La venta de tarántulas en el mercado negro es un negocio peliagudo

Si bien no suelen ser objeto de estudio, estas arañas sí son el objeto de un negocio ilícito en auge que incluye mascotas y piezas de exhibición.

Por Jani Actman
FOTOGRAFÍAS DE Juan Pablo Ampudia
Publicado 16 nov 2018, 19:38 GMT-2
Aquí se puede observar de cerca a una tarántula patas de fuego en cautiverio en las ...
Aquí se puede observar de cerca a una tarántula patas de fuego en cautiverio en las afueras de Tarántulas de México, un centro de reproducción en el estado de Jalisco, en el noroeste del país. Esta y otras especies de tarántulas son buscadas en hábitats naturales para luego ser vendidas como mascotas en el mercado negro.
Fotografía de Juan Pablo Ampudia

Fascinado y a la vez horrorizado, observo a una tarántula patas de fuego mexicana en movimiento. Enorme, peluda, con piernas color zanahoria… Esta no es de las que reptan por mi casa (¡uf!) pero aparece en la pantalla de mi computadora, en formato de video.

Me sorprende que alguien quiera tener a una de estas tarántulas solo por diversión. Pero la gente lo hace.

Una de estas tarántulas formó parte del grupo (valuado en más de 40.000 dólares) de arañas, insectos y otros animalitos que reptan que fueron robados del Insectario y Pabellón de Mariposas de Filadelfia a fines de agosto, en lo que se sospecha fue un intento de venderlos en el mercado negro de mascotas. Según informan los medios locales, días antes, un hombre de Singapur había sido multado por 12.800 dólares por tener 92 tarántulas en su casa, de manera ilegal, e intentar entrar otras seis a Singapur como contrabando desde Malasia (apretujadas en contenedores de plástico en el asiento trasero de su automóvil).

No se trata de incidentes aislados. Los científicos reportan cantidad de hechos significativos en lo que respecta a actividades ilícitas con tarántulas. Se cree que estos actos son impulsados más que nada por entusiastas que están dispuestos a pagar cientos de dólares por cada araña-mascota. Según el conservacionista Sergio Henriques, el mercado de tarántulas protegidas también maneja el comercio ilegal, pero a menor escala.

Tarántulas jóvenes reptan alrededor de un contenedor de vidrio en el centro de reproducción Tarántulas de México, a cargo del investigador de arácnidos y fanático Rodrigo Orozco. Abrió el centro en el año 2003 con el deseo de terminar con el tráfico de tarántulas salvajes inundando el mercado con ejemplares de cautiverio.
Fotografía de Juan Pablo Ampudia

Containers at Tarantulas of Mexico hold hundreds of baby spiders. In addition to selling tarantulas, Orozco plans to introduce some into the wild.

Fotografía de Juan Pablo Ampudia

“El contrabando está descontrolado – se extiende a escala global”, dice Henriques, director del grupo de especialistas de arañas y escorpiones para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por su sigla en inglés), que analiza cómo sobreviven los animales en estado salvaje.

El comercio ilegal de tarántulas es un rincón poco conocido del mercado negro de vida silvestre en general, una industria que mueve miles de billones de dólares y que está dañando a varias poblaciones de animales alrededor del mundo. Los elefantes y los rinocerontes han estado dentro de los blancos más atacados. Pero hay otros animales, más pequeños y extraños, que son buscados como mascotas o para usos medicinales tradicionales, y también como artículos novedosos, entre otras cosas. Entre ellos están las tarántulas.

Típicos de regiones tropicales y desérticas de todo el mundo, estos arácnidos de ocho ojos pueden tener aspectos muy diversos. Hay más de 900 especies, de diversas formas y colores, que van desde el azul cobalto hasta el rosa salmón. Algunas viven en los árboles; otras, en madrigueras subterráneas.

“Muchos países prohíben exportar tarántulas, o requieren permisos especiales para exportar tarántulas y para capturar ciertas especies o especies en determinadas zonas, tales como parques nacionales. Además, se firmó un tratado internacional de vida silvestre que protege a 22 especies que se consideran muy vulnerables frente al intercambio comercial no regulado. Pero las lagunas legales –así como el interés comercial por los animales exóticos, que está en plena expansión, y el hecho de que la gente viaje cada vez más a lugares en donde hay tarántulas, más la infinita información que se comparte en las redes sociales– han propulsado el comercio ilegal”, dice Henriques. 

