Una orquesta encuentra su dulce armonía durante la cuarentena en Venezuela

La pandemia reunió a 75 músicos para grabar un álbum de manera virtual con la premisa de llevar esperanza en tiempos difíciles.

Miembros de la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho interpretaron su nuevo álbum, Sinfonía Desordenada, durante una presentación pública el 12 de noviembre de 2021 en Caracas, Venezuela. Este álbum fue grabado durante la pandemia, en cuarentena, por 75 músicos que fusionaron elementos de la música clásica con ritmos afro-caribeños.

Fotografía de Ana María Arevalo Gosen
Por Julett Pineda
FOTOGRAFÍAS DE Ana María Arevalo Gosen
Publicado 4 feb 2022, 15:50 GMT-3

Nota del editor: Este trabajo fue apoyado por el Fondo de Emergencia por COVID-19 para Periodistas de National Geographic Society.

CARACAS, VENEZUELA – Son casi las 5:30 p.m. mientras cae el sol en la ciudad. El Ávila, la montaña que se eleva sobre la ciudad, sirve como telón de fondo para el ruido que se cuela (bocinazos de motociclistas impacientes, chirridos escandalosos de los guacamayos, fuertes sirenas de las ambulancias que parecen estar cerca y luego se desvanecen a la distancia), una travesía auditiva a través de la caótica realidad de la vida urbana.

Esta noche de noviembre, el ruido se reproduce para la audiencia reunida en la terraza de un lujoso hotel situado en las colinas, en el extremo este de la ciudad, lejos de los barrios marginados y hacinados y la congestión del tráfico. Aquí, el sonido del caos es creado por las trompetas, trompas francesas y trombones correspondientes a los miembros de la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho.

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    Luis Ulray (30 años) posa para un retrato en su casa en la zona de Nuevo Circo, Caracas. Es uno de los músicos que forma parte del proyecto musical Sinfonía Desordenada, el cual apuntaba a ser una fuente de resistencia ante los tiempos tan difíciles.

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    Edgar González (22 años), posa para una fotografía en el patio de juegos del complejo residencial donde vive en Cumaná, noreste de Venezuela. Pasó la mayor parte de su infancia en este patio tocando la trompa, instrumento que heredó de su padre que es docente de música.

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    La mano de Manuel Delpiani (30 años) sostiene una trompeta en su hogar en el barrio El Paraíso, Caracas.

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    Styphanie Flores (29 años) posa para su retrato con el violonchelo en su casa, en la zona de Caracas denominada San Martín. Es una de los 75 músicos que grabaron un nuevo álbum llamado Sinfonía Desordenada.

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    Esta presentación en particular marca el debut del nuevo álbum, Sinfonía Desordenada, grabado durante la pandemia por 75 músicos de diversos orígenes que fusionaron elementos de la música clásica con ritmos afro-caribeños.

    Con vocales de Horacio Blanco, cantante principal de la emblemática banda local de ska llamada Desorden Público, el grupo le da un nuevo toque a letras de hace ya varias décadas que continúan siendo relevantes ante la complejidad de la era (lamentos de corrupción, inflación, desigualdad social, violencia mortal).

    En los últimos años han aumentado los problemas sociales y económicos. Cientos de disidentes al gobierno local han sido arrestados o se han visto forzados al exilio. Una economía destruida por años de hiperinflación y agravada por la pandemia, se ha ido en picada. El índice de pobreza extrema se disparó a un 76 por ciento, lo que produjo el éxodo de más de seis millones de venezolanos (el más grande en la historia de la región).

    El mensaje detrás de las letras

    En la canción inicial, un ritmo vibrante acompaña las duras palabras cantadas por Blanco sobre lo poco que vale la vida en Caracas, una de las ciudades más peligrosas del mundo.

    La violinista Reneiker Ríos (30 años) está familiarizada con las dinámicas violentas que envuelven a los barrios más duros, habiéndose criado en uno. Para ella, la música proveía un escape y cuenta cómo este nuevo arreglo la obligó a prestar atención al mensaje de las letras.

    “Solía seguir su música (de Desorden Público) como puro bochinche. Nunca había prestado mucha atención a las letras. Ahora cuando las escucho, siento escalofríos”, dice Ríos. “Reconozco a mi barrio en ellas. Cuando él (Blanco) canta ‘vivo en un valle de balas, mi ciudad está brava’, se está refiriendo a los homicidios que ocurren aquí todos los días”.

