Los efectos del COVID-19 en los niños

Se acerca el regreso a la escuela, y los expertos evalúan los riesgos que corren los más jóvenes y con qué facilidad transmiten el virus a los adultos.

Por Sarah Gibbens
Publicado 27 jul 2020, 17:00 GMT-3
Una madre observa cómo le toman la temperatura a su hija en una clínica con modalidad ...

Una madre observa cómo le toman la temperatura a su hija en una clínica con modalidad “drive in” en Corea del Sur. Según un estudio de 65.000 pacientes publicado por el Centro de Control de Enfermedades de Corea del Sur, los niños mayores de 10 años tienen la misma probabilidad de propagar el virus que los adultos.

Fotografía de Chung Sung-Jun, Getty Images

Desde el comienzo de la pandemia, se ha difundido que el COVID-19 no afecta la salud de todas las personas por igual. Mientras que el SARS-CoV-2 podría matar a un adulto de 50 años, podría no ocasionar ningún daño en un niño de cuatro años.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. están recomendando la reapertura de las escuelas primarias y secundarias, con la premisa de que los riesgos para la salud deben compararse con los riesgos que supone la permanencia en el hogar, que afecta fundamentalmente a los niños pobres y pertenecientes a las minorías, y a aquellos con discapacidades que dependen del almuerzo escolar y los programas de asistencia extracurricular. Cuando esos niños no pueden ir a la escuela, el desempeño decae, la salud mental y física se ve afectada, desaparecen los momentos clave para socializar y muchos se atrasan con el programa de vacunación.

"Las consecuencias que sufren los niños son diferentes a las de los adultos", afirma Megan Tschudy, pediatra de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.

Sin embargo, los científicos todavía están investigando cómo afecta el virus a los niños y si los niños pueden transmitirlo a sus cuidadores adultos. Según explica Rachel Graham, epidemióloga de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill, aún no se logra comprender por qué los distintos tipos de coronavirus -incluidos el de la COVID-19 y sus parientes, SRAS-CoV y MERS-CoV- afectan de forma diferente según los rangos de edad.

Graham habló con National Geographic sobre los efectos del COVID-19 en niños por primera vez en marzo, y asegura que aún no se ha descubierto por qué el virus afecta menos a los más pequeños. Si bien se ha demostrado que los niños son más susceptibles de contraer el virus de lo que se creía, los expertos todavía desconocen por qué no contraen la versión más grave de COVID-19 que afecta a tantos adultos.

Tampoco está claro con qué facilidad los niños pueden transmitir el virus entre ellos o a los adultos. Un estudio del Centro de Control de Enfermedades de Corea del Sur publicado la semana pasada, en el que participaron casi 65.000 individuos, reveló que los niños de 10 a 19 años podrían propagar el COVID-19 en el hogar con la misma eficacia que los adultos.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades o CDC (por sus siglas en inglés), solo el 2 por ciento de los casos de COVID-19 registrados en un hogar corresponde a niños menores de 18 años. Sin embargo, los datos recopilados por Bloomberg muestran que esas tasas pueden variar mucho según la región. 

Un pequeño porcentaje de menores que dan positivo por COVID-19 desarrollan una afección muy grave conocida como síndrome inflamatorio multisistémico en niños (MIS-C), y no está claro si la enfermedad tiene otras consecuencias a largo plazo.

"Provoca una inflamación muy grave en los pulmones y puede causar enfermedades más peligrosas en el futuro", explica Graham. Y agrega: "pero tendría que realizarse un seguimiento más prolongado de los niños que se han recuperado de la enfermedad". Y como estas enfermedades tan graves no suelen atacar a los jóvenes, "ha habido mucha menos investigación y muchas menos pruebas", aclara Tschudy.

¿Con qué facilidad pueden propagar la enfermedad?

"En igualdad de condiciones, es mucho más probable que los niños transmitan más enfermedades", expresa Graham, aludiendo a la forma particular en que los niños suelen interactuar entre sí y a su propensión a tocar todo tipo de objetos y partes del cuerpo. Sin embargo, señala que no hay suficientes datos para demostrar que transmiten el virus de igual forma que los adultos.

Si bien el estudio de Corea del Sur mostró que los niños mayores de 10 años, efectivamente, transmitían el virus, los niños mucho más pequeños tenían un 72 por ciento menos de probabilidades de transmitir la enfermedad a los adultos.

Sin embargo, no se puede descartar que un niño menor de 10 años pueda transmitir el virus. Un estudio demostró que los niños muy pequeños -incluidos los bebés-, dejaban rastros del virus, aunque no se determinó el potencial infeccioso de esos restos. Pero otro estudio realizó un seguimiento de un niño de nueve años positivo por COVID-19 que visitó tres escuelas sin transmitir el virus. La forma en que se interactúa con los niños parece determinar el grado de transmisión. Las guarderías que permanecieron abiertas durante la pandemia han tenido una variedad de experiencias, desde grandes brotes hasta una ausencia total de casos en ciertos establecimientos.

Una teoría para explicar que los niños no transmiten la enfermedad como los adultos parte de la base de que el COVID-19 se propaga principalmente a través de las gotas que se exhalan, y los niños exhalan con menos fuerza y ​​más cerca del suelo.

"Si tienes hijos, conoces muy bien los alaridos de los niños, pero eso no necesariamente significa que tengan una gran capacidad para propagar el virus", explica Barnett, indicando que el tono fuerte de un niño no conlleva la misma fuerza con que un adulto puede toser o estornudar.

"Aunque interactúan muy de cerca, no se agrupan en áreas como el metro de Nueva York, bares o eventos deportivos de la misma manera", señala.

Y cuando un adulto se enferma, es muy probable que, de todos modos, concurra a la oficina que comparte con otros. En cambio, si un niño se enferma, los padres suelen procurar que sus hijos se queden en casa.

Barnett señala que, en definitiva, los expertos solo pueden especular teorías.

"Si contáramos con un rastreo de todos los contactos sería mucho más fácil entender la dinámica de la transmisión", señala Graham. "Eso daría una idea mucho más clara de la cantidad de personas que entran en contacto entre sí".

¿Por qué los menores de 10 años se enfermarían menos?

"Al comienzo de la pandemia, se sabía muy poco acerca de los efectos en los diferentes rangos de edades. Se suponía que todas las personas, independientemente de su edad, podrían verse igualmente afectadas, y había una gran cantidad de preparación", expresa Tschudy. Sostiene, además, que el cierre temprano de las escuelas puede haber contribuido a proteger a los niños.

Por otra parte, las pruebas se limitaron a las personas con síntomas  de una posible infección por COVID-19, y según Tschudy, es probable que los niños infectados y asintomáticos hayan pasado desapercibidos.

Una teoría muy difundida sostiene que los niños menores de 10 años no contraerían la enfermedad debido a una enzima denominada ACE2. Cuando el SARS-CoV-2 ingresa en el cuerpo, las proteínas espiga (S) que rodean el virus se adhieren a la ACE2 como una pieza que encaja con otra en un rompecabezas.

"Una de las teorías es que los niños tienen más receptores ACE2 en la nariz y en el sistema respiratorio superior que en los pulmones, y los adultos, en cambio, tienen estos receptores en los pulmones", explica Elizabeth Barnett, jefa de enfermedades infecciosas pediátricas en el Boston Medical Center y profesora de pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston.

La mayor producción de receptores ACE2 en los pulmones explicaría las infecciones más graves que sufren los adultos que contrajeron COVID-19.

Un estudio realizado en 305 personas de cuatro a 60 años reveló que las enzimas ACE2 eran menos activas en niños menores de 10 años.

Además, los sistemas inmunes más resistentes y adaptativos protegerían a los niños pequeños de la enfermedad, sostiene Alvaro Moreira, neonatólogo del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio. Moreira explica que el sistema inmune de una persona tiene dos formas de defenderse: "una que no requiere memoria y otra que sí".

A medida que envejecemos y nos exponemos a bacterias y virus, el sistema inmune desarrolla células que registran virus específicos para luego atacarlos de manera más eficiente. El cuerpo de un niño, que todavía está construyendo este registro, depende del otro mecanismo de defensa del sistema inmune.

"Ese sería el sistema inmune innato", sostiene Moreira. "Y sabemos que es menos probable que los niños presenten una respuesta innata exagerada".

Cuando el sistema inmune innato se defiende, las células inmunes comienzan a atacar a los agentes patógenos que ingresan al cuerpo. Durante este proceso, el cuerpo libera moléculas llamadas citoquinas, que permiten que las células se comuniquen entre sí. Cuando el sistema inmune libera demasiadas citoquinas, se afecta el tejido sano. Algunos de los adultos con una manifestación muy grave de COVID-19 han fallecido como consecuencia de estas denominadas "tormentas de citoquinas".

Tschudy sostiene que los niños suelen tener niveles más bajos de citoquinas que evitan dichas tormentas, posiblemente porque “los niños pequeños están expuestos a nuevas infecciones todo el tiempo, y cuando se exponen a un nuevo virus como el que causa el COVID-19, su sistema inmune está preparado para responder de forma efectiva, combatir el virus y no provocarles daño".

Algunos niños enfrentan mayores riesgos

Si bien el sistema inmunitario de un niño parece estar biológicamente preparado para evitar el COVID-19, no todos los niños revelan los mismos efectos.

"La gran mayoría de los niños con una versión grave de COVID suelen tener otros factores de riesgo", explica Philip Zachariah, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas en la Universidad de Columbia y epidemiólogo en el New York-Presbyterian Morgan Stanley Children's Hospital.

En un estudio que publicó a principios de junio, Zachariah revisó los casos de 50 niños que ingresaron por COVID-19. Todos los niños se recuperaron, menos uno. Si bien se vinculó la obesidad de niños mayores de dos años a las manifestaciones más graves de la enfermedad, Zachariah aclara que esto simplemente puede reflejar la realidad de los casos atendidos en el New York-Presbyterian.

"Creo que, a grandes rasgos, los datos reflejan que los niños de bajos recursos y las minorías raciales están más expuestos al contagio", expresa.

Lo que puede afirmarse es que los niños pequeños que contraen la enfermedad parecen tener más probabilidades de recuperación que los adultos. Y que las mismas medidas que toman los adultos para prevenir el contagio (el distanciamiento social, el uso de mascarillas y el lavado de manos) ayudan a prevenir el contagio en niños.

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