Estados Unidos: jóvenes activistas hacen huelgas contra el cambio climático

El viernes un escuadrón de jóvenes liderarán una huelga nacional a fin de lograr que el cambio climático sea uno de los temas a debatir en la agenda pública.

Por Alejandra Borunda
Publicado 14 mar 2019, 18:00 GMT-3
Alexandria Villasenor, 13, no va a la escuela los viernes con el fin de protestar en nombre del cambio climático. Cada semana, llueva o truene, se sienta en un banco frente a la sede de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York con sus pancartas y dirige la atención hacia el problema del cambio climático. El 15 de marzo, Villasenor y otros jóvenes activistas de todo el país organizaron una protesta en la que no iban a la escuela para luchar a favor del clima.
Fotografía de Sarah Blesener, The Washington Post, Getty

Un viernes de septiembre, la adolescente sueca Greta Thunberg se plantó frente al Parlamento sueco con carteles hechos a mano y un mensaje: El cambio climático está aquí, está amenazando nuestro futuro, y los adultos a cargo no se lo toman en serio. Es por esto que yo, Greta, haré una huelga por el clima. Alguien tenía que hacer algo al respecto, declaró luego ante los periodistas, ¿por qué no ella? 

Desde entonces, su movimiento ha recorrido todo el mundo. Desde Polonia hasta Colombia y Australia, miles de jóvenes han hecho huelgas los viernes por el cambio climático, cargando letreros con el hashtag #FridaysforFuture. Algunos se plantan fuera de sus escuelas durante tan solo un momento; otros se amontonan y marchan por las calles de a miles. Pero todos luchan por lo mismo: lograr una acción significativa para poner un freno al espectro del cambio climático que se ciñe sobre sus jóvenes cabezas.

En Estados Unidos el movimiento climático ha crecido de manera lenta pero constante durante los últimos meses. Ahora, los jóvenes activistas están listos para hacer su gran debut nacional y público: el viernes 15 de marzo, jóvenes de todo el país se reunirán en más de 120 #climatestrikes a fin de demostrar su compromiso en llevar el foco a lo que ven como una crisis climática global.

Los esfuerzos organizativos en Estados Unidos se posan sobre los hombros de tres jóvenes mujeres: Alexandria Villasenor (13) de Nueva York, Haven Coleman (12) de Denver y Isra Hirsi (16) de Mineápolis. En unos pocos meses, se metieron de lleno en el mundo del activismo climático – y han ayudado a poner al cambio climático al frente de los debates nacionales.   

Todo comenzó con un banco

El Banco de Alexandria, tal como lo llamaron los geoetiquetadores de Google Maps y Twitter, está ubicado en los límites más orientales de Manhattan, a tan solo unas largas zancadas de la entrada del edificio de Naciones Unidas. Un frío y húmedo viento llega desde el Río Este, y hace flamear las banderas de los estados miembro de Naciones Unidas que vuelan sobre el banco. Los países allí representados han firmado el Acuerdo de París, el acuerdo sobre cambio climático firmado en 2015 y que apunta a lograr que las temperaturas globales no suban más de dos grados centígrados. Desde entonces, solo uno de esos países, Estados Unidos, ha decidido apartarse del acuerdo internacional. 

Alexandria Villasenor (13) llegó por primera vez a lo que luego se convertiría en “su” banco un viernes gris y lluvioso de diciembre de 2018, cubierta por capas de abrigo y con carteles hechos a mano, escritos con marcador negro indeleble grueso ("COP24 FAILED US" y “SCHOOL STRIKE 4 CLIMATE” - “COP24 NOS FALLÓ” y “PROTESTA ESTUDIANTIL X EL CLIMA”). Había escuchado acerca de las huelgas semanales de Greta en Suecia, y también quería unirse al movimiento.

Ese viernes, y el siguiente y el siguiente, se sentó de manera estoica en el banco durante el rato que lograba aguantar el frío. A veces publicaba tweets con el hashtag #FridaysforFuture o con datos climáticos que iba aprendiendo. Otras veces, alguien echaba una ojeada a sus carteles y luego miraba con más detenimiento. “Deberías estar en la escuela”, solía escuchar. “Si tanto te importa, ve a estudiar para convertirte en científica climática”. Algunos días, se le acercaban adultos a hablarle. Raras veces se encontró con que nadie le hablara.

