Estas familias llevan una doble vida a través de la frontera entre Estados Unidos y México

Siguiendo los ciclos de cultivo de California y México, generaciones de trabajadores agrícolas mexicanos han migrado de un lado a otro para mantener a sus familias.

Teresa Cano, de 84 años, celebra su cumpleaños con su familia en Ramblas Chico, México. Ella es una de los muchos residentes de esta ciudad que han migrado durante generaciones. Cano crió a sus hijos sola mientras su esposo trabajaba estacionalmente en los campos agrícolas de Williams, California, a unos 3300 kilómetros de distancia. Finalmente se unió a su esposo en California y se convirtió en ciudadana estadounidense. Ahora viuda, divide su tiempo entre California y su México natal.

Fotografía de Lorena Ríos Treviño
Por LORENA RÍOS TREVIÑO
Publicado 3 nov 2022, 09:07 GMT-3

RAMBLAS CHICO, MÉXICO. Luz Nallely Cano, de 26 años, se sienta en el piso de concreto afuera de la casa de su hermano rodeada de sus tres hijos pequeños, de 9, 6 y 4 años. Mientras hojea el pasaporte estadounidense de su hijo menor, reflexiona sobre el futuro de la familia. La joven mujer regresó hace seis meses a su ciudad natal mexicana, estado occidental de Jalisco, y no tiene dinero para volver a Estados Unidos.

Como tantos otros en Ramblas Chico, la vida de Cano transcurre entre dos formas de existencia.

La mexicana se encuentra entre los residentes que han estado emigrando durante generaciones, desafiando la política de inmigración de Estados Unidos o moldeando sus vidas en torno a ella. Cano comenzó a dividir su tiempo entre los campos agrícolas de Williams, California, y los campos de agave donde creció, después de que naciera su hijo mayor, Gerardo. En su familia, sus dos bisabuelos fueron los primeros en emigrar en busca de trabajo en los campos agrícolas del norte de México. Luego, ambos grupos de abuelos hicieron lo mismo, esta vez cruzando la frontera para trabajar unos meses en el campo de California y regresar a Ramblas Chico, a unos 3000 kilómetros de distancia.

Retrato familiar de Eduviges Gutiérrez, de 51 años, su madre Teresa Cano, de 84 años, y su hija Luz Nallely Cano Gutiérrez, de 26 años, en el salón de su casa en Ramblas Chico, México. La familia se separa durante varios meses cada año. Los dólares ganados en Estados Unidos les permiten "sobrevivir más fácilmente" en México.

Fotografía de Lorena Ríos Treviño

Vista de un campo de agave en Ramblas Chico, ubicado en el estado occidental de Jalisco, México. Muchos residentes que no migran a los Estados Unidos se ganan la vida trabajando en estos campos.

Fotografía de Lorena Ríos Treviño

Durante décadas, muchos nativos de Ramblas Chico (en su mayoría hombres) también cruzaron la frontera sin documentación, con el objetivo de seguir los ciclos de crecimiento de las uvas, las almendras, la sandía y los tomates de California. Los dólares que trajeron transformaron este pueblo de casi 700 habitantes, que pasó de tener principalmente casas de adobe a otras construidas con cemento y ladrillos. Cada año, la población aumenta ligeramente cuando los norteños regresan de Estados Unidos, de noviembre a abril.

Con el endurecimiento de las políticas de inmigración y el aumento de la seguridad en la frontera, algunos de los migrantes temporales legalizaron su situación e hicieron que sus familias de México se reunieran con ellos en EE.UU. Otros permanecieron en la sombra como inmigrantes indocumentados. Los que fueron deportados o regresaron por su cuenta a Ramblas Chico tienen ahora hijos que sueñan (o hacen planes) para cruzar la frontera como forma de escapar de la creciente pobreza en el México rural.

Separarse para ganarse la vida

La población rural de México ha disminuido de un 57% en 1950 a 21% en 2020, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía del país azteca. Solo en Jalisco, el 12% de la población vive en zonas rurales como Ramblas Chico. Mientras que el índice de pobreza de Tototlán, el municipio donde se encuentra Ramblas Chico, es del 41%, el condado de Colusa, California, al que emigran muchos de Ramblas Chico, registra 13%.

