El volcán Mauna Loa de Hawái entra en erupción por primera vez en 38 años

Por ahora, la situación no representa una amenaza para ninguna zona poblada, pero los científicos continúan vigilando al principal volcán activo del mundo.

Estas fotos aéreas muestran la lava que fluye desde la Zona de fractura Noreste del volcán Mauna Loa en Hawái.

Fotografía de Natalie Deligne USGS
Por Robin George Andrews
Publicado 30 nov 2022, 11:14 GMT-3

Tras un período de quietud que duró 38 años (el más largo de su historia), el volcán hawaiano Mauna Loa ha vuelto a despertar.

El Mauna Loa, el volcán activo más grande del mundo, entró en erupción el domingo pasado cerca del mediodía (hora local). La lava se derramó en Moku'āweoweo, la cumbre (con forma de cuenco) del volcán y tiñó el cielo negro azulado de tonos carmesí. 

A lo largo de la noche, la lava continuó fluyendo principalmente dentro del volcán y solo una pequeña cantidad se derramó por el costado hacia el exterior. Pero cuando salió el sol, se vio cómo la roca brotaba de las grietas nuevas en los flancos nororientales del volcán, una sección de la montaña que se está separando poco a poco.

Por el momento, el volcán no constituye una amenaza para ningún centro de población importante y no se ha ordenado evacuar la zona, pero el fenómeno avanza rápidamente y las erupciones pasadas en el Mauna Loa han sido impredecibles. 

“Hay erupciones en Mauna Loa que terminan en un día. Otras duran mucho tiempo. La verdad es que en este momento no hay forma de saber qué pasará”, explica Jackie Caplan-Auerbach, sismóloga de volcanes de la Universidad de Western Washington.

Por ahora, el Mauna Loa parece seguir un patrón conocido. “Empezó en la cumbre, y se movió muy rápido a la zona de fracturas. Típicamente, permanece en esa zona de ruptura y no se mueve a ninguna otra parte del volcán”, dice Wendy Stovall, vulcanóloga del Volcano Hazards Program (Programa de Peligros de Volcanes, en español) del Servicio Geológico de EE. UU. (USGS, por sus siglas en inglés).

Este es un día para el que los vulcanólogos, en especial los del Observatorio de Volcanes de Hawái del USGS, se han preparado con ansias durante décadas. Aunque la erupción ya está en marcha, todavía no se vislumbra un escenario destructivo, por lo que los investigadores pueden respirar con cierto alivio.

 “Nadie se alegra de lo que ha sucedido, pero es como ver una película de terror después de la escena aterradora”, cuenta Brett Carr, vulcanólogo de la Universidad de Arizona. “Ahora al menos sabemos lo que está pasando”, agrega.

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Al igual que sus parientes hawaianos, el Mauna Loa debe su origen a una columna de materia sobrecalentada que asciende desde las profundidades del manto terrestre hasta la base de la placa tectónica del Pacífico. Cuando esa columna o pluma llega a la placa, se descomprime y el material comienza a fundirse, lo que crea amplios depósitos de magma. Y a medida que la placa del Pacífico se ha ido desplazando, se ha levantado a su paso una cadena de volcanes originados a partir de este soplete subterráneo.

El Mauna Loa, que se eleva 16 kilómetros desde su base en el fondo marino y cubre 5000 kilómetros cuadrados, es realmente impresionante. Además, es hiperactivo. Se han observado erupciones durante siglos, desde la colonización del archipiélago hawaiano por parte de los navegantes polinesios. Desde 1843, año en que se iniciaron los registros escritos, se han documentado 33 erupciones.

La química del magma se ha mantenido constante desde entonces, y ha dado lugar a flujos de lava muy calientes (hasta 982 grados centígrados) y no a una actividad particularmente explosiva. En el pasado lejano, la actividad eruptiva se concentraba en la cumbre del Mauna Loa o en sus laderas. Pero las 33 más recientes comenzaron en la cumbre, y la mitad de ellas quedaron circunscriptas a la caldera de Moku'āweoweo, sin ocasionar graves peligros.

Sin embargo, en algunas erupciones, la lava ha salido de forma imprevisible de una de las dos zonas de fisura de los flancos del Mauna Loa. Si la lava emerge de una de estas zonas, conocida como Zona de Fractura Suroeste, puede originarse un escenario muy peligroso, con pendientes pronunciadas capaces de encauzar la lava, en cuestión de horas, hacia las zonas residenciales cercanas, como los distritos de Ka'ū y Kona Sur.

