El trágico legado de Fukushima: suelo radiactivo, fugas permanentes y preguntas sin respuesta

A una década de la catástrofe nuclear, todavía se evidencia el impacto del accidente, tanto en la salud de las personas como en los daños materiales que requieren de un enorme trabajo de restauración.

Por Lois Parshley
Publicado 11 mar 2021, 13:13 GMT-3
Memorial en Namie, Japón

El 11 de marzo, se cumplen 10 año del terremoto, tsunami y triple fusión nuclear de 2011 en Fukushima. Murieron casi 16.000 personas y cientos de miles quedaron sin hogar.

Fotografía de Yuichi Yamazaki, Getty Images

El 11 de marzo de 2011, cuando se produjo el terremoto, Koide Hiroaki, un ingeniero nuclear de 61 años, estaba trabajando en su laboratorio en Kyoto, Japón. A 24 km bajo la superficie del mar, una placa tectónica se tensaba sobre otra, y el efecto lubricante de una fina capa de tierra arcillosa acabó acelerando el deslizamiento de las placas. El lecho marino se elevó 16 pisos y se desplazó lateralmente unos 50 metros.

El temblor duró seis minutos. En Tokio, los rascacielos se balancearon. Incluso el planeta mismo se movió sobre su eje. El terremoto de magnitud 9.0 fue tan poderoso que provocó que el planeta gire un poco más rápido, y por ende, que se acortaran los días. Cuando el suelo se calmó, el mar recibió todas las miradas.

Fue entonces cuando ocurrió el siguiente desastre: en menos de una hora, el primero de muchos tsunamis se apoderó de la costa norte del país. Las olas alcanzaron casi 40 metros, y superando la altura de los malecones, llegaron tierra adentro hasta la ciudad de Sendai. Los residentes tuvieron apenas minutos para abandonar el área e incluso las zonas para evacuados se inundaron.

“Vi fotos que mostraban cómo el tsunami arrasaba con el aeropuerto de Sendai”, comentó Hiroaki al historiador Katsuya Hirano. "Y ahí me pregunté qué pasaría con las plantas nucleares".

Cuando detectaron las vibraciones del terremoto, automáticamente, se apagaron once reactores nucleares en cuatro plantas de energía. Las barras de control cayeron a los núcleos, lo que detuvo la fisión nuclear del uranio. Y el combustible nuclear requiere enfriamiento de manera constante; la planta de Fukushima Daiichi, dirigida por TEPCO, la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio, había planeado utilizar generadores diésel de emergencia para bombear continuamente refrigerante a estos reactores. Pero al cabo de una hora, los generadores inundados dejaron de funcionar.

Cuando las bombas se apagaron, el agua de los núcleos comenzó a caer y los reactores se recalentaronEl vapor acumuló una presión impresionante que generó gas hidrógeno. TEPCO informó "situación de emergencia" y, temiendo lo peor, el gobierno evacuó a miles de personas en una zona que rodeaba la planta de energía.

Con gran desesperación, TEPCO ventiló el vapor y acabó liberando radiación. También inyectó agua de mar, y se corroyeron las bombas y tuberías de los reactores. Una explosión de hidrógeno atravesó el reactor número 3 y se quemó el almacenamiento de combustible, lo que provocó más radiación. Y, además, se dañaron tres reactores.

Hasta la fecha, se ha registrado una muerte por radiación, según el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón, pero eso no tiene en cuenta el impacto global del accidente. Se evacuó a más de 164.000 personas de un área de 370 km2, de las cuales unas 43.000 continúan viviendo como refugiadas. 

Diez años después, todavía estamos tratando de entender qué fue lo que derivó en graves problemas tanto en términos de salud como en lo que se refiere a las tareas de reparación de daños. Mientras los científicos continúan investigando, Fukushima ha cambiado la política energética global y ha planteado grandes interrogantes sobre el futuro de la energía nuclear. 

