
Nueva investigación revela cómo los ajolotes regeneran sus extremidades: por qué el hallazgo es clave para los humanos
Los ajolotes son nativos de México y se encuentran en peligro crítico de extinción en su hábitat natural, pero en los laboratorios científicos finalmente están revelando sus secretos antienvejecimiento y de cicatrización de heridas.
Cuando un arbusto afilado corta la cola de un ajolote o este pierde un brazo en una pelea con un depredador, la salamandra espera. En cuestión de semanas, la parte del cuerpo que le falta vuelve a crecer como nueva.
Durante años, los científicos se han preguntado cómo hacían magia estos anfibios y si algún día los humanos podríamos seguir su ejemplo. Un estudio publicado el 10 de junio de 2025 en Nature Communications da un paso de gigante en la comprensión del fenómeno, al detallar la biología por la que a los ajolotes les vuelve a crecer exactamente el miembro que les falta en su sitio.
Hace tiempo que se sabe que el ácido retinoico, una sustancia también abundante en el cuerpo humano (así como en muchas cremas para la piel), desempeña un papel importante. Ahora está claro que una enzima concreta (que también tienen los humanos) ajusta con precisión los niveles del retinoide en el lugar de la herida del animal para garantizar que aparezca la parte correcta. Al mismo tiempo, un gen controla el tamaño del desarrollo del apéndice.

En la Universidad Northeastern de Boston (Massachusetts, Estados Unidos), los científicos estudian cómo los ajolotes recuperan miembros enteros. Esperan utilizar estos conocimientos biológicos para desarrollar nuevos métodos de tratamiento humano.
“El artículo nos da una idea de cómo una extremidad sabe qué regenerar, algo que ha sido un misterio durante mucho tiempo”, comenta James Monaghan, catedrático de Biología de la Universidad Northeastern de Boston y autor principal del estudio. Monaghan lleva varias décadas investigando la regeneración del ajolote y dice que al principio se mostró escéptico ante la posibilidad de que los humanos lo consiguieran. Los últimos avances científicos lo han convertido en un creyente.
“Ahora tenemos los planos y los genes para hacer crecer una extremidad”, afirma. La tecnología actual de edición genética, cada vez más sofisticada, podría dirigir la activación y desactivación de esos genes. “Me imagino que dentro de unas décadas tendremos un parche en una herida capaz de programar las células que normalmente formarían una cicatriz para que activen el programa de regeneración adecuado”.
Aunque se necesita más trabajo, “comprender los mecanismos que regulan y controlan el crecimiento y la diferenciación celular es una parte importante de la futura gestión del cuidado de las heridas”, indica Sam Arbabi, cirujano que trabaja con pacientes quemados en la Universidad de Washington, que no participó en la investigación pero que califica el cuidado de las heridas actual de “gran decepción en medicina”.


Un estudio reciente demostró que una enzima controla la cantidad de ácido retinoico, el mismo ingrediente popular en el cuidado de la piel, en una herida. Un gen específico ayuda a determinar lo que el organismo del animal sabe qué debe cultivar y dónde.
Los ajolotes tienen la increíble capacidad de dejar de envejecer a los cuatro años. Los científicos los estudian para saber cómo aplicar su biología a la medicina humana.
El papel del ácido retinoico en la regeneración de extremidades
El ajolote es una salamandra rosada de aspecto juvenil con branquias externas en la cabeza que se asemejan al pelo de una muñeca. Deben su nombre al dios azteca del fuego, Xolotl, y antaño abundaban en México. Ahora están en peligro de extinción, aunque se han convertido en populares peluches y personajes de videojuegos.
Los ajolotes criados en cautividad, que viven una década o más, se han convertido en estrellas en docenas de laboratorios de todo el mundo tanto por su eterna juventud como por su poder de regeneración de órganos y extremidades.
Un ajolote herido puede regenerar toda una pata perdida o solo el dedo meñique del pie. El nuevo artículo ayuda a responder a la pregunta clave de cómo la masa de células que migra al lugar de la herida, conocida como blastema, sabe exactamente lo que necesita.
"Las pruebas sugieren que es el acceso a los genes apropiados tras una lesión lo que les permite regenerar un brazo. Así que pueden activar los programas que construyeron el brazo en primer lugar", dice Monaghan, refiriéndose al gen Shox, que inicialmente crea y luego recrea los huesos largos necesarios para hacer un brazo o una pierna.
Monaghan también descubrió que una enzima llamada CYP26B1 reduce la cantidad de ácido retinoico en el lugar exactamente al nivel necesario para una parte concreta del cuerpo. Según los investigadores, es la cantidad de retinoide la que indica a las células lo que están construyendo. Así, la masa de células capaz de formar un brazo entero tiene más que las que fabrican una mano o, en cantidades aún menores, un dedo.
Tanto en humanos como en otros animales, el ácido retinoico es esencial para la diferenciación y el crecimiento celular. Su papel en el desarrollo humano es tan importante que se insta a las mujeres a evitar el uso de isotretinoína, un retinoide oral para el acné, durante el embarazo para no interferir con sus niveles naturales, aunque investigaciones recientes no han detectado un mayor riesgo de defectos o discapacidades congénitas.
En lugar de crear el ácido retinoico, la enzima evalúa los niveles actuales y los reduce a la cantidad deseada. Según Monaghan, se trata de un hallazgo inesperado y crucial para comprender el proceso que el ser humano podría utilizar algún día para regenerar extremidades.

Los avances en la edición de genes podrían dar lugar algún día a importantes innovaciones en los tratamientos médicos. Los científicos confían en que incluso puedan descubrir cómo regenerar extremidades humanas.
¿Podrán los seres humanos recuperar algún día las extremidades que les faltan?
En algún punto de nuestro árbol evolutivo, los humanos y otros mamíferos perdimos la capacidad de regenerar apéndices amputados, una contrapartida de nuestras partes más complejas y funcionales. (Una excepción: a los recién nacidos les vuelven a crecer las yemas de los dedos).
Los científicos confían en que estas capacidades regenerativas permanezcan ocultas en nuestra biología. De ser así, “podremos aprender a liberarlas, lo que podría restaurar un mayor potencial regenerativo del que observamos actualmente”, explica Thomas Rando, director del Centro Broad de Investigación de Células Madre de la Universidad de California en Los Ángeles, que no participó en este estudio.
Rando cree que incluso la manipulación de células madre humanas que él y otros están estudiando podría beneficiarse de la investigación sobre el ajolote.
"En los mamíferos utilizamos células madre cutáneas para fabricar piel, células madre óseas para fabricar hueso y células madre musculares para fabricar músculo", explica. Lo que no se sabe es cómo hacer que estas células produzcan múltiples tejidos a la vez, lo que es necesario para regenerar una extremidad funcional. Descubrir cómo lo consiguen los anfibios podría dar lugar a tratamientos que induzcan a las células madre a imitar esas acciones.
Monaghan espera una aplicación aún más directa, que permita a las personas regenerar miembros de forma similar a como lo hace su querido ajolote.
Al fin y al cabo, está claro que ambos poseen todo el material genético necesario para el proceso. La diferencia es "simplemente la accesibilidad de los genes".
