Las personas desperdician más comida de la que creen. Pero, ¡hay solución!

Existen muchas cuestiones psicológicas en torno al desperdicio de los alimentos. Pero estamos a tiempo de repensar nuestras elecciones.

Por Rachael Jackson
Publicado 29 abr 2019, 12:24 GMT-3
En Salinas Valley, California, los cultivadores desechan cada año miles de toneladas de verduras frescas cuya ...
En Salinas Valley, California, los cultivadores desechan cada año miles de toneladas de verduras frescas cuya calidad no resiste un recorrido a lo largo del país. Hay desperdicio de alimentos en todas las instancias de la cadena de suministro. Sin embargo, existen soluciones.
Fotografía de Brian Finke, Nat Geo Image Collection

Parece que no sería tan difícil lidiar con el desperdicio de los productos alimenticios, ese mal que hace que un tercio de los alimentos acaben pudriéndose y empeorando el problema del cambio climático.

Los que se comprometen con la causa sostienen: “Desperdicia menos comida, ¡y ahorrarás dinero! ¡Ahorrarás tiempo! Puedes ahorrar tierras de cultivo y combustible, y, como la agricultura impulsa la pérdida de hábitat, también puedes ayudar a salvar a los tigres.

Es probable que, si miras tu propia cocina o cafetería, encontrarás un montón de alimentos que han sido arrojados a la basura. En los Estados Unidos, más del 80 por ciento del desperdicio de alimentos surge de los hogares y negocios orientados al consumidor.

Entonces, ¿por qué este problema es tan difícil de resolver? Porque somos humanos, afirman los investigadores. Tenemos algunas tendencias irracionales, algunas aspiraciones que no son muy realistas y ciertos puntos ciegos. Sin mencionar las agendas apretadas que no siempre se alinean con el momento en que el aguacate que dejamos en la mesa finalmente maduró. 

"Creo que de a poco se está generando más conciencia", afirmó Dana Gunders, autora del libro Waste-Free Kitchen Handbook (Manual de cocina sin desperdicios). "Pero creo que todavía hay una desconexión entre ser consciente de que este es un problema global y lo que realmente estamos haciendo cuando arrojas los restos del plato a la basura", aclara.

Los investigadores y defensores tienen esperanzas. A continuación mencionamos algunos de los problemas a los que debemos enfrentarnos:

Confiamos más en los pequeños números impresos que en nuestra propia intuición

La confusión sobre "mejor hasta", "vender hasta", "usar hasta" y otras etiquetas que indican fechas lleva a los estadounidenses a tirar un estimado de $29 mil millones de alimentos seguros cada año. Los defensores están tratando de educar a los consumidores y estandarizar las etiquetas, que generalmente no están reguladas y, a suelen basarse en la calidad, no en la seguridad.

Para probar hasta qué punto se extiende esta fe ciega, los investigadores de la Ohio State University presentaron a los participantes del estudio unas jarras de leche de diferente tiempo, de las cuales algunas tenían la fecha de "caducidad". Otras no tenían ninguna indicación de fecha.

En gran medida, los participantes consideraron aceptable la leche vieja cuando no vieron una fecha. Curiosamente, una de las leches "más jóvenes" no era de la mejor calidad, probablemente a causa de un problema de procesamiento. Muchos participantes que vieron el sello de fecha "fresca" la consideraron perfectamente aceptable; aquellos que no vieron la etiqueta se inclinaron por decir que no estaba buena para beber.

No vemos nuestros propios desperdicios

Si bien las campañas publicitarias como SaveTheFood han elevado la importancia del desperdicio de alimentos, cultivar la autoconciencia individual no es fácil. Un estudio del Natural Resources Defense Council (Consejo de Defensa de los Recursos Naturales) sobre el desperdicio de alimentos en varias ciudades reveló que el 76 por ciento de las personas piensan que tiran a la basura menos comida que el estadounidense promedio. Claramente, la ecuación no cierra.

"Se trata de una respuesta bastante universal ante cualquier acusación negativa", afirmó Brian Roe, director de Ohio State Food Waste Collaborative, quien obtuvo resultados similares en su propio trabajo. "Nadie quiere admitir o pensar que él o ella es el problema", apunta.

Enseguida nos sentimos realizados por hacer compostaje

¿Otro hallazgo común? Cuando hay compostaje, las personas suelen hacer menos esfuerzo por reducir la cantidad de alimentos que arrojan.

"Tal vez la interpretación sea que el compostaje libera la culpa de sentirse mal por desperdiciar alimentos", sostuvo Roe, profesor de economía agrícola, ambiental y de desarrollo. y agregó: "El compostaje no es algo malo, pero más vale, habría que evitar producir desperdicio de comida en primer lugar. Eso va a tener muchos más beneficios sociales y ambientales".