La falta de empleo es una de las razones por las que la gente se va. Por esto mismo, el abuelo materno de Cano, Octavio Gutiérrez, emigró en los años 70 y cambió irremediablemente la trayectoria de su familia.

La madre de Cano, Eduviges Gutiérrez, de 51 años, creció separada de su padre durante meses. Las remesas pagaron la construcción de una casa más grande y sólida en Ramblas Chico, pero la ausencia de su padre también significó que Eduviges tuviera que ayudar a cuidar a su hermano menor y a atender la cosecha de maíz de la familia. "La vida es mejor allí", cuenta Eduviges. "La gente dice que es mejor ser pobre allí que aquí. La gente gana y está mejor alimentada".

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    Los estudiantes llegan para asistir a clases en la escuela primaria en Ramblas Chico, México. Muchos de los niños matriculados en la escuela Benito Juárez asisten a clases solo una parte del año. El resto de su educación se lleva a cabo en escuelas en California donde los padres trabajan en campos agrícolas.

    Fotografía de Lorena Ríos Treviño
    Izquierda: Arriba:

    Ignacio Cano, de 57 años, baila con su hija Yuliana, de 31 años, durante una reunión familiar de cumpleaños en Rambas Chico. Comenzó a cruzar la frontera cuando tenía 18 años para trabajar en los campos agrícolas de California, pero regresó permanentemente a Ramblas Chico después de ser deportado en 2008.

    Derecha: Abajo:

    Daisy Gutiérrez, de 22 años, maquilla a su madre Eduviges Gutiérrez, de 51 años, en preparación para una celebración de cumpleaños familiar en Ramblas Chico. Eduviges creció separada de su padre durante meses ya que el hombre viajaba por trabajo a los campos de California. La distancia familiar fue el sacrificio por una vida más estable en México proporcionada por las remesas.

    FOTOGRAFÍAS DE Lorena Ríos Treviño

    Octavio Gutiérrez pudo obtener la residencia permanente en los Estados Unidos tras la promulgación de la Ley de Reforma y Control de la Inmigración (IRCA) en 1986, que otorgó amnistía a unos tres millones de inmigrantes indocumentados. Su esposa, Teresa, se unió poco después. En ese momento, todos sus hijos, excepto Eduviges, vivían en EE.UU.; algunos documentados, otros no. 

    Teresa ha vivido en Arbuckle, California, durante casi 30 años, donde también trabajó en el campo durante un corto período de tiempo. A los 84 años, vive de los fondos de pensiones heredados de su esposo, quien murió en 2015, y de los pagos de la seguridad social. Los ingresos y la tumba de su esposo son las dos razones principales por las que todavía sigue viviendo en Arbuckle.

    Ahora sus nietos son los que se ganan la vida en Estados Unidos. El esposo de su hija Eduviges, Ignacio, de 57 años, comenzó a cruzar la frontera cuando tenía 18 años para trabajar en los campos de California, pero regresó de forma constante a Ramblas Chico cuando fue deportado en 2008. Tres de los ocho hijos de la pareja, incluída Cano, viven y trabajan en California. La joven mexicana, su esposo y su hijo mayor nacieron en Ramblas, pero han obtenido la residencia permanente en los Estados Unidos. Sus dos hijos menores nacieron en California.

    Cuando la familia Cano regresa a California, se aloja en el “campito”. Así es como la gente de Ramblas Chico llama a las viviendas subvencionadas del condado de Colusa que se proporcionan a las familias de trabajadores agrícolas inmigrantes durante la temporada agrícola, entre abril y octubre.

    Una vez que termina la temporada, el campito se cierra y los residentes tienen que mudarse. Encontrar una vivienda asequible en las cercanías es difícil y Cano no puede permitirse las que están disponibles. Así que una vez que el campamento cierra por la temporada, algunas familias se trasladan dentro de California siguiendo las cosechas o se van a otros estados como Oregón y Washington. Algunos se llevan a sus hijos con ellos, pero muchos dejan a los niños en edad escolar con familiares para no interrumpir su educación. Hay pocas oportunidades de obtener ingresos fuera del trabajo agrícola.