Las consecuencias de Fukushima

Unos años antes del desastre de Fukushima, un reconocido sismólogo había advertido que grandes terremotos y tsunamis podrían azotar la costa. Pero había pocas probabilidades, por lo que la Agencia Japonesa de Seguridad Industrial y Nuclear no insistió en que la empresa de servicios públicos proyectara estrategias en caso de pérdida de energía.

Un terremoto de esa magnitud es considerado por la industria nuclear como un evento de baja probabilidad y altas consecuencias. De hecho, la empresa destruyó un malecón natural para ahorrar dinero y construir la planta más cerca del nivel del mar. “En algunos casos, a medida que implementamos mejoras, vamos perdiendo la capacidad de ver lo que es más obvio”, expresa Rod Ewing, profesor Frank Stanton de Seguridad Nuclear en la Universidad de Stanford. "Sopesamos la probabilidad de un acontecimiento y los costos, y solemos tomar la decisión según el costo".

Después del desastre, un panel de investigación descubrió que, en lugar de supervisar a la empresa, las agencias gubernamentales se habían confabulado con ella. “Al ignorar los riesgos, el hombre acabó provocando el desastre nuclear de 2011”, sostuvo el panel.

Pero determinar cuánta (y qué tipo) de radiación se emitió como resultado del accidente ha sido más difícil. La lluvia radiactiva incluyó muchos radioisótopos volátiles, como yodo-131, cesio-134, cesio-137 y xenón-133. De estos, el cesio-137 implica la mayor contaminación a largo plazo, que permanece en el medio ambiente durante décadas.

Los expertos han pasado los últimos 10 años tratando de identificar qué partículas se han liberado y en qué cantidades. Las estimaciones iniciales realizadas por el gobierno japonés no tuvieron en cuenta la enorme cantidad de radiación que llegó a América del Norte y Europa, y algunos de sus equipos de monitoreo estaban demasiado afectados como para brindar datos confiables.

Más tarde, una investigación independiente reveló que se liberó más xenón-133 que en Chernóbil, y aproximadamente el doble de la cantidad de cesio-137 que el gobierno japonés había calculado. (En general, Chernobyl liberó mucha más radiación, así como más partículas de cesio-137 y estroncio-90, muy peligrosos para la salud humana).

Radiación oceánica

La investigación del Instituto Oceanográfico Woods Hole registró que los niveles de radiación en el océano cerca de los reactores de Fukushima eran "50 millones de veces más altos que antes del accidente", lo que representaba "una amenaza para la vida marina". Un estudio realizado en 2019 encontró que los niveles de radionúclidos en los peces de la costa de Fukushima fluctúan, pero no dejan de ser elevados. Se ha descubierto que el atún de California, por ejemplo, tiene cierto nivel de cesio radiactivo por el desastre de Fukushima.

Pero los investigadores sugieren que consumir pescado proveniente del Océano Pacífico no representa un riesgo significativo para la salud humana. En 2020, el gobierno japonés levantó las prohibiciones de los mariscos de Fukushima, argumentando que cumplían con los estándares de seguridad, que son más estrictos que las normas estadounidenses relativas al cesio en los alimentos.

En Fukushima, los niveles de radiación en alta mar han disminuido en los años posteriores, pero algunos de los reactores todavía presentan fugas. Y durante la última década, TEPCO ha seguido utilizando agua (contaminada por el proceso) para enfriar el combustible nuclear. "Ahora, se están quedando sin espacio para almacenar el agua", afirma Satoshi Utusnomiya, profesor asociado de la Universidad de Kyushu.

El gobierno japonés ha propuesto liberar el agua en el Océano Pacífico, pero la industria pesquera se opuso, y el plan se ha postergado. Utusnomiya explica que el agua contiene el radioisótopo tritio, así como carbono-14.