Tenemos maneras ingeniosas de aliviar nuestra culpa por tirar las sobras

Cuando el mesero te pregunta si deseas llevarte la ensalada que te sobró, es probable que contestes "sí" por culpa, e incluso llegas a convencerte a ti mismo de que la comerás al día siguiente. Pero si no lo haces, probablemente se eche a perder. Las bombas de olor son más fáciles de desechar que los alimentos comestibles.

Laura Moreno, de la University of California, Berkeley, estudia por qué se desperdician tantos alimentos en el hogar y denomina esto "eliminación tardía".

"Se produce un proceso de alivio de la culpa", sostuvo Moreno, estudiante de doctorado. El estudio del NRDC sobre el desperdicio de alimentos en las ciudades reveló que las sobras son la segunda categoría de alimentos que más se echan a perder (luego de las frutas y verduras).

El congelador es otra parada que hacen los alimentos antes de llegar al tacho de basura, afirmó Gunders, quien fue el autor del informe seminal de NRDC sobre el desperdicio de alimentos y ahora colabora con el tema. Para asegurarse de que los alimentos se coman y ahorrar tiempo de preparación, ella sugiere descongelar y comer las sobras enseguida, a la semana siguiente.

"Me gusta pensar en mi congelador como un almacenamiento a corto plazo, no a largo plazo", comentó.

Tenemos nuestros propios sesgos y manías, y no siempre entendemos nuestra comida

Moreno ha pasado horas observando las neveras de las personas y charlando con ellos sobre sus hábitos alimenticios. Todo el mundo parece tener una idea diferente de lo que debe ir a parar a la boca y lo que debe ir al tacho de basura.

Algunas personas consideran que la corteza de la pizza no es "comestible". Otras solo se comen la parte blanca del cebollín. Moreno siempre recuerda una visita de hogar donde: "La persona me miró muy seriamente y me dijo:" Siempre corto ese hilo de la parte inferior de la zanahoria porque no sé si será seguro comerlo".

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    Moreno y grupos como ReFED, una organización sin fines de lucro dedicada al problema del desperdicio de alimentos, creen que la alfabetización alimentaria es una de las formas más efectivas para reducir el desperdicio de alimentos.

    Subestimamos la comida congelada

    Si bien es probable que la mayoría de nosotros no nos preocupemos por el hilito que tiene la punta de una zanahoria, existe un prejuicio general con respecto a los alimentos congelados. Los alimentos básicos del congelador no se marchitan ni se vuelven mohosos y pueden facilitarnos el aporte de verduras y proteínas en las comidas diarias sin tener que ir a la tienda a cada rato. Pero grupos como el NRDC y el World Wildlife Fund siguen luchando contra el estigma del brócoli.

    "Se necesita de un defensor chef famoso para promover el hecho de que sigue siendo saludable y no estás sacrificando nada", sostuvo Monica McBride, gerente de residuos alimenticios de WWF. 

    Nuestros desperdicios se entremezclan con el amor y las buenas intenciones

    "Desperdiciar comida es un subproducto de otras actividades que normalmente se basan en buenas intenciones", señaló Gunders. “Dar a tu familia alimentos saludables, probar algo nuevo, organizar una buena fiesta, comer más sano, cocinar más. De alguna manera, los desperdicios son un subproducto invisible de eso", agregó.

    Según Moreno, las soluciones para el desperdicio de alimentos deben reconocer que pedirle a la gente que desperdicie menos comida también puede significar pedirles que sacrifiquen la sensación de que están cuidando bien a su familia. Para muchos, una nevera llena significa estar preparado, lo que proporciona una sensación de confort.

    Uno de los participantes de la investigación de Moreno, que repone un artículo en el momento en que lo usa, confesó el deseo de sentir que estaba cuidando a su familia y amigos, y lo denominó "comprar para Armageddon".

    Realmente estamos frente a pilas gigantes de comida

    Hablando de neveras llenas, piensa en la panera exagerada que pones en la cena. La cacerola cargada del buffet. La alta pirámide de productos de la tienda. Encontramos abundantes exhibiciones atractivas y sospechamos, por ejemplo, de un plátano solo o el último filete de salmón.

    Los hoteles, con su variedad de desayunos y grandes eventos gastronómicos, se destacan por ser grandes desperdiciadores, por lo que WWF investigó formas de mejorar la línea de buffet sin sacrificar la elegancia. Una recomendación clave fue priorizar el lujo a la abundancia. Por lo tanto, en lugar de esa panera desbordante, los hoteles pueden ofrecer una bandeja de rollos cuidadosamente dispuestos y colocar un cartel que indique que están calientes y recién sacados del horno. Para evitar el aspecto triste de una bandeja casi vacía, WWF aconseja poner bandejas pequeñas de comida a medida que avanza el evento; se ven llenos, pero ofrecen menos comida, y por lo tanto, se desperdicia menos.