    Los miembros de la familia posan para un retrato en el aeropuerto internacional de Guadalajara, México, el día en que la mitad de ellos debe regresar a sus vidas en Estados Unidos. Eduviges Gutiérrez, de 51 años, y su hijo Carlos, de 29, están detrás de Luz Nallely Cano y sus tres hijos. Cano y sus hijos pasan la mitad del año en México.

    Fotografía de Lorena Ríos Treviño

    Eduviges Gutiérrez se despide de su hija Luz Nallely Cano (26), y su nieto Esteban (4), antes de tomar un vuelo a Estados Unidos en el aeropuerto internacional de Gualadajara, México. Es un ritual anual doloroso que la familia ha estado realizando durante años. "La vida es mejor allá", dice Gutiérrez sobre Estados Unidos.

    Fotografía de Lorena Ríos Treviño

    La dinámica de ir y venir funciona para Cano porque el tiempo que su familia pasa en México les permite ahorrar en el alquiler, los servicios públicos y otros gastos.

    También es una estrategia de supervivencia, señala Gaspar Rivera-Salgado, director del Centro de Estudios Mexicanos de la Universidad de California: "Es como tener lo mejor de ambos mundos, ganar dólares y vivir en México".

    A pesar de las decenas de familias en su comunidad que se alternan entre los dos países, este tipo de migración cíclica ya no es tan común. El movimiento de puertas giratorias entre México y Estados Unidos terminó a principios de la década de 2000. Desde la aprobación de la IRCA hace más de tres décadas, ha habido un creciente éxodo de trabajadores agrícolas migrantes que se retiran de los campos para buscar trabajo durante todo el año en otras industrias en las grandes ciudades, explica Rivera-Salgado. Los hijos de trabajadores agrícolas migrantes de primera generación, que se gradúan de la escuela secundaria y de la universidad, también están optando por no participar en el trabajo de campo.

    Esto es exactamente lo que Cano quiere para sus hijos y lo que algunos de los miembros de su familia han logrado que suceda.

    El regreso anual a México

    Cuando las hojas cambian de color y empiezan a caer, es cuando los tres hijos de Cano preguntan con desesperación si es hora de visitar a “Mamá Viges”, como la llaman a su abuela de Ramblas Chico.

    "La vida en el campo es hermosa", reflexiona Cano. "A mis hijos les gusta mucho estar acá".

    En Williams, las cosas son muy diferentes. Cuando los niños mayores llegan a casa de la escuela, se quedan allí el resto del día. El campamento de migrantes donde los niños han crecido no tiene un patio trasero y Cano se queda sola cuidando de los tres. La joven madre proyecta trabajar cuando su hijo de cuatro años sea un poco mayor. Quiere aprender inglés, convertirse en ciudadana estadounidense y buscar trabajo en una de las escuelas de sus hijos. Cano ha querido convertirse en enfermera desde que tuvo que abandonar la escuela después del noveno grado y todavía espera hacerlo.

    Cristopher Gutiérrez Cano (6) y su hermano Esteban (4) caminan por un camino de tierra en Ramblas Chico, donde pasan varios meses cada año para visitar a Mamá Viges, como llaman a su abuela. "La vida en el campo es hermosa", reflexiona su madre Luz Nallely Cano.

    Fotografía de Lorena Ríos Treviño
    Izquierda: Arriba:

    Cristopher Gutiérrez Cano (6) usa crayones para hacer dibujos de su familia mientras se hospeda en la casa de sus abuelos en Ramblas Chico, México. Nació en Estados Unidos y pasa la mitad del año en México.

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    Judith Cano Gutiérrez (8) sostiene un dibujo de su casa en Ramblas Chico, México. Ella es la menor de ocho hijos y nunca ha vivido en los Estados Unidos.

    FOTOGRAFÍAS DE Lorena Ríos Treviño

    Cano no tiene que pagar la matrícula escolar en Williams y califica para los programas estatales de Asistencia Nutricional Suplementaria y Medicaid. Ninguno de esos beneficios está disponible en Ramblas. Oscila entre elegir un lugar sobre el otro, fiel a sus patrones migratorios.