Pero cuando la roca fundida sale del interior de la Zona de Fractura del Noreste, como es el caso de esta erupción, la situación es un poco menos peligrosa. La ciudad de Hilo se encuentra debajo, y en el pasado ha sufrido repetidas amenazas debido a incursiones de lava, pero las laderas por encima de esta son nobles, y la parte más activa de la zona de la grieta está a kilómetros de distancia. 

Si la lava sigue fluyendo desde la Zona de Fractura del Noreste durante varias semanas, existe la posibilidad de que la roca fundida llegue a Hilo. Sin embargo, los científicos podrían saber si esto va a suceder con bastante antelación, lo que permitiría alentar a los residentes con tiempo suficiente para que puedan evacuar.

 “Afortunadamente, no estamos viendo un escenario de Zona de fractura del suroeste. Ese es un escenario en el que se perderían muchas vidas”, comenta Carr.

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    A pesar de ser uno de los volcanes de la Tierra que más se vigila, el Mauna Loa aún no ha revelado la mayoría de sus secretos. Si bien se han presentado algunos patrones comunes, cada erupción ha sido particular.

    En 1859 hubo una erupción que duró 300 días y produjo un flujo asombroso de 51 kilómetros de largo; destruyó pueblos y recursos vitales. Unos 91 años más tarde se produjo una erupción que duró solo 23 días, pero arrojó 375 millones de metros cúbicos de lava en la Isla Grande de Hawái y destruyó parte de la infraestructura de la isla. 

    La erupción más reciente antes de la actual, en 1984, casi se traga a Hilo: un escenario que, en el pasado, las autoridades han intentado evitar sin éxito utilizando explosivos para desviar los flujos de lava del Mauna Loa.

    Desde 2019, el Mauna Loa ha tenido una actividad considerable. Sus cambios de forma y sacudidas han sugerido que en su interior el magma se agitaba. El pasado mes de septiembre, la agitación se acentuó aún más, lo que llevó a los investigadores a sospechar que el magma se estaba dirigiendo a un depósito en la cumbre. Enseguida, los miembros de la defensa civil de Hawái se reunieron para preparar a los residentes para un posible escenario de emergencia.

    Poco antes de que el magma saliera a la superficie, el 27 de noviembre, el volcán comenzó a temblar furiosamente. “Hubo casi una hora de movimiento sísmico elevado a medida que el magma se desplazaba desde la región de almacenamiento de la cumbre hasta terminar en erupción. Esa fue toda la advertencia que tuvimos”, dice Stovall.

    ¿Por qué ha tardado casi cuatro décadas en volver a entrar en erupción y por qué lo ha hecho ahora? Los investigadores tendrán que seguir estudiando la erupción y sus consecuencias para poder responder las preguntas.. Está claro que algo cambió en el interior del volcán, pero, por ahora, el desencadenante es incierto. “En algún momento, las cosas fallan”, señala Diana Roman, geofísica del Instituto Carnegie para la Ciencia en Washington, D.C.

    Tratándose del Mauna Loa, la ausencia de señales de alerta en los días previos a la erupción no resultó sorprendente. Tampoco lo fue el inicio de los fogonazos, que se produjeron en la cumbre y fueron inofensivos. Pero el personal del Observatorio Volcánico de Hawái que sobrevolaba el volcán, divisó la lava que emergía de sus flancos septentrionales durante el amanecer del lunes 28 de noviembre. Ahora solo queda observar y ver cómo se desarrolla la situación.

    Hasta ahora, no hay peligro inminente

    Como han demostrado los anteriores paroxismos del Mauna Loa, es difícil saber cómo puede evolucionar una determinada erupción. Cabe la posibilidad de que haya actividad explosiva en la cumbre, que puede producir penachos de ceniza efímeros, pero es poco probable durante esta erupción. Las principales amenazas son los flujos de lava procedentes del flanco del volcán, y el hecho de que lleguen a ser destructivos depende de lo abundantes y persistentes que resulten.

    La lava podría cortar la carretera Saddle, que atraviesa la isla, y poner en peligro partes del cercano Observatorio del Mauna Loa. De ocurrir esto, ocasionaría muchos inconvenientes, pero está muy lejos de las posibilidades más devastadoras.

    Según Stovall, no hay que descartar la continua amenaza para la vida y la propiedad, pero los vulcanólogos, “sienten alivio, sobre todo porque el actual no es el peor escenario”.

    Mientras tanto, el USGS y sus socios seguirán vigilando el volcán a todas horas y, tan pronto como sea posible, los científicos trabajarán en la zona para tomar muestras de la lava y ver cómo cambia su composición (y su potencial de explosiones destructivas) a medida que se desarrolla la erupción.

    Hasta ahora, dice Stovall, el Mauna Loa “se está comportando bien”. “Esperamos que siga así. Este es solo el principio”, advierte.

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