
Chorros de lava que surgieron de las fisuras terrestres en el complejo de viviendas Leilani Estates, en el distrito de Keahialaka, el 24 de mayo.
Fotografía de Andrew HaraUn chorro de lava a 1000 °C de temperatura llega al océano. Al entrar en contacto con la lava, el agua del mar comienza a calentarse y despide enormes nubes de vapor.
Fotografía de Andrew HaraEl sol se eleva sobre un río de lava que surge de una fisura activa. En algunos tramos, el río viaja a una velocidad de hasta 50 kilómetros por hora y transporta “botes” de lava en su recorrido. A contraviento del río, la vegetación es verde y exuberante. Del otro lado, sin embargo, el ácido sulfúrico que despide la lava quema las plantas y marchita sus hojas ahora amarillentas.
Fotografía de Andrew HaraLos vientos cálidos, cargados de gases y partículas, soplan a través del complejo Leilani Estates. Las partículas de cenizas y tefra forman remolinos que esparcen la lluvia que cenizas por todo el vecindario.
Fotografía de Andrew HaraLa lava solía burbujear bajo la superficie del cráter Pu’u O’o. Sin embargo, en abril comenzó a salir de forma abrupta, salió a la superficie con fuerza y se filtró por las fisuras terrestres del complejo de viviendas Leilani Estates. Como la lava ya circulaba con fuerza en el piso del cráter, cuando salió a la superficie hizo colapsar el suelo y causó una serie de terremotos.
Fotografía de Andrew HaraLas corrientes de lava rodean el último tramo de carretera en este sector de Leilani Estates. Los ríos serpenteantes de lava han cubierto el resto de la zona con basalto suave.
Fotografía de Andrew HaraLa lava adopta diferentes texturas según la temperatura que tiene al salir a la superficie, lo que suele cambiar durante la erupción. Cuando la lava surge con rapidez y en forma líquida, se crean formaciones puntiagudas (“a’a”). Y cuando es más espesa y viscosa se forman los pahoehoe, más suaves y espesos.
Fotografía de Andrew HaraDesde el 4 de julio se han formado más de 22 hectáreas de tierra nueva en la isla Grande. Los nuevos tentáculos de tierra avanzan sobre el mar a lo largo de 6 kilómetros de la costa.
Fotografía de Andrew Hara