las expuestas al principio y al final de la vida tenían un 44 por ciento menos de descendencia. Como las abejas tienen más de 20 crías, eso significa una diferencia de 10 abejas. Las abejas expuestas solo en la edad adulta tuvieron un 30 por ciento menos de descendencia.

    Los investigadores aún no saben cómo afecta el imidacloprid a la fertilidad, pero no es sorprendente que un veneno que ataca el sistema nervioso central pueda tener ese resultado.

    Estos efectos son “bastante drásticos”, reitera Stuligross, y sin duda son una de las razones por las que algunas poblaciones de abejas están disminuyendo en algunas áreas.

    El estudio demuestra que “las aplicaciones actuales de imidacloprid tendrán repercusiones para generaciones de abejas mucho tiempo después de que el neonicotinoide haya dejado el campo”, señala Charlie Nicholson, investigador postdoctoral de la Universidad de Lund, en Suecia. Estas repercusiones no se tienen en cuenta actualmente al evaluar los productos químicos, dice.

    “Es un claro ejemplo de cómo el pasado está presente en un sentido ecotoxicológico. En un sentido más amplio, estos hallazgos me hacen considerar que los traumas generacionales también existen en el mundo animal”.

    Evidencias de daños

    La creciente evidencia revela que, en los EE. UU., los neonicotinoides son perjudiciales para los insectos beneficiosos. Si bien los estudios anteriores se han centrado especialmente en los efectos letales, más datos revelan preocupaciones acerca de los impactos subletales. Por ejemplo, un artículo reciente ha encontrado que el imidacloprid reduce en gran medida la fertilidad de las abejas solitarias de calabaza, y otro estudio ha descubierto que el producto químico reduce la actividad en las mitocondrias de las abejas melíferas, donde se genera energía celular.

    Debido al daño a los polinizadores y otros insectos, se prohíbe el uso al aire libre de neonicotinoides, como imidacloprid, en la Unión Europea. Muchos apicultores e investigadores se preguntan por qué su uso todavía sigue permitido en los EE. UU.

    “Espero que la Agencia de Protección Ambiental de los EE. UU. (EPA, por sus siglas en inglés) revise estudios como este y considere cuidadosamente estos tipos de efectos en su evaluación de riesgos”, enfatiza Peterson. “Realmente creo que es necesario exigir estudios multigeneracionales y de contacto indirecto como parte de la evaluación de riesgos de los pesticidas”.

    Tenemos que hacer más para “ayudar a las abejas, específicamente en estas áreas [agrícolas]”, concluye Stuligross. Una manera fácil de ayudarlas es usar menos pesticidas o cultivar plantas autóctonas siempre que sea posible.

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