¿Amas o detestas el café? La respuesta podría estar en tus genes

Los científicos están investigando si los nervios, el insomnio e incluso el sabor amargo son producto de pequeñas variaciones en el código genético.

Por Michelle Z. Donahue
Publicado 12 nov 2018, 17:39 GMT-2
Tu sensibilidad genética a la cafeína podría determinar que te encante o que odies el café.
Tu sensibilidad genética a la cafeína podría determinar que te encante o que odies el café.
Fotografía de Fotografías por Mark Thiessen & Rebecca Hale, Ngm Staff

Una taza de café caliente por la mañana es un hábito indispensable para millones de personas en todo el mundo.

Pero para algunas personas, la solución no es el café. Cualquiera sea el tipo, puede que apenas una gota de cafeína los altere y mantenga despiertos toda la noche. ¿Cómo es que esta sustancia afecta a las personas de maneras tan diferentes? En parte, la respuesta está en tus genes.

"Lo que estamos descubriendo es que hay factores genéticos específicos que regulan nuestra ingesta de cafeína", explica Marilyn Cornelis, investigadora sobre la cafeína de la Northwestern University en Chicago, Illinois. "Es impresionante la relación que tiene nuestra genética con estos temas".

Las personas que beben café de forma regular, con el tiempo, desarrollan un cierto nivel de tolerancia a la cafeína, que puede revertirse simplemente abandonando el consumo diario. Pero si evitas el café porque te produce ansiedad, insomnio o náuseas, la explicación podría encontrarse en las variaciones de apenas un solo nucleótido en tu ADN: las letras A, G, C y T del alfabeto genético.

Regular las reacciones

La clave es saber qué hace tu cuerpo con la cafeína que circula en él. De eso se encarga el metabolismo, y cuando se trata de cafeína, hay solo dos genes que realizan la mayor parte del trabajo. El CYP1A2 produce una enzima hepática que metaboliza aproximadamente el 95 por ciento de la cafeína ingerida. El AHR controla qué cantidad de esa enzima producimos. Juntos, estos genes controlan la cantidad de cafeína que circula en el torrente sanguíneo y el tiempo que permanece en él.

"Una persona con una variante genética que determina el metabolismo lento de la cafeína, seguramente, consumirá menos café en comparación con alguien que tiene una variante genética que favorece el rápido metabolismo de la cafeína", explica Cornelis.

En otras palabras, si tienes un metabolismo rápido, o si fumas (lo cual acelera el metabolismo), la cafeína no permanecerá el tiempo suficiente como para afectar los centros de estímulo del cerebro de forma significativa; entonces, podrías tomarte otra taza tranquilo. Pero si produces menos cantidad de las enzimas que se encargan de deshacerse de la cafeína, habrá más de esta sustancia circulando en tu sistema por más tiempo, lo que significa que puede afectarte más. 

Ajustes de actitud

Se descubrió que otro grupo de genes también está relacionado con el modo en que la cafeína afecta la actividad del cerebro y los centros de recompensa, y con otros efectos secundarios como la ansiedad, el insomnio y el malestar estomacal.

La adenosina, uno de los culpables de la somnolencia matutina y la flojera posterior al almuerzo, disminuye la actividad nerviosa e impide que se liberen en el cerebro muchas sustancias, como la dopamina, que contribuyen a la sensación de bienestar. Pero cuando la cafeína circula por el torrente sanguíneo, ocupa el lugar de la adenosina en los receptores del cerebro y otras partes del cuerpo, y aumenta el desvelo.

La expresión de los receptores de adenosina es regulada por un gen denominado ADORA2A, y numerosos estudios indican que sus variantes genéticas influyen en cómo reaccionamos a la cafeína. Podría explicar por qué algunas personas padecen insomnio incluso tras beber apenas un sorbo a primera mañana. También se ha descubierto su relación con la ansiedad: un estudio de 2008 afirmó que apenas 150 miligramos al día, o casi la cantidad de cafeína que contiene un cappuccino grande de Starbucks, puede causar trastornos de ansiedad en personas con ciertas variantes genéticas. Otro estudio vinculó las variaciones en los receptores de adenosina a los ataques de pánico sufridos por algunas personas.

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    Es lógico que algunas personas eviten el café simplemente porque lo asocian a determinados efectos negativos, como sugiere un estudio divulgado en abril en Pharmacological Reviews.

    "El consumo de cafeína varía en función del país y del individuo", sostiene Astrid Nehlig, investigadora sobre la cafeína en el Instituto francés de salud e investigación médica (INSERM, por sus siglas en francés), y autora del artículo mencionado. "Esta variabilidad estaría relacionada, en parte, con la ansiedad, la taquicardia y el nerviosismo que pueden sentirse después de consumir cafeína”.

    Nuestra pasión u odio por el café puede depender también de las variaciones del receptor genético de la dopamina DRD2. Y el gen ABCG2, que participa en el transporte de compuestos a lo largo de la barrera hematoencefálica, puede determinar la cantidad de cafeína que llega al sistema nervioso central, explicó Cornelis.

    Olor a café al despertar

    Más allá de la cafeína, el sabor y el olor del café -condiciones determinadas también por nuestros genes- pueden dividir a los consumidores en adeptos o detractores.

    En un estudio en el Monell Center, Filadelfia, Danielle Reed, investigadora sobre el gusto y el olfato, observó la actividad de los genes involucrados en la percepción del sabor amargo en un grupo de bebedores de café. Cuando probaron cafeína líquida, los individuos que bebían más café a diario calificaron las muestras como más amargas que aquellos que bebían menos cantidad.

    Cuando el grupo de Reed observó los genes receptores del sabor amargo, descubrieron que estos genes son más activos en las personas que beben más cantidad de café. En contraste, otros participantes del estudio, no tenían la variante genética que identifica la amargura de la cafeína. ¿Significa que podría esperarse que a esas personas les guste más el café?

    "Sólo el 15 por ciento de la amargura del café es producto de la cafeína, el 85 por ciento proviene de otros compuestos amargos", explica Reed. "Hay un montón de diferentes receptores del sabor amargo, pero también hay distintas variedades de amargor en el café. Por eso, debemos estudiar la genética considerando cada café, porque son todos diferentes".

    La cafeína también puede influir en las vías sensoriales de algunas personas de maneras que aún no comprendemos muy bien, señala Reed. El compuesto no solo se une a la superficie de las células receptoras, sino que también puede entrar en la célula, donde su influencia no queda clara.

    "Si eres muy sensible a lo amargo y percibes claramente la amargura del café, igualmente puede gustarte esta bebida porque hay efectos farmacológicos que la modifican", añade Reed.

    "O tal vez seas una de esas personas que puede percibir las sensaciones de amargura y placer al mismo tiempo".

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