Limpieza en la tierra

En tierra, la limpieza tampoco ha sido sencilla. En 2013, TEPCO decidió que mantendría cerrados los tres reactores no dañados y dispuso desmantelar la planta de energía. Pero el proceso se ha demorado; el cronograma para la extracción de combustible de uno de los estanques, por ejemplo, se ha pospuesto diez años. Con respecto a los tres reactores dañados, se ha comprobado que la limpieza allí sigue siendo muy peligrosa: los niveles de radiación son tan altos que gran parte del trabajo de limpieza debe realizarse con robots.

Se siguen encontrando puntos fuertes de radiación a lo largo de todo el país; en 2019, de hecho, se detectó uno cerca de un complejo deportivo olímpico a casi 20 km de la planta de energía. Y los investigadores siguen descubriendo datos, como, por ejemplo, que la lluvia concentra el cesio en los bosques, y que esto podría representar una amenaza para la salud si se despeja tierra con fines agrícolas o se quema leña para hacer combustible.

Luego de las acciones para limpiar la contaminación, ya han regresado a sus hogares en Fukushima 122.000 personas. El gobierno japonés ha quitado los subsidios de vivienda para los evacuados; por lo tanto, muchos deben decidir si prefieren lidiar con dificultades económicas o regresar.

“Algunos sostienen que el nivel de radiactividad es bajo y que es seguro”, cuenta Ewing. "Pero la pregunta es: ¿Qué entendemos por seguro?"

Varios factores a considerar

Toda fuente de radiactividad conlleva un riesgo potencial para la salud, pero el peligro varía según un número de factores, entre estos, el tiempo que está expuesta una persona y de qué isótopos se trate. También influyen la genética, el estilo de vida y la edad. En Fukushima, los que vivían más cerca de la planta estaban más expuestos porque las partículas eran menos dañinas a medida que se alejaban del reactor.

Zhanat Carr, oficial médico del programa de radiación y salud de la Organización Mundial de la Salud, explica que, después de un accidente nuclear, además de la exposición inicial, se evalúa la exposición continua a la radiación residual. Para hacerlo, miden los niveles de radiactividad externa en el aire y el suelo, y otras formas de exposición, a alimentos y agua potable, por ejemplo.

Las dosis estimadas dependen de quién las calcula: un estudio de residentes de la prefectura de Fukushima estimó que las dosis de radiación durante la última década para residentes adultos fueron de 10 mSv. Eso es lo que emite una sola tomografía computarizada; es un poco menos de la mitad de lo que la persona promedio recibe durante 10 años de fuentes naturales. Otros han informado dosis ligeramente diferentes, pero todas dentro del mismo rango.

"Estos niveles de exposición no provocarían efectos negativos en la salud de un individuo", escribió Carr en un correo electrónico.

Es difícil medir los efectos que las dosis bajas de radiación crónica tienen en la salud porque no se puede hablar de una sola causa al explicar aumentos de cáncer. Los riesgos de exposición se acumulan durante toda la vida y es difícil detectar cierto incremento de casos de cáncer por exposición a la radiación cuando el número de pacientes con cáncer suele ir en aumento.

En los primeros cinco años después del accidente, los investigadores examinaron a 571.000 niños menores de 18 años y encontraron 187 casos de cáncer de tiroides. Algunos han especulado que los casos podrían estar relacionados con la sensibilidad de los equipos o el proceso de detección en sí, ya que los problemas de tiroides no suelen diagnosticarse. Pero los investigadores japoneses han encontrado una relación estadísticamente significativa entre las dosis de radiación y el cáncer en este grupo.

Otros efectos en la salud

Más de 18.500 personas murieron en los tsunamis, pero el número de muertos por el accidente nuclear aún es incierto. Dos empleados de TEPCO murieron debido a lesiones externas. El Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón ha informado que cuatro empleados más padecieron enfermedades causadas por la radiación. La única muerte que el ministerio ha atribuido a la radiación fue el caso de un ex empleado que murió de cáncer de pulmón en 2018. 

Pero los efectos del accidente en la salud no solo se relacionan con la exposición a la radiación. Fueron mucho peor para la población que fue evacuada con el fin de evitar la radiación.

