Lo que saben y no saben los científicos sobre cómo tratar el coronavirus

Seis destacados médicos explican qué sabemos hasta ahora sobre cómo tratar la enfermedad COVID-19 en las salas de emergencia y en casa.

Por Michael Greshko
Publicado 26 mar 2020, 09:55 GMT-3
Una víctima de COVID-19 es evacuada del hospital civil Mulhouse, en el este de Francia, el ...
Una víctima de COVID-19 es evacuada del hospital civil Mulhouse, en el este de Francia, el lunes 23 de marzo del 2020. La región Grand Est es hoy el epicentro del brote en Francia, que se convirtió en el tercer país de Europa que ha enterrado más víctimas, después de Italia y España.
Fotografía de Jean-Francois Badias, AP Images

LOS ESTUDIOS MÉDICOS SOBRE COVID-19 se están publicando a un ritmo vertiginoso y, a menudo, generan confusión sobre cosas simples como qué analgésicos tomar o cómo cuidar a los enfermos en casa.

En busca de orientación, National Geographic se contactó con médicos e investigadores destacados en todo Estados Unidos y Canadá para que nos den sus recomendaciones sobre cuidados en casa, así como también, cuándo pedir atención médica.

Cómo combatir la fiebre

La buena noticia es que, aproximadamente, el 80 por ciento de todos los casos de COVID-19 solo presentan síntomas leves o moderados que no requieren internación en hospitales o clínicas. Los médicos recomiendan que estos pacientes se autoaíslen, se mantengan hidratados, coman bien y lidien con los síntomas de la mejor manera que puedan.

Para la fiebre asociada a muchas enfermedades, entre las cuales se encuentra la COVID-19, los médicos sugieren tomar acetaminophen— conocido internacionalmente como paracetamol— antes que ibuprofeno. Si la fiebre continúa, los pacientes deben considerar tomar ibuprofeno, señala Julie Autmizguine, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas del Centro hospitalario universitario (CHU, por su sigla en inglés) Sainte-Justine en Montreal, Canadá.

Tanto ella como otros doctores muestran una preferencia hacia este fármaco ya que el ibuprofeno y otros fármacos similares— denominados antinflamatorios no esteroides— pueden tener efectos secundarios nocivos, entre ellos insuficiencia renal, úlceras estomacales y sangrado gastrointestinal.

No obstante, esta advertencia no quiere decir que el ibuprofeno y los antiinflamatorios no esteroides empeoren los efectos del coronavirus, como sugirieron las historias virales en las noticias la semana pasada luego de que el ministro de salud francés dijera que los fármacos deberían evitarse durante la terapia por coronavirus.

“No es de mi conocimiento que los antiinflamatorios no esteroides sean un problema malo para esta enfermedad o para cualquier otro tipo de coronavirus”, señala Stanley Perlman, experto en coronavirus, pediatra e inmunólogo de la Facultad de Medicina Carver en la Universidad de Iowa.

El acetaminophen también tiene efectos secundarios y se debe tomar solo si no se es alérgico o no se tiene daño hepático previo. La medicación es segura en una dosis total diaria menor a 3000 miligramos, pero, si se excede este máximo, puede ocasionar daños hepáticos o algo peor.

“La sobredosis de acetaminophen es la causa más común de insuficiencia hepática aguda en los Estados Unidos”, indica José Manautou, toxicólogo de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Connecticut.

Las personas deben asegurarse de considerar todos los medicamentos que están consumiendo dado que los medicamentos de venta libre que alivian los síntomas de la gripe y algunos auxiliares del sueño también contienen acetaminophen. Las personas deberían evitar beber alcohol cuando toman acetaminophen. El hígado utiliza la misma sustancia— el glutatión— para atenuar el potencial tóxico tanto del alcohol como del acetaminophen. Si consumes demasiado de las dos cosas, puede que las toxinas se acumulen en el cuerpo.

Una vez que tu cuerpo se infecta, esto es lo que hace el coronavirus.

¿Y qué pasa con la cloroquina y la azitromicina?

Los equipos médicos están trabajando sin parar para saber cómo tratar mejor la enfermedad COVID-19 y, durante la semana pasada, el presidente de los Estadios Unidos, Donald Trump, se ha unido a la contienda al expresar su apoyo a dos medicamentos que han existido por décadas— el antibiótico azitromicina y una versión de la cloroquina, un fármaco antipalúdico.