    Jóvenes ensayan en la escuela de Pablo Rada en la parroquia de Curiepe, al norte de Venezuela. La escuela con financiación privada ha estado enseñando a niños y adolescentes a tocar música por 99 años.

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    Aron Cabrera (24 años) toca el trombón en su casa en el barrio Maripérez, Caracas. Tocó el trombón y participó en la post-producción y mezcla de las canciones para un nuevo álbum que fusiona diversos sonidos.

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    Oriana Carrillo (23 años), una de las músicas que grabó un reciente disco durante la cuarentena en la pandemia, toca el clarinete en un camión de plátanos frente a un mercado de Caracas.

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    Cuando toca el violín, Ríos se transporta con su música. Su instrumento y la orquesta han estado ahí para ella, especialmente este último año, cuando un fuerte temporal produjo que su hogar se inundara y sus colegas músicos la ayudaron a realizar las reparaciones.

    La música es todo para mí. Me ha salvado en muchas ocasiones”, dice Ríos, madre de dos hijos.

    La génesis del desorden

    A principios del 2020, la orquesta tuvo una sucesión de conciertos llenos y tenía unos cuantos proyectos por delante, pero la COVID-19 frenó esta buena racha abruptamente, y mantuvo alejados a los artistas de los ensayos y las presentaciones públicas.

    Aunque en principio, la colaboración de Sinfonía Desordenada solo iba a ser presentada como un concierto en vivo, se terminó transformando en un álbum (creado a través de sesiones virtuales y no en un estudio). A pesar de las débiles conexiones de Internet y los frecuentes cortes de luz, los músicos consiguieron grabar ocho arreglos en tres meses.

    “Cuando comprendimos que la pandemia iba a durar más de lo que esperábamos, decidimos ir para adelante con Sinfonía Desordenada”, dice Blanco y agregó: “Sentí que teníamos una salvación en medio del aburrimiento y del miedo”.

    Dirigir a los músicos a través de Zoom fue un desafío para Elisa Vegas (36 años), la única mujer, actualmente directora principal de una importante orquesta en Venezuela. Desde que asumió ese rol en 2017, Vegas dice que utilizó el espíritu versátil de la orquesta como fuente para dedicarse a proyectos audaces que tengan un mensaje.

    Músicos ensayan en preparación al debut en vivo de Sinfonía Desordenada en noviembre.

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    Elisa Vegas (36 años) directora de la orquesta sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho y la única mujer actualmente directora principal de una importante orquesta en Venezuela. Ella y Horacio Blanco, cantante principal de la banda de ska, Desorden Público, unieron fuerzas para grabar un nuevo álbum en la cuarentena por la pandemia.

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    Siraynat Milano (26 años) sostiene su oboe en la playa de su ciudad, Cumaná, Venezuela.

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    “Cuando decidí quedarme en Venezuela, me dije a mi misma que quería visibilizar a quienes estén haciendo un mejor presente”, cuenta Vegas. “No son falsas esperanzas. Hay mucha gente echándole pichón [poniéndole cuerpo y alma], y queremos canalizar esa esperanza”.

    La orquesta Ayacucho tiene historia desafiando el protocolo. En vez de la vestimenta tradicional y la predisposición seria, típica de los conciertos de música clásica, los miembros de este conjunto usan zapatillas deportivas coloridas y zapatean cuando tocan en sitios al aire libre a lo largo de la ciudad (una demostración muy animada en un tiempo en el que las artes son criticadas frecuentemente por ser elitistas).

    Cuando se formó en 1989, la orquesta estaba vinculada a un programa de educación musical financiado por el Estado para jóvenes en situaciones desfavorecidas, conocido como El Sistema (que recientemente batió un récord Guinness al reunir a 12.000 músicos que tocaron simultáneamente). Pero El Sistema también ha sido foco de controversias, incluyendo su politización y acusaciones de abuso sexual. Los persistentes recortes de fondos a los programas culturales motivaron a Ayacucho a abrirse en favor de la financiación privada para poder desarrollar su propio carácter. La autonomía no solo le ha permitido a la orquesta montar un álbum que hace una crítica social, sino que también incluye sonidos diversos, lo que ayuda a alcanzar a una audiencia mayor.

    “Soy una gran admiradora de Desorden Público, y me gusta escuchar su música tocada por una orquesta. No es algo que se escuche usualmente”, dice Yermeli Navarro (30 años), quien asistió junto a su hijo y su sobrino a uno de los conciertos gratuitos que se realizaron en su barrio. “No hay muchos espacios culturales de este estilo en la ciudad”.