Se han hallado tarántulas en el Área Natural Protegida Bosque La Primavera, cerca del centro de reproducción de Rodrigo Orozco. La destrucción del hábitat implica una amenaza para las tarántulas de todo el planeta.
Fotografía de Juan Pablo Ampudia

Para poder hacer frente a la demanda, algunos comerciantes contratan residentes locales para cazar tarántulas en hábitats naturales. Las arañas se trafican, y luego se venden a criadores o coleccionistas que están en búsqueda de las criaturas más nuevas, más coloridas o con algún otro rasgo muy especial y distintivo. Algunas tarántulas son arrebatadas de su hábitat, asesinadas, y luego colocadas en contenedores de exhibición o recubiertas con resina (una sustancia clara que se utiliza para hacer llaveros, pisapapeles y otros elementos decorativos).

Las tarántulas son especialmente vulnerables a la caza furtiva debido a que son longevas (algunas alcanzan los 30 años) y debido a que las hembras se reproducen de modo tardío e infrecuente. Según Jorge Mendoza y Rodrigo Orozco, criadores e investigadores mexicanos, la caza furtiva ha hecho estragos entre las brachypelmas, un género que se halla en México y que incluye a la tarántula patas de fuego y a la popular tarántula rodillas de fuego, conocidas por las manchas color anaranjado de sus patas.

No está claro cómo afecta la caza furtiva a muchas de las otras especies de tarántulas. Pero los científicos temen que las muchas actividades de coleccionistas, a las que se suman las amenazas producidas por el cambio climático y la destrucción del hábitat, podrían aniquilar a estas especies antes de que haya tiempo suficiente para estudiarlas en sus hábitats naturales.

A medida que crecen, las tarántulas mudan la piel periódicamente, dejando atrás esqueletos como estos que se exhiben en Tarántulas de México. Mucha gente les teme a las tarántulas, que no suelen ser agresivas hacia los humanos.
Fotografía de Juan Pablo Ampudia

“Recuperarse de una cacería les lleva un tiempo considerable”, dice Henriques. “No se recuperan rápidamente”.

La pérdida de tarántulas no es una preocupación primordial para la mayoría de las personas. No es ningún secreto que mucha gente las considera uno de los habitantes más escalofriantes del reino animal. Las tarántulas son el símbolo más espeluznante de Noche de brujas, y las películas las muestran como asesinas que buscan atacar a todo ser humano que se les cruce por delante.

No hay razón alguna para temer a las tarántulas. La mayoría preferiría esconderse o hacerse las muertas antes que atacar a mordiscones o lanzando pelos erizados desde su abdomen. Y, si se sienten tan amenazadas como para hundir sus colmillos en un ser que consideran agresor, es importante tener en cuenta que su veneno es mucho menos potente que el de las abejas.

Pero hay muchas razones para cuidarlas. Las proteínas de su veneno han ayudado a los científicos a comprender mejor el dolor y algunas enfermedades tales como la epilepsia. Tejen seda que los colibríes usan para construir sus nidos. Y ayudan a controlar plagas agrícolas, como grillos y escarabajos, ya que se los comen.

Adictos a las tarántulas 

Para todos aquellos que se acobardan frente a las tarántulas, sepan que hay algunas personas que simplemente no se cansan de ellas.

Por ejemplo, los miembros de Arachnoboards.com que se rehúsan a nombrar a sus especies favoritas. “Amo a todos mis bebés y no puedo elegir”, escribió un amante de las tarántulas en un panel de debate. “No pueden obligarme a escoger una”, escribió otro.

Según su página de internet, Rodrigo Orozco cría 7000 tarántulas al año en su centro de reproducción. La tarántula rodillas de fuego mexicana es particularmente popular por ser de naturaleza dócil.
Fotografía de Juan Pablo Ampudia

O Bob Herndon, por ejemplo, un inspector del Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de los Estados Unidos del puerto de Louisville, Kentucky, y quien se autoproclama “aquel que se dirige a las fuerzas de seguridad” cada vez que sucede algo relacionado con las tarántulas. Herndon, de 61 años de edad, dice que solía tener cientos de tarántulas pero ahora tiene tan solo 18 ejemplares, que compró o recibió como regalos por parte de amigos que crían arañas.

Se volvió adicto a las arañas tras leer La telaraña de Charlotte cuando era niño.

“Para mí son más que animales”, dice. “Son criaturas realmente hermosas”.

Herndon dice que la caza ilegal despegó en los 70, cuando la gente comenzó a interesarse por las tarántulas como mascotas. A fin de exprimir la demanda, la gente comenzó a criar tarántulas y a comercializarlas, de modo legal, más allá de las fronteras. Pero esto implica obtener permisos, tener un seguro sobre las arañas, pagar por las inspecciones, etc. Como dice Herndon, quebrar las reglas es menos costoso y más fácil.