En realidad, la Agencia de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (Food and Drug Administration, FDA) no ha aprobado la hydroxicloroquina— que se usa más frecuentemente para tratar la artritis reumatoidea y el lupus— para su uso para COVID-19, aunque ha aprobado una prueba en combinación con azitromicina que es lo que hoy se presenta para Nueva York. Mientras tanto, los funcionarios sanitarios en todo el mundo, entre ellos Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, recomiendan precaución respecto de los medicamentos.

“Muchas de las cosas que se escuchan son lo que yo llamo informes anecdóticos”, dijo Fauci en una conferencia de prensa el sábado para el grupo de trabajo de coronavirus de la Casa Blanca. “Mi trabajo es, en última instancia, probar sin lugar a dudas que un fármaco no solo es seguro, sino que realmente funciona”.

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    La historia de la cloroquina comenzó con varios pequeños estudios en China y Francia— que poseen deficiencias y presentan pocos ejemplos de pacientes en general. Los resultados franceses se basan en solo 36 personas y se enfocan en la carga viral de los pacientes, o la cantidad de virus en el cuerpo. De hecho, en el estudio francés, los únicos pacientes que murieron o que requirieron cuidados intensivos habían tomado hidroxicloroquina.

    “No tenemos información de ensayos aleatorios y controlados que nos digan cómo la cloroquina funciona en personas reales”, señala Annie Luetkemeyer, especialista en VIH y enfermedades infecciosas del Departamento de Medicina de la Universidad de California, San Francisco.

    La automedicación con hidroxicloroquina y azitromicina también puede tener efectos adversos dado que los dos fármacos podrían exigirle por demás al corazón y aumentar el riesgo de arritmia. El lunes, el presidente prometió enviar miles de dosis del combo a Nueva York para un ensayo de la FDA, no mucho después de que un hospital en Arizona informara que uno de sus pacientes murió luego de automedicarse con fosfato de cloroquina, un tipo del compuesto utilizado para limpiar tanques de acuarios. Los funcionarios sanitarios nigerianos informaron dos casos de sobredosis de cloroquina durante el fin de semana.

    “Lo último que queremos ahora es inundar nuestras salas de emergencia con pacientes que creen que encontraron una solución poco clara e insegura que podría, potencialmente, poner en peligro su salud”, declaró Daniel Brooks, director médico del Centro de Información Toxicológico y de Medicamentos en Phoenix.

    ¿Es la medicación para la presión arterial segura?

    Los inhibidores de la ECA, fármacos que se usan generalmente para tratar la presión arterial alta, también han estado bajo la lupa durante la crisis de COVID-19, dado que algunos informes sugieren que los pacientes deberían dejar de tomarlos si desarrollaran síntomas.

    En un conjunto de artículos en las revistas British Medical Journal, Nature Reviews Cardiology, y The Lancet Respiratory Medicine, los investigadores plantearon cuestiones sobre si los inhibidores de la ECA podrían ayudar a fijar una infección por coronavirus en los pulmones de las personas. La preocupación surge del hecho de que el SRAS y el nuevo coronavirus ingresan a las células al aferrarse a una proteína denominada enzima convertidora de angiotensina 2, o ACE2, por su sigla en inglés. La proteína abunda en las superficies de las células en el corazón y los pulmones, donde ayuda a regular una hormona que afecta la constricción de la presión arterial.

    Una consecuencia de los inhibidores de la ECA es que pueden pedirles a las células que produzcan más ACE2. Un estudio de 2005 probó ese aumento en ratones y un estudio de 2015 en humanos halló niveles ACE2 aumentados en la orina de pacientes que estaban tomando alguna medicación relacionada con los inhibidores de la ECA.

    Pero, según la asociación American Heart Association, el Consejo de la Sociedad Europea de Cardiología sobre Hipertensión, y un análisis del 20 de marzo publicado en la revista European Heart Journal, no hay evidencia actual que demuestre que los inhibidores de la ECA empeoran los efectos de la COVID-19 en humanos. El consejo predominante entre los médicos es que, si se te prescribió una medicación, continúes tomándola hasta que tu médico te indique lo contrario.

    “No deberíamos ni comenzar ni frenar estas medicaciones hasta que tengamos mucha más información”, afirma Luetkemeyer.

    Las personas con hipertensión y problemas coronarios parecen tener un riesgo más alto para la COVID-19, pero eso probablemente tenga más que ver con las enfermedades subyacentes. Además, los inhibidores de la ECA pueden tener propiedades antiinflamatorias, que podrían ayudar a los pulmones de los pacientes con COVID-19 a sobrellevar mejor la infección.

    “Ese podría ser un estudio clave: comparar a las personas con presión alta que tomen el fármaco con quienes no lo tomen para determinar si hay alguna diferencia”, explica Perlman. “Pero sería algo muy difícil de llevar a cabo y, probablemente, muy difícil de justificar éticamente”.

    Cuándo pedir atención médica

    “Si presentas síntomas respiratorios de emergencia o algo anda mal, sin dudas queremos que pidas atención de emergencia”, afirma Purvi Parikh, especialista en alergia y enfermedades infecciosas del NYU Langone en la ciudad de Nueva York. Si eliges buscar ayuda en un hospital local, aquí un ejemplo de lo que te puedes encontrar.

    En el emblemático hospital del Inova Health System en Fairfax, Virginia, el equipo ha armado una carpa exterior para separar a las personas que informen dolencias respiratorias de aquellas que tengan otras enfermedades. Los dos grupos son ingresados en partes distintas de la sala de espera, separados por, al menos, 1,8 metros de distancia.

    Dada la falta de pruebas en todo Estados Unidos, los médicos de Inova y de otros hospitales dicen que si las personas llegan con síntomas leves, se asume que dichos pacientes tienen COVID-19 y se les pide que entren en autocuarentena para evitar la sobrecarga de las, aproximadamente, 920.000 camas con las que cuenta la nación.

    Aquellos que llegan con síntomas graves, como dificultad respiratoria, comienzan a ser revisados por los trabajadores de la salud quienes hacen foco en los niveles de oxígeno, la presión arterial y la cantidad de fluido en los pulmones— todo a fin de mantenerlos estables. También intentan paliar la fiebre, la cual puede provocar malestar y derivar en daño celular.

    Los casos más graves de COVID-19 requieren ponerle al paciente un respirador mecánico— un dispositivo que hace ingresar y salir aire de los pulmones de la persona— por más de una semana. Esta es la razón por la cual los funcionarios sanitarios están tan preocupados: una posible falta de respiradores. La Society of Critical Care Medicine señala que, en los hospitales de Estados Unidos, hay hasta 200.000 respiradores, pero algunos son antiguos y es probable que no traten efectivamente al COVID-19. Mientras tanto, una estimación aproximada sugiere que más de 900.000 norteamericanos podrían tener COVID-19 y necesitar un respirador.

    Los peores casos de COVID-19 pueden provocar lo que se denomina síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), una lesión importante en los pulmones que puede ser causada por muchos tipos de infecciones graves. Los hospitales han definido bien los métodos sobre cómo tratar el SDRA. Se debería poner a los pacientes boca abajo para mejorar la capacidad de los pulmones de ventilar y no se les debería dar demasiados fluidos. Además, los respiradores de los pacientes con SDRA deberían configurarse para que circulen volúmenes de aire bajos a fin de minimizar el estrés en los alvéolos, las diminutas subcámaras de los pulmones.

    Dentro de las salas de los hospitales, el equipo se está ocupando de minimizar el uso de equipamiento que puede liberar gotas de la respiración, como los dispositivos de oxígeno que ponen aire dentro de los pulmones. Otros hospitales están siendo extremadamente precavidos con los dispositivos denominados nebulizadores, que convierten medicinas líquidas en vapor respirable, dado que este vapor podría, potencialmente, dejar al SARS-CoV-2 en el aire.

    Los investigadores y los médicos de todo el mundo están hoy compitiendo para probar correctamente si varios de los medicamentos preexistentes podrían adoptarse para la lucha contra la enfermedad COVID-19. Los médicos entrevistados por National Geographic expresaron tener grandes esperanzas por el remdesivir, un antiviral en desarrollo por Gilead Sciences.

    “En el único en el que confío es en el remdesivir”, señala Perlman.

    El remdesivir funciona imitando un elemento básico del ARN viral, impidiendo que el virus se multiplique. Un estudio chino ampliamente difundido, publicado el 4 de febrero en Cell Research, informó que el remdesivir alteró la multiplicación del SARS-CoV-2 en el laboratorio. Pero el fármaco sigue en fase experimental y ha sufrido retrocesos en el pasado. El remdesivir fue desarrollado originalmente para combatir el ébola, pero sus ensayos clínicos en humanos fallaron.

    Independientemente de esto, encontrar un tratamiento viable requiere ensayos clínicos en humanos controlados minuciosamente, pruebas que llevarán tiempo. “Retrospectivamente, hubiese sido bueno habernos esforzado más en fármacos anticoronavirus”, agrega Perlman. “Fácil de decir hoy, [pero] no tan fácil cinco meses atrás”.

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