    Alexis Ramos (26 años) toca el violín durante una sesión de grabación utilizando un teléfono celular, mientras su abuela mira un álbum de fotos en su casa en el barrio Coche, Caracas. La sábana blanca sirvió de telón de fondo para el proyecto de Sinfonía Desordenada.

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    Euddy Bahamonte (27 años) posa para un retrato con el trombón en su casa, en el barrio de San Agustín, Caracas.

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    Violín de Johana Muñoz, miembro de la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, en su casa en Caracas.

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    Función en la azotea

    De vuelta en la azotea del hotel, la presentación es muy animada. Los ritmos movidos de la primera canción han evolucionado a una melodía épica que lentamente se intensifica para introducir una balada melancólica con influencia reggae, dedicada a la diáspora venezolana y la separación de muchas familias.

    Muchos en el público alzan sus teléfonos celulares para grabar este espectáculo en vivo con la actuación de todos los músicos. Durante la cuarentena, los artistas tocaban de forma individual cuando grabaron sus piezas en casa. La violonchelista Gisbel Asención (21 años) recuerda cómo su madre utilizó una sábana para cubrir las paredes con ladrillos expuestos que se utilizaron como telón de fondo en su hogar. Luego de publicar el video, el solo de Asención se extendió por todas las otras casas con techos de chapa de su barrio precario.

    Por ese entonces, Asención sufría de depresión en silencio e incluso pensó en dejar la orquesta. Pero mantenerse conectada a la música y el adoptar a una mascota la ayudaron a salir adelante.

    “Me siento como yo misma nuevamente y me alegra no haber renunciado. Ahora siento que todo encaja. Todo se siente en el lugar correcto”, dice antes de salir al escenario.

    En un momento del concierto, una tonada energética se desarrolla de repente hasta convertirse en un pasodoble, que desde la década de 1960, se ha posicionado como una melodía habitual en las celebraciones venezolanas (acertadamente llamada “música de fiesta”).

    "El cariño verdadero no se compra ni se vende".

    La pieza musical gusta mucho al público, que ahora está de pie y moviéndose al ritmo. Esta canción tiene un significado especial para el trombonista Aaron Cabrera (24 años) quien trabajó en los arreglos orquestales que dieron vida al álbum.

    “Es una canción que reflexiona sobre el amor de tu gente, familia y amigos. Un amor que está arraigado aquí, en Venezuela, y seguirá aquí sin importar a donde vayas”, dice.

    Luego de casi dos horas de música, el bochinche está a toda máquina. Los ritmos afro-caribeños palpitan al iniciar la última melodía.

    "Vivo entre gente que tiene paciencia y esperanza, que sabe que las cosas buenas llegan, pero suelen ser las que más tardan".

    Para Cabrera, esta pieza es sobre la gente confiando en sí misma para dar cara a su futuro.

    El país ya no quiere estar dividido por políticas, raza o clase social”, dice. “Queremos un país normal. Queremos cultura y humanidad”.

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      Músicos interpretan Sinfonía Desordenada en un concierto en vivo en la azotea de un hotel el 11 de noviembre de 2021. El álbum, que fusiona elementos de la música clásica con ritmos afro-caribeños, fue grabado durante la cuarentena por la COVID-19.

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      Músicos tocan en un concierto en el barrio de Las Minas de Baruta, Caracas.

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      Músicos tocan en un concierto en una azotea en Caracas, Venezuela para hacer el debut del álbum Sinfonía Desordenada, que fue grabado de manera virtual durante la cuarentena en pandemia.

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      Julett Pineda, basada entre Venezuela y Alemania, ha realizado coberturas sobre diferentes problemáticas, entre ellas, violaciones a los derechos humanos, agitación política y restricciones a la salud pública. En 2018, ganó el segundo lugar en el Concurso Nacional de Periodismo del Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela por una investigación conjunta sobre la corrupción en el Arco Minero del Orinoco.

      Ana María Arévalo Gosen es una fotógrafa venezolana que actualmente está viviendo en Bilbao, España, y que utiliza la narración visual para promover los derechos de la mujer y las problemáticas medioambientales. Es una exploradora de National Geographic y miembro de Ayün Fotógrafas. Conoce más de su trabajo en su sitio web o instagram.

      National Geographic Society, comprometida a revelar y proteger las maravillas del mundo, brindó apoyo al trabajo de la exploradora Ana María Arévalo Gosen. Aprenda más sobre el trabajo de los exploradores.

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