Sabía que el frío y las críticas serían incómodos – pero, de algún modo, eso era parte del asunto. Estaba dispuesta a protestar por el cambio climático, sin perjuicio del costo personal que esto acarreara.

Y Alexandria siempre había sabido poner el foco en lograr sus cometidos, tenía autodisciplina y tenía en claro sus objetivos. Cuando tenía 10 años y su familia vivía en Davis, California, les entregó a sus padres un plan perfecto para unas vacaciones en Half Moon Bay, probablemente su lugar favorito en el mundo. Había pensado en todo: hoteles, lugares para comer, e incluso un posible itinerario (una cabalgata requería preaprobación). Amaba la playa, en todo su estado salvaje y su belleza. También sabía cómo defender su postura.

Pero el otoño pasado, cuando regresó a California de visita, vio al estado que amaba envuelto en llamas a medida que el Camp Fire, un incendio que mató a al menos 85 personas, arrasaba con el norte de California. El humo proveniente del fuego disparó su asma – ya con estar unos pocos minutos al aire libre, le dolían los pulmones. Y casi no consigue vuelo para escapar de regreso a Nueva York. 

Cuando regresó a Nueva York, aprendió que el clima seco y cambiante de California era lo que había impulsado las llamas. Empezó a asistir a clases de la Universidad de Columbia a las que asistía su madre, Kristin Hogue, quien estaba inscripta en un programa que se enfocaba en el cruce entre el cambio climático y la sociedad. Alexandria absorbió presentaciones de todo tipo: desde la física de las corrientes en chorro hasta planes para diseñar represas para captar agua de lluvia en Costa Rica. Las dos hacían la tarea juntas, y Alexandria hacía cada vez más preguntas.  

Alexandria no conoce clima que no haya sido afectado por la actividad humana, y es probable que ninguna persona que esté viva actualmente lo conozca. Pero, durante su vida, el planeta ha experimentado cinco de los años más calurosos alguna vez registrados. Cuando Alexandria planeaba sus vacaciones de ensueño a Half Moon Bay, la concentración de dióxido de carbono atmosférico global era mayor a 400 partes por millón, un nivel que no fue superado al menos dentro de los últimos tres millones de años. 

¿Y el pronóstico a futuro? Aún más extremo. Para finales de siglo, las sobrecargadas olas de calor podrían hacer que algunas partes de Asia se tornaran inhabitables en ciertas épocas. Los crecientes mares y las tormentas cada vez más potentes podrían hundir países insulares bajos del Pacífico Sur. Dentro de Estados Unidos, los efectos del cambio climático, desde los salvajes incendios que Alexandria vio con sus propios ojos hasta los huracanes María, Harvey y Florence, ya nos están jugando en contra.   

El hecho de comprender cuán devastador puede ser el futuro calentamiento para el planeta –y para su propio futuro- fue algo que le cambió la vida. “A mucha gente no le gusta escuchar los resultados de todos los estudios científicos que conocemos hoy en día”, señala Alexandria. “Cuando empecé a interiorizarme en el estudio de este tema, casi me pongo a llorar ya que esto todavía no se enseña al público en general. Existe este miedo de que sabemos tanto y aún no hacemos nada al respecto”.

Es por esto que, cuando Alexandria pasaba viernes tras viernes inmersa en su helada y solitaria protesta, se decía a sí misma que en realidad no importaba si alguien le prestaba atención. Se estaba enfrentando a un problema global masivo que afectaba a todos, en todos lados, y que ya está afectando al planeta tal cual ella lo conoce. Un poco de incomodidad parecía ser un precio justo.  

La banda se reúne

Pero, en realidad, la gente sí le estaba prestando atención.  Como en el caso de Haven Coleman, de 12 años, que vio los tweets y las publicaciones de Instagram de Alexandria desde su casa en Denver, Colorado.

Haven no era ninguna extraña en lo que al activismo climático se refiere. Se la había pasado hablando del cambio climático durante dos años, desde que una maestra de ciencias sociales le habló acerca del daño ambiental. 