La Agencia de Reconstrucción Japonesa encontró que el estrés posterior, la interrupción de la atención médica y el suicidio fueron causa de 2.202 muertes. Además, hubo un fuerte aumento de la mortalidad (índices 2,4 veces superiores a lo normal) en las personas mayores que vivían en hogares provisorios, así como importantes consecuencias en la salud mental y altas tasas de trastorno por estrés postraumático. Un estudio indicó que el 59,4 por ciento de los evacuados había sufrido trastorno por estrés postraumático.

“La muerte no es un indicador exacto, el desastre abarca muchas cosas más”, dice Sheila Jasanoff, profesora de estudios de ciencia y tecnología en la Escuela Kennedy de Harvard.

Las enfermedades no transmisibles como la diabetes también aumentaron en las poblaciones desplazadas debido al cese de atención médica, al igual que la obesidad, dada la disminución de actividades al aire libre por temor a la radiación. Los impactos en la salud mental han sido tan grandes que la Organización Mundial de la Salud publicó un informe en 2020 para que podamos prepararnos y sepamos cómo responder ante una emergencia nuclear.

Paisaje nuclear

Jasanoff visitó el sitio de TEPCO en 2018 y recuerda un paisaje que aún mostraba los efectos del accidente nuclear. “Lo que se ve es una devastación total, con una gran cantidad de tanques de agua azules alrededor del sitio”, cuenta.

En otras partes de la prefectura, se ha pulido el suelo radiactivo y se colocaron los restos en decenas de miles de bolsas de plástico, enterradas en los patios de las personas o amontonadas una encima de la otra. “En un día particularmente lluvioso, había bolsas rodeadas de estanques de agua quieta”, recuerda Jasanoff con horror.

El gobierno ha propuesto utilizar suelo con niveles de radiación bajos como base para carreteras y otras estructuras edilicias, pero la idea no ha sido aceptada.

Jasanoff dice que, si el paisaje está lleno de señales de advertencia, es entendible que los evacuados desconfíen de que el lugar sea seguro, como afirma el gobierno. “Lo que las personas viven y sienten difiere de lo que el gobierno entiende como lugar seguro”, dice.

El futuro de la energía nuclear

Después del desastre, Japón cerró temporalmente todos sus reactores nucleares, y desde entonces, se han abierto solo nueve de ellos, mientras que al menos 24 están quedando fuera de servicio. A raíz del desastre, Alemania se comprometió a cerrar todas sus centrales eléctricas. Bélgica, España y Suiza también planean eliminar gradualmente sus programas nucleares para 2030. Pero el Consejo de Relaciones Exteriores indica que, si bien el accidente podría haber acelerado la agenda de los países que ya tienen el objetivo de eliminar paulatinamente la energía nuclear, muchos otros se han mantenido al margen.

Mientras tanto, Japón ha adoptado la energía solar, el hidrógeno y la energía eólica marina, con una fuerte inversión en energías renovables, aunque a corto plazo, también ha recurrido al carbón y al gas natural para suministrar energía adicional.

Como el cambio climático obliga a tomar decisiones urgentes, los defensores de la energía nuclear todavía sostienen que con tecnología se pueden alcanzar, de forma segura y eficaz, los objetivos energéticos. Jasanoff no comprende cómo la energía nuclear podría funcionar como energía sustentable, y señala que los argumentos pro-nucleares sobre la responsabilidad humana en el accidente son imprecisos.

“Los expertos nucleares dicen que la seguridad está en nuestro ADN, pero las cosas siempre salen mal. Personalmente, creo que sería mejor decir que las cosas salieron demasiado mal, y habría que escuchar cuáles son los problemas de quienes, hasta el día de hoy, siguen padeciendo los efectos”, explica Jasanoff.

"Fukushima nunca volverá a tener la misma población de antes; muchos se han ido por tiempo indeterminado".

Lois Parshley es periodista independiente. Síguela en Twitter @loisparshley

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