    Compramos sin reflexionar

    En el mercado de los agricultores, es fácil imaginar una semana de comida saludable que incluya coloridas ensaladas y verduras asadas condimentadas con hierbas, todas imágenes muy aptas para Instagram. Pero, puede suceder que la vida se interponga en el camino. Surgen comidas en restaurantes. Invitaciones espontáneas. Trabajo hasta muy tarde. No hay ganas de cocinar. Y los productos no duran tanto.

    "Debemos hacer coincidir lo que compramos con la cadencia de nuestras compras", comentó Elizabeth Balkan, directora de residuos alimenticios de NRDC. "Si quieres comer fresco, pero vas al supermercado cada dos semanas, no va a funcionar", agregó.

    Como madre de niños pequeños, Balkan sostiene que piensa mucho en esto cuando les da alimentos nuevos. Si le sirves el volumen de comida que te gustaría que tus hijos comieran, terminas alimentando el piso.

    Nuestros utensilios de cocina, electrodomésticos e incluso nuestros alimentos pueden fomentar el exceso

    Los alimentos mismos pueden representar un gran desperdicio cuando se envasan en tamaños demasiado grandes o en bolsas que son difíciles de sellar. En casa, nuestras neveras son grandes; nuestras ollas diseñadas para comidas familiares numerosas, y nuestros platos suelen tener un gran tamaño. Nada de esto ayuda cuando estamos tratando de reducir el desperdicio de alimentos.

    "Una de las grandes cosas que podemos hacer para engañarnos es asegurarnos de que nuestros platos tengan el tamaño adecuado", comentó Gunders.

    "También existe la idea de que hay un lugar mágico llamado la parte posterior del refrigerador donde todo se pierde", comentó Moreno.

    Moreno no quiere pedir que todo el mundo reduzca el tamaño de su refrigerador, pero sí le gustaría ver que la defensa de los desperdicios de alimentos colabore más con otras cuestiones. Y se pregunta: ¿qué pasaría si se alentara a las personas a almacenar agua de emergencia en la parte de atrás del refrigerador? Entonces, más artículos vendrían al frente y se echarían a perder menos cosas.

    Somos criaturas sociales y no nos gusta ir en contra de las normas

    Pensemos que estás en una boda; te has llenado con los aperitivos ​​y el puré de papas, y ahora no puedes terminar su entrante de pollo asado.

    Pedir una caja para llevarte lo que te sobró puede sonar desubicado, ¿verdad? Pero cuando estamos desperdiciando casi la mitad de nuestros alimentos, desperdiciando recursos y contribuyendo al cambio climático, ¿no es más ofensivo permitir que los alimentos se desperdicien?

    Totalmente. Pero el tabú existe, comentó Gunders. Con un pequeño empujón, sin embargo, se puede superar. Y, por ejemplo, se ocupa de que los proveedores de comida pongan recipientes para llevar y letreros que digan "llévate uno". "Creo que si el anfitrión rompe el hielo, las personas tienden a responder”, añade.

    Sé más consciente, pero no te castigues

    Para mitigar el cambio climático, Project Drawdown clasifica la reducción del desperdicio de alimentos como la tercera acción más importante, luego de una mejor gestión de los refrigerantes y el aumento de la energía eólica (a modo de ejemplo, los vehículos eléctricos ocupan el puesto 26). Y si bien no todos podemos instalar aerogeneradores en nuestros almuerzos, todos podemos hacer ajustes a la hora de almorzar, y en nuestra vida en general, para generar menos desperdicios.

    Por lo tanto, el lado positivo de abordar el desperdicio de alimentos es que todos podemos ajustar nuestra conciencia y lograr efectos muy positivos. Pero Moreno, quien señala que no necesitamos otra neurosis alimentaria, advierte que no se debe poner toda la responsabilidad en el consumidor individual. Los esfuerzos sistémicos para hacer cosas como mejorar nuestro conocimiento sobre la comida, repensar nuestras tiendas de comestibles y cocinas, reformar las etiquetas de fecha y replantearnos los eventos gastronómicos se mezcla con nuestra sensación de culpabilidad y vergüenza.

    "El hecho de que la comida se desperdicia en un hogar no significa que esa persona sea la culpable”, afirmó Moreno. "Hay muchos factores en juego", sentenció.

    Rachael Jackson es gerente de investigación para National Geographic Channel. Fuera de su trabajo diario, dirige EatOrToss.com y está obsesionada con los panqueques de leche agria.

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