“Yo simplemente amaba, amaba, amaba a los perezosos”, dice Haven vertiginosamente. “¡Los amaba! Y me puse tan tan triste cuando escuché que podían morir por nuestra culpa”, dijo tras aprender cómo la deforestación en el Amazonas estaba amenazando a las poblaciones de perezosos. Se hundió en una profunda investigación. A fin de salvar a los perezosos, había que frenar la deforestación. Y, si se ponía fin a la deforestación, también se podría ayudar con ese otro enorme problema acerca del cual estaba aprendiendo: el cambio climático. A medida que aprendía sobre cómo el clima podría terminar con el planeta tal como ella lo conocía, sentía que ya no tenía opción, menciona. Se trataba de activismo por necesidad.

Desde entonces, Haven ha trabajado junto al Climate Reality Project (grupo de activismo climático creado por Al Gore) para difundir lo que significa exactamente el cambio climático para niños como ella. Coordina sesiones de educación en escuelas, a través de las cuales busca enseñarles a otros jóvenes al respecto; y en el año 2017 se enfrentó, en el ayuntamiento, al congresista de Colorado que niega el cambio climático.

Es por esto que, al ver a Alexandria, Greta y otros jóvenes que protestaban por esta causa, sintió que ese era el siguiente paso lógico. Muy pronto, comenzó con sus propias huelgas de los viernes. Se instalaba cerca de los amplios escalones de piedra del Capitolio de Denver mientras planeaba una gran huelga nacional.

Pronto, Haven se topó con Isra Hirsi (16) de Minéapolis, Minesota. Isra era una organizadora con mucha práctica, inmersa en el activismo político desde niña. Su padre trabaja como asesor político para el gobierno local; su madre, Ilhan Omar, ha sido recientemente electa para ocupar una banca en la Cámara de Representantes de Estados Unidos (y ha captado la atención de los medios por sus controvertidos comentarios sobre el Estado de Israel). Durante años, Isra asistió a marchas con grupos juveniles locales, como por ejemplo iMatter. Para el año 2018, ya se había organizado con más de cientos de estudiantes de su mismo estado a fin de hacer una protesta en contra de la violencia armada en Estados Unidos. 

Al mismo tiempo, comenzó a interesarse por temas de justicia social ambiental. Se había unido al grupo de reciclaje de su escuela y, a través de esa experiencia, empezó a aprender más acerca del medioambiente. A su vez, leía sobre la contaminación en Flint, principal fuente de abastecimiento hídrico de Michigan, y sobre la lucha por el oleoducto Dakota Access. Isra se dio cuenta de que los temas ambientales, como por ejemplo el cambio climático y la justicia social, se cruzaban de millones de maneras distintas. Antes de saberlo, Isra estuvo trabajando con iMatter y con otro grupo de jóvenes defensores de este tema, “Minnesota Can’t Wait” (Minesota no puede esperar) en una propuesta para lograr que el estado produzca emisiones de dióxido de carbono netas iguales a cero para el 2030. 

Isra estaba muy entusiasmada con la idea de unirse al grupo, el cual podría hacer buen uso de su agudeza organizativa. “No se trataba de nuestros padres, no se trataba de ningún adulto: todo esto es llevado a cabo por jóvenes”, señala. “Hacemos esto nosotros mismos - literalmente, somos solo nosotros, que trabajamos muy duro porque comprendemos los efectos del cambio climático y realmente tenemos que hacer algo al respecto”.

Un par de semanas después, Haven y Alexandria se pusieron en contacto, y la conversación floreció. Alexandria también había estado planeando algo más grande que sus huelgas heladas y solitarias: quería organizar un evento nacional que pusiera el foco en captar la atención de los adultos y brindar a los jóvenes algo por lo que fusionarse. A medida que tipeaban, se iban percatando de que unir fuerzas tenía sentido.

Se acerca la hora de la huelga

Con el equipo ya reunido, las colíderes hablaban constantemente: mensajes de texto, Instagram, correo electrónico y video conferencias. Llegaron a acuerdos con los directores de sus escuelas para poder revisar los teléfonos durante la hora del almuerzo, y pidieron a sus padres que las ayudaran a manejar la cantidad de textos y correos electrónicos que hacían resonar sus teléfonos cada dos por tres. 