“Siempre ha sido un tema, y no solo en el caso de las tarántulas”, señala. “Sino en cuanto a cualquier animal, si es que tiene un valor de mercado real. Hay gente que no quiere jugar según las reglas”.

Herndon señala a la Poecilotheria metallica – una atractiva y muy amenazada tarántula color azul metálico que fue descubierta en una única locación en India en el año 2001. Los traficantes comenzaron a contrabandearlas hacia Europa, en donde se las promocionó para la venta.

Luego está el caso de la psychedelic tarantula, otra especie de la India, que estuvo a la venta en mercados en línea de mascotas exóticas en Estados Unidos y Europa tan solo ocho meses después de que su descubrimiento fuera descrito en una revista de investigación en el año 2014. “Me rompió el corazón”, dijo a The Hindu Zeeshan Mirza, una bióloga silvestre que ayudó con el descubrimiento.

En Ciudad de México, Yanei Badillo hace alarde de su tarántula patas de fuego. Algunos coleccionistas están alertas esperando las especies más nuevas o más coloridas.
Fotografía de Juan Pablo Ampudia

Las autoridades han incautado tarántulas por todos lados, desde Australia a los Países Bajos y hasta Brasil. Se las ha encontrado apretujadas dentro de cartuchos de Nintendo, escondidas en contenedores de zapatos, anudadas en paquetes de sorbetes. Seguramente, muchas más se escurren por las fronteras sin ser detectadas: algunas crías de arañas son más pequeñas que una goma de borrar, y las tarántulas adultas pueden llevarse fácilmente en valijas o cajas de encomiendas.

Carol Fukushima, investigadora del Museo Finlandés de Historia Natural en Helsinski, que ha estudiado a las tarántulas, afirma que capturar a aquellos que delinquen en relación con el tráfico de arañas podría no ser una de las principales prioridades de los oficiales de las fuerzas de seguridad. “Si apuntan a cosas más grandes, que consideran más importantes, puede que no se preocupen por el tráfico de tarántulas”, indica.

Fanáticos de las tarántulas se reúnen en un bar del mercado Morelos en Ciudad de México para hacer alarde de sus arañas.
Fotografía de Juan Pablo Ampudia

Para Bob Herndon, sin embargo, el hecho de entender el negocio de las tarántulas es una misión. En enero lo contactaron para ayudar a abrir una caja en Cincinnati, Ohio, luego de que el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre recibiera una pista acerca de un cargamento que podría contener animales de contrabando. El envío, que venía de las Filipinas, estaba etiquetado con un rótulo que decía ‘juguetes’.

Cuando Herndon abrió la caja, encontró 17 tarántulas bebés en dos profundas copas de tergopol pegadas la una con la otra. Sobrevivieron, y se las envió a zoológicos en Tennessee y Kentucky.

Las arañas tampoco suelen recibir mucha atención por parte de los científicos. A aquellos que eligen estudiarlas se les complica asegurarse financiamiento para hacer investigaciones sobre un animal que, sin duda, no es lindo, tierno ni simpático.

“Me apena decirlo, pero no conocemos la ecología de estos animales”, menciona Fukushima. “No sabemos cuántos de estos animales hay en la naturaleza, ni su alcance”.

Según Sergio Henriques, de las más de 900 especies de tarántulas, la IUCN ha evaluado el estado de conservación de tan solo 15. Esto quiere decir que nadie tiene ninguna pista respecto de cómo sobreviven, en hábitats naturales, más del 99 por ciento de las tarántulas.

Víctor Daniel Gutiérrez Martínez no deja ninguna roca sin escudriñar en su búsqueda de tarántulas cerca de su casa en Naucalpan de Juárez, México. El criador de tarántulas dice que el desarrollo y la contaminación alejan a muchas tarántulas de la zona.
Fotografía de Juan Pablo Ampudia

Con tan pocos recursos destinados a la ciencia de las tarántulas, Henriques afirma que es difícil entender qué es lo que más las daña. Fukushima, quien, como él, quiere descubrir cómo afecta este negocio a las tarántulas, ha lanzado un proyecto de investigación multianual para aprender todo lo que pueda al respecto, entre lo que incluye las regiones de origen, las rutas de comercio, y detalles sobre qué lo maneja.

Es un esfuerzo ambicioso, admite Fukushima, pero las tarántulas necesitan protección. “Son muy, muy importantes”, señala.

Jani Actman, antes periodista miembro del equipo de Wildlife Watch, y ahora periodista independiente con base en California.

Wildlife Watch es un proyecto de investigación periodística entre National Geographic Society y National Geographic Partners que se enfoca en delitos y explotaciones contra la fauna y la flora silvestre.

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