    "La escuela es mejor allá, la vida es mejor allá", expresa en referencia a Williams. "Nos acostumbramos, yendo de acá para allá. Son dos vidas muy diferentes, pero vamos y venimos".

    En las Ramblas, los niños son libres de vagar por el rancho sin supervisión, en la mayor parte del tiempo. Juegan en los campos y a lo largo de los caminos sin pavimentar de la ciudad. Visitan a sus amigos que viven a solo unas pocas casas de distancia, trepan a los árboles, persiguen pollos, cavan en la tierra y viajan en vehículos de cuatro ruedas.

    A pesar del aparente estilo de vida despreocupado, Cano no ve un futuro viable en Ramblas Chico. Aparte del cultivo de agave para las destilerías de tequila y los pocos trabajos que brotan de la industria agrícola, hay poco más que hacer en su ciudad natal. Actualmente, vive de las remesas o de la migración a pueblos y ciudades vecinas. La familia de Cano ha hecho ambas cosas. Su hermana mayor, Yuliana, de 31 años, comenzó su propio negocio de salones de belleza en la vecina ciudad de Capilla de Milpillas. Su hermano Carlos, de 29 años, cuida de la tierra que compró su tío en Williams. También gana dinero alquilando un almacén (construido con remesas familiares) para fiestas.

    Los niños juegan baloncesto antes de que comiencen las clases en la escuela primaria Benito Juárez en Ramblas Chico, México. Esta escuela rural recibe una gran población de niños que viven y estudian en Williams, California, seis meses al año.

    Fotografía de Lorena Ríos Treviño

    Los niños en Ramblas Chico, México pasan mucho tiempo jugando en los campos, visitando amigos, trepando árboles y persiguiendo pollos. En la imagen, Gerardo Gutiérrez Cano (derecha), de ocho años, juega con su primo durante una visita anual a México.

    Fotografía de Lorena Ríos Treviño

    En última instancia, sin embargo, la familia también se muda por necesidad: "Como no tenemos una casa (en Williams), no podemos quedarnos. Sería bueno poder hacerlo algún día”, desea Cano.

    El fin de la migración cíclica podría llegar más temprano que tarde. Los hermanos de Cano en Estados Unidos y muchos de sus primos ya han optado por no construir casas en Ramblas Chico como lo hicieron sus padres y abuelos antes que ellos.

    Los norteños

    En Ramblas Chico, el esposo de Cano construyó una casa con dinero ganado en los Estados Unidos, y sus padres ayudan a criar a los niños. El pueblo se reactiva cuando los norteños regresan del país del norte. Su economía, como la de muchos otros pueblos de la Zona Rural de México, está ligada al flujo de remesas.

    Los estipendios de los migrantes en Estados Unidos alcanzaron un máximo histórico de 51 600 millones de dólares en 2021, según un estudio realizado por BBVA Research. Jalisco fue uno de los principales receptores de remesas ese año, y los migrantes en California representaron un tercio de los fondos enviados.

    Cuando los norteños se van, Ramblas Chico queda vacío. Las calles se vuelven tranquilas y el estruendo de los vehículos se apaga. La tienda de la esquina pierde a los niños de Cano como clientes de dulces.

    Las familias de trabajadores agrícolas como los de esta joven madre eligen vivir frugalmente cuando están en Williams para poder disfrutar de las comodidades que pueden pagar en Ramblas Chico y construir casas con las que nunca podrían soñar en California. Si bien el ingreso anual obtenido del trabajo de campo temporal en los Estados Unidos está "por debajo de la línea de pobreza", según Rivera-Salgado, para los nativos de Ramblas Chico, es mucho más de lo que ganarían en México. El salario mínimo en California es de 15 dólares por hora, mientras que el salario diario en Ramblas Chico es de 10 dólares.

    "Con lo que ahorramos [de las ganancias] podemos vivir acá, o más bien sobrevivir", dice Cano. "Sobrevivimos más fácilmente acá".

    La National Geographic Society, comprometida con iluminar y proteger la maravilla de nuestro mundo, apoyó el trabajo de la exploradora Lorena Ríos Treviño.

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