Tras cada día que pasaba, el proyecto se ramificaba y mutaba a ritmo vertiginoso. Un colaborador les construyó un sitio web. Los niños se empezaron a ofrecer como voluntarios para organizar huelgas en sus propias ciudades, en casi todos los estados de Estados Unidos. Algunas organizaciones, como por ejemplo Sierra Club y 350.org, les ofrecieron apoyo. “Cada tres días, el mundo cambia, algo enorme en los planes cambia. Es esa gran velocidad”, menciona Hogue, la madre de Alexandria. 

Más que nada, se organizaron. Fue difícil, fue algo casi vertiginoso. Alexandria y Haven, que tenían algunos amigos que no se sumaban a las huelgas, formaron una comunidad entre aquellos que sí se sumaban. Isra, mientras tanto, estaba tratando de llegar a su red de jóvenes activistas, entre los que se encontraba Maddy Fernands de 16 años, ahora directora de prensa del Youth Climate Strike. El hecho de pronto hallarse rodeadas por un grupo de jóvenes capaces y convincentes a quienes les preocupaba el cambio climático tanto como a ellas… eso fue un buen bálsamo. Eso las motivó.

El creciente grupo pronto lanzó una serie de demandas, pidiendo diversas cosas relacionadas con el cambio climático. Querían acciones sobre un Nuevo Acuerdo Verde, políticas gubernamentales que trataran el cambio climático y la justicia climática; pedían predicciones de cambio climático obligatorias y precisas científicamente en lo que respecta a la toma de decisiones gubernamentales; etc. Las tres colíderes admitieron haber hecho solo un curso rápido sobre cambio climático en la escuela, como mucho, y algo que llama la atención a muchos jóvenes es saber que ellas no sabían tanto acerca del cambio climático. Es por esto que también pidieron que el plan de estudios, desde jardín de infantes, incluya debates acerca del cambio climático y sus efectos.  

“Pasamos toda una sección de la clase de ciencias aprendiendo acerca de las estructuras atómicas, pero en la escuela solo me hablaron rudimentariamente sobre el cambio climático”, menciona Maddy. “Realmente es muy poco que solo hayamos hablado de esto por un segundo, en comparación con la magnitud de lo que el cambio climático está haciendo ahora mismo”.

Los adultos podrían haber solucionado este asunto, dicen las organizadoras. Pero, en cambio, dejaron el problema en manos de las generaciones futuras. ¿Y ni siquiera les iban a enseñar al respecto? Los activistas sienten que se trata de un insulto junto con el daño al planeta. 

Más y más voluntarios se unieron al grupo, ofreciendo hacerse cargo de las protestas de costa a costa, e incluso más allá de las fronteras. Al mismo tiempo, creció el interés por la marcha. Alexandria estuvo en la televisión hablando sobre la huelga, y así se les abrieron más puertas. Dos semanas antes de las huelgas planeadas para el 15 de marzo, más de 110 personas se unieron a una llamada de planeamiento, participando mediante el tipeo de preguntas y formando equipos.

“¿Qué hago si no llego a unirme a una huelga?”, preguntó un participante. “¡Haz resonar una cacerola en clase!”, dijo Haven, “¡y asegúrate de contarle a la gente por qué lo haces!”

“Va a ser mega épico”, dijo Haven al grupo, al mostrar en la pantalla el mapa de las huelgas planeadas”. “¿Pueden creerlo? Miren este mapa - ¡es espectacular! ¡No podrán ignorarnos!”.

En este momento, las pancartas ya están hechas; los estados ya están organizados; los oradores ya conocen sus agendas. ¿Qué falta? Las marchas en sí mismas. Las colíderes esperan que el viernes miles de estudiantes hagan todo lo que esté a su alcance para captar la atención del público en pos de los pedidos del Youth Climate Strike. No estarán solos: ya hay huelgas similares planeadas en todo el mundo.

Pero para las co-líderes (y para muchos jóvenes alrededor del mundo) este día de huelgas es tan solo el principio. Están aprendiendo a coordinarse con otros grupos, a planear más huelgas, y a llegar a audiencias aún más grandes. “La primera vez que oí hablar del cambio climático, sentí que no había esperanza”, señaló Alexandria durante la llamada de planeamiento. “Ahora, me siento mucho más poderosa”. 

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