Murió Isabel II de Inglaterra: momentos destacados del reinado más largo de la historia

La monarca falleció a los 96 años. Estuvo siete décadas al frente de la corona británica.

Por Simon Worrall
Publicado 1 jun 2018, 17:49 GMT-3

La reina Isabel II de Inglaterra murió a las 18:30 (hora local) tal como informó mediante comunicado oficial el palacio de Buckingham: "La reina ha muerto en paz en Balmoral esta tarde. El rey y la reina consorte se quedarán en el palacio esta noche y volverán a Londres mañana". 

Mientras tanto, el ahora rey Carlos de Inglaterra, manifestó en su cuenta oficial de Twitter: “Este es un momento de gran tristeza para mí y para toda mi familia", y dijo encontrarse en un profundo luto con la noticia de la partida de la reina.

En esta crónica, National Geographic repasa los momentos más destacados del histórico reinado de Isabel II

Debo confesar que nunca he sido lo que mi querido y difunto padre solía llamar “un observador de corgis”, alguien obsesionado con la familia real. Los puntos de vista de Su Majestad y los míos, aunque con pesar todavía no tuve la oportunidad de intercambiarlos con ella, casi seguramente serán distintos con respecto a cuestiones de clase y política.

Pero como muchos británicos de mi generación (nací el año anterior a la coronación), mi vida se ha visto marcada por el reinado de la reina Isabel II, que en 2015 ingresó al libro de los récords como la monarca activa más longeva en mil años de reinas y reyes británicos, eclipsando los 63 años y 216 días de su tatarabuela, la reina Victoria.

En ese tiempo, presidió durante intensas conmociones sociales y políticas. Cuando llegó al trono en 1952 (era una joven esbelta de cabello negro), los racionamientos de la Segunda Guerra Mundial acababan de terminar; el Imperio Británico seguía gobernando grandes franjas del globo; la homosexualidad era un delito; el divorcio, un estigma; el sexo prematrimonial, la excepción; las minorías étnicas, una rareza; los deportes, en su mayoría, no profesionales; y la comida británica, en general, incomible.

La Gran Bretaña actual, donde en algunas escuelas de Londres hay niños que hablan más de cien idiomas, donde el matrimonio gay es legal y los futbolistas ganan más dinero por semana que el primer ministro en un año, es como otro país. Actualmente, Londres tiene más restaurantes con estrellas Michelin que París.

Mientras se iban y llegaban 12 primeros ministros y presidentes, los cortes de cabello y los dobladillos se alargaban o acortaban, y nuestra fe en la modernidad daba paso a la ansiedad sobre el cambio climático, la reina permaneció firme como las campanas del Big Ben en lo que respecta a honrar el voto que pronunció en el momento de su coronación: no gobernar a sus súbditos, sino servirlos. La dedicación al deber, la constancia y el amor a la patria son las virtudes tradicionales que definieron su reinado. Durante 65 años, nunca titubeó, nunca se equivocó al hablar, según recuerdo, ni ofendió a nadie de forma intencional; nunca se defraudó a sí misma y tampoco nos defraudó.

Su vida no ha estado exenta de desdichas. El asesinato de su querido primo, Louis Mountbatten, cometido por el IRA (Irish Republican Army [Ejército de la República Irlandesa]) en 1979 hirió tan profundamente sus sentimientos que tardó muchos años en sanar. Y es un indicador de su tenacidad y profundo compromiso con el deber ya que, durante una visita muy emotiva a Irlanda en 2012, estrechó las manos de Martin McGuinness, antiguo comandante del IRA y actual primer ministro adjunto de Irlanda del Norte.

El annus horribilis [año terrible] de 1992, cuando se desmoronaba el matrimonio de sus hijos y se incendió el castillo de Windsor, vio cómo la Casa de Windsor perdía popularidad. Cuando no respondió de inmediato ante el profundo pesar respecto a la muerte de la princesa Diana, muchos consideraron que la monarquía había perdido su contacto con el pueblo.

Actualmente, bendecida con nuevos bisnietos que son futuros herederos, una economía próspera y el mayor periodo de paz en la larga historia de Gran Bretaña, la admiran y adoran, no solo en su país, sino en todo el mundo.

Nunca seré un observador de corgis. Pero me saco el sombrero ante ella y le solicito, estimado lector, que se una a mí en un tradicional saludo británico: ¡Dios salve a la Reina!

Por Simon Worrall.

Este artículo fue originalmente publicado en Septiembre de 2015 y actualizado el 18 de mayo de